- Racismo y prejuicios, falta de habilidad para hacer alianzas y pocos fondos, causas de dura derrota para Menchú
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La indígena y premio Nobel de la Paz 1992, Rigoberta Menchú, sufrió un descalabro en su proyecto de convertirse en la primera mujer en presidir Guatemala, al quedar relegada a la séptima posición en la primera vuelta de los comicios del domingo pasado.
La candidata de partido Encuentro por Guatemala (EG, centro-izquierda) obtuvo apenas el 3.09 por ciento de los votos, cuando se llevan escrutados casi el 100 por ciento de los sufragios, según el Tribunal Supremo Electoral (TSE).
Un descalabro electoral anunciado por las encuestas de opinión, ya que Menchú nunca logró despertar en su país el mismo interés que logró en el extranjero.
Su rechazo a establecer alianzas con otros partidos de izquierda, con peso político en el movimiento social, sindical, campesino y popular, así como con el fuerte y bien estructurado liderazgo indígena, le han pasado factura a la Premio Nobel de la Paz 1992, opina el politólogo mexicano Francisco García.
Muchos analistas opinan que esta ex empleada doméstica de 48 años, que jamás fue a la escuela, se precipitó al aceptar la oferta del pequeño partido pergeñado por la diputada y activista social Nineth Montenegro, que no oculta su ambición de concurrir ella misma a la Presidencia en la próxima cita de 2011.
La intención de EG, según el politólogo García, con la candidatura de la Premio Nobel de la Paz 1992, era “atraer a la base social y conseguir un capital político, pero los resultados han afectado tanto al partido como a la candidata”.
EG, constituido este año, consiguió 4 escaños en la próxima legislatura —de un total de 158 diputados del Congreso—, incluida Montenegro, que encabezaba el listado nacional y prácticamente tenía asegurado su cuarto período consecutivo en el Congreso. El primero lo consiguió en 1995 con un partido de la ex guerrilla.
A la vista de estos resultados, Menchú, que lidera un movimiento indígena de élite, Winaq, “tiene muy pocas posibilidades de que alguien la respalde en las próximas elecciones”, explica García, analista político del Instituto Centroamericano de Estudios Políticos (Incep).
Bien es cierto que ni la candidata ni su partido contaron con medios económicos para esta campaña.
Por su parte, el fracaso de Menchú se debió al racismo y la falta de recursos financieros para costear su campaña proselitista, estimó otro analista, el académico indígena Álvaro Pop, quien dirigió un equipo de observadores mayas durante el proceso electoral.
Una gran cantidad de la población no indígena, agregó, “vio con ciertos niveles de desconfianza su participación en las elecciones”, porque “lamentablemente no toda la sociedad ha comprendido y aceptado que Guatemala es un país multiétnico, donde indígenas y no indígenas tenemos los mismos derechos y obligaciones”.
Por otra parte, destacó el analista, “la campaña proselitista de Rigoberta se quedó corta porque no obtuvo recursos financieros necesarios para competir con partidos que gastaron millonarias sumas en sus respectivas campañas”.
La Premio Nobel, que fue postulada por el centro-izquierdista partido Encuentro por Guatemala, agregó el analista, “compitió con proyectos que invirtieron millones de millones, lo cual la puso en evidente desventaja ante los electores, a quienes no tuvo la oportunidad de explicarles el contenido de su proyecto de gobierno”.
Menchú recabó el apoyo de algunos intelectuales de izquierda y de muchas mujeres identificadas con ella más por el hecho de ser mujer y por las ansias de un cambio en el panorama político guatemalteco —controlado por una derecha conservadora— que por su propuesta ideológica.
No obstante, la izquierda tradicional lucha por implantarse en una sociedad terriblemente compleja, con buena parte de la población indígena y donde todavía sobreviven resabios del conflicto civil que asoló el país durante 36 años hasta 1996.
La dividida izquierda tradicional obtuvo alrededor de 10.65 por ciento —incluyendo a EG y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca— en el nuevo parlamento, a lo que se suma el 23 por ciento que obtiene la Unión Nacional de la Esperanza (UNE), de corte socialdemócrata —48 escaños, lo que la hace la bancada más fuerte—, donde también hay pequeños reductos izquierdistas.