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Cibeles y el dios castrado

Hace un par de semanas leí en el periódico ABC de España un artículo titulado “La historia del dios castrado, resucitado por amor, oculta en la estatua de Cibeles”; el cual, por razones obvias, me llamó particularmente la atención.

Hace un par de semanas leí en el periódico ABC de España un artículo titulado “La historia del dios castrado, resucitado por amor, oculta en la estatua de Cibeles”; el cual, por razones obvias, me llamó particularmente la atención.

El artículo de ABC se refiere a la estatua y fuente de Cibeles que está en el centro de la plaza del mismo nombre y es uno de los lugares más emblemáticos de Madrid. Allí se celebran los grandes acontecimientos y es el lugar donde se reúnen los seguidores del famoso equipo de futbol, Real Madrid, para celebrar sus hazañas deportivas.
En la nota cultural de ABC se cuenta una de las diversas versiones del mito de Cibeles, una diosa primordial originaria de Frigia, donde ahora es Turquía, integrada después a la mitología griega y romana.

Adaptada a la mitología griega, Cibeles es la misma Rea, hija del Cielo (Urano) y de la Tierra (Gea), hermana de Cronos (Saturno) y madre de Zeus y otros dioses del Olimpo.

En su origen frigio Cibeles, llamada con el epíteto de Gran Madre, es la diosa de la naturaleza y la fertilidad y tiene bajo su dominio a todos los animales. Se le representa como una hermosa dama sentada en un carruaje que jalan dos imponentes leones. Así se le aprecia en la estatua de Madrid.

Según la leyenda, los leones que tiran del carro de Cibeles son Hipómenes y Atalanta, una pareja de fogosos enamorados que tuvieron sexo en un templo de Zeus, grave profanación y pecado mortal por el cual el supremo dios olímpico los castigó convirtiéndoles en leones y condenándolos a halar eternamente el carro de su madre.
Siempre en la versión de ABC, Cibeles tiene un nieto llamado Atis, pero ella ignora su existencia. Cibeles se enamora apasionadamente de Atis pero el joven, quien también ignora que ella es su abuela, de todas maneras la rechaza, se niega a hacerle el amor.

Cibeles se siente ofendida por el desprecio y para cobrar la afrenta a Atis lo vuelve loco. El joven huye a las montañas y en un arrebato de furor se cercena él mismo los genitales. Al poco tiempo el autocastrado Atis muere desangrado.

Pero Cibeles sigue amando a Atis, a pesar de todo, y arrepentida de haberlo inducido a la castración y la muerte, lo resucita en forma de árbol de pino y lo consagra como dios del renacimiento vegetal. Por eso es que —se dice en la nota de ABC, que cita un libro titulado Madrid Oculto de los autores españoles Marco y Peter Besas— en la base de la estatua de Cibeles hay numerosas piñas (los frutos del pino), y en la parte delantera del carro, a los pies de la diosa, se aprecia el rostro de Atis tallado en piedra, de cuya boca brota un chorro de agua.

El mitólogo francés Juan Humbert, en su versión del mito de Cibeles cuenta que cuando Saturno es arrojado del cielo por sus propios hijos que se han liberado de su cautiverio, Cibeles lo acompaña en el viaje a la tierra y su afincamiento en Italia, apoyándolo en su propósito de hacer el bien a la gente, ganándose su cariño. Ese fue el tiempo soñado cuando la humanidad vivió en la Edad de Oro.

Los sacerdotes de Cibeles celebraban las fiestas en honor de la diosa con ruidosos bailes, durante los cuales tocaban tambores, golpeaban los escudos con espadas y gritaban lamentos en memoria del infortunio de Atis ocurrido en el tiempo cuando Cibeles estaba en Frigia.

En esta versión —la de Humbert— Atis es un pastor frigio amado por Cibeles, a quien la diosa nombra gran sacerdote y le confía su culto, a condición de que no se case jamás.

Pero Atis se enamora de una bella ninfa (divinidad del bosque) llamada Sangaride, y, faltando a su juramento, la hace su esposa. Cibeles se enoja, mata a Sangaride y además enloquece a Atis, quien en sus arrebatos de locura se destroza partes de su propio cuerpo, hasta que en determinado momento va a quitarse la vida.

Cibeles se conmueve por la situación en que se encuentra Atis y lo transforma en pino, árbol que desde entonces es consagrado a ella y Atis es adorado como un dios.

Hay más versiones del mito de Cibeles y Atis, pero en todas este renace en forma del pino, que siempre está verde y su fiesta se celebra en marzo, al comenzar la primavera, cuyo significado original es precisamente el “primer verdor”.

Columna del día Cibeles y el dios castrado archivo

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