Antes de los años sesenta, el periodismo no se aprendía en escuelas en Nicaragua, sino en la calle, sin grabadoras. A puro lápiz y libreta. Cuatro viejos “robles” del periodismo nacional nos retratan cómo era hacer periodismo entre los años cuarenta y sesenta del siglo pasado
Por Eduardo Cruz
Agustín Fuentes Sequeira, Fuentitos, es con seguridad el periodista vivo más antiguo de Nicaragua. En 1944 era un estudiante del tercer año de bachillerato que vio un anuncio en el periódico Flecha y se fue en busca de un puesto como corrector de pruebas. Entre 10 aspirantes lo eligieron a él y después le vieron “madera” de reportero.
Antes de los años sesenta, cuando no existía escuela de Periodismo en Nicaragua, así se hacían los periodistas: por vocación, por necesidad o por casualidad. Igual que a Fuentes le ocurrió a Annuar Hassan Morales, un periodista especialista en temas policiales, que de joven escribía poemas y en 1962 le atrajo un taller de escritores que con el apoyo de la embajada de Estados Unidos se impartía en el segundo piso del Gran Hotel. Y ahí saltó al Diario LA PRENSA.

“Antes no había periodistas de 30 años. Todos eran de 40 años para arriba”, dice Hassan, quien recuerda que él fue una de las excepciones, porque su oportunidad en el oficio de la información le vino cuando tenía 20 años de edad.
Quienes estudiaban Periodismo lo hacían por correspondencia o se iban al extranjero, como le ocurrió a Nicolás López Maltez, quien estudió en México y cuando regresó a Nicaragua, en 1963, tuvo que buscar un espacio de 15 minutos en el único canal de televisión que existía, el 8 de Anastasio Somoza Debayle, el director de la Guardia Nacional.
En este reportaje cuatro “robles” del periodismo nacional explican cómo era ser periodista entre las décadas de los años cuarenta y sesenta del siglo pasado. Además de Fuentitos, Hassan y López Maltez, comparte su experiencia el fotógrafo Francisco Rivas Quijano, Rivitas, quien se inició en el año 1954 en el Diario La Noticia.
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En los años cuarenta había pocas máquinas de escribir en las salas de Redacción de los periódicos de Nicaragua. La mayoría de los periodistas, si escribían a máquina, lo hacían utilizando solamente un dedo de cada mano, principalmente el índice, recuerda Fuentitos. En realidad, había muchos periodistas que escribían sus notas a mano y luego, una persona a la cual denominaban cajista, se encargaba de, letra por letra, ir colocando las informaciones en las planchas para que se imprimiera el periódico.
El trabajo de Fuentitos en el diario Flecha era corregir lo que los cajistas habían colocado, especialmente si había una letra mal colocada o si había un error ortográfico.
Como la labor del cajista era bastante demorada, a veces el director de Flecha, Hernán Robleto, enviaba a Fuentitos a recopilar datos de lo que ocurría en Managua. Muy frecuente era que Fuentitos llegase a la Avenida Roosevelt, adonde la Guardia solía sofocar protestas contra Anastasio Somoza García, especialmente de estudiantes o de líderes sindicales tachados de comunistas. Ahí Fuentitos recogía nombre de los heridos, muertos casi no había, y cómo se habían producido los enfrentamientos.
Luego, Fuentitos llegaba a Flecha y le entregaba los datos a Hernán Robleto, quien escribía la nota informativa.
Fuentitos había aprendido a escribir en máquina de escribir en su natal Masatepe y lo sabía el jefe de Redacción de Flecha, Leonardo Lacayo Ocampo, quien en una ocasión le dijo a Robleto: “Dejá que Fuentes escriba, él sabe escribir a máquina”.

Lacayo Ocampo se convirtió en un maestro de Fuentitos. El alumno escribía y el maestro corregía el texto. El mejor consejo que le dio fue cuando le dijo que recogiera del cesto de la basura la nota que había escrito y la comparara con lo que había salido publicado en el Diario. Fuentitos así lo hizo y poco a poco fue mejorando la redacción. Él era bueno en la ortografía, pero la redacción era otra cosa.
A Fuentitos nunca le gustó usar grabadora, tal vez porque cuando él empezó su labor periodística estas eran muy escasas y pesadas. Eso sí, no recuerda que algún entrevistado lo haya desmentido o dicho: “Yo no dije eso”.
Uno de los primeros éxitos periodísticos de Fuentitos fue cuando entrevistó a Anastasio Somoza García en una carrera de caballos, en la que competían un caballo del jefe de la Guardia y otro del caudillo conservador Emiliano Chamorro. La carrera se realizó en la calle El Caimito. Somoza estaba en una caseta y hasta ahí llegó Fuentitos, a la par del general, burlando a la escolta que se distrajo viendo la carrera. Cuando la competencia terminó, Fuentitos estaba a la par de Somoza, quien para ese entonces era muy criticado, sobre todo después de que en 1944 sufriera protestas por parte de los estudiantes.
“General Somoza, ¿cuándo se va a ir del país?”, le preguntó. Somoza, sorprendido con la pregunta, dijo: “Y este ¿quién es?”.
Cerca de Somoza estaba su ayudante, Luis Ocón, quien le dijo que Fuentitos trabajaba con Hernán Robleto. “Decile a Hernán, que ni me voy ni me van”. Y esa frase fue el titular de la portada de Flecha: “Ni me voy, ni me van”: Somoza. Fue una portada famosa en su tiempo.

Para mejorar en sus conocimientos de periodismo, Fuentitos leía todos los días unos folletos de un curso por correspondencia que un amigo le regaló.
En una ocasión lo enviaron a Bluefields para cubrir la inauguración de un nuevo barco y ya estando en el lugar decidió irse en la nave, por invitación del capitán. Así terminaron sus aventuras en Flecha, donde tuvo éxito especialmente por sus cortas entrevistas a Somoza García.
Un año después estaba de regreso en el periodismo. Por invitación de Horacio Ruiz entró a LA PRENSA, cuando Pedro Joaquín Chamorro Cardenal acababa de regresar de México y comenzó un proceso de modernización del periódico.
A Fuentitos le asignaron cubrir la Policía y los juzgados. En una ocasión una madre denunció la desaparición de su hija, una nota que no ocupó mucho espacio en el periódico en ese momento. Pero después, cuando unos niños encontraron el cadáver de supuestamente una niña a orillas del lago de Managua, el caso comenzó a adquirir relevancia.
Según Fuentitos, en ese tiempo casi no ocurrían grandes crímenes y el de la niña Milagritos Cuarezma, que así se llamaba la desaparecida, causó sensación, especialmente porque Pedro Joaquín Chamorro había traído unas ideas tomadas de periódicos amarillistas de México.
En el caso de la Milagritos Cuarezma, “si el juez decía que al día siguiente iban a declarar tales y tales testigos, Pedro Joaquín me mandaba a buscarlos por la tarde, y como LA PRENSA salía por las tardes, entonces esa misma tarde salían las entrevistas con los testigos y sus fotos, antes de que llegaran a declarar al día siguiente”, explica Fuentitos.
LA PRENSA comenzó a venderse como “pan caliente”. “La gente le arrebataba los periódicos a los voceadores. Si antes se vendían tres mil ejemplares del diario, a partir del caso de la Milagritos Cuarezma se multiplicó a seis mil y más todavía”, recuerda Fuentitos. Si no se imprimían más periódicos era porque no había la capacidad.
En esa época solo el diario Novedades era pro-Somoza. La Noticia, Flecha, LA PRENSA, La Estrella de Nicaragua y demás periódicos eran críticos a Somoza.

Después del caso de Milagritos Cuarezma, LA PRENSA desplazó a los demás diarios y se colocó como el número uno, recuerda Fuentitos, el que hasta entonces ocupaba probablemente La Noticia.
De todos los periódicos de la época, tal vez el más gráfico o que más fotos publicaba era La Noticia, de Juan Ramón Avilés. Según Fuentitos, eso le costaba caro porque tenía que hacer fotograbados, los que se hacían en una empresa que se llamaba Fotograbados Pérez. Los otros medios, como Flecha, eran más letras que imágenes. “Hernán (Robleto) era rogado para dar a hacer fotos”, dice Fuentitos.
Los periódicos no tenían fotógrafos y, cuando querían una foto, llamaban a los estudios fotográficos, con los cuales ya tenían contratos para que las fotos fueran más baratas. A veces, explica Fuentitos, a los dueños de estudios fotográficos les bastaba con que les dieran crédito en los periódicos, porque de esa manera era propaganda a favor de ellos.
En LA PRENSA, a partir de 1948, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal mandó a traer equipos de trabajo modernos para el periódico, como cámaras y máquinas de escribir. Luego, no gastaba más que en los materiales. Fuentitos recuerda unas cámaras que eran muy pesadas para llevarlas a los Juzgados y Chamorro Cardenal tuvo que mandar a pedir otras más livianas.
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De volver a nacer, Francisco Rivas Quijano, Rivitas, dice que volvería a ser periodista.
De pequeño, Rivitas llegaba a la Foto Sport, de Pellin Cuadra, a jugar con los hijos del dueño del negocio fotográfico. Y poco a poco se fue familiarizando con la fotografía.
Hasta que un día a Goyito, uno de los hijos de Cuadra, lo dejaron cuidando el negocio. Llegaron varios clientes buscando fotos para pasaporte y Goyito no tuvo más remedio que auxiliarse en Rivitas. Ese día Rivitas, sin nunca antes haber experimentado, realizó sus primeros revelados de negativos fotográficos.
Esa fue la puerta de entrada para una vida periodística destacada. Poco después de esa experiencia Rivitas tomó unas fotos en el Estadio Nacional y Goyito le aconsejó que las llevara al diario La Noticia. Corría el año 1954. Y se quedó en el periódico.

Era el director de ese periódico César Vivas Rojas, el padre del ahora monseñor Bosco Vivas, quien un día le dijo: “Mañana te venís temprano que vamos a salir a reportear”.
Al día siguiente salieron a reportear y cuando ya estaban en la hora de almuerzo fueron a comer. Vivas y Chilo Barahona le comenzaron a señalar una serie de errores que había cometido. Casi les echa a perder una noticia a la cual tenían días de estarle dando seguimiento. “Francamente que César y Chilo me enseñaron a reportear en la calle, a observar, tener paciencia y muchas cosas más, que uno termina afinando con el pasar de los días, meses y años”, dice hoy Rivitas. Y así nació un reportero gráfico que fue testigo de muchos episodios de la vida de Nicaragua en esa época, como la falsa guerra de Mokorón, las crueldades de la tiranía somocista, Olama y Mollejones, el Kupia Kumi y la caída de Agüero, entre muchos otros acontecimientos.
Una de las imágenes más impactantes que captó Rivitas con su lente fue el de la madre de un joven, Ajax Delgado, llorando en la Aviación junto al cadáver de su hijo, a quien la Guardia mató a balazos tras aplicarle la Ley Fuga. La foto fue portada de LA PRENSA el 6 de septiembre de 1960. “Amanecer trágico en la Aviación”, tituló el periódico, con una enorme foto de la triste escena.

A Rivitas le tocó ser testigo también de la censura somocista. La Noticia era un periódico antisomocista y a Rivitas le correspondía llevar las pruebas de lo que se pretendía publicar en el periódico ante el jefe de la censura, el oficial de la Guardia Nacional, Rafael Gallardo, jefe de la Imprenta Nacional, quien daba visto bueno a las noticias que sí se podían publicar.
“Por supuesto que solo permitía las notas sociales e informaciones como el pipián más grande de venta en el mercado y noticias que no tenían que ver con política o críticas al gobierno dictatorial”, recuerda Rivitas.
Cuando Rivitas regresaba a La Noticia, la expectación era grande para saber qué se iba a publicar y qué no. “Más de una vez le echaron sapos y culebras al guardia al ver la cantidad de material censurado, por puro gusto, en un afán de causar pérdida de tiempo y malestar en la dirección del periódico antigubernamental”, expresa Rivitas en su libro 50 años de un reportero gráfico.
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A nnuar Hassan Morales es todo un especialista en temas policiales. Tiene dos libros sobre grandes crímenes del siglo XX en Nicaragua. Esa sección, policial, mejor conocida como Sucesos, fue en la que se especializó cuando entró a trabajar a LA PRENSA, en 1962.
Hassan había ingresado al taller de Escritura que la embajada de Estados Unidos promovía en el Gran Hotel, al cual traían a maestros de Periodismo estadounidenses. El problema de ese taller, recuerda Hassan, es que los profesores no dominaban bien el español y a veces las clases, especialmente de Filosofía y Política, se tornaban bastante aburridas, porque no se podía interactuar bien con los maestros. Además, la mayoría de los alumnos eran de 50 años para arriba y Hassan rondaba los 20 años.
Ese taller fue precursor de la escuela de Periodismo que después se organizó en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN).
En la clase de Redacción Periodística Hassan se topó con el maestro Horacio Ruiz, en ese entonces jefe de Redacción de LA PRENSA, quien lo invitó a trabajar en el Diario.
Hassan aceptó gustoso pero tuvo que esperar seis meses para poder iniciarse como periodista. Cuando llegó a la Redacción había dos periodistas de apellido Montalván, Gustavo Adolfo y Óscar Leonardo, quienes en ese momento tenían planes de irse a trabajar a una nueva publicación que estaba a punto de salir. Hassan estuvo primeramente como corrector de prueba, pero en efecto, luego los dos Montalván se fueron y Hassan fue incorporado al equipo de redactores.

Hassan dice que él tenía buena memoria y no apuntaba ni los nombres de los entrevistados, porque se acordaba de todos los datos, incluida la edad, y tampoco usaba grabadora, no teniendo nunca problemas de que un entrevistado lo desmintiera. “Yo reporteaba con libretas, nunca usé grabadoras”, dice.
Lo que recuerda Hassan es que para esa época, la década de los sesenta del siglo pasado, los periodistas solían acudir a especies de peñas literarias o reuniones bohemias, donde se departía con grandes periodistas del momento, y allí los reporteros, en medio de los tragos, escribían sus notas a mano y luego llegaban a las Redacciones a escribir en las escasas máquinas de escribir.
Otro recuerdo de Hassan sobre el periodismo de esa época es el “venadeo” o la costumbre de los periodistas de pedir dinero a las fuentes. “Había mucho venadeo. En LA PRENSA era estricto, al que agarraban pidiendo dinero iba fuera”, dice Hassan, quien señala que había periodistas que cubrían la fuente policial que llegaban al extremo de pedirle dinero a la gente prometiendo que les iban a ayudar a sacar a sus presos.
Los periodistas de Novedades, el Diario de Somoza, eran los “campeones” en venadeo, pues el salario de ellos era muy bajo y en las instituciones del Estado les sacaban cheques, según la fuente que cubrieran.
Lo positivo que rememora Hassan es que las tardes, como LA PRENSA era vespertina, eran bien descansadas y eso propiciaba que los periodistas se reunieran luego a tomar licor.
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A inicios de los años sesenta, recuerda Nicolás López Maltez que él era el único camarógrafo que existía en Nicaragua. En 1963 llegó de México con aparatos de filmación y se presentó con una película filmada a las oficinas del Canal 8, propiedad de los Somoza, para solicitar que le vendieran un espacio para él transmitir un programa que se iba a llamar Nicaragua en televisión. Pero el director del canal, Rafael Cano, le negó la petición.
El segundo al mando en el canal, Rodolfo Armando Silva Solís, mejor conocido como Chicho Silva, le aconsejó que le mandara un telegrama al propio general Anastasio Somoza Debayle, quien en ese entonces aún no se había convertido en presidente, sino que lo era su hermano, Luis Somoza. López Maltez así lo hizo y la respuesta de Somoza fue pronta, citándolo a una reunión en su residencia en La Curva.
Tres días seguidos llegó López Maltez a La Curva y Somoza no lo atendía. Al final se apareció de repente con un puro en la boca y le dijo: “A ver, veamos”.
Luego de la demostración, Somoza dijo: “¿Vos hiciste eso?”. “No hay nadie más que lo pueda hacer”, le respondió López Maltez.

Los dos llegaron a un acuerdo. Como López Maltez no tenía dinero para pagar el espacio televisivo, él pondría el material y la filmación y Somoza pondría el canal. Eso sí, Somoza le pidió que lo tratara con cariño, pero le dio luz verde para que criticara a los ministros si cometían algún desmán.
Somoza llamó por teléfono inmediatamente a Rafael Cano y le dio la orden de que le diera entre 15 y 30 minutos de transmisión diariamente, a las 8:00 de la noche, a López Maltez. Cano aceptó a regañadientes porque esa era la hora más cara.
El problema es que grabar 15 minutos de noticias era bien difícil. López Maltez fue el primer periodista en reportear desde el lugar de los hechos para televisión. Cuando él llegó al Canal 8 había un noticiero dirigido por Luis Felipe Hidalgo, quien, según el propio López Maltez, solo se sentaba frente a la cámara y con el periódico Novedades en mano decía: “Estas son las noticias del día de hoy, vamos a ver qué dice Novedades: gira del presidente Luis Somoza a Chinandega. Aquí está la foto, a ver, enfocame aquí”. “Era como un noticiero de radio, pero por televisión”, recuerda López Maltez.

Al principio, el noticiero de López Maltez se llamaba Nicaragua en televisión, pero como seis meses después lo cambió a Teleprensa. Algunas personas le decían a Somoza que ese nombre era como un homenaje al Diario LA PRENSA, pero Somoza nunca le dijo nada a López Maltez. Lo mejor fue que Somoza se convirtió en el vendedor de anuncios de Teleprensa. Las instituciones del Estado y las empresa de Somoza se anunciaban en el noticiero.
Nicolás López Maltez no solo fue fundador de un noticiero televisivo, sino que también creó un periódico que se imprime y se distribuye en Miami, La Estrella de Nicaragua, en el cual analiza temas coyunturales, pero también presenta temas históricos.
Inicios del periodismo en Nicaragua
Tras la formación de Nicaragua como República, ya avanzados los años 1800, aparecieron los periódicos, que en general eran de índole política, y reflejaban el espíritu y tendencias de los partidos, según un escrito del periodista Gustavo A. Montalván.
Los primeros periodistas tuvieron que luchar contra “la indeferencia del público, que no sabía leer, o que si sabía no tenía tal costumbre”, indica Montalván. El hábito de comprarlo tampoco existía y si el escritor quería ser leído debía de regalar el periódico.
Entre los primeros periodistas o intelectuales que escribían en los diarios se destacan Carlos Selva, quien fundó el semanario El Canal de Nicaragua, en 1876; Anselmo Rivas, quien inició El Centroamericano en 1880; y Rigoberto Cabezas, fundador del Diario de Nicaragua, en 1884, y que en realidad esta es la primera publicación diaria en la historia del país.
Principales periódicos
Para la década de los años 40 del siglo pasado, entre los principales periódicos de Nicaragua se encontraban LA PRENSA, La Noticia, La Nueva Prensa, La Estrella de Nicaragua, Novedades, Flecha. Todos estos de Managua. En León destacó El Centroamericano y en Granada estuvieron El Correo y El Diario Nicaragüense.
El Diario LA PRENSA es el único que ha sobrevivido y ya ha celebrado 92 años de existencia, a pesar de que en los regímenes somocistas y sandinistas ha estado censurado e, inclusive, bombardeado. LA PRENSA fue modernizada a finales de los años cuarenta por el doctor Pedro Joaquín Chamorro, quien fue su director hasta su asesinato en enero de 1978.

El diario Novedades fue fundado por Hernán Robleto, pero después pasó a manos de la familia Somoza, que lo mantuvo hasta la caída de la dinastía en 1979.
Otro periódico fundado por Hernán Robleto fue Flecha. Sin embargo, Robleto fue encarcelado y luego salió del país cuando los sucesos de abril de 1954, ocasionando la desaparición de Flecha.
Adolfo Altamirano Browne fundó La Estrella de Nicaragua. Gabry Rivas, que fue fundador de LA PRENSA, también fundó La Nueva Prensa.
Muy importante fue el diario La Noticia, de Juan Ramón Avilés, pero fue decayendo y desapareció tras tener pocos anunciantes.