El guitarrista español Armando Orbón trota por el mundo con su novia de madera que desde la infancia fue el instrumento de las cuerdas pulsadas.
Para que se tenga idea de quién es este personaje que muestra una velocidad asombrosa y erudita en sus palabras y ya no se diga en sus manos cuando toca su guitarra, basta con decir que ha dado conciertos en más de noventa países, periplo por el planeta que incluye cinco reiteraciones viajeras por Nicaragua.
Mientras ande con la curva sensual del amor en sus brazos no habrá motivación oscura en su destino. El concierto de Orbón unifica las naturalezas que ha conocido dentro de los cuales vibra el afecto por el sonido que en su caso cobija a las letras, pues también se revela como erudito en sus historias.
Oírlo hablar es tan grato como oírlo tocar. Esa percepción tuve de su personalidad cuando anticipadamente hizo de solista verbal en el Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica.
Dentro de ese proceso de conjunción geográfica y espiritual esta vez juntó a España con América. Goza el mestizaje entre lo antiguo de su lar y lo desconocido del nuevo mundo.
El enlace lo hizo la noche del viernes 6 de julio en el Salón de los Cristales, del Teatro Nacional Rubén Darío. El mismo le puso título a las estrellas: “Una guitarra, dos mundos”.
El europeo español, representado por el nacionalismo de Manuel de Falla en el Siglo 20, Enrique Granados de quien es un confeso admirador, no quedando atrás la música impresionista de finales del Siglo 19 de Francisco de Cárdenas.
Los representantes de América serían el cubano Julián Orbón y el brasileño Héctor Villalobos con opciones para la zamba argentina. Música de fácil acceso para la mayoría.
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