"Ser inmigrante no es fácil, pero es peor vivir bajo la bota dictatorial"

Protestó en contra de Daniel Ortega, fue una de las estudiantes que se atrincheró en la UNAN. Eso, dice, le costó el exilio. Cuenta su historia desde Guatemala

Solange Saballos no podía dejar de llorar. Iba en un autobús, con su novio y con 100 dólares en la mano. Iba para Guatemala y no tenía ni idea qué haría al llegar al país vecino. Huía de la represión del régimen de Daniel Ortega.

Saballos, de 26 años, jamás había salido de Nicaragua. “Ni quería hacerlo mientras no tuviera mis títulos”, dice. Antes de irse del país, estudiaba dos carreras: cuarto año de la Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y tercer año de periodismo en la Universidad de Managua (UdeM). Lo único que había logrado terminar era un profesorado en Educación Media en Lengua y Literatura.

A Saballos la amenazaron y la persiguieron simpatizantes orteguistas, entre ellos, vecinos y familiares de su novio que trabajaba para el Estado. La persecución, dice, comenzó cuando ella y su pareja decidieron documentar las protestas ciudadanas en contra de Daniel Ortega que estallaron el pasado abril.

Solange Saballos desde Guatemala. LAPRENSA/CORTESÍA

“Salí de la casa junto a la gran marcha que llegó a la Upoli y me quedé unos 4 días reportando”, afirma. Habla de la manifestación multitudinariarealizada el 23 de abril de 2018en rechazo a la represión del régimen en contra de los manifestantes.

Para entonces, Saballos vivía en la casa de los padres de su novio, ubicada en el barrio Altagracia, en Managua, pero ya en mayo, después de participar en múltiples protestas y documentar lo ocurrido, comenzaron a esconderse. “Nos seguían la pista constantemente y nos hacían saber que conocían nuestros movimientos. Cambiamos de casa en dos ocasiones, pero terminaban por descubrirnos”, relata la joven refiriéndose a los familiares de su pareja y sus vecinos, todos afines al orteguismo.

Se resguardaron en varias ocasiones en casas de amigos, pero los familiares de su novio siempre los localizaban. Luego, alquilaron una casa en la colonia Miguel Bonilla, en Managua, pero pasó lo mismo. “Pasamos, a partir de junio, encerrados”, recuerda. Salieron en agosto para hacer los trámites de la documentación para poder huir del país. “Salimos con unos 100 dólares, con un rumbo incierto pero teníamos contactos que nos ayudaron”, cuenta.

Expulsada de la UNAN-Managua

Fue expulsada de la UNAN-Managua por su participación en las protestas, por atrincherarse durante dos semanas en ese recinto y además, por promover, desde las redes sociales, la desobediencia estudiantil.

Lo supo, como muchos otros estudiantes, cuando entró a su perfil en el sitio web de la universidad. Leyó que decía que había sido expulsada por “faltas graves”. “Jamás me notificaron nada”, dice.

Saballos en la UNAN-Managua. LAPRENSA/CORTESÍA

En Guatemala, dice, continúa participando en las marchas y plantones contra el régimen orteguista convocadas por otros nicaragüenses exiliados.Lo hace para que “el mundo sepa sobre la crueldad e injusticia de la dictadura”.

En Guatemala imparte clases de español y hace de traductora. No es un trabajo fijo, sino más bien “cuando consigo clientes”. Ofrece sus servicios a través de redes sociales, a veces de boca en boca y por recomendaciones de amigos.

Su pareja, quien es fotógrafo, trabaja como chofer y elabora joyería artesanal, aretes, pulseras y cadenas que vende a través de las redes. Con eso logran pagar el cuarto donde viven que les cuesta poco 800 quetzales (3,412 córdobas).

“Así le hemos hecho durante 5 meses mientras apoyamos la lucha protestando y creando lazos con otros nicas”, dice Solange, quien asegura que “ser inmigrante no es fácil, pero es peor vivir bajo la bota dictatorial”.


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