- Siete comunidades de San Isidro
toman agua con arsénico desde hace mucho tiempo, sin que autoridades de salud las atiendan - Inauguran pozo con bajas
concentraciones del contaminante que abastecerá de agua a partir de septiembre
Amalia Morales [email protected]
El despale evaporó el agua de los ríos donde se abastecía la gente de siete comunidades de San Isidro. Y la que aún queda, el arsénico la envenenó.
Con el paladar salobre ha pasado los últimos ocho años de su vida Julio Rivera, de 72 años, habitante de Las Mangas. Rivera nacido y criado en la zona, dice que cuando él se “levantó” se tomaba agua de los ríos y quebradas, que ahora están secas.
Todavía hace ocho años se abrían con una profundidad de 15 y 20 metros. Hoy, se tiene que escarbar por lo menos 50 para sacar el líquido que viene con un ingrediente letal: arsénico.
Técnicos de la Alcaldía de San Isidro explicaron que la presencia de arsénico es fruto de las altas concentraciones de minerales de los suelos de la zona.
El sector, donde se localiza agua con el tóxico metal, es cerca de la mina La India.
Las concentraciones de arsénico en el agua varían en el terreno. Pero en la mayoría de los sitios la presencia del veneno es alta.
ALTAS CONCENTRACIONES
Según estudios, en teoría el cuerpo humano aguanta 10 microgramos de arsénico por galón de agua. El agua de los pozos en comunidades como El Zapote, concentra hasta 69,3 microgramos por galón de agua.
Con 83 habitantes, El Zapote se reconoce como la comunidad más afectada por el arsénico.
Allí, los trastornos a la salud de sus pobladores no esperaron mucho tiempo. Además de llagas en la piel, ardor en el estómago, José Paulino Ruiz quedó ciego. Él intenta recuperar la vista en uno de sus ojos con una cirugía que recién le practicaron en Matagalpa.
La hija de Ruiz, que cuenta la historia y prefiere omitir su nombre, dice que ella padece de ardores en el estómago por el agua contaminada y sus hermanos tienen problemas en la piel.
“En El Zapote hay mucha gente que tiene la piel overa”, dice Julio Rivera, quien tiene sus brazos veteados por otra enfermedad, que cree es natural. No se la atribuye al agua.
NUEVOS POZOS CON AYUDA DE UNICEF
Para la gente que ha probado el arsénico, buscar agua limpia es un imperativo.
Hace dos años se localizó un terreno donde la concentración del arsénico es mínima en comparación con el área donde es alta. Apenas dos microgramos. Sin embargo, el dueño del terreno se negó a permitir la perforación en beneficio de la comunidad.
Más tarde se halló agua en otro terreno, y fue hasta hace dos días que terminó la construcción de los dos nuevos pozos que, a partir de septiembre, abastecerán a 2,138 personas de los siete caseríos afectados.
El montaje fue posible con financiamiento de la Organización de Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), que aportó dos millones 317 mil córdobas, de los tres que costaba la instalación. El resto lo pusieron la Empresa Nicaragüense de Acueductos y Alcantarillados (Enacal), la Alcaldía local de San Isidro y la comunidad.
La construcción de pozos no es suficiente. Antonio Leiva, Alcalde de San Isidro, demanda a las autoridades correspondientes apoyo para los enfermos por arsénico.
OJO A LOS CONTAMINADOS
La presencia del arsénico en esa zona fue reconocida en un estudio que hicieron dermatólogas del Ministerio de Salud (Minsa), hace más de un año.
Sin embargo, hasta ahora los pobladores aseguran que no han merecido ningún tipo de atención de parte de las autoridades sanitarias.
En la comunidad de El Zapote se ha identificado por lo menos a 71 personas contaminadas.
El arsénico además de afecciones en la piel produce gastritis. Su contraveneno es la leche.
Sin saber si es lo correcto, la gente ha evitado la contaminación hirviendo el agua y algunos clorándola.
Estudios estadounidenses sobre la contaminación por arsénico han documentado que el riesgo de cáncer urinario aumenta en la medida que la población se expone al arsénico.