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Apuntes de los comicios en Guatemala

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Las fuerzas políticas del establishment tradicional siguen siendo dominantes y la izquierda ex guerrillera es irrelevante y está fragmentada.

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Una participación superior a la de todos los comicios anteriores de la transición democrática, un predominio de la tranquilidad y de la actitud cívica de la mayoría son los rasgos más positivos de los comicios generales recién pasados en Guatemala, aunque sus resultados no sorprenden.

De acuerdo con magistrados del Tribunal Supremo de Elecciones, la participación sobrepasó el 60 por ciento del Padrón Electoral de casi seis millones de personas. Es un avance a celebrar, aunque comparado con Nicaragua, donde la participación ronda el 90 por ciento, palidece.

En 1999, con un Padrón Electoral de cuatro millones y medio de electores, fue a votar el 46.9 por ciento. En 2003, cuando Oscar Berger fue elegido presidente, votó solamente el 42.2 por ciento de unos 5,073 millones habilitados. Evidentemente este año es extraordinario.

Como pasa con los nicas, los chapines que viven en el exterior no pueden votar.

Fue visible el amplio deseo de votar, la gente hizo largas filas y excepto irregularidades en una decena de sitios y aislados hechos violentos —durante o después del domingo—, la jornada transcurrió en calma y fue elogiada por los observadores. Fue otra grata sorpresa del día porque la campaña, la más violenta de los últimos años, no presagiaba eso. Unos 50 activistas o candidatos fueron asesinados.

Álvaro Colom, un ingeniero industrial sin carisma, que ya ha perdido en dos intentos anteriores y que asegura ser socialdemócrata, obtuvo el primer lugar con un 28.23 por ciento, equivalente a 926,244 votos. Superó al general retirado Otto Pérez Molina, del Partido Patriota (PP), quien logró un 23.5 por ciento, que equivale al apoyo de 771,115 ciudadanos. Ambos se verán de nuevo las caras en el choque definitivo del 4 de noviembre.

Una constatación evidente es que las fuerzas políticas del establishment tradicional siguen siendo dominantes, y que la izquierda ex guerrillera es irrelevante y está fragmentada.

Porque ¿qué otra cosa son Colom y Molina sino políticos tradicionales? Colom, un empresario textilero y ex viceministro de Economía del “autogolpista” Serrano, es un veterano de las lides presidenciales y éste es su tercer intento. Sus declaraciones sobre medidas económicas inquietan al poderoso empresariado, pero difícil es ver en él a un radical y nadie le acusó —como en otros países— de ser el candidato de Hugo Chávez. Además, enfrentó acusaciones de corrupción, de las cuales fue absuelto, pero la justicia de ese país es tan corrupta e influenciada por la política como en el nuestro.

Molina es un antiguo general que firmó la paz con la guerrilla en 1996 en nombre del Ejército. El pasado del “general de la paz” está asociado a la guerra contrainsurgente, a la jefatura del Estado Mayor Presidencial —un cuerpo señalado de violaciones a los derechos humanos y ejecuciones— y de allí que Colom usara contra él campañas del miedo.

El discurso de ambos giró alrededor de dos temas y que dio buenos frutos. El líder de la UNE enfatizó asuntos sociales: pobreza, desempleo; mientras que Molina, la seguridad.

Su pasado de militar da credibilidad a sus promesas de mano dura con los delincuentes en un país que está de rodillas ante la violencia de las maras y la mafia de las drogas, incrustadas en el Estado. De acuerdo con cálculos independientes, unos 2,452 asesinatos ocurrieron en los primeros ocho meses de este año. En los últimos dos años Guatemala reporta cerca cinco mil homicidios.

Sin duda, Pérez Molina supo explotar eso, porque logró borrar una ventaja de 17 puntos en los sondeos que Colom llevaba a principios del año.

Y otra gran sorpresa es el pésimo resultado de la Premio Nobel Rigoberta Menchú, símbolo indígena. Su participación es de un gran valor simbólico, y aunque era difícil esperar que ganase, se podía haber más.

Ha comenzado la caza de alianzas. Dos meses más de campaña. Nada está escrito aún. La clave la tiene Alejandro Giammattei, el oficialista que con 17 por ciento quedó en tercer lugar.

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