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El epidemiólogo Juan Almendárez muestra la marca de leishmaniasis del señor Alvaro Díaz, quien vive en la comunidad rural de Troilo. LA PRENSA/LINARTE.

Occidente afectado por leishmaniasis

Enfermos no pueden curarse por no tener ni para el pasaje Pacientes que no se atienden el mal y que padecen leishmaniasis visceral, mueren en cuatro años Los síntomas pueden ser infección severa intestinal o respiratoria, desnutrición, agrandamiento del hígado y el bazo, fiebre y anemia, mortal después de dos años si no se trata […]

  • Enfermos no pueden curarse por no tener ni para el pasaje
  • Pacientes que no se atienden el mal y que padecen
    leishmaniasis visceral, mueren en cuatro años
  • Los síntomas pueden ser infección severa intestinal o respiratoria, desnutrición, agrandamiento del hígado y el bazo, fiebre y anemia, mortal después de dos años si no se trata médicamente

MARICELY [email protected]

LEON.- La familia de Benito Muñoz es uno de los casos más representativos de la zona. Los cinco niños y él están infectados con leishmaniasis atípica y carecen de recursos económicos para viajar hasta San Jacinto donde comenzaron el tratamiento.

En la comunidad rural El Troilo es frecuente encontrar casos de leishmaniasis en niños y adultos, en este sector habita la familia Muñoz.

“Llevo dos años de padecer leishmaniasis atípica, y hace días me salió otra pelotita en el cuerpo. Para viajar a San Jacinto pierdo el día de trabajo y necesito más de 10 córdobas para cada uno en pasajes, no tengo dinero para curarnos”, dijo angustiado don Benito Muñoz.

A un poco más de un kilómetro de la casa de Muñoz, en una vivienda contiguo a una quebrada, se encuentra otro caso. El del agricultor Alvaro Nicolás Díaz de 30 años, él tiene una marca cerca del codo. “Es leishmaniasis atípica”, le confirmaron los especialistas.

“Un día me vi una chimbombita como piquete de zancudo, inflamado, que no me molestaba. De inmediato fui al Centro de Salud y me dijeron que era leishmaniasis y comenzaron de inmediato a tratarme”, agregó Díaz.

TRANSMISIÓN Y VARIEDADES DE LEISHMANIASIS

Juan Almendárez, epidemiólogo e investigador de la UNAN, afirma que la enfermedad es transmitida por mosquitos hembras conocidos vulgarmente como “jorobados”. Esos bichos pican entre las 6:00 p.m. y las 5:00 a.m., viven en tierras bajas y áridas, a menos de 300 metros de altura, con ecosistemas donde existen ríos, quebradas o aguas estancadas propicias para su reproducción.

“La transmisión se produce por un ciclo, cuando un roedor, zorrillo u otro animal silvestre o doméstico como el perro que se encuentren enfermos de leishmaniasis es picado por el mosquito, éste posteriormente pica al hombre y lo contagia con esa enfermedad”, explicó.

Existen cuatro tipos de leishmaniasis, las que, según Almendárez son: la visceral, cuyos pacientes la mayoría de ellos son menores de cinco años o adultos jóvenes.

Los síntomas pueden ser infección severa intestinal o respiratoria, desnutrición, agrandamiento del hígado y el bazo, fiebre y anemia, mortal después de dos años si no se trata médicamente, explicó.

La cutánea atípica se observa por la proliferación de pápulas (elevación de la piel), que en ocasiones se vuelve visceral, ambas han sido reportadas en Occidente, indicó.

Los otros dos casos son la mucocutánea y cutánea localizada, estas dos últimas sólo se desarrollan en zonas montañosas y húmedas, a las cuales se les conoce también como “lepra de montaña” por la úlcera que desarrolla en la piel.

ESTUDIO DE LA LEISHMANIASIS VISCERAL

El primer caso de leishmaniasis visceral presentado fue en 1986 en el hospital de León, procedente de San Francisco Norte. Luego diagnosticaron otro caso en el Departamento de Microbiología y Parasitología de la Universidad, éste provenía de Lauló, Matagalpa.

Sin embargo, a partir de 1995 es que se presenta un incremento en el número de casos en las áreas rurales y suburbanas del occidente del país, afirma Sergio Valle, pediatra e investigador de la facultad de medicina.

En 1998 la UNAN-León, según Valle, a través del Departamento de Microbiología y Parasitología, inició bajo la dirección de las parasitólogas Teresa Rivera, Edelma Corrales, y Juan Almendárez, una investigación motivada por la alta presencia de casos pasivos que llegaban al hospital, tomando como referencia las comunidades rurales de El Sauce, Somotillo, San Francisco Norte y León, sumando 27 casos donde la mayor afectación fue en el sexo masculino y niños menores de 15 años.

“Entre los resultados obtuvimos que la alta frecuencia de perros seropositivos que vivían con las familias estudiadas, confirma que el perro es un importante reservorio que debe tomarse en cuenta al desarrollar medidas de control para la enfermedad”, afirmó.

La investigación también definió que la prevalencia de la enfermedad en los perros fue de 59.6%, que el 81.4% de las 116 familias analizadas tenían más de tres perros en sus casas.

Con respecto a los contagiados la mayoría eran niños menores de cinco años, alcanzando un 88% y un 87% los menores de dos años.

Comentó que para 1999 no se reportaron casos de leishmaniasis, argumentando que con el huracán Mitch hubo emigración de poblaciones y destrucción de las reservas silvestres y focos de mosquitos, transmisores de la enfermedad.

En lo que va de este año, Valle dijo que llevan contabilizados seis casos y el Departamento pretende iniciar otra investigación sobre las probabilidades que un paciente con leishmaniasis atípica puede convertírsele en visceral.

Según Valle, la leishmaniasis atípica se conoce desde hace cinco años cuando aparecieron los primeros casos en la Isla de Roatán, en Honduras, sitio desde donde según el especialista empezó a proliferar la enfermedad en el occidente del país.

En lo que respecta a la leishmaniasis atípica la UNAN-León lleva el control de 33 casos que se encuentran en los municipios de Telica, Malpaisillo y El Sauce, a quienes se les aplica el tratamiento obtenido por el Ministerio de Salud.   

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