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Policía Nacional, Nicaragua, Policía

Policía traslada el cuerpo de Diógenes Trinidad Medina Martinez, alias “El Yogui”, el único delincuente que falleció en el tiroteo con la Policía. LA PRENSA/W. NARVÁEZ

“Gatillos alegres” en la Policía Nacional de Nicaragua

El abuso de poder de la Policía contra los ciudadanos, que hace algunos años eran hechos aislados, cada vez se hace más frecuente, aseguran expertos.

Margine Sánchez llora mientras su hija Dayra, de 15 meses de vida, se desangra en sus brazos. La niña está pálida y helada. Aún tiene los ojos abiertos, pero no se mueve. Margine tiene la ropa manchada de sangre. En La Dalia, Matagalpa, es de madrugada. Está oscuro y a la distancia se escuchan perros que ladran y aúllan. Margine abraza a su hija contra su pecho. “Pobrecita… debe estar muriéndose de dolor”, le dice alguien. “No sé si me aguante”, contesta resignada la madre.

Dayra tiene una herida en la espalda provocada por una bala disparada por la Policía. Poco después de las 3:00 de la mañana su padre, Cairo Blandón Lemus, la tomó en brazos cuando los oficiales llegaron a su casa para capturarlo por “sospechoso”. La versión oficial asegura que el papá disparó contra ellos y usó a su hija como escudo. Padre e hija murieron.

Pero Margine Sánchez dice que su hija murió gateando mientras buscaba regresar a los brazos de su padre, de los que había escapado cuando él cayó herido de un balazo. Cuando la niña gateaba hacia él, según la madre, recibió otro disparo en la columna vertebral. “¿Qué iba a vivir ella?”, dijo el pasado 5 de febrero. El sol no había salido.

Lea también: Así vive un policía en Nicaragua

No es la primera vez que la Policía mata a un menor. El 14 de septiembre de 2008, Luis Ángel Vargas Salgado, de 15 años, salió en bicicleta a hacer un mandado de su mamá. En su camino el muchacho obvió unos conos colocados por la Policía para desviar el tránsito de donde se celebrarían las actividades patrias. Los oficiales le ordenaron que se detuviera pero Vargas no lo hizo. Lo persiguieron en una patrulla hasta que el muchacho llegó a refugiarse a casa de su abuelo. Tres oficiales entraron al patio de la vivienda y uno de ellos le disparó. Los testigos aseguran que lo arrastraron hasta la patrulla y lo golpearon mientras Vargas agonizaba y se quejaba del dolor. El muchacho falleció a los minutos.

Más tarde, altos mandos de la Policía llegaron donde la familia para explicar que la actuación de los oficiales no correspondía con las políticas de esa institución. Pero tampoco era la primera vez que la Policía debía pedir disculpas ante los familiares de un inocente muerto, porque tampoco era la primera vez que mataban a un inocente.

El historial de muertes en manos de la Policía ha venido in crescendo en los últimos años, según organismos de derechos humanos. Tanto así, que ya es un dicho común decir que en las calles, además de los delincuentes, hay que protegerse también de la Policía. De hecho, Pablo Cuevas, asesor legal de la Comisión Permanente de Derechos Humanos (CPDH), lo confirma con una cifra: de todas las denuncias que recibe al año, el 60 por ciento son en contra de la Policía Nacional.

La actuación policial

Margine Sánchez perdió a su hija de 15 meses y a su esposo Cairo Blandón en un tiroteo con la Policía Nacional, según la versión oficial. LAPRENSA/WILLIH NARVÁEZ

Antes de morir Dayra Blandón ya podía decir “mamá”, “papá” y “buela”. “Margine con una gran fuerza y rabia en sus ojos me cuenta que su bebé reía mucho, lanzaba besos y ya decía un buen menú de palabras”, relató Juan Carlos Arce Campos, delegado del Centro Nicaragüense de los Derechos Humanos (Cenidh) en Matagalpa.

Pero Margine Sánchez ya no va a poder escuchar ninguna otra palabra de la voz de su hija. Y los familiares de Cairo Blandón abandonarán la casa donde viven por miedo a que la Policía mate a sus otros hijos.

Expertos aseguran que en este caso la actuación de la Policía Nacional tiene varios puntos cuestionables. Pablo Cuevas explica que en otros países existen manuales y grupos operativos para cada tipo de intervención y que al momento de llegar a casa de Blandón debía haber un especialista negociador que hablara con el “sospechoso”. Además, la hora en que se produjo la intervención policial estaba en contra de lo establecido por el mismo manual de esta institución. “Nosotros observamos que la hora en que la Policía intervino era inadecuada. Estaba muy oscuro. Pudo haber pasado que producto de la penumbra la Policía no pudo haber visto que el hombre llevaba un infante”, expresa Cuevas.

El miembro fundador y excomisionado general de la Policía Nacional, Francisco Bautista Lara, por su parte, señala que hay detalles que no se conocen del caso. Él no sabe si los oficiales vieron o no al hombre salir con una niña en brazos, pero si la Policía fue atacada, dice que entonces “actuó de acuerdo con su competencia”.

El experto en Seguridad Civil y Defensa, Roberto Cajina, es tajante. Para él, aunque fuese cierta la versión oficial que asegura que Blandón usó a su hija como escudo humano, en ningún momento debieron disparar.

Lo que cuenta la madre es que un policía “remató” con un balazo a su hija mientras esta gateaba. En ese caso, explica Cuevas, “ya se
trataría de un acto con saña”.

Maltratos y balas gratis

Según Pablo Cueva, de la CPDH, más de la mitad de las denuncias que reciben al año son en contra de la Policía Nacional. LAPRENSA/Archivo

Hay una expresión en inglés que incluso el New York Times ha usado en los Estados Unidos por las frecuentes muertes de afroamericanos a manos de la Policía: “trigger-happy” (gatillo feliz o gatillo fácil). Se refiere a la reacción violenta, especialmente disparando un arma de fuego, ante la menor provocación.

Cuando Cuevas dice la palabra saña no puede evitar recordar aquel caso en el que fallecieron dos niñas y una mujer cuando un grupo de oficiales dispararon contra el vehículo en el que viajaban. El caso, del 11 de julio de 2015, fue conocido como Las Jagüitas. Cuevas recuerda cuando Jelka Ramírez, familiar de los fallecidos, aseguró que cuando la Policía subió los cadáveres de sus hijos a la patrulla, los patearon.

De hecho, el maltrato a las víctimas de los propios oficiales también ha sido un denominador común en algunos casos.
El 20 de octubre de 2012 Marcos Cajina no andaba su casco de seguridad mientras circulaba en moto. Un policía le indicó que se detuviera, pero Cajina siguió su paso. Llegó desesperado al taller en que había trabajado durante 15 años. Golpeó insistentemente el portón para que Romel Vargas, que trabajaba como vigilante, le abriera la puerta.

Vargas abrió. Cajina entró pero también lo hizo el policía, quien le disparó a quemarropa. Después de dispararle, el oficial sacó a empujones a Cajina, herido, hasta la acera. Ahí el hombre cayó y Romel Vargas le imploró con lágrimas al oficial que le ayudara y que lo trasladara al hospital, pero este se negó y le dijo que no lo tocara, porque debían hacer un croquis. Cajina estuvo agonizando en la acera durante 20 minutos, hasta que los oficiales decidieron trasladarlo al hospital.

Pablo Cuevas, de la CPDH, resalta que en 2016 recibieron un total de 800 denuncias, de las cuales el 60 por ciento (480) eran en contra de la Policía Nacional. También asegura que en los últimos cinco años se han incrementado las violaciones policiales a los derechos humanos.

 

 “¿Qué es lo que revelaron estos acontecimientos? Que hay una crisis en todo el sistema policial. Los componentes del modelo policial no están funcionando y no son capaces de resolver los problemas fundamentales, es decir, la seguridad ciudadana”, Roberto Cajina, experto en temas de seguridad.

Policía Nacional

“Allanamientos ilegales, detenciones ilegales, golpes, tortura, muertes, actos de corrupción. Hay una debilidad tremenda en el respeto a los derechos humanos”, dice. Una debilidad auspiciada por los que, en teoría, deben asegurarla y defenderla.

Sin embargo, Cuevas debe destacar algo: el maltrato a los policías por parte de sus jefes. El asesor legal dice que muchas veces los oficiales reciben “tratos brutales” de sus superiores, que pueden desembocar en lesiones psicológicas que luego llegan hasta los ciudadanos. Una forma de descargar la ira que reciben, explica Cuevas, quien también aclara que hay policías que hacen turnos de 48 horas hasta dos veces a la semana.

El experto en temas de seguridad Roberto Cajina expresa que el hecho de que constantemente las fuerzas especiales patrullen las calles de Managua aumenta el riesgo de violencia, ya que “es una medida reactiva, ya no preventiva. Y es desproporcionada, porque sacar fuerzas especiales que están entrenadas para enfrentar el crimen organizado, en terrorismo, el narcotráfico, sacarlos a lidiar con delincuentes comunes es desproporcionado”, advierte.

El uso de la ira y la fuerza, eso sí, en ningún caso comulgan con el propósito policial. Roberto Cajina subraya: “Teóricamente, entre Ejército y Policía hay una gran diferencia. Los ejércitos se definen como el máximo uso de la fuerza. Fusiles AK, ametralladoras, tanques. En la Policía funciona una lógica inversa, que es el mínimo uso de la fuerza”.

En Nicaragua, por casos que han enmudecido al país recientemente, la expresión “trigger-happy” podría usarse cuando la Policía dispara y mata a ciudadanos. A bebés de 15 meses.

“Es imposible tener una Policía perfecta”

Policía Nacional

EL 26 de enero de 2017 dos oficiales de la Policía Nacional murieron en un tiroteo con delincuentes en el barrio San Luis de Managua, luego que los interceptaran cuando los criminales intentaban asaltar a un comerciante. Para Roberto Cajina, la acción de la Policía en ese momento fue bastante temeraria, pues antes de actuar debieron llamar a algún oficial de Inteligencia, pedir refuerzos y no acercarse a los vehículos en los que se encontraban los sospechosos.

El comisionado general en retiro, Francisco Bautista Lara, defiende el actuar de la institución asegurando que la Policía diariamente se enfrenta a hechos imprevisibles en los que las capacitaciones son relativas, pues tienen fracciones de segundos para actuar y esto requiere un fuerte entrenamiento psicológico que, según él, es difícil de lograr en Nicaragua y en cualquier parte del mundo.

 

“¿Vos creés que un policía que gana el salario mínimo podría trabajar tranquilo? Tenemos que ser realistas, tenemos a la Policía posible en el país. Y a pesar de esa Policía posible, tenemos que sentirnos satisfechos de sus resultados en esas condiciones de pobreza, son buenos”, Francisco Bautista Lara, miembro fundador y excomisionado general de la Policía Nacional

Policía Nacional, Nicaragua

“¿Estos muchachos estaban desvelados? ¿Habían pasado en la noche trabajando? ¿O estaban frescos, recién comidos? Porque el nivel de disposición se reduce. Ante lo impredecible las capacitaciones son relativas. Lo que tenés es una profesión del más alto riesgo en el mundo en tiempos de paz y en tiempos de guerra”, explica.

Roberto Cajina no se hace las mismas preguntas. “Acercarse temerariamente arriesgando su vida justo a la orilla de los sospechosos es un error que no creo que lo cometa un policía novato en cualquier otro país”, valora. “Es casi como infantil todo ese procedimiento. No están entrenados para enfrentar situaciones como esas”.

¿Cómo entrenan a los policías?

Policía Nacional, Nicaragua,
Miembros de la Academia de Policía Walter Mendoza Martínez. LAPRENSA/Archivo

El entrenamiento policial es un tema desconocido para algunos expertos de seguridad. “No podemos saber cuál es la proporción que hay entre las asignaturas generales y las específicas de la Policía. Táctica policial, prácticas de tiro… De eso no se sabe absolutamente nada. Se sabe lo que hacen después, cuando salen”, se lamenta Cajina.

Los estudios policiales son considerados como educación superior, pero su pénsum no se encuentra en la página web de la Policía Nacional.

Pablo Cuevas, de la CPDH, recuerda que hace algunos años discutió con Asuntos Internos el hecho de que en los tres meses de entrenamiento básico policial solo se dedicaban 120 minutos al estudio de los derechos humanos.

Pero Roberto Cajina detecta un problema aún más grave: en el organigrama policial, la Academia de Policías está ubicada como una
“División”, no como una “Dirección” de la institución. Lo que la convierte en solo un “órgano de apoyo” para la Policía, cuando para Cajina debería poseer un papel “sustancial”. Pablo Cuevas no duda en secundar su opinión. Que la Academia debería ser una Dirección.
Además, el experto en seguridad dice que la Policía Nacional se encuentra en una crisis sistémica, porque ya no puede cumplir las funciones básicas para las que fue creada.

Sin embargo, el comisionado en retiro Bautista Lara dice que Nicaragua tiene la Policía que puede tener. “¿Vos creés que un policía que gana el salario mínimo podría trabajar tranquilo? Tenemos que ser realistas, tenemos a la Policía posible en el país. Y a pesar de esa Policía posible, tenemos que sentirnos satisfechos de sus resultados en esas condiciones de pobreza, son buenos. Es imposible tener una Policía perfecta”, concluye.

Formación policial

La formación inicial de un policía se divide en dos categorías: Técnico Superior, que dura un año, y Licenciatura en Ciencias Policiales, que dura cuatro años. La carrera policial es considerada como estudios superiores, según el Consejo Nacional de Universidades. Al principio de los cursos reciben asignaturas generales, después otras especializadas en la carrera y al final deben elaborar una tesis. La carrera policial dura entre 30 y 35 años.

 

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COMENTARIOS

  1. rolo kokolo
    Hace 7 años

    La policia de Nicaragua no estan preparados, necesitan practicas y educacion.

  2. Julio López
    Hace 7 años

    No investigan a los que ingresan. Allí no los filtran si esta morosos, etc… pero a un civil lo fulminan le investigan hasta los intestinos.

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