Francisco Javier Ponce Sanarrusia fue la más reciente víctima de los demonios que habitan en las entrañas de El Chipote. Este lugar, donde hoy funciona la Dirección de Auxilio Judicial de la Policía Nacional, tiene décadas de historia. La mayoría de ellas empañada por la sangre, el dolor y las pesadillas más terribles que nadie pudiera imaginar.
Su gris historia empieza en 1931 con el presidente José María Moncada, quien construyó por primera vez un palacio presidencial en esa zona, que quedó severamente dañado por el terremoto de ese mismo año que destruyó Managua.
Posteriormente, en 1934, el general Anastasio Somoza García construyó el edificio que sería la residencia del jefe director de la Guardia Nacional, llamada La Curva, donde habitó por varios años antes de mudarse. Pero debajo del Palacio Presidencial también se construyeron unos sótanos donde posteriormente solo se contarían los horrores de las torturas que Somoza y su estirpe aplicarían a todos los presos que llevaban a esa zona.
Las primeras torturas en El Chipote
Según quedó registrado en una iniciativa de ley enviada a la Asamblea Nacional en el 2013 para cerrar El Chipote, Anastasio Somoza Debayle y otros jefes de la Guardia Nacional aplicaron torturas a los capturados de una fracasada rebelión del 4 de abril de 1954, en la que pretendían emboscar a Somoza García en la Carretera Panamericana cerca de Carazo.
El historiador Roberto Sánchez dice que es difícil calcular la cantidad de personas que fueron encarceladas y torturadas en esas celdas, pero si de algo está seguro es de que “casi todos los personajes de la política nicaragüense del siglo XX estuvieron ahí presos”.
En el año 1967, en el mes de noviembre, Sánchez fue uno de los centenares de presos que Somoza llevó a esos sótanos para torturarlos por estar involucrados con el Frente Sandinista. Por ese entonces el lugar se llamaba La Loma.
En esa redada también cayó el actual presidente inconstitucional de Nicaragua, Daniel Ortega, quien recibió torturas de todo tipo en las entrañas de La Loma, incluso, una patada tan fuerte que le provocó una cicatriz en su frente que hasta la actualidad se le puede ver.
A Sánchez también lo torturaron. Dice que los golpeaban hasta casi desmayarlos para que dieran información. Aún recuerda que muchas de las mujeres capturadas, compañeras suyas de lucha, también fueron violadas y torturadas en ese lugar.
¿Por qué se llama El Chipote?
Y después de Somoza, con el triunfo de la Revolución Popular Sandinista, los sótanos de La Loma se convirtieron en cárceles adonde se llevaban presos políticos, guardias que una vez sirvieron al somocismo y, según el historiador Nicolás López Maltez, “a cualquier persona por cualquier motivo”… como a él.
Para entonces el lugar cambió de nombre, pero no de destino: dejó de llamarse La Loma y fue bautizado como El Chipote, el mítico cerro de Nueva Segovia donde el general Augusto C. Sandino tuvo su cuartel general y donde libró encarnizadas batallas contra el Ejército de Estados Unidos.
El preso número uno
Maltez dice que él fue el preso número uno de las cárceles de El Chipote.
Cuenta que el mismo 19 de julio de 1979, cuando se declaró la victoria de las guerrillas del FSLN sobre Somoza, fue capturado por un argentino que llegó en una camioneta llena de “piricuacos”.
Él estaba sentado en la acera de su casa platicando con su vecino y dice haberse sorprendido cuando le dijeron que en su casa había un pez gordo del somocismo. Aunque averiguaron que el periodista no tenía vínculos, se lo llevaron, pero no directamente a El Chipote.
Maltez relata que primero lo llevaron a un lugar llamado La Cárcel del Pueblo. Posteriormente a un puesto de comando llamado Silvia Ferrufino. Fue hasta el 26 de julio que lo llevaron a El Chipote. Recuerda que el lugar estaba lleno de cubanos, que ese día decidieron abrir las puertas de la cárcel tras “acondicionarlas” para el nuevo régimen político.
Fue el primero en llegar, pero no el único ese día.
Si bien es cierto a Maltez no lo torturaron físicamente, sí lo hacían psicológicamente al amenazarlo con matarlo de hambre. Le daban de comer solo una vez cada dos días. Las 160 libras que pesaba en ese entonces se redujeron rápidamente a 110 en los cuatro meses que estuvo en las celdas.
Agustín Jarquín Anaya, exdiputado ante la Asamblea Nacional, también estuvo preso ahí en los años ochenta. En 1987 fue detenido y metido durante cinco días a la infame cárcel, acusado de contrarrevolucionario. Dice que no lo trataron mal, pero más tarde cuando estuvo preso en La Granja, de Granada, se dio cuenta que las condiciones de El Chipote eran terribles.
“En el piso del baño hay un hueco como huacal. Como una pana de concreto donde uno se pone a hacer sus necesidades. En ese tiempo estaba sucia, mal oliente”, recuerda Jarquín, quien presume de haber corrido con suerte en aquellos años pese a su condición de preso político.
Pero no todos en esas celdas correrían tan buena suerte como Jarquín o Maltez.

La tortura moderna
En el 2011 y bajo el segundo mandato del inconstitucional presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, Leonel Santana Zambrana denunció ante organismos de derechos humanos que había sido torturado salvajemente en las celdas de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), El Chipote.
Santana relató en ese entonces, según una publicación del Diario LA PRENSA de ese año, que “te ponen en un charco de agua y te ponen chuzos eléctricos para que tenga más efecto la electricidad (…), duele, como que te altera, no sé, un fuerte impacto de electricidad ¡fum! te sentís y ellos te golpean, te preguntan…”.
En el 2012, el Diario LA PRENSA publicó un artículo de opinión del dirigente socialcristiano Erick Ramírez, titulado En las mazmorras de El Chipote.
Ramírez realizó una descripción de las celdas y dijo que eran lúgubres y que lo metieron en un “espacio donde no podía verse la palma de la mano”.
“Al rato me senté en el suelo y me di cuenta que el lugar estaba húmedo, solo se sentía un olor desagradable mezcla de sudores, heces fecales, orines, vómitos y de pronto sentí recorriendo por mis brazos y piernas pequeños tentáculos y mordiscos producto de cucarachas, ratas y quién sabe qué clase de insectos”, continuaba el relato.
Su descripción concuerda con las de otros reos que han tenido la mala fortuna de pasar por ahí.
La Policía Nacional ha rechazado y evitado que medios de comunicación y organismos de derechos humanos inspeccionen el lugar donde se denuncian constantemente abusos policiales.
Un caso más reciente ocurrió en diciembre del 2014 durante una protesta de campesinos de El Tule, en contra del Canal Interoceánico de Nicaragua.
Durante la manifestación la Policía arremetió contra los protestantes y capturó a cerca de cincuenta de ellos, quienes posteriormente fueron retenidos en El Chipote.
Una situación similar ocurrió con 12 mineros que protestaban contra la empresa minera B2Gold en febrero del 2013. Fueron arrestados y posteriormente retenidos en las celdas de la DAJ.
Semanas después algunos de los mineros, tras ser liberados, dijeron que se les había obligado a firmar un documento en el que se comprometían a no hablar con los medios de comunicación sobre lo ocurrido dentro de las cárceles o “volverían presos”.
Más denuncias
Gonzalo Carrión, director Jurídico del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos, dice que en los últimos años del gobierno de Daniel Ortega las denuncias contra los abusos en El Chipote se han incrementado.
Por ejemplo, Carrión expresa que “la frecuencia de denuncias contra abusos policiales ha aumentado de manera general. En los últimos años las denuncias eran unas seiscientas y pico, pero en el 2014 recibimos casi 750”. En los casos específicos de El Chipote, las denuncias de secuestro y maltrato se han duplicado, según expresó.
El defensor de los derechos humanos también recuerda que en muchas de las denuncias se ha hablado de una celda a la que se le conoce por el nombre de “La Chiquita”.
Es un espacio tan pequeño donde apenas cabe una persona. Hay poca luz, es húmedo y se utiliza generalmente como un castigo de aislamiento para algunos presos.
Carrión dice que las cosas han cambiado en este Gobierno y ahora al Cenidh no les permiten pasar del portón para hacer inspecciones. Aunque en una ocasión, recuerda, por una confusión del vehículo en el que viajaban, se les permitió llegar hasta las oficinas administrativas de Auxilio Judicial, donde horas antes la Policía había metido a un abogado de Matagalpa que trabajaba con el organismo de derechos humanos.
Al llegar arriba un oficial de guardia se dio cuenta de la presencia de ellos y negó que tuvieran detenido al abogado. Sin embargo, como el reo era enfermo, Carrión recuerda que lo sacaron a tomar aire al patio y ellos lograron verlo.
Esa misma estrategia utiliza la Policía Nacional actualmente cuando se le consulta por algunos presos. Niegan que estos se encuentren en la cárcel aunque horas más tarde se los entreguen a los familiares, dice Carrión.

Oportunidad perdida
En abril de 1990, la expresidenta Violeta Barrios de Chamorro firmó un decreto presidencial en el que nombraba el sitio donde antes estuvo la casa presidencial, como Parque Histórico Nacional Loma de Tiscapa.
Roberto Sánchez dice que en ese decreto no se incluyeron las celdas de Auxilio Judicial para ordenar su cierre y estas quedaron funcionando. Pero las demás partes de La Loma pasaron a ser el parque que hoy se erige como uno de los puntos con mejor vista de toda Managua, aunque a sus pies, las oscuras celdas de El Chipote se siguen tragando reos, culpables o inocentes por igual.
En el 2013, diputados opositores crearon una iniciativa de ley que buscaba cerrar definitivamente las celdas de El Chipote; treinta páginas de exposiciones de motivos y artículos no surtieron ningún efecto y la iniciativa no pudo ser aprobada por rechazo del Frente Sandinista de Liberación Nacional, que protege el centro de torturas.
Sánchez dice que no sabe por qué hay tanta negativa de cerrar El Chipote, pero él también hizo su propio esfuerzo para que en el año 2003 esas celdas pudieran pasar a convertirse en un museo histórico.
La Loma de Tiscapa tiene una de las mejores vistas de Managua, dice Jarquín. De eso se dio cuenta cuando a los cinco días de estar recluido, cuando fue liberado muy temprano en la mañana y observó la majestuosa vista sobre la ciudad que ofrece el lúgubre sitio.
“En los últimos años han aumentado situaciones y condiciones en donde se practica un trato inhumano, cruel y degradante a ciudadanos nacionales y extranjeros, sobre todo en las cárceles de la Dirección de Auxilio Judicial, conocida como El Chipote. Tenemos la suficiente documentación de las personas que han sufrido tales maltratos provenientes de distintas zonas del país. Es necesario que el Gobierno establezca soluciones a corto plazo para evitar graves e irreparables daños a estas personas y erradicar de una vez por siempre esta lacra social en el sistema penitencial del país”, se lee en el texto.
“Yo de manera personal en Twitter expresé mi opinión. Yo apoyo y sigo manteniendo esa petición, hay que cerrar esa oprobiosa cárcel. No más torturas en Nicaragua”. Monseñor Silvio Báez, Obispo Auxiliar de Managua.
Los orteguistas, radicales defensores de las medidas policiales, rechazan las acusaciones contra el tenebroso lugar.
Recientemente el vicepresidente de la Comisión de Gobernación de la Asamblea Nacional, Filiberto Rodríguez, dijo que “no existen pruebas de que en ese lugar se practiquen torturas, Nicaragua está en contra de la tortura y creímos inconveniente citar a la directora de la Policía Nacional”.
Ello lo expresó en respuesta a la solicitud de los diputados opositores, quienes habían solicitado interpelar a la jefa de facto de Policía, Aminta Granera, para que explicara el actuar policial en El Chipote.
Carrión, del Cenidh, dice que para él, El Chipote cambió de nombre y de régimen, pero no de función: “El Chipote fue un centro de tortura en los tiempos de Somoza y lo es ahora bajo los tiempos de Ortega, es un centro donde se tortura, hasta que se demuestre lo contrario”.
“El Chipote, otrora nombre legendario, se ha convertido, de acuerdo a denuncias públicas, en un antro que se utiliza para aislar prisioneros, para incomunicarlos y para alinearlos, para decirlo de manera amable”. Enrique Sáenz, exdiputado MRS.
Otras denuncias
Doce personas también fueron detenidas en el año 2014 por estar involucrados en la masacre del 19 de julio de ese año donde murieron cinco personas y otras 35 resultaron heridas.
Los detenidos denunciaron posteriormente haber recibido maltrato, amenazas y presiones de parte de policías de Auxilio Judicial.
Las presiones, según dijeron los denunciantes, era para que involucraran a más personas en los incidentes de aquel 19 de Julio.