Carlos Barquero fue designado secretario político del Frente Sandinista en los años 80
en Pantasma, y el mismo partido lo apresó, le hizo un juicio público y lo condenó
para limpiar el rastro de sangre, abusos y muertes que dejó en ese poblado
Por Redacción Magazine
En la Nicaragua de los años ochenta, recién los sandinistas asaltaron el poder, un hombre sembró el terror entre los campesinos de Santa María de Pantasma, Jinotega. Fue Carlos Barquero, secretario político del Frente Sandinista (FSLN) en ese poblado, cuando todavía no era municipio.
Barquero, un colaborador de los sandinistas en la guerra contra Somoza y sindicalista de la Coca Cola, fue enviado a Pantasma y desde entonces comenzaron a desaparecer los campesinos o a aparecer muertos, hasta que descubrieron que Barquero los mataba, u ordenaba sus muertes solo porque había sospechas de que colaboraban con la Contra.
Los crímenes de Barquero alentaron el odio entre los campesinos hacia el sandinismo y engrosaran las filas de la contrarrevolución, que se tomó Pantasma en octubre de 1983, matando a 47 personas y destruyendo el poblado.
Los sandinistas trataron de remediar la situación condenando a Barquero y a otros abusadores del campesinado, para limpiar su imagen, pero el daño estaba hecho. Pantasma es antisandinista hasta hoy.
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Barquero fue condenado a la pena máxima, pero no estuvo mucho tiempo en la cárcel.
Años después, apareció en Estelí, donde era considerado un hombre humilde, servicial, muy fiel cristiano y predicador de la Palabra de Dios.
La Revista MAGAZINE les cuenta la historia completa de Barquero, aunque, por el contexto actual del país se omiten las identidades de la mayoría de las personas que brindaron la información.
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Carlos José Barquero caminaba con una Biblia bajo un brazo por las calles de Estelí, principalmente en el barrio El Calvario. Era común verlo predicando la Palabra de Dios en las calles y en las fábricas, especialmente en las tabacaleras. También sermoneaba en el canal televisivo Fe y Esperanza.
Quienes lo conocieron en sus últimos días de vida, pues falleció de un repentino ataque al corazón en octubre de 2020, lo consideraban un hombre humilde, de buenos principios, gran cristiano, comprometido con Dios. Una vecina suya, que habló bajo anonimato con la Revista MAGAZINE, lo recuerda como “una linda persona, excelente vecino, muy amable, protector, servicial, alegre, chilero”.
Barquero no solo era evangélico pentecostés, sino también fundador en Estelí de la fraternidad Hombres de Negocio. Además, estaba considerado como un colaborador y combatiente histórico del Frente Sandinista (FSLN), pues en 1979 luchó contra Somoza bajo el mando del comandante William Ramírez y se le conocía como “Terencio”, según cuenta el periodista Pablo Emilio Barreto en su libro Repliegue a Masaya.
Al final de sus días, estaba jubilado después de haber trabajado para Enacal y le gustaba participar en actividades comunitarias, una costumbre que había heredado de cuando en los años ochenta los sandinistas enviaban a la población a hacer “rojinegros”, jornadas de limpieza en las calles.
Barquero, un hombre moreno, rechoncho, cara redonda, estatura mediana, había nacido católico en la Managua de 1954, el 24 de septiembre, hijo de Rosalina Barquero. El padre no lo reconoció y fue bautizado un año después en la antigua catedral de Managua, siendo su padrino Ramón Rodríguez.

No obstante, la vida que Barquero llevaba en Estelí era totalmente contraria a la que tenía a principios de los años ochenta del siglo pasado, cuando incluso se declaraba ateo, según indicaron a la Revista MAGAZINE personas que lo conocieron en Santa María de Pantasma, Jinotega, entre 1980 y 1983.
Hasta esa localidad, ubicada a 222 kilómetros de Managua, Barquero había llegado asignado como secretario político del FSLN, siendo un joven de 26 años de edad, sin conocer la idiosincrasia del campesino ni su realidad social.
Su desconocimiento sobre el campesinado nicaragüense, por ser un joven de ciudad, no era el único problema que tenía Barquero, sino su fanatismo político. La revolución sandinista lo era todo para él, afirman campesinos de Pantasma, que prefieren sus nombres no sean mencionados.
“Era un eximio representante del FSLN urbano, de mentalidad autoritaria, atrapado en un discurso ideológico y hasta ostentando el ingrediente de su ateísmo”, explicó la revista Envío sobre Barquero.
Como secretario político del FSLN en Pantasma, arengaba a los campesinos para que defendieran la revolución, inclusive con la vida, ya que casi desde el principio surgieron grupos de contrarrevolucionarios a los que Barquero no toleraba.
Una persona que conoció a Barquero en Pantasma explica que el odio a los contras le creció más más cuando el secretario político del sandinismo se dio cuenta que Adolfo Calero Portocarrero comenzó a integrar el directorio de la Contra.
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Calero Portocarrero había sido gerente de la Coca Cola en Managua, antes de 1979, en el mismo tiempo en que Barquero fue sindicalista en esa empresa y en muchas ocasiones ambos sostuvieron discusiones muy fuertes. A lo que Barquero sentía por Calero Portocarrero no se le puede llamar aprecio.
Para 1983 estaba muy evidenciado el odio que Barquero sentía por los contras, pues amenazaba de muerte a todo campesino que era denunciado por brindarles comida o apoyo a los rebeldes.
En 1984, el FSLN tuvo que ejecutar un plan para limpiar su imagen ante los campesinos de Pantasma, pues Barquero, el hombre que había sido enviado como secretario político desde 1980, terminó condenado a 44 años de cárcel por haber asesinado a campesinos y haber golpeado salvajemente a otros, la mayoría de las veces sin comprobar que le habrían brindado apoyo a los contras.
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A inicios de los años ochenta del siglo pasado, Santa María de Pantasma solo era un poblado compuesto por varias fincas, algunas casas aisladas y unas 80 comunidades en los alrededores.
El río Pantasma atraviesa la comunidad, a la que anteriormente se le conocía como el Valle de Pantasma, a donde llegaron los primeros pobladores en la década de 1950, atraídos por el inicio de la construcción del lago artificial Apanás, inaugurado oficialmente en 1964.
Los pobladores se dedicaban desde entonces a la agricultura, sembrando maíz, frijoles, arroz, sorgo, yuca, quequisque, malanga, tomate, piña, caña de azúcar, pipián, sandía, ayote, chiltoma, papa, cebolla, repollo, café, bananos dátiles y naranjas y mandarinas.
En los años setenta, el caserío se había arralado debido que era una zona de guerra en la que se escenificaban combates entre los sandinistas y la Guardia Nacional de Somoza, obligando a muchos a emigrar a otros poblados.
Cuando los sandinistas alcanzaron el poder en 1979, tras derrocar a Anastasio Somoza Debayle, no tardó mucho para que el sonido de las balas retumbara nuevamente en los oídos de los pantasmeños, porque muy pronto muchos campesinos se comenzaron a alzar en armas contra el nuevo gobierno sandinista y empezaron a formar un ejército irregular que tuvo varios nombres, pero que popularmente se le llamó la Contra, en referencia a que eran opuestos a la revolución sandinistas, es decir, contrarrevolucionarios.
Óscar Sobalvarro, Luis Fley y Tirso Moreno son algunos de los jefes de la Contra que han contado a la Revista MAGAZINE que los campesinos se levantaron en armas contra los sandinistas casi desde que estos últimos triunfaron, en 1979, porque querían obligarles a organizarse en cooperativas, controlarles el precio de lo que producían y a quienes debían vender, los forzaban a asistir a reuniones y actividades políticas, adoctrinaban a sus hijos con ideas revolucionarias sandinistas y también querían cambiarles las ideas religiosas.

El campesino estaba acostumbrado a ser libre. “Fue un fenómeno complicado. Los sandinistas mandaron a gente del Pacífico como autoridades al norte del país, para lidiar con los campesinos, que tenían formas diferentes de ver la vida. La gente de la ciudad que los sandinistas mandaron al campo a dirigir la revolución no entendían la forma de vida de los campesinos y por eso muchos campesinos prefirieron irse a la Contra”, explica a la Revista MAGAZINE un exmilitar que estuvo en la zona de Pantasma en aquella época.
“Desde el inicio, había mucha violencia de ambos lados (sandinistas y contras) y Pantasma era uno de los lugares más peligrosos”, cuenta un pantasmeño bajo anonimato.
El lugareño recuerda que, en ese tiempo, a inicios de los años ochenta, su pueblo era un lugar donde casi no se veían hombres, solo mujeres montadas en bestias, haciendo mandados de un lado para otro, porque los hombres eran perseguidos.
Como Pantasma era una zona altamente productiva, los sandinistas comenzaron a mejorar los caminos. Un hombre de Managua cuenta que en 1980 fue llevado a la zona a trabajar en la construcción de la carretera que va de Pantasma hacia Maleconcito y recuerda que la zona estaba muy militarizada.
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El hombre, quien pide no sea revelado su nombre, rememora que en total eran unos 200 trabajadores originarios de Managua y había además bastante maquinaria, como camiones, tractores, patroles y otros.
Además de trabajar en el día en la carretera, por las noches debían hacer vigilancia para cuidar las máquinas, porque les alertaban diciendo que los contras andaban cerca. A pesar de que ellos no eran militares, les asignaban un arma y quien se las daba era el jefe del comando, un hombre al que llamaban Carlos “Waslala”, porque había sobrevivido a una famosa masacre que la Guardia Nacional de Somoza perpetró en Waslala.
A los pocos días de haber llegado a Pantasma, comenzó a ver a un hombre bajito, algo recio y moreno. Era Carlos Baquero.
“Nos dijeron que era el secretario político (del FSLN) y, como a la par de donde estábamos nosotros estaban los del batallón 8427, Barquero llegaba a tirarse su chagüite de político. Hablaba de tener huevos, de estar al frente con valentía, que había que defender la revolución con la sangre si era necesario”, expresa el hombre que trabajaba en la construcción de la carretera.
Barquero era un hombre callado, de poca conversación, afirman quienes lo conocieron en Pantasma, pero a la hora de arengar a los campesinos, para que defendieran la revolución, se convertía en un gran orador.
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Barquero llegó a Pantasma cuando todavía el ejército sandinista no había conformado las regiones militares. Luego, cuando se formaron, Pantasma quedó en la Sexta Región Militar, por pertenecer a Jinotega. El jefe de Barquero, y de todos los secretario políticos de la zona, era el comandante guerrillero Alonso Porras.
Aunque no era un militar, Barquero trabajaba de la mano con el ejército y especialmente con la Dirección General de Seguridad del Estado (DGSE), donde tenía muchos amigos.
Tenía un jeep asignado y una oficina en el pueblo, pero la mayor parte del tiempo se la pasaba en Estancia Cora, una finca en donde el ejército instaló una base y donde Barquero se alojaba en una casa de tambo.
Estancia Cora le había sido confiscada al empresario Ricardo Argüello Pravia, dueño del cine RAP en Managua, quien manejaba bien cuidada su finca, en la que tenía mucho ganado y hasta sementales que costaban miles de dólares, cuenta un pantasmeño a la Revista MAGAZINE.
Desde que se la confiscaron, los sandinistas arrasaron con la finca, hasta se comieron los sementales de Argüello Pravia.
Barquero se la pasaba viajando por todo el municipio de Santa María de Pantasma, en comunidades como Malecón, Wale, Planes de Vilán, El Charcón, Zompopera, El Venado y muchos otros, donde intentaba convencer a los campesinos de las supuestas “bondades” de la revolución sandinista.
Un exmilitar que conoció a Barquero en esos años, y que ahora no quiere saber nada del sandinismo, cuenta que en ese tiempo había muchas ideas locas que circulaban entre los campesinos, como que los sandinistas eran comunistas y que convertían a la gente en jabón. Además, que eran ateos.
“El mundo campesino no es fácil de entenderlo, Barquero solo trataba de seguir la línea que le orientaban, pero era muy difícil. Barquero pertenecía al mundo sindical, no entendía mucho de los campesinos”, explica.
Por esa razón, Barquero comenzó a matar campesinos, o a ordenar que los mataran, con solo que le dijeran que alguien era afín a los contras.
Un pantasmeño lo explica así: “Usted sabe que muere más gente por guerra de lengua que por guerra de plomo. Barquero mataba campesinos que eran denunciados por ayudar a los contras por darles de comer. Ya por último mataba con solo que alguien le cayera mal. Hacía redadas en todas las comunidades y los mataba y después los iban a enterrar en una fosa común en Estancia Cora”, asegura.
Otro campesino de Pantasma cuenta: “Degollaba a la gente y después la venía a tirar a la cuesta de Wale. Ahí ese hombre tiene un cementerio. Sinceramente, Barquero dejó a Pantasma sin hombres, porque a los que no mató se fueron a la Contra”.
Otra de las formas de matar de Barquero y su gente era encapuchar al campesino, golpearlo y luego propinarle un tiro, agrega el campesino.
Una persona que casi se convirtió en víctima de Barquero relató: “A mí me quitó una camioneta y me dijo que llegara a traerla a Estancia Cora, a las 7:00 de la noche. Yo preferí perder la camioneta, pero no fui, porque sabía que ese hombre me quería para matarme”.
Un amigo de Luis Fley, comandante de la Contra conocido como Johnson, accedió a hablar con la Revista MAGAZINE y narra que al principio nadie se daba cuenta que Barquero era un asesino, pero poco a poco se fueron dando cuenta que él era el responsable de las desapariciones y de las muertes que se fueron descubriendo cuando aparecían los cadáveres.
“(Barquero) mató a su gusto y antojo, solo porque alguien le daba una tortilla o una gallina a un contra. A veces por nada. A la gente que le daba de comer a los contras, los mandaba a traer, los asesinaba y los metía en una fosa en Estancia Cora”, indica el amigo de Luis Fley.
Una persona, que después investigó los crímenes de Barquero en Pantasma, declaró: “Barquero había sido sindicalista de la Coca Cola en Managua y fue un error de los sandinistas mandarlo a una zona campesina. Odiaba a todos los patrones y también al que tuviera un poquito de tierra o alguna propiedad. A todo campesino que le veía tierras, decía que era contra. Por las noches, salía encapuchado junto a miembros de la Seguridad del Estado a matar campesinos y violar mujeres”.
A mediados de 1983, merodeaba la zona de Pantasma el jefe contra Mike Lima, seudónimo de Luis Moreno, un exmiembro de la Guardia Nacional que, en ese momento, por circunstancias especiales, solo andaba al mando de 30 comandos.
Mike Lima cuenta como Barquero ordenó el asesinato de un adolescente de 16 años de edad.
Con los 30 soldados, Mike Lima llegó a una comunidad que se llama El Plátano de Vilán, y pasaron cerca de la casa de uno de los comandos que andaba con él, cuyo padre, Agustín González, les mandó comida con su hijo menor, Martín González.

Martín regresó a su casa cargando los trastos sucios, pero en el camino se encontró con dos hombres que operaban con Barquero, El Venado y Juan “Coyunda”, quienes andaban al mando de 100 hombres.
Lo capturaron, lo acusaron de contrarrevolucionario, le metieron un palo entre los brazos y le propinaron un bayonetazo en cada seno, dejándolo morir frente a su casa durante dos días.
El hermano de la víctima y varios de sus compañeros le rogaban a Mike Lima que les dejara rescatar a Martín, pero les contestó que era imposible, que lo único que iban a conseguir era que los masacraran a ellos también. “Este es uno de los momentos más amargos que tuve que vivir”, recuerda Mike Lima.
Desde entonces, y cómo supo que quien había ordenado la muerte de Martín fue Barquero, el jefe contra le puso el ojo al secretario político. “Yo lo quería matar. Amenazaba de muerte a los que hablaban con los contras o nos daban de comer. Mató un montón de gente, no se cuántos. Mandé a varios hombres a capturarlo, pero no pudieron agarrarlo”, cuenta Mike Lima.
La gota que derramó el vaso en la paciencia de Mike Lima llegó a mediados de octubre de 1983, cuando comandaba 426 hombres y llegaron al cerro la Estrella, entre Yalí y Pantasma, y se apareció un campesino y le dijo:
-- Vengo de Pantasma y dice Carlos Barquero, el zonal del Frente Sandinista, que usted ya se fue asustado hacia Honduras después de la gran apaleada que le dio el ejército.
--¿Eso dice?
--Sí. Y dice que va a hacer en el sur lo mismo que hizo al norte de Pantasma. O sea, va a matarnos a todos nosotros, igual que hizo con todos los colaboradores de la Contra en el norte de Pantasma. Voy a decirle a mi mujer que se prepare porque estos pronto vienen y me matan por haberles ayudado a ustedes. Así que en sus manos queda el destino de nosotros. No hay tropas de aquí hasta Pantasma, es su oportunidad si quiere darles una lección.
--Claro, así lo voy a hacer mi amigo, de verdad. Voy a enseñarle a los sandinistas y a Carlos Barquero con cuántas papas se hace un guiso.
Mike Lima dice que necesitaba matar a Barquero, de lo contrario, no iban a quedar campesinos con vida. No los podía dejar solos. Y también los contras se iban a quedar sin colaboradores.
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A Mike Lima le dijeron que Carlos Barquero era “un indio prepotente, que golpeaba a la gente y que la tenía contra los campesinos”. El día que llegó a Pantasma para conocerlo, el 18 de octubre de 1983, no lo encontró.
A las 5:00 de la mañana de ese día, Mike Lima entró a Pantasma con 426 armados. Algunos excontras dijeron a la Revista MAGAZINE que la jefatura de la Contra ordenó a Mike Lima tomarse Pantasma por otros objetivos, pero el exjefe contra afirma que su objetivo principal era Barquero.
Entre las 5:00 de la mañana y las 6:00 de la tarde de ese día, los contras destruyeron Pantasma. Un hombre de Managua, que trabajaba en la construcción de la carretera de Pantasma a Maleconcito, cuenta que la tarea fue algo fácil para los contras porque días atrás los sandinistas desmovilizaron al batallón 8427, el que protegía al poblado. “Pésima decisión del FSLN”, afirma.
Sin embargo, un exmilitar dice que no fue exactamente así, sino que lamentablemente en esos días se estaban produciendo cambios o relevos. El batallón que llegó de relevo fue el 3644.
En total, los contras mataron a 47 personas en ese ataque a Pantasma, entre ellos a los profesores Ninfa Segura, Noel Vargas y Cruz Regino Sisay Rabinal. La escuela, toda de madera y conocida como el Vimeda, quedó en cenizas.

La oficina de Midinra fue quemada junto a ocho tractores. El Banco Nacional de Desarrollo (BND), además de ser esquilmado, también fue destruido. De ahí los contras sacaron 830 mil córdobas de la época, calculados en 30 mil dólares.
Los tractores, las herramientas y demás maquinarias del Ministerio de la Construcción también fueron arrasados.
Durante muchos años ha circulado el rumor de que dos horas después de que los contras entraron a Pantasma, Carlos Barquero huyó dejando tirados documentos importantes del FSLN y se fue por el río Pantasma.
Sin embargo, un campesino afín a los sandinistas asegura que no fue así, sino que Barquero y otros militares sandinistas se quedaron en Estancia Cora, donde estaba el cuartel del ejército, adonde los contras no pudieron entrar al inicio.
Mike Lima cuenta que les costó tomarse Estancia Cora. Se logró tomar el lugar hasta como a las 2:00 de la tarde, cuando los contras comenzaron a disparar cohetes contra el almacén de municiones del Ejército. En el lugar había bastante pólvora. La explosión fue inmensa. Los que quedaron vivos de los sandinistas salieron huyendo. Los de la contra también huyeron del lugar.
Entre los que iban huyendo estaba Barquero, quien primero llegó a un lugar que le dicen La Brellera y luego se dirigió hacia El Corozal. “Barquero no huyó. Nadie huyó. Ahí estuvimos porque la contra no podía entrar adonde nosotros estábamos. Después nos replegamos”, cuenta la fuente bajo anonimato.
A quien Mike Lima sí ejecutó fue a El Venado, uno de los que participó en el asesinato del adolescente Martín González, y a un teniente, a quienes primero les dio la oportunidad de salvarse delatando las posiciones y recursos militares del lugar, afirma, pero no la quisieron. “Yo a quien quería era a Barquero”, lamenta Mike Lima todavía, casi 40 años después.
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Inmediatamente después del ataque de los contras a Pantasma, los sandinistas enviaron a muchos periodistas para que entrevistaran a la población sobreviviente y contaran todas las barbaries que los contras habían cometido.
Los periodistas llegaron y recogieron los testimonios, pero también salieron a la luz los abusos y crímenes cometidos por Barquero y otros sandinistas en Pantasma.
Un campesino de Pantasma asegura que, por otra parte, las quejas también llegaron a oídos del presidente de la entonces Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), Daniel Núñez, una ficha del sandinismo. Núñez también habría denunciado a Barquero y compañía.
Cuatro meses después, Barquero fue detenido junto a otras 12 personas. En total eran 13, cinco militares y ocho civiles, acusados de distintos delitos en contra de los campesinos de Pantasma, como homicidios, asesinatos, violaciones sexuales y torturas.
En marzo de 1984 se les hizo un juicio público en los bomberos de Matagalpa, al que llegaron muchos pobladores de Pantasma.
Un campesino cuenta que ni Barquero ni los demás acusados tuvieron un juicio, no los dejaron defenderse. Los sandinistas lo único que querían era limpiar su imagen ante los campesinos. No hubo búsqueda de justicia, porque Barquero estaba señalado de múltiples asesinatos y desapariciones, pero solo fue condenado por unas cuantas muertes.

La imagen del sandinismo en Pantasma quedó deteriorada para siempre. Fueron inútiles los esfuerzos que hicieron para ganarse la confianza de los campesinos. Personas de Pantasma cuentan que a los líderes de los campesinos los llevaban a Managua en lo que llamaban “visitas de impacto”.
“A los líderes comunitarios los llevaban a Managua y los invitaban al cine, a Montelimar, a lugares agradables, a hoteles de lujo, al mar, a ríos, para que vieran que la guerra no estaba en todo el país y luego le fueran a contar todo eso a los demás campesinos. Pero nada. El daño ya estaba hecho”, cuenta un pantasmeño.
El nuevo secretario político del FSLN fue Antonio Zamora, sustituyendo a Barquero, pero tenía que andar con un gran grupo de escoltas para que no lo mataran. Y a los demás líderes del sandinismo en la zona les prohibieron que le agarraran comida a los campesinos, para evitar que los envenenaran.
En el juicio, que fue llevado a cabo por el entonces auditor general del ejército, el hoy canciller Denis Moncada Colindres, salió a relucir que los acusados “habían aplicado métodos incorrectos, reñidos con los principios revolucionarios”.
El representante del Ministerio del Interior (Mint), Juan José Úbeda, dijo que los crímenes cometidos eran “hechos aislados” cometidos por personas que “no habían sabido interpretar la revolución”, debido al “desconocimiento de la realidad y la problemática social de la zona”.
Barquero fue condenado a 17 años de cárcel por el asesinato de la campesina Julia González; a seis meses de prisión por una golpiza a los campesinos Luis y Antonio Gutiérrez; a un año de prisión por conducta indebida (tortura) contra los campesinos Salomón Meza y Antonio Díaz. Además, Barquero fue condenado a 26 años más de cárcel por el asesinato del campesino Adrián Ferrer. Nada más.
Según los cálculos que hicieron, Barquero debía pasar en prisión al menos 44 años y seis meses en total, los que se redujeron a 30 años porque en Nicaragua nadie podía pagar más tiempo de cárcel que ese.
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Carlos José Barquero fue trasladado a una cárcel de Managua para pagar su condena. Un hombre que estuvo preso con él, relató a la Revista MAGAZINE que Barquero se jactaba de todas las atrocidades que cometió contra los campesinos de Pantasma.
“Varias veces hablé con Carlos Barquero y le puedo asegurar que todo lo que se dice de las masacres es cierto. Me contó cómo colgaban a los campesinos en los árboles que están a la orilla de la cuesta que va hacia el centro del poblado, una cuesta larguísima y que casi siempre por la madrugada se llena o se llenaba de una densa neblina. Yo fui por ahí hace como diez años y no sé si es porque sabía lo que pasó ahí, pero se siente un ambiente muy pesado y triste. Cuánto dolor y sufrimiento, cuánta sangre derramada por un sueño que se convirtió en una pesadilla”, contó el hombre.
Barquero no estuvo mucho tiempo preso. No pagó ni la décima parte del tiempo al que fue condenado. Un informe de Human Rights sobre Nicaragua asegura que, en 1988, Barquero aún estaba en prisión. Luego, los periódicos de 1989 informan, sin mencionar el nombre de Barquero, que los abusadores de Pantasma estuvieron buscando la libertad en 1989, bajo amnistía, pero se desconoce si lo lograron en ese momento.
Lo que sí es seguro es que en 1990 Barquero ya estaba libre, porque el hombre que estuvo preso con él lo vio salir antes de esa fecha.
“Cuando el humo se aplacó, y la sangre revuelta con lágrimas y lodo se la llevó la lluvia del invierno en la montaña, salieron libres los asesinos y torturadores de Pantasma. Todo había sido una pantalla, una farsa. Yo me quedé por unos meses más, sin haber cometido ningún delito”, explicó en tono poético a la Revista MAGAZINE.

Por mucho tiempo, los pantasmeños no supieron de Carlos Barquero, hasta que, muchos años después, el hijo de un campesino llegó a trabajar a una tabacalera de Estelí y luego le llegó contando a su papá:
--Papá, ¿a qué no adivina a quién conocí en Estelí?
--¿A quién, hijo?
--A Carlos Barquero. Hablé con él y supe que era el mismo que estuvo aquí en Pantasma. Ahora anda predicando con una Biblia bajo el brazo. Lo seguí, y vive en una casa esquinera.
Barquero nunca abandonó las filas del sandinismo y, antes de jubilarse, trabajaba en Enacal de Estelí.
Con una esteliana procreó tres hijos, un varón y dos mujeres, pero luego se separó de ella. Casi al final de sus días, en 2017, se casó con la cocinera de un hospital, pero un año después se divorciaron sin tener hijos.
El 22 de octubre de 2020, un ataque cardíaco repentino le quitó la vida. Su familia anunció la muerte en Facebook, donde algunas personas comentaron sobre su vida.
“Carlitos, yo, tu hermano en Cristo, estoy seguro que coronaste tu carrera y pasaste a mejor vida. Tuve el honor de conocerte como revolucionario y militante sandinista. Y mejor aun cuando llegaste a los pies de Cristo. Doy testimonio de tu conversión”, escribió Evelio Espinoza.
“(Era) una persona muy colaboradora en las actividades comunitarias, cuando trabajé en el puesto de salud Héroes y Mártires. Fue de mucha ayuda. En ese entonces vivía en el Cepap”, indicó Blanca A. Briones.
“Que descanse en paz, Carlos Barquero. Fue fundador de la Fraternidad Hombres de Negocios. Diosito lo tenga en su santo reino”, plasmó Victoria Palacio Tinoco.
Por último, Blanca Azucena Centeno Blandón expresó: “Tuve el honor de conocerlo cuando trabajó en Enacal y predicaba la Palabra de Dios en las fábricas y en las calles”.
En Pantasma, el recuerdo de Barquero aún está fresco. Un campesino que supo que se había convertido en evangélico y que sus vecinos lo consideraron un hombre humilde y servicial, comentó: “No podes borrar la memoria histórica. Por eso vivimos sin justicia”.