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“Yo recojo botellas y latas, junto a mi papá y mis 11 hermanos. Pero no quiero estar siempre aquí. Cuando sea grande quiero hacer casas”, dijo Michael Murillo de ocho años, quien trabaja en La Chureca y es uno de los pocos niños que asiste a la escuela; está en primer grado, y aún no sabe leer.

Niños indefensos en selva de basura

Cada año la cantidad de niños recolectores aumenta, ellos representan el 60% de los trabajadores de La Chureca Accidentes, enfermedades, violencia, droga y lucha por obtener “lo mejor de la basura”, es su rutina diaria Lesly Medina y Jessly Obando/Especial para LA [email protected] Michael Murillo tiene ocho años, pero su diminuto cuerpo aparenta cinco. Él […]

  • Cada año la cantidad de niños recolectores aumenta, ellos representan el 60% de los trabajadores de La Chureca
  • Accidentes, enfermedades, violencia, droga y lucha por obtener “lo mejor de la basura”, es su rutina diaria

Lesly Medina y Jessly Obando/Especial para LA [email protected]

Michael Murillo tiene ocho años, pero su diminuto cuerpo aparenta cinco. Él “trabaja” en La Chureca desde antes de que tuviera uso de razón. Asiste a la escuela por la mañana; está en primer grado, y aún no sabe leer.

“Yo recojo botellas y latas, junto a mi papá y mis 11 hermanos. Pero no quiero estar siempre aquí. Cuando sea grande quiero hacer casas”, dijo Michael con palabras entrecortadas y confusas, que evidencian problemas de distorsión en el habla. Algo común en los niños que asisten a La Chureca.

Como la historia de Michael, encontramos cientos de historias similares en ese mundo en que se ven obligados a vivir las 100 familias que habitan en este sector.

La Chureca se encuentra localizada en el área que ocupa el basurero municipal de Managua. El terreno es propiedad de Carlos Martínez Castrillo. Ocupa un área de aproximadamente 60 hectáreas, donde se depositan alrededor de 1,000 toneladas diarias de basura.

ANALFABETISMO “HEREDITARIO”

En el basurero existe una población aproximada de 266 habitantes. Un estudio realizado en abril de este año por Borge y Asociados arrojó que de éstas, 147 tienen más de 15 años de edad, y el 25% no cuentan con ningún tipo de instrucción académica. Además, se determinó que el analfabetismo se encuentra en mayor escala en personas cuyas edades oscilan entre los 15 y 49 años.

El analfabetismo es uno de los problemas que aquejan no sólo a los niños, sino a casi toda la población de La Chureca. Este conlleva la ausencia escolar a temprana edad, ya que los padres no llevan a sus hijos a la escuela porque no lo ven como una oportunidad de superación en la vida, sino como una pérdida de tiempo, según estudios anteriores del Proyecto de Acahualinca de Dos Generaciones.

Muchos de estos casos los encontramos en la diaria labor de recolección. Niños que añoran asistir a la escuela, pero sus deseos chocan con una realidad distinta. Tal es el caso de Marta Carolina, una niña de unos 6 años, quien en su laboriosidad nos confesó sus deseos de superación. “Yo quiero ir a la escuela, pero mi mamá no me pone, no me quiere llevar, lo que más quiero hacer son tareas”, comentó entre sonrisas, colocándose su manito en la boca.

SOBREVIVIENDO EN LA BASURA

El número de “churequeros” crece rápidamente. En respuesta al desempleo y la miseria que azota al país La Chureca se ha convertido en una opción para sobrevivir, a tal punto que entre los cerros de desperdicios circulan diariamente alrededor de 5,000 córdobas en ganancias, provenientes de plástico, vidrio, aluminio, papel y bronce desechados.

La actividad comienza, como cualquier otro trabajo, a tempranas horas de la mañana. “Más o menos como a las nueve, ya está lleno el lugar”, dijo Néstor Rodríguez, un joven “churequero” de 16 años. Los días más laboriosos son los lunes y martes en coincidencia con el comercio nacional; aunque hay algunos que trabajan hasta los domingos.

Este trabajo es lento y selectivo. Desde el momento en que llegan los camiones la gente los sigue como moscas a la miel; mientras los camiones van descargando, los recolectores van hiriendo con varas el corazón de los pestilentes paquetes de basura, desperdigándola por todas partes hasta que toda queda como una plana superficie de la cual, con las manos, toman lo que pueda serles útil. Ya sea para venderse o comerse.

Entonces empieza el verdadero trabajo, lidiar “con las aves de rapiña” para no perder la presa.

DROGAS A LA ORDEN

El entorno es aprovechado por los vendedores que viven en los alrededores, en la llamada “zona marginal”. Como el pequeño puesto de comida que tiene Doña Gloria María Chávez, quien asiste a La Chureca diariamente. “Vendo moronga con tortilla y fresco, desde las siete a las doce del día”, comentó.

Pero no todas las ventas son tan “sanas”, también se ofrecen con la misma naturalidad, marihuana y pega, como si éstas fueran golosinas. Uno de los vendedores afirma ser “contador graduado” y estar trabajando ahí porque nunca pudo conseguir trabajo “si quieren les puedo enseñar mi título, yo le trabajé muchos años al Estado”, afirmó con cierto aire de orgullo.

Aquí el producto que tiene mayor demanda es la pega, “se encuentran desde niños, adolescentes y adultos consumiéndola, para saciar un poco el hambre”, expresó Jacqueline Vargas, directora del proyecto de La Chureca, del organismos Dos Generaciones.

PROSTITUCION FORZADA

En La Chureca, la prostitución es también un flagelo para la niñez que ahí habita. Niñas se ven obligadas a ofrecer su cuerpo como mercancía a cambio de un poco de dinero para así contribuir al ingreso económico en sus hogares. Incluso “se conocen casos de niñas que se prostituyen a cambio de material de reciclaje, pero esto es totalmente encubierto”, aseguró Jacqueline Vargas, directora del proyecto de La Chureca del organismo Dos Generaciones.

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