Los inolvidables de la masacre orteguista

Los inolvidables de la masacre orteguista

Franco disfrutaba escribir canciones. A Ángel le apasionaba informar. A Hammer le gustaba jugar futbol los domingos. Sí, en pasado. Disfrutaba, le apasionaba, le gustaba. Ellos son parte de la lista de muertos que dejó la represión policial y paramilitar del gobierno de Daniel Ortega durante las protestas en contra de la reforma a la Seguridad Social en Nicaragua este abril. Son más, muchos más. Erick. Alvis. Michael. Darwin. Juana. Orlando. Richard. Álvaro. Son al menos 59 asesinados, según los datos confirmados por LA PRENSA. Aunque los organismos de Derechos Humanos aseguran que la cifra puede llegar a más de 70 muertos.

Comenzó un miércoles, el 18 de abril. Un grupo de ciudadanos que marchaba en León en contra de la reforma fueron golpeados por las turbas orteguistas. Ese mismo día, por la tarde, un grupo de jóvenes autoconvocados realizó un plantón pacífico en Camino de Oriente. Llevaban banderas azul y blanco y pancartas con lemas que decían: “#SOSInss”, “Pueblo, únete”, “Corruptos”… Las turbas golpearon a los protestantes y a los periodistas que cubrían el plantón. Y ahí, la indignación creció. Creció tanto que las protestas se fueron propagando por diferentes departamentos del país y cada vez eran más los ciudadanos que se unían. Hubo más de 40 en toda Nicaragua. Hubo heridos, hubo desaparecidos. Lo que comenzó como un reclamo por la reforma terminó convirtiéndose en el reflejo del hartazgo de los nicaragüenses y su rechazo al gobierno.

Estos son los rostros de la masacre del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo.

Este reportaje fue publicado originalmente el 27 de abril con 32 perfiles. La última actualización fue el 24 de mayo. Al mes de octubre, los organismos de derechos humanos registraron entre 400 y 500 muertos.

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“Sus sueños fueron arrebatados”

Marlon Manasés Martínez Ramírez

Murió de un disparo en la cabeza el viernes 20 de abril. Marlon Martínez, de 20 años, estudiante de secundaria, había salido de su casa con sus primos para participar en una de las manifestaciones en el sector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). No estaba de acuerdo con las reformas. “Tenía muchos sueños, él pensaba ir a la universidad, pero sus sueños fueron arrebatados”, dice su mamá Juana Ramírez. Ese viernes, estudiantes de medicina auxiliaron a Martínez en el recinto universitario y después fue trasladado al Hospital Lenín Fonseca en Managua. Cuando sus familiares llegaron al centro médico era tarde, ya había fallecido. Sin terminar de asimilar lo que pasaba, se llevaron el cuerpo y lo velaron en Ciudad Sandino, donde vivía.

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“Le dije: ‘Cuidate amor, cuidate’”

Ángel Eduardo Gahona

“Cuidate amor, cuidate”, le dijo su esposa antes de salir y él contestó: “Sí amor, sólo grabo esto y me voy”. El periodista Ángel Eduardo Gahona no regresó, fue asesinado de un tiro en la cabeza el sábado 21 de abril.  Murió mientras transmitía en vivo a través de Facebook las protestas en contra del gobierno en la ciudad de Bluefields. Ese diálogo de despedida lo contó su esposa Migueliuth Sandoval a BBC Mundo. Gahona era originario de Bluefields, en la Costa Caribe Sur (RACS), tenía 42 años, dos hijos y era el director del noticiero El Meridiano donde trabajaba con su esposa. Nunca tuvo miedo, dice su pareja. “La adrenalina le corría por su cuerpo en este tipo de situaciones. Era apasionado por informar de una manera neutral, no jalaba para ningún lado”, aseguró. Sandoval pide justicia y asegura que los testigos le han dicho que quien disparó fue un antimotín. 

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“Era divertido, buen estudiante”

Richard Eduardo Pavón Bermúdez

“Futuro bachiller”. Esa es la descripción que Richard Eduardo Pavón Bermúdez, de 17 años, dejó en su perfil de Facebook, convertida ahora en una página conmemorativa. Era estudiante de secundaria, vivía en Tipitapa y murió de varios disparos el jueves 19 de abril en una protesta. “Era divertido, buen estudiante y le gustaba mucho el inglés”, dice una amiga que prefiere no ser identificada. Pavón era miembro de una comparsa rítmica en Tipitapa. Rosario Murillo, vicepresidenta designada por el Consejo Supremo Electoral, dijo que Pavón era miembro de la Juventud Sandinista, pero en su perfil de Facebook, el mismo día que murió él había cambiado su foto por una bandera azul y blanco. “Él estaba con su pueblo. Cuando el gritó a todo pulmón ‘Que se rinda tu madre’ le dispararon”, dice la amiga.

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“No resistió la cirugía”

Álvaro Manuel Conrado Dávila

Lizeth Dávila no sabía que su hijo Álvaro Conrado había ido a apoyar a los universitarios en las manifestaciones. El viernes 20 de abril la llamaron y le dijeron que estaba herido. Conrado tenía 15 años y era estudiante de secundaria en el Colegio Loyola de Managua. Era uno de los manifestantes que estaba en la protesta que se realizaba en la zona de Metrocentro ese viernes cuando recibió de parte de la Policía un disparo en el cuello. Tras ser herido fue trasladado de emergencia al Hospital Bautista donde murió. “No resistió la cirugía”, dijo su madre vía telefónica a LA PRENSA tras soltar en llanto. “Era un chavalo fuerte, participaba en todo, era dinámico”, dijo a un medio de comunicación uno de sus compañeros de clase, quienes le hicieron un homenaje y una misa de despedida.

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“Salió solo con la bandera azul y blanco”

Franco Alexander Valdivia Machado

Minutos antes de su muerte, Franco Valdivia, de 24 años, aparece en un video en Facebook denunciando la represión de la que habían sido víctimas durante una manifestación en Estelí. Llevaba una camisa a rayas y una mascarilla. “Era una marcha pacífica, andábamos todos, desde jóvenes hasta personas de la tercera edad. Ellos comenzaron a lanzarnos bombas a todos nosotros”, cuenta el joven en ese video. A Valdivia, según su hermana Francys Valdivia, le dieron un tiro en la cabeza. “Franco iba con signos vitales todavía, al llegar al hospital San Juan De Dios, la doctora que estaba en emergencias informó a las personas que trasladaron a mi hermano que estaba muerto”, explica en la denuncia que fue interpuesta en la Policía de Estelí.  Valdivia era estudiante de tercer año de Derecho, le gustaba escribir canciones de contenido social, era árbitro en partidos de softball y trabajaba en un taller de carpintería. Según su hermana, ese día había pedido permiso para ir a la marcha. “Salió solo con la bandera azul y blanco”, dijo a los medios locales y pidió que el gobierno asumiera su responsabilidad. 

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“El 20 de abril de 2018 me quitan a mi hijo”

Álvaro Gómez Montalván

Álvaro Gómez Montalván, de 23 años, pidió permiso el viernes 20 de abril  en su trabajo en una zona franca para irse a su casa porque tenía un dolor. Era mentira. En realidad quería participar en la protesta que ocurría en Monimbó, Masaya, donde él vivía. Para el día siguiente había planeado unirse a las protestas de los universitarios en Managua. Gómez no solo trabajaba, era además universitario, estudiaba Banca y Finanzas en el Recinto Universitario Carlos Fonseca Amador (RUCFA), en Managua. Ese viernes, recibió un disparo en el pecho y aunque sus amigos lo trasladaron al hospital no pudieron salvarle la vida. “Yo fui guerrillero sandinista y a mí me amputan una pierna el 20 de abril de 1987 (durante el Servicio Militar Patriótico), y el 20 de abril de 2018 me quitan a mi hijo. Les digo a los seguidores de Daniel Ortega, que tengan más vergüenza, que sus funcionarios que renuncien por ver a su pueblo muerto. A la Rosario (Murillo) no le digo nada porque es una de las más sinvergüenzas de este país, porque sabiendo todos los vejámenes que le hicieron a su hija (Zoilamérica) y todavía está con alguien que abusó de su hija”, aseguró su padre, Álvaro Gómez.

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“Una persona honesta, trabajadora”

Moroni Jacob López García

5:00 de la tarde del viernes 20 de abril. El teléfono de Alba García sonó. Era el número de su hijo Moroni López, de 22 años, pero no era él, era la voz de un desconocido que le decía que su hijo estaba muerto. Le habían dado dos tiros. Unas tres horas antes sus familiares habían visto un video en las redes sociales que les hizo el corazón sobresaltar. Era el de un estudiante herido. “Era muy parecido a mi hermano, pero no se diferenciaba bien”, cuenta Gabriel López.  López era estudiante universitario y trabajaba como jardinero de medio tiempo en una iglesia en Ciudad Sandino. La mañana del viernes había salido rumbo a su trabajo, pero decidió ir a la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) y apoyar como voluntario a sus compañeros, cuenta su hermano. Según algunos videos difundidos en Facebook la ambulancia que iba a atender a López tardó en llegar por las protestas. Cuando finalmente llegó hasta donde él estaba no había nada que hacer, había muerto.  “Era una persona honesta, trabajadora, con un gran deseo de servir y apoyar a los demás”. Así lo recuerda su hermano. 

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“Cómo murió no sé, nadie lo sabe”

Cristhiam Emilio Cadenas

Eva Salinas reportó a su pareja Cristhiam Emilio Cadenas como desaparecido en Facebook. El viernes 20 de abril había salido de su casa en Léon y no regresó. Justo ese día, los noticieros mostraban imágenes de varias casas que ardían en llamas en León tras enfrentamientos entre antimotines y manifestantes. Había horror en la ciudad. Una amiga suya le dijo que en las redes sociales hablaban de una persona calcinada cerca de unos billares. “Yo fui a ver el cuerpo para saber si era él. Me tuve que dar con la mala noticia de que sí, era él”, relata Salinas. Cadenas tenía 23 años y era estudiante de la carrera de Agroecología en la UNAN – León.  “Cómo murió no sé, nadie lo sabe”, dice. Los vecinos le cuentan a Salinas que su pareja había estado en el techo de una de las casas que fue incendiada en León durante las protestas y que cayó y murió quemado. Su cuerpo, cuenta Salinas, estaba irreconocible: sin brazos, piernas y dientes. Tenía los órganos expuestos. Ella, junto a sus familiares, reconocieron algunos objetos de Cadenas como una pañoleta roja, su pantalón, la faja y una toalla donde en la etiqueta decía Eva. Denunciar, asegura, no le va a servir de nada porque “las autoridades no hacen nada”. 

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“Mi hermano no era un delincuente, trabajaba”

Juan Carlos López Martínez

La noche del viernes 20 de abril, Juan Carlos López , de 24 años, cenó con su hermana. Terminaron de comer, se despidieron y regresó a su casa.  “A escasos quince minutos a mí me llamaron de que él había sido impactado”, cuenta Graciela Martínez. Su hermano iba pasando por una zona en Ciudad Sandino donde había un enfrentamiento entre manifestantes y antimotines y recibió un balazo en el tórax. Fue trasladado al hospital, donde falleció. López trabajaba en reparación y mantenimiento de celulares y según su hermana, su sueño era poner una tienda de celulares y quería ser técnico en informática. “Mi hermano no era un delincuente, trabajaba”, dice.

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Hilton Rafael Manzanares Alvarado

Fue el primer oficial de la Policía que murió durante las protestas. Manzanares Alvarado, originario de Lechecuagos, León, era subinspector de la Dirección de Operaciones Especiales Policiales (DOEP), tenía 33 años y tres hijos.  El oficial murió el 19 de abril en las cercanías de la Upoli a eso de las nueve de la noche, según la Policía Nacional. Tras su muerte fue ascendido a capitán y le dieron la medalla del valor, que fue entregada a sus familiares. “Me acompañaste a todos los viajes que hice a los departamentos siempre con una disciplina intachable”, dijo la jefa policial Aminta Granera durante el homenaje póstumo.

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“Un chavalo dicharachero”

Jeisson Antonio Chavarría Urbina

Manuel Guzmán describe a su sobrino Jeisson Antonio Chavarría, de 24 años, como “un chavalo dicharachero” y con gran espíritu de servicio. Trabajaba como cadete de una mototaxi. Chavarría, de 24 años, murió el sábado 21 de abril en Ticuantepe, Managua, durante una de las protestas en ese municipio. Según Guzmán, su sobrino fue asesinado de un disparo en el sector de Unión Fenosa, cerca de la entrada de la ciudad.  “A veces me decía ideay viejo, me dejaste sin los clientes”, cuenta Guzmán, quien también es cadete de una mototaxi. Su mamá, dice, le había dicho que no fuera a la manifestación.

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“Era un indignado más”

Erick Andrés Cubillo Solís

Tenía 36 años y trabajaba de cuadrillero para la Empresa Nacional de Transmisión Eléctrica (Enatrel). Erick Cubillo salió de su casa en Lomas de Guadalupe el viernes 20 de abril diciendo que iba para el hospital, pero al darse cuenta que los antimotines reprimían a los manifestantes en la zona de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) decidió ir a ayudar.  Quienes lo conocían aseguran que siempre fue así, solidario. “Era un indignado más”, dice un sobrino suyo que prefiere guardar el anonimato. Cubillo recibió tres balazos y murió en un centro de salud. Era casado y tenía dos hijos.

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“Me lo llegaron a matar”

Alvis Yamil Molina Hogdson

Alejandra Rocha dice que su amigo Alvis Yamil Molina Hogdson, de 35 años, se destacaba en basquetbol y participaba en algunas ligas. Su pasión por ese deporte quedó truncada la noche del sábado 21 de abril cuando recibió dos disparos: uno en el abdomen y otro en el pecho. Molina, quien vivía en el barrio Batahola Norte, en Managua, decidió manifestarse pacíficamente junto a sus vecinos y realizó una transmisión en directo a través de Facebook donde dijo: “Esto es Batahola Norte, esto es Batahola Sur, juntos en una manifestación pacífica en contra de este gobierno mierda, para que se den cuenta que no somos minúsculos ni mediocres”. Durante la manifestación le dispararon a Molina, quien trabajaba en una imprenta y deja a dos hijos en la orfandad. “De repente pasaron disparando en motocicletas, supuestamente eran los de la juventud sandinista y policías vestidos en civil”, dijo Rocha. “Me lo mataron, porque llegaron a matar. Él (Alvis) no tenía rencillas con nadie”, aseguró el papá de Molina a un medio de comunicación.

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“A mí hijo le dispararon con un AK-47 en su corazón”

Michael Humberto Cruz Sánchez

Michael Humberto Cruz, de 29 años, era comerciante y estudiaba un posgrado en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli). Era habitante del barrio Waspan Sur, en Managua. El viernes 20 de abril decidió unirse a la manifestación que había a las afueras de la Upoli en contra las reformas al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS). Mientras protestaba recibió un disparo en el corazón. “A mi hijo le dispararon con una AK-47 en su corazón. Él no merecía morir así, porque era una buena persona y le truncaron sus sueños de salir adelante con su propio trabajo”, dijo su mamá, Rosa Cruz que llegó a Nicaragua desde California, Estados Unidos, para despedirlo. Cruz llevaba 18 años fuera del país. Salió de Nicaragua para que sus hijos pudieran ser profesionales. “Que deje de decir Rosario Murillo, esa p… de decir que mi hijo Michael era un delincuente, él era un joven trabajador, padre de familia”, aseguró.

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“No los voy a perdonar nunca”

Orlando Francisco Pérez Corrales

Orlando Francisco Pérez Corrales, de 23 años, salió de su casa el sábado 20 de abril en Estelí con una bandera azul y blanco. Iba a participar de una manifestación en su ciudad contra las reformas al INSS. Cuando la protesta iba por el sector del parque central de Estelí recibió una bala en el pecho. Pérez era estudiante de último año de ingeniería en Energías Renovables en la Facultad Regional Multidisciplinaria ( FAREM) en Estelí. “Él no sabía lo que era un arma, no sabía lo que era una marcha. Fue porque iban sus compañeros. Que Dios los perdone a esas personas que mataron a mi hijo, porque yo no los voy a perdonar nunca”, dijo su madre, Socorro Corrales. Pérez, que pertenecía a la pastoral juvenil de la Iglesia Católica, era hijo del Comandante Macario, un exguerrillero sandinista. “Me lo arrancaron de mis entrañas, por (culpa) del presidente y la vicepresidenta que manda a gente a asesinar a los jóvenes. Dios quiera que a este señora, a esta pareja nunca se le mueran sus hijos, nunca los maten, como ella mandó a matar a  mi hijo”, dijo su madre.

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“A mi hermano lo mataron como un perro”

Darwin Manuel Urbina

Era la noche del jueves 19 de abril. Darwin Manuel Urbina, de 28 años, salía de su trabajo, iba rumbo a su casa. Urbina trabajaba en el área de limpieza de un supermercado de Managua. En su camino de regreso pasó por la zona donde universitarios se enfrentaban con los antimotines en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli). Una bala le pegó en el cuello y murió inmediatamente. “A mi hermano lo mataron como un perro”, dijo su hermana a un periodista de Confidencial mientras recogía el cuerpo en Medicina Legal. “Fueron los antimotines, los antimotines le dispararon. Él muere desangrado, ahogándose a su propia sangre. Mi hermano era un hombre trabajador no era ningún delincuente”, aseguró. Urbina fue el primer muerto confirmado en los enfrentamientos durante las manifestaciones en contra de las reformas a la Seguridad Social.

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“No me lo van a reponer con una disculpa”

José Abraham Amador

María Amador viajó desde Estados Unidos para sepultar a su hijo. José Abraham Amador, de 17 años, estudiante de cuarto año de secundaria protestaba en Masaya, cerca del mercado de Artesanías, cuando recibió un balazo que le perforó los pulmones. “No me lo van a reponer con una disculpa o que me digan lo siento mucho. Ellos dicen que el pueblo es presidente cuando le conviene y son amables durante las campàñas electorales. Yo voté por Daniel Ortega, porque creía que él era bueno, ahora no soy más sandinista”, dijo su madre.

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“Era un muchacho muy activo y muy popular”

Carlos Alberto Bonilla López

A Carlos Bonilla, de 17 años, le dieron un balazo en el ojo el viernes 20 de abril. Había salido de su casa en Ciudad Sandino, en Managua, a un ensayo de la banda rítmica a la que pertenecía. “Le encantaba tocar el bombo”, cuenta Ileana López, su tía. Sus familiares no saben bien qué fue lo que pasó, pero esa tarde les avisaron que estaba herido. Lo trasladaron al hospital de Ciudad Sandino y luego fue remitido al Lenín Fonseca, donde murió. Bonilla se acababa de bachillerar, en 2017, y estudiaba cursos libres de caja y banco e inglés. “Era un muchacho muy activo y muy popular, el brazo derecha de su mamá”, dice su tía.

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Darwin Elías Medrano

Una bandera azul y blanco fue la última foto que Darwin Elías Medrano, de 23 años, puso en su foto de perfil de Facebook. Medrano fue uno de los heridos durante la represión de las tropas antimotines contra los estudiantes que permanecían en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) la noche del viernes 20 de abril. Le dieron un tiro que lo dejó en coma durante dos días. Medrano falleció en el hospital Lenín Fonseca. “Hoy se rindió Darwin Medrano luego de dos días de lucha por ver una Nicaragua libre”, escribió una familiar suya en redes sociales.

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``Mi primo venía de su trabajo``

Kevin Josué Rivas González

En la foto de perfil de Facebook de Kevin Josué Rivas, que murió en Managua, hay una foto suya con un marco que tiene la bandera de Nicaragua y un lema que dice: “Que se rinda tu madre”. Desde que iniciaron las protestas en Nicaragua, Rivas compartió noticias y publicaciones donde se mostraba la violencia que había en el país. “Mi primo venía de su trabajo no andaba en ninguna protesta”, publicó una prima suya en redes sociales. Le gustaba el futbol y era fanático del Barcelona. Sus familiares no quisieron brindar declaraciones.

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“Se había dado a querer”

Harlington Raúl López García

Harlington López, de 19 años, no salió solo a la protesta del viernes 20 de abril en Managua. Iban con él al menos 10 miembros de su familia. Llevaba puesta una camiseta roja y un jeans. Ese día estuvieron en el sector de la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI). De pronto, los antimotines los cercaron, cuenta su tía Hilvia García, que también estaba ahí. “Se hizo una balacera, estaban los antimotines. Todo fue en un abrir y cerrar de ojos, las balas nos cegaron las vistas”, dice. López recibió dos disparos: uno en el pecho y otro en los pies. “Era un buen muchacho, un muchacho sano y se había dado a querer”, dice su tía. López trabajaba en una empresa de diseño gráfico. Su cuerpo fue llevado a Siuna, de donde era originario.

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``Era una muchacha tranquila``

Juana Francisca Aguilar Cano

Juana Francisca Aguilar, de 19 años, originaria de Jinotepe, Carazo, era miembro de la Dirección de Operaciones Especiales Policiales (DOEP). Tenía apenas nueve meses en las filas policiales, había ingresado en julio de 2017. Aguilar, hija de un policía, murió de un disparo en un enfrentamiento con protestantes en el sector de la rotonda Cristo Rey en Managua el sábado 21 de abril. Tras su muerte, la Primera Comisionada Aminta Granera entregó a su madre Carina Cano el grado póstumo de inspectora y la medalla al Valor Subcomisionado Juan Ramón Tórrez. Aguilar dejó en orfandad a un niño de tres años.  “Era una muchacha bien apartada, contenta, era tranquila, dice su primo Pedro Catalino Ruiz.

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“Él nada tuvo que ver en las protestas”

Carlos Manuel Sandino Hernández

Carlos Sandino tenía 39 años y trabajaba en una peletería. El sábado 21 de abril a eso de las 9:00 de la noche caminaba cerca de la entrada del barrio Fátima, en Masaya, cuando recibió un disparo en la espalda. Sus familiares no entienden por qué lo mataron si él ni siquiera estaba participando de las manifestaciones. “Él nada tuvo que ver en las protestas porque venía para la casa, hasta pasó comprando comida. Al rato me avisaron los vecinos que a Carlos lo mataron”, dice Zulema Sandino, su hermana, que cuenta además que, tras ser herido, unos policías intentaron llevárselo, pero un sobrino lo impidió.

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Roberto Carlos García Paladino

La madrugada del lunes 23 de abril,  Roberto García, de 40 años, se encontraba, junto a otros vecinos, resguardando un supermercado cerca del barrio San José Oriental. Querían evitar que fuese saqueado como había ocurrido el domingo con varios establecimientos en Managua. Según la versión de los pobladores, en la madrugada pasaron por la zona varias camionetas con antimotines, quienes comenzaron a disparar. García resultó herido de bala. Según los vecinos, tras herirlo, los antimotines lo subieron a una de las camionetas. Lo siguiente que se supo de él es que el cuerpo estaba en el Instituto de Medicina Legal en Managua (IML), donde fue entregado a sus familiares. Tenía dos impactos de bala.

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“Lo mataron por decir: ‘no estoy de acuerdo con este régimen’”

Jonathan Steven Valerio López

Dos disparos en el cuello acabaron la vida de Jonathan Valerio, de 20 años,soldador. Participaba en una protesta que realizaban pobladores frente al hospital Manolo Morales en Managua cuando le dispararon. “A mi hermano lo mataron por decir: ‘no estoy de acuerdo con este régimen’. No debe quedar impune su asesinato”, dice Víctor Valerio López, su hermano. Los médicos del hospital, se queja su hermano, tardaron en atenderlo.

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Francisco Giovanny Sobalvarro Altamirano

Francisco Sobalvarro salió a protestar porque su abuela Luisa Altamirano iba a ser afectada con las reformas a la Seguridad Social. Vivía en el barrio Nuevo, de Sébaco, Matagalpa, en casa de sus abuelos Claudio Sobalvarro y Luisa Altamirano. El viernes 20 de abril durante la manifestación, a la que asistió y que fue reprimida por turbas orteguistas, recibió varios impactos de bala. Sobalvarro fue enterrado el domingo 22 de abril y los pobladores de la zona organizaron una vigilia en su honor.

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“Él no era ningún vago, ningún delincuente”

Hammer Joel García Salinas

Hammer Joel García tenía 19 años, trabajaba en una zona franca y los domingos le gustaba jugar futbol con sus amigos de la iglesia católica a la que asistía. El sábado 21 de abril participó en una de las protestas en Tipitapa y recibió un balazo que se alojó entre los pulmones. “Él no era ningún vago, ningún delincuente; él iba a protestar”, dice su hermana Kelly García.

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Jairo Hernández

Tenía 24 años y era habitante del barrio 26 de febrero, en Masaya. El viernes 20 de abril, en la zona del Mercado de Artesanías, Jairo Hernández recibió un disparo en la cabeza. Tras ser herido, fue trasladado al hospital Humberto Alvarado de Masaya donde murió. Sus familiares no quisieron brindar declaraciones.

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Izmael Pérez Vílchez

Izmael José Pérez, de 32 años, murió de un disparo en la mandíbula en el barrio La Fuente la mañana del domingo 22 de abril. Ese día salió temprano de la ferretería en la que trabajaba porque habían cerrado por los saqueos que ocurrían en Managua. Cuando iba para su casa,  Pérez se topó con pobladores que intentaban saquear un supermercado ubicado en el barrio La Fuente, en Managua, y decidió resguardarlo junto a otros pobladores. Minutos después, en un enfrentamiento, Pérez resultó herido y después murió en el hospital Manolo Morales, donde fue trasladado.

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“Lo hizo como un héroe, él no se rindió”

Edwin Bismarck Gómez

“Ya no voy a ir, no te estés preocupando, no voy a salir”, le dijo Edwin Gómez, de 33 años, a su pareja Rosaura Chavarría el domingo 22 de abril, según un relato publicado en un medio de comunicación. Esa misma noche, Gómez estaba internado en la sala de Cuidados Intensivos en el Hospital Alemán Nicaragüense. Esta es la historia de cómo terminó ahí: llevaba días participando en las protestas en contra del gobierno y el domingo le había dicho a su pareja que no iría más, pero se dio cuenta del ataque de la policía a los estudiantes de la Upoli y fue. En los enfrentamientos recibió dos balazos. Tres días después de haber sido internado murió. “Si Dios quiere ya está descansando en paz, porque lo hizo como un héroe, él no se rindió, hasta el final”, dice Chavarría. Gómez era obrero de la construcción y tenía cuatro hijos.

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“Dios quiera que toda esa sangre se abone en algo”

Marcos Antonio Samorío Anderson

Marcos Antonio Samorío Anderson, de 30 años, fue asesinado de tres balazos el sábado 21 de abril, cuando pasaba por el sector de los semáforos del Zúmen, en Managua, donde se realizaba un plantón. Su familia lo reportó como desaparecido y lo encontraron muerto en el Instituto de Medicina Legal. “Es triste porque son jóvenes que son el futuro de mañana (…) Dios quiera que toda esa sangre que se ha derramado se abone en algo (…) como decía el difunto Pedro Joaquín Chamorro, que un día Nicaragua sea República”, aseguró Francisca Esperanza Torrez, abuela y madre de crianza de Samorío.

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Nesken Eliezer Velásquez

Nesken Eliezer Velásquez, 27 años, participó en una protesta la noche del sábado 21 de abril que se realizó en Mateare, Managua. Ahí, le dieron un tiro en la cabeza. Tras ser herido, fue trasladado al hospital Lenín Fonseca. Un día después murió. Juan Carlos Arce, coordinador del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), denunció que su familia fue obligada por un policía a firmar un documento en el que renunciaban a su derechos de interponer una denuncia y desistían a que su cuerpo fuera llevado a Medicina Legal. “Evidentemente son acciones de Estado dirigidas a que estos casos queden en la impunidad”, dijo Arce.

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“Siempre apoyó a los estudiantes”

Danny Stanley Rivas

Era pintor. Tenía 25 años. Era soltero. A Danny Stanley Rivas lo mató un policía, dice Richard Henríquez, su hermano. Iba encapuchado y desde una camioneta le disparó con una escopeta en el estómago. El 22 de abril Rivas se había unido a una manifestación que se daba en el barrio Ayapal, en Managua. “Siempre apoyó a los estudiantes y él salió de la casa a apoyar las marchas”, dice Henríquez.Tras ser herido lo trasladaron en una motocicleta al Hospital Alemán Nicaragüense. Iba consciente. Al día siguiente cayó en coma y ese mismo día murió.

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“Mi hijo no se merecía eso”

Nelson Téllez Huete

Estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada. “Mi hijo no se merecía eso. Era un hombre trabajador. Padre de familia y no andaba en ninguna protesta”, dice Martha Huete Pavón. Su hijo, Nelson Téllez, de 35 años, fue herido de bala en el pecho el pasado 20 de abril en Ciudad Sandino y murió el miércoles 2 de mayo en el hospital Lenín Fonseca. Era taxista y ese día regresaba a su casa tras guardar el vehículo en el que trabajaba. “Él salió a trabajar como siempre para ganarse el pan de cada día”, cuenta su madre, que responsabiliza a la Policía Nacional de su muerte. “Ellos eran los que andaban armados. Nadie más”, asegura. Téllez deja a cuatro hijos en la orfandad.

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“Era un hombre luchador”

Lester Adán Vindel Picado

El sábado 21 de abril, Lester Adán Vindel, de 37 años, comerciante de repuestos de bicicleta del mercado Oriental, fue junto a su esposa Elieth Pérez a llevar víveres a los universitarios que estaban atrincherados en la Upoli. También iba el hijo de Pérez y dos trabajadores más. “Era un hombre luchador conmigo, trabajamos juntos de lunes a domingo, inseparables”, dice su esposa que se quedó esperándolos en la camioneta mientras iban a realizar la entrega. Media hora después solo regresaron los trabajadores, Pérez se quedó esperando a su esposo y a su hijo toda la noche, pero nunca llegaron. Los encontró luego: A su esposo muerto por un disparo en el pecho en el hospital Alemán Nicaragüense y a su hijo detenido en las celdas de Auxilio Judicial. Según el relato del hijo, ese día, la Policía subió a Vindel a una patrulla y no supo más de él.

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“Me lo mataron a balazos”

Jesner Josué Rivas

“Yo lo crié de pequeño, lo seguí criando hasta la fecha que me lo quitaron”, dice Norlan Rodríguez. Se escucha acongojado. Su sobrino Jesner Josué, de 16 años, que cursaba sexto grado de primaria, murió el pasado 22 de abril. El muchacho había decidido ir con unos amigos a mirar un enfrentamiento entre la policía y los pobladores cerca del barrio La Fuente, en Managua. “La gente dice que venía corriendo y la policía venía tirando balazos”, dice. Recibió un tiro en el brazo izquierdo, fue trasladado al hospital Manolo Morales en la capital, pero no aguantó la operación. Murió desangrado. En el acta de defunción, cuenta el tío, los médicos dijeron que su sobrino tenía una herida hecha con un arma blanca. “¿Cómo le van a poner eso?”, dice indignado. “Si saben que todo el mundo miró que me lo mataron a balazos”.

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“Era un hombre bueno y bien trabajador”

José Alfonso Ramírez González

La noche del pasado viernes 20 de abril José Ramírez González, de 33 años, llegó hasta Waspán Sur a visitar a su mamá. Ahí, los vecinos estaban protestando y él decidió unirse. “El se dejó ir a esa esquina. Se puso a llevar llantas y a protestar contra lo que le estaban haciendo con los jóvenes”, cuenta su pareja Lesvia del Rosario Silva que llegó a buscarlo a la zona, pero él se rehusó a irse. Era operario de la Alcaldía de Managua. “Era un hombre bueno y bien trabajador”, dice Silva. De pronto, varios antimotines y policías llegaron al barrio y abrieron fuego en contra de los pobladores, quienes intentaron huir. Ramírez resultó herido. Recibió dos balazos: uno en la espalda y otro cerca de la cadera. Tras ser herido, según Silva, los oficiales subieron a Ramírez en una patrulla y los familiares lo encontraron en el hospital Alemán Nicaragüense. Ramírez murió el domingo. “Él no era ningún vago, le dolía la injusticia”, asegura.

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“Yo lo que quiero es que se haga justicia”

César Noé Castillo Castillo

El viernes 20 de abril, César Noé Castillo Castillo, de 42 años, regresaba a casa tras salir de su trabajo en una fábrica de puros cuando al pasar por el parque central de Estelí recibió un disparo que le perforó el pulmón. 22 días después, luego de varias complicaciones médicas debido a la herida, murió el 12 de mayo en su casa producto de un paro respiratorio. El día que ocurrieron los hechos, la policía reprimía a los manifestantes que pedían la cancelación de las reformas al Seguro Social. El mismo día y casi en el mismo lugar donde Castillo recibió el tiro que, según sus familiares, salió del segundo piso de la Alcaldía de Estelí, también dos universitarios murieron de certeros disparos en la cabeza. “Yo lo que quiero es que se haga justicia, que paguen por la muerte de mi hermano” dijo Miriam Castillo.

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“No entiendo por qué dispararon”

Celso Josué Díaz Sevilla

Le decían “Checho”, tenía 19 años, y en unos meses sería papá. Celso Josué Díaz vivía en Mateare, Managua y trabajaba en un supermercado. El pasado sábado 21 de abril, tras participar en una manifestación decidió quedarse platicando sobre la carretera nueva a León con unos amigos. Jimmy Lezama, su hermano, cuenta que sus amigos le dijeron que oficiales de la Policía Nacional llegaron al lugar en dos motocicletas y en una camioneta de la Alcaldía y abrieron fuego. Díaz recibió un disparo en la espalda. Murió desangrado. “Yo no entiendo por qué dispararon. Eso prácticamente fue una cacería. Desde que ellos llegaron, llegaron disparando”, asegura Lezama. La familia acudió a la Policía Nacional para denunciar el hecho y pedir una investigación. La policía nunca llegó.

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“Él estaba llevando víveres”

Jimmy Parajón

“Mirá, necesitamos refuerzos. Estamos en la lucha. Estamos en el vergueo”, fueron las últimas palabras que Jimmy Parajón, de 35 años, le dijo a su hermano Yader vía telefónica. Parajón recibió un balazo en el pecho el 11 de mayo en el sector de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) cuando apoyaba a los universitarios que están atrincherados en ese centro de estudios. Para su familia, Parajón era un hombre alegre, respetuoso y bondadoso. “Él era cristiano evangélico. Él estaba en una congregación en la que tienen una proyección social y hay fotos donde él está llevando víveres a los hospitales y donde está dando la Palabra”, dijo su hermano Yader Parajón. Parajón deja a cinco hijos en la orfandad.

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“Él era un trabajador, no era un vago”

José Israel Cuadra

José Cuadra, de 49 años, trabajaba como vigilante en el Mercado Oriental y fue asesinado la madrugada de 14 de mayo cuando se dirigía hacia su casa a bordo de una camioneta.  Miriam Contreras, viuda de Cuadra, relata que en el trayecto unas cincuenta personas que estaban escondidas dispararon a la camioneta en la que su esposo viajaba como pasajero y lo hirieron en la cabeza. “Yo aseguro que son los de la Juventud Sandinista, ellos fueron quienes apuntaron y lo mataron ahí (…) yo pido justicia, que eso no se quede así. Él era un trabajador, no era un vago como son ellos”, denunció Contreras. Cuadra fue trasladado al Hospital Vivian Pellas, donde falleció.

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Apoleón Delgadillo

Apoleón Delgadillo murió tras sufrir quemaduras graves en el incendio de Radio Darío, en León. Según el director de la emisora radial, Aníbal Toruño, Delgadillo fue contratado para provocar el incendio, junto a Jimmy Paiz, que también murió.

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Alexander Flores

Alexander Flores, de 25 años, iba a unirse a los pobladores que protegían un supermercado de ser saqueado el domingo 22 de abril en el barrio Waspan Sur de Managua. Antes de llegar al lugar, Flores recibió un disparo en la cabeza.

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Jimmy Paiz

Jimmy Paiz, de 53 años, resultó con quemaduras graves en el incendio que consumió las instalaciones de Radio Darío, en León, el pasado viernes 20 de abril. Murió días después. Aníbal Toruño, director de la emisora radial, aseguró que Paiz fue contratado para esparcir gasolina en las instalaciones de la radio y fue alcanzado por las llamas cuando otra persona lanzó un mortero. “Yo ya los perdoné y saben por qué los perdoné porque son gente sencilla, son gente humilde les habían pagado 500 córdobas para matar, para destruir”, denunció Toruño ante el Cenidh.

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“El quería una Nicaragua libre”

Kevin Joel Valle

Kevin Joel Valle falleció el pasado 11 de mayo tras ser herido de bala cerca del colegio República de Argentina, en Managua. Jennifer López, su novia, dice que ese día estaba jugando futbol con los amigos, pasó una camioneta y, a pesar de que intentó esconderse, le dispararon en la espalda. Murió en el hospital Alemán Nicaragüense mientras esperaba ser atendido. Valle tenía 18 años y estaba en quinto año de secundaria. Sus amigos y familiares lo conocían como “El chatel”. “El quería una Nicaragua libre, le dolía lo que estaba pasando con su país”, dice López. Valle fue enterrado en la comunidad La Gateada, en Chontales.

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“Ellos salen y uno no se da cuenta de lo que están haciendo”

Eliécer Aguirre Centeno

Eliécer Aguirre tenía 20 años, vivía en el barrio El Porvenir en Sébaco, Matagalpa, al norte de Nicaragua y el lunes 14 de le dieron un tiro en la cabeza. Estaba en un tranque en el puente sobre la carretera Panamericana en Sébaco. “Usted sabe cómo son los jóvenes y desgraciadamente recibió ese disparo. No puedo decir si él andaba (en la protesta) porque ellos salen y uno no se da cuenta de lo que están haciendo, pero quizá haya andado”, dice su padre de crianza Rodrigo Aguirre. El muchacho fue trasladado al hospital Lenín Fonseca, en Managua, y murió un día después. Su padre denunció que las autoridades del hospital quisieron condicionar la entrega del cuerpo de su hijo a cambio que firmara un acuerdo en el que le pedían desistir de interponer una denuncia por su muerte.

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“Una persona súper servicial y amable”

Carlos Alberto Miranda

Carlos Miranda, de 19 años, trabajaba en un taller de costura de trajes deportivos. “Quería formar un hogar con su pareja, terminar sus estudios y salir adelante por sí solo”, dice su primo, Kenneth Sánchez. La madrugada del viernes 10 de mayo lo hirieron mientras resguardaba las instalaciones de la delegación del distrito VI de Managua. Sánchez dice que a su primo le dispararon en el pecho, lo hicieron desde una camioneta. Murió por una hemorragia interna, mientras era trasladado a un hospital. “Lo único que pedimos toda la familia es justicia. Porque él no era un vago, era un joven trabajador”, asegura su primo quien lo recuerda como “una persona súper servicial y amable. Muy luchadora”.

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“Me lo mataron como un animal”

Humberto Antonio Parrales Reyes

“Él era mi padre, él no merecía morir así, me lo mataron como un animal, todo acribillado, todo moreteado”. Es el lamento de Meylin Parrales, hija de Humberto Parrales que murió a manos de grupos paramilitares el miércoles 16 de mayo. Parrales era uno de los atrincherados en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), acompañaba a su hijastro Noel Calderón Lagos. La madrugada del miércoles fue a la zona de Bello Horizonte en Managua para buscar una pastilla porque tenía dolor de estómago. Cerca de la rotonda, unos sujetos que viajaban en una camioneta le dispararon y le dieron una cuchillada que le perforó el pulmón. Parrales era originario de Tipitapa y trabajaba en una empresa de bebidas en la capital.

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Noel Calderón Lagos

Noel Calderón murió el pasado 16 de mayo cuando estaba con su padrastro Humberto Parrales cerca de la rotonda en Bello Horizonte. Habían salido de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) a comprar una pastilla para el dolor de estómago cuando un grupo de paramilitares les dispararon desde una camioneta. Calderón fue trasladado a un hospital capitalino donde su mamá llegó a retirar el cuerpo. Su cuerpo y el de su padrastro fueron llevados a la Upoli, donde les rindieron un homenaje.

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Gerald Antonio Campos

Gerald Antonio Campos, de 30 años, salió de su trabajo el pasado 21 de abril. Pasó cerca de un enfrentamiento que había en el barrio Andrés Castro entre pobladores y antimotines. Recibió un disparo que le atravesó el tórax y le perforó un pulmón. Su cuerpo quedó tendido en el suelo, aseguró al diario HOY un hermano de Campos que pidió el anonimato.

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Holman Eliézer Zeledón

Holman Eliézer Zeledón, 29 años, murió la madrugada del miércoles 16 de mayo en un hospital de Matagalpa. Su fallecimiento lo anunció el alcalde orteguista de esa ciudad Sadrach Zeledón, quien aseguró que fue herido con un arma de fuego el pasado 14 de mayo en Sébaco.

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José Alfredo Urroz Jirón

Era docente de la escuela Carlos Fonseca en Matagalpa. José Urroz murió en el hospital Lenín Fonseca, en Managua, adonde fue trasladado luego de ser herido de bala en la cabeza en enfrentamientos entre manifestantes y antimotines y paramilitares. La muerte de Urroz fue confirmada por el alcalde orteguista Sadrach Zeledón.

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Wilder Reyes Hernández

Wilder Reyes Hernández era empleado de la alcaldía de Matagalpa. El martes 15 de mayo, presuntamente recibió balazos en el abdomen durante uno de los enfrentamientos entre pobladores, antimotines y grupos paramilitares.

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“Él era una persona valiente”

Heriberto Antonio Rodríguez

“Hijueputa lo mataste. Estas matando a tu pueblo”, se escucha en un video que circula en las redes sociales. Tendido en el piso estaba Heriberto Rodríguez, de 49 años, conductor de trailer. Acaba de recibir un tiro en la cabeza. Era sábado 12 de mayo y Rodríguez había salido de su casa para para observar la represión que vivían los manifestantes por parte de antimotines y grupos paramilitares en Masaya. “El era una persona valiente, de armas tomar”, dice su hija Katherine Rodríguez, pero le había prometido que no se iba a involucrar en nada porque ya estaba viejo. “Era una persona alegre, que siempre ayudaba a los demás, le gustaba hacer bromas y le gustaba molestarme. Me llamaba su princesa y que yo era el amor de su vida”, dice su hija, que denunció que en el acta de defunción de su padre no detallaron que tuvo una muerte violenta. “No quisiera sacarle la bala, no quisieron entregar las placas que le hicieron a mi papa”, asegura.

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Ángel Reyes

Tenía 16 años y era estudiante de secundaria en Managua. El pasado 17 de mayo, Ángel Reyes estaba en una de las barricadas en el sector de la Universidad Politécnica de Nicaragua cuando un bus conducido por un miembro de la Juventud Sandinista le pasó encima. El joven resguardaba una de las barricadas junto a otros estudiantes para evitar el ingreso de las fuerzas policiales y de las turbas orteguistas al recinto universitario.

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“Él no andaba protestando”

Javier Alexander Munguía

A Javier Munguía, de 19 años, su familia lo reportó como desaparecido el pasado 8 de mayo. Su mamá, Margarita Mendoza, lo buscó en hospitales y delegaciones de la Policía Nacional. Diez días después lo encontró, en el Instituto de Medicina Legal (IML), donde días antes le habían negado que el cuerpo de su hijo estuviera ahí. Su caso fue el primero que verificó la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Los familiares de Munguía aseguran que su cuerpo tenía señales visibles de tortura. Según la autopsia del IML el joven tuvo una muerte natural, sin embargo un forense privado determinó que fue estrangulado. Janette García cuenta que su primo pasaba cerca de la Universidad Politécnica de Nicaragua cuando la policía lo detuvo. “Él no andaba protestando, ahora ellos dicen que él andaba robando, se contradicen a cada rato, porque además dicen que fue una muerte natural, que le dio un infarto, pero si fue un infarto ¿por qué tiene el rostro desfigurado? ¿Por qué tiene fracturas y moretones?, Que me expliquen por qué”, dijo García.

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“Le pegaron un balazo en la cabeza”

Manuel de Jesús Chávez Ramírez

Manuel Chávez, de 31 años, cursaba tercer año de Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (Unan-León). Vivía en el barrio Azarías H. Pallais y el miércoles 23 de mayo recibió un disparo en la cabeza durante un ataque de la policía y turbas orteguistas en esa ciudad. “Nos dimos cuenta en las redes sociales que Manuel había fallecido, le pegaron un balazo en la cabeza”, aseguró un primo suyo, quien reconoció su cuerpo en el hospital de León.

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“Sabemos que son asesinos”

Luis Ramón Alvarado Cruz

Luis Ramón Cruz Alvarado era mecánico y tenía 30 años. El miércoles 23 de mayo regresaba de su trabajo hacia su casa en una bicicleta recibió un tiro en el pecho cuando pasaba cerca de un tranque en el barrio San Agustín, en Chinandega, donde turbas orteguistas atacaban a los pobladores. Murió a eso de las 11:30 de la noche. Luis Manuel Cruz reconoció el cuerpo de su hijo a través de unas fotografías que le mostraron los médicos, ya que no permitieron que entrara a la morgue. “Como ya lo mataron ellos quieren hacer como que no son ellos, sabemos que son asesinos estos hijos de puta que siempre me han caído mal”, dijo.

El equipo de trabajo

Dora Luz Romero
Jefa de Información
Juan Carlos Bow
Editor
Moisés Martínez
Editor
Isela Baltodano
Redactora
Yubelka Mendoza
Redactora

Sergio Ramírez: “Me siento un hijo de Cervantes y Darío”

Sergio Ramírez: “Me siento un hijo de Cervantes y Darío”

El escritor nicaragüense, Cervantes 2017, desentraña su mundo literario

El final más famoso de todos los tiempos es de los cuentos de hadas. Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) se apura a decir: “…Y fueron felices para siempre”, pero casi de inmediato el escritor nicaragüense, el primer centroamericano en ganar el Premio Cervantes, dice que le atrae la realidad por razones relacionadas a su anormalidad, una historia de traiciones, ambición sin límites e irrespeto a la legalidad, que ha estado siempre presente en América Latina.

La obra de Ramírez -unos 60 volúmenes entre cuentos, novelas y ensayos, traducidos a 17 idiomas- suma personajes de la más variada procedencia. En sus páginas, puede aparecer un expolicía que se ocupa en su retiro de investigar casos privados; o un envenenador que encanta, engaña y elimina a sus víctimas y que se ha convertido con el paso del tiempo en una leyenda en León, al occidente del país. Otro día la imaginación ocupa a un dictador o al poeta genio Rubén Darío.

Ramírez, que fue vicepresidente de Nicaragua de 1984 a 1990, trabaja en su despacho todas las mañanas desde las siete, con una docena de libros y un cuadro de su esposa Gertrudis Guerrero Mayorga, pintado por Dieter Masuhr, un amigo alemán de la familia, que es testigo de sus invenciones desde una pared cercana. Vive en el reparto Los Robles, en Managua, donde los últimos 22 años, ha contado decenas de historias, en sus novelas o cuentos, o en sus artículos periodísticos.

El inspector Dolores Morales, personaje de una de sus novelas, es un hombre de ilusiones perdidas, que camina falseando – apoyado en una prótesis- ; se moviliza en su carro Lada en una capital caótica, con árboles metálicos color fucsia, celeste, o amarillo sobre las vías principales, mandados a colocar ahí por la primera dama según la narración del libro “Ya Nadie Llora por mí”, el cual al escribirlo lo hace sentir un cronista, según dice en esta entrevista en la que describe su mundo literario.

¿Qué diría usted de su relación con la literatura? ¿Le ha hecho feliz?

Es una casa a la que he entrado. Al principio las veces que podía, hoy ya no me gusta salir de ella, que la vida está siempre llena de alternativas, accidentes, opciones, pero mi opción mayor siempre fue la literatura desde que era adolescente. Esta disposición que uno trae, y que algunos llaman vocación y que yo llamo necesidad, que es la de contar historias, contar a otros lo que uno piensa que vale la pena que el otro sepa.

¿Usted lo aprendió de alguien en su casa, es talento suyo o una mezcla de todo?

Uno siempre está oyendo contar historias, desde la cocinera que siempre está contando cuentos de miedo, que lo hace a uno temblar de noche ya acostado en la cama recordando los cuentos de la cegua, la carreta nagua, que es lo que uno oye de niño; los cuentos de camino. Todo eso se va urdiendo en la cabeza como una plataforma de lanzamiento de quien va ser luego un escritor. Son historias que despiertan la imaginación y luego mis tíos músicos, que eran grandes contadores de historia, pero eran historias cuyos personajes eran ellos mismos, riéndose de las desgracias que le ocurrían. Y reírse de la desgracia propia es el mejor sentido del humor que puede haber.

En su pueblo natal Masatepe cuentan que varios personajes de sus novelas existieron. ¿En “Un baile de Máscaras” el señor que cava los excusados existió?

Me acuerdo de este señor que se llamaba Irineo, que yo le puse de la Oscurana. Había gente que se encargaba de eso. Se cavaban pozos de agua potable también. Era un oficio muy común en aquellos tiempos de mi infancia. Tiene muchas ventajas nacer en un pueblo pequeño, porque un pueblo pequeño es una red de imaginación y uno conoce a los personajes. Era un pueblo donde todo mundo se conocía por sus apodos. Mi padre, que tenía mucho sentido del humor también, y que tenía una tienda frente al parque, anotaba a sus clientes que sacaban crédito, por sus apodos no por sus nombres.

¿Había apodos de todo tipo?

Muy variados y muy risibles. Quizás de ahí viene que en mi novela (Un baile de Máscaras) yo nombro a la gente por los apodos.

Alguien me decía que había existido también el sacerdote de esta misma novela

Era muy amigo de mis padres. En semana santa, cuando había mucha venta, o en navidades, él llegaba a ayudar a vender (en la tienda familiar). Lo recuerdo muy bien. Era un hombre bondadoso, muy buena persona. Era amigo de mi padres, de mis tíos músicos, que conocían muy bien lo que ellos llamaban su debilidad, pero lo respetaban mucho. Siempre los personajes de una novela no nacen completamente de la imaginación, sino de personajes reales. A veces uno combina varios personajes reales para ir a dar al personaje que se queda en las páginas del libro.

Llama también la atención que usted escribe sobre personajes anónimos, que son protagonistas de las noticias de los diarios, ¿por qué?

Porque en los pequeños seres, como decía (Antón) Chéjov, está la vida y siempre me fascina a mí el hecho de que sean los más humildes, los pequeños, los que siempre son afectados por el destino, y que vamos a decir en este sentido el poder. Cuando el poder desata su furia, y sobre todo el poder arbitrario, ¿quiénes son los que más sufren? Los pequeñitos que decía el Padre Azarías Pallais.

¿Cuál personaje de sus libros es su favorito?

Quizás Oliverio Castañeda es el personaje que más trabajo me dio en componer. Vamos a ver: un asesino -alguien que mata estrangulando a alguien o pegándole un balazo- mata a mano desnuda y uno sabe que es el asesino, pero no es tan atractivo para mí como un criminal que mata con veneno y se esconde detrás de una cortina de cordialidad, de simpatía, y, mientras engaña, mata o viceversa y quiere usar ardides para colocar el veneno. Son asesinos inteligentes y en el caso de Castañeda era un hombre atractivo físicamente, cordial , tenía carisma, encantaba a hombres y mujeres su manera de ser.

¿Cómo contribuye la literatura para convertir a personajes como Oliverio Castañeda en leyenda?

Los personajes, que están en la memoria de la gente, se vuelven inextinguibles. Este es un caso que ocurrió en los años 30 (del siglo pasado) y todavía uno pregunta en las calles de León, por Castañeda, y la gente sabe perfectamente quién es. Esto de las flores no es ninguna leyenda. El día de los muertos–dos de noviembre– se han publicado fotografías con la tumba de Castañeda enflorada. Antes se decían que eran antiguas enamoradas de él, o simpatizantes, pero hoy ya todos los que conocieron a Castañeda desaparecieron hace tiempo. Es algo que se transmite de generación en generación: esta admiración o este desprecio por Castañeda. Se abrieron bandos distintos en la ciudad, unos a favor y otros en contra. Pero quizás la virtud de esta novela es que supo empalmar con un personaje que estaba arraigado popularmente.

Algunos de sus familiares recuerdan que usted tenía mascotas con el nombre de Oliverio

Aquí teníamos en la casa dos lapas, una que era Martita que era la hembra y Oliverio era el macho. Oliverio era inválido y no podía volar. Entonces se caía de lo alto del chilamate. Se vivía cayendo hasta que se desnucó y quedó la viuda, entonces ella pasó a llamarse Oliverio.

Era un personaje que estaba en su vida, doctor...

Llegué a conocerlo muy bien porque lo estudié a fondo. No estuve satisfecho hasta que estaba metido dentro de su propia personalidad y, cuando estaba escribiendo esta novela, teníamos la sensación que Oliverio Castañeda vivía, andaba dentro de la casa, en los corredores, hasta una vez sentimos nos llegó a tocar la ventana. Es cuando uno se deja posicionar de los fantasmas de una novela, que es la única manera de ir de manera auténtica escribiendo desde dentro de los hechos que uno está narrando.

La comencé a escribir en el 85, pero esta novela venía conmigo desde que yo estaba en la universidad. Yo llegué a la universidad en el 59, porque en la clase de derecho penal y procedimientos penales, los profesores la ponían de ejemplo, se simulaban juicios. Los juzgados estaban precisamente en la casa del obrero, donde mataron a Somoza García, que es otro de los escenarios de mis novelas, de mi novela Margarita Está Linda La Mar. En ese mismo lugar juzgaron a Oliverio Castañeda.

¿Usted defendía a Oliverio en esos juicios simulados (en la universidad)?

No. Yo era observador, pero a mí me llamaba la atención que el Castañeda que se presentaba ahí era el malvado. Los profesores no explicaban el trasfondo de estos crímenes, pero en la calle todo el mundo lo sabía; en las comiderías, pensiones, en los bares, en las cantinas, se hablaba de las intrígulis amorosos que había detrás, de todas estas relaciones clandestinas que Castañeda fue desarrollando y esto fue lo que me intrigó más: Que siempre, detrás de una historia oficial, está la historia real que es la que le interesa a un novelista.

Salí de la universidad con esta intriga hasta que el doctor Ernesto Castellón Barreto, que había sido nombrado al triunfo de la revolución, magistrado del tribunal de apelaciones de León, un día me trajo de regalo las fotocopias del proceso que estaba depositada ahí en los archivos de ese tribunal y eran como 1, 200 folios, tamaño legal. Eso fue para mí un verdadero tesoro, porque yo ahí me leí no sé cuántas veces el proceso hasta que ya me lo sabía prácticamente de memoria. Pero además de eso me dediqué a estudiar mis viejos libros—otra vez– de medicina legal, criminología, psiquiatría, hablé con el doctor Mario Flores Ortiz, y con el doctor Fonseca Pasos, sobre qué clase de personalidad pudiera haber sido la de Castañeda, porque obviamente era una alterada. Estudié mucho sobre venenos, toxicología para poder escribir la novela y llené muchísimas fichas.

Usted escribió esta novela durante los ochenta, compartía entonces su oficio literario con la política. ¿Son compatibles ambos oficios?

Todo oficio es compatible con la literatura. No todo mundo puede dedicarse a escribir, porque mientras escribe hace otra cosa. El doctor Fernando Silva era un excelente pediatra y escribía. Hay otros que son agrónomos, otros son abogados, otros son periodistas que todavía es más complicado ser periodista y escritor. La compatibilidad la busca uno. El problema en el 85 es que eran los momentos más difíciles que vivía el país, en medio de la guerra, el recrudecimiento, la agenda de gobierno que yo tenía no era normal, se rompía a cada rato. Tenía que viajar mucho al interior del país, pero yo me hice la reflexión que si seguía sin escribir dejaba de ser escritor. Busqué las únicas horas que existían que eran la de las madrugadas.

“Yo considero a Sergio Ramírez Mercado el último gran escritor latinoamericano, el último de esa generación que supo reunir ambición literaria, compromiso personal y participación directa en la historia de nuestros países"

-Santiago Roncagliolo, escritor peruano-

¿Puede desconectarse el escritor de la realidad?

El acto de escribir es un acto de soledad y uno se mete dentro de la atmósfera de la novela para poder avanzar en el trabajo de creación literaria, pero eso no quiere decir en que yo apague la luz para escribir o baje las persianas. Esta es una opción personal, porque yo podría ser un escritor que no opina, que no se preocupa de lo que está a su alrededor. Pero yo siento que ejerzo una doble condición: el creador que inventa, y la del ciudadano.

¿Extraña algo usted de la vida pasada, de su vida política?

A mí la vida política no me hace falta. La veo como una parte de mi vida, pero la realidad haciendo mi reflexión de hoy día, creo que yo nunca fui un político verdadero, porque si hubiera sido un político verdadero mi opción hubiera sido la política y no la literatura y me hubiera quedado ahí. Yo salí de la política después de ser derrotado estrepitosamente en una elección presidencial, en medio de una gran polarización, en las elecciones de 1996 que ganó (Arnoldo) Alemán. Si he sido un político, (la derrota) no arredra, un político reconstruye sus redes. No era un político, entonces no me costó salirme y volví de muy buen grado a la literatura, que era el lugar de donde yo había salido. Venía de la escritura y regresé.

“Sergio (Ramírez) es uno de los grandes premios Cervantes porque une a un nivel estilístico y de clasicismo y de calidad literaria tremenda. Une esa capacidad para escribir la vida, esa emoción, esa viveza absoluta, que es lo que lo hace, además, que sea un escritor tan querido y tan
popular”

-Rosa Montero, escritora española-

A casi cuarenta años de la revolución, percibo desilusión de lo que quedó de Nicaragua

Es inevitable. Esa desilusión se refleja en mis personajes: El inspector Dolores Morales es un desilusionado y además un solitario que tiene que luchar contra su propio pasado, y él carga su pasado en la protésis que lleva, porque perdió la pierna en el combate y su pregunta constante es de qué sirvió que perdiera una pierna. Y él no es un intelectual, eso nos diferencia. Su abuela vendía carne en el mercado, no hizo estudios universitarios, se metió a la runga (guerra) como muchos jóvenes de su edad. Se fue a pelear, primero en el frente interno en Managua y después se fue al Sur. Tenía muchos ideales. Todos los que tomaron un fusil lo hicieron por ideales, más que por una ideología. Él carga ese ideal, cimentado en una ética, que él no ha perdido a pesar que está sometida a peligro. No la abandona.

¿Cómo encuentra la Nicaragua actual?

No es la Nicaragua por la que el inspector Morales luchó y por la que perdió la pierna. Entonces de ahí su nostalgia, su frustración, lo que refleja en todos sus actos.

El jurado del Premio Cervantes destacó su capacidad para "reflejar la viveza de la vida cotidiana, convirtiendo la realidad en una obra de arte”. ¿Qué le parecieron estas palabras?

Me siento muy abrumado por un juicio que es sumamente elogioso. Trabajo con la realidad que me rodea. Me parece atractiva no por buenas razones, sino porque es anormal. Es una realidad trastocada, patas arriba, que es lo que no quisiera como ciudadano para mi país o para América Latina. Si esta realidad fuera de respeto institucional, libertades democráticas, respeto a los derechos humanos, período electorales decididos realmente por el voto popular, alternancia de poder, jueces independientes, entonces no me atrería como novelista. Desgraciadamente el novelista vive de la anormalidad. Los cuentos felices están fuera del ámbito de la literatura. Interesa el tiempo del conflicto, la infelicidad, los obstáculos, las dificultades.

¿Qué tanto le debe la lengua a Cervantes y a Rubén Darío de quien usted es un admirador?

Cuando reciba el premio el 23 de abril, en Alcalá de Henares, mi discurso va ser sobre Darío y Cervantes. Este es el momento de decir, yo vengo de este pequeño país, donde nació Darío, hacia el lugar donde nació Cervantes que es Alcalá de Henares. Cervantes es el fundador de la lengua. Hizo moderno al español. Le dio un sentido literario a la lengua. Todos venimos de Cervantes los escritores, yo me siento un hijo de Cervantes. Pero también soy hijo de Darío en el sentido en que hizo otra renovación.

Usted es narrador, ¿cómo le es útil la poesía?

Para escribir prosa uno tiene que tener un oído poético. Un oído que se fundamenta en el ritmo, en la melodía. Cuando yo escribo, siempre me gusta hacer dos cosas: escuchar música mientras estoy escribiendo –generalmente música de cámara, una sinfonía te pone más nervioso– y, por otro lado, mientras me preparo para escribir una novela, yo no leo novelistas, leo poesía. Eso me va abriendo el oído a lo que yo quiero: que es convertir la prosa en música.

¿Cómo se siente usted que su nombre esté entre los grandes de la literatura?

Si me dicen que pertenezco a la galería donde está Jorge Luis Borges, Alejo Carpentier, o Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, pues me siento intimidado. Pero quiero sentirme el mismo que he sido siempre. No quiero sentirme dominado por la arrogancia, ni por el orgullo, ni por la banalidad, porque esos son contravalores que yo he rechazado siempre. No quiero caer en ese abismo.

Usted ha escrito de todo ( novelas, ensayos, cuentos), ¿tiene usted un reto pendiente?

A estas alturas del campeonato, yo tengo que elegir. Me gustaría seguir escribiendo novelas. Cuentos preferentemente. Cuando me dicen, y por qué no escribís sobre tu experiencia en la revolución, porque yo no soy historiador, ni quiero…. Esos temas yo tendría que entrar a hacer investigaciones historiográficas. No me interesa. Ya conté lo que tenía que contar de esa época en Adiós Muchachos, que es una memoria sentimental y ya está. Yo con eso me conformo.Yo lo que quiero ser es un escritor de ficción y, si pudiera, pues me gustaría hacer lo que hago de vez en cuando que son reportajes periodísticos.

“Como creador, como gestor, como líder cultural, Sergio Ramírez es un personaje indispensable para entender la cultura centroamericana de la segunda mitad del siglo XX y también de las primeras décadas del siglo XXI”

-Carlos Cortes, escritor costarricense-

¿Cuánto le debe la buena literatura que usted ha hecho al periodismo?

Muchísimo. Me siento un cronista a través de la literatura de lo que yo tengo alrededor. Cuando voy hacia temas contemporáneos, como en mi última novela Ya nadie llora por mí (Alfaguara, 2017), soy todavía más cronista. Estoy registrando lo que veo hoy día. Soy un cronista del presente a través de los ojos del inspector Dolores Morales, y de los demás personajes que están ahí.

Para terminar, ¿qué dirá el inspector cuando usted reciba el premio?

Vendrá conmigo (ríe). Estará presente.

La casa, personajes de los cuentos y la vida

“Carbón” es el labrador que es parte de la vida literaria del escritor masatepino, dado que es el principal protagonista de El Perro Invisible. Dorel Ramírez, hija del novelista, asegura que por ese personaje, al que le gustan los colores y mirarse en un espejo, es que su hermano Sergio bautizó a su pequeño shnauzer con ese nombre.

Disfrutar la imaginación es una de las características del ambiente del hogar, formado por el novelista y Gertrudis Guerrero Mayorga, quien además es pintora. A todos los hijos les gusta el dibujo. Dorel recuerda que la lapa macho, que se llamaba como el envenenador de la novela, quedó inmortalizada en un pequeño cuadro del pintor Armando Morales, el más grande de la historia de Nicaragua.

Castigo Divino cumplirá este año 30 años desde que fue publicada. Oliverio estaba presente en todas las vivencias de aquella familia. “Aparecieron con una lapa chiquita, pero la persona que la regaló la trajo con las alas cortadas. Llego sin alas, mi mama la dejó natural, la puso en el árbol (chilamate), la dejó que hiciera lo que quisiera, y lo lógico es que se llamaba Oliverio, de inmediato, la mascota de la casa”, contó Dorel.

Según ella, el ave caminaba por la casa, como si fuera gato o perro, se subía a las sillas y, cuando tenía hambre, se iba a la cocina y con el pico tocaba la puerta de la refrigeradora, y repetía el ritual yéndose a cuarto por cuarto hasta que fuese alimentada.

“La casa de nosotros siempre ha sido un ambiente como bien creativo en general. La imaginación ha estado presente en todos, juegos de palabras, mi papá siempre inventándonos cuentos, y eso lo sigue haciendo con los nietos”, dice esta arquitecta muy orgullosa de sus padres.

El equipo de trabajo

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Dora Luz Romero

Jefa de Información
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Juan Carlos Bow

Editor Web
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Octavio Enríquez

Redactor
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Luis González

Ilustraciones