La de Daniel Ortega todavía no se sabe cómo ni cuándo terminará. Pero, la revista MAGAZINE te cuenta su origen y cómo comenzaron y terminaron las primeras cuatro
Por Redacción Magazine
Nicaragua. Junio de 2022. Daniel Ortega lleva en el poder 16 años y seis meses de manera continua. Si se agrega el tiempo que estuvo en los años ochenta, sumaría en total 27 años y dos meses. Nadie ha estado más que él. Desde hace rato, tanto dentro como fuera del país, lo consideran dictador.
Desde que regresó al poder, en 2007, Ortega comenzó a controlar los cuatro poderes del Estado y en 2011 violentó la Constitución Política para reelegirse presidente.
A través de fraudes electorales, junto a su partido FSLN se apoderó de la mayoría de las 153 alcaldías del país. En las elecciones presidenciales se atribuyó porcentajes de votos cercanos al 70 por ciento, con lo cual logró dominar la Asamblea Nacional, de tal manera que no necesita consensuar con ningún opositor para aprobar leyes.
Cogobierna con su esposa Rosario Murillo desde 2017, cuando ella se convirtió en vicepresidenta. Algunos de sus nueve hijos actúan como funcionarios públicos, a veces desplazando a los nombrados por Ortega.
Desde el año 2018, los Ortega Murillo están señalados de crímenes de lesa humanidad porque desataron una mortal represión en contra de las protestas que iniciaron en abril de ese año, causando la muerte de al menos 355 personas, según registros de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por medio de los policías y paramilitares con armas de guerra. Las víctimas, principalmente jóvenes, incluye también a niños.

La represión orteguista también ha causado más de un millar de reos políticos, de los cuales actualmente se contabilizan más de 180. Miles de nicaragüenses han migrado huyendo de la crisis económica y la persecución policial. Medios de comunicación han sido cerrados y confiscados, así como cientos de organismos no gubernamentales, la mayoría de ellos trabajaban en temas de educación, salud y para erradicar la pobreza en Nicaragua.
No es la primera vez que a los nicaragüenses les corresponde luchar contra una dictadura. El propio Ortega subió al poder, en julio de 1979, luego del derrocamiento del dictador Anastasio Somoza Debayle, quien junto a su padre y su hermano gobernaron el país durante 40 años.
Desde que Nicaragua tiene presidentes, el primero de ellos fue Frutos Chamorro en 1854, se pueden identificar al menos cinco dictaduras en la historia de Nicaragua: la de Tomás Martínez, la de José Santos Zelaya, la de los Somoza, la de los sandinistas en los años ochenta y la actual de Daniel Ortega.
La de Ortega todavía no se sabe cómo ni cuándo terminará. Pero, la revista MAGAZINE te cuenta cómo terminaron las primeras cuatro.
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El primer presidente de Nicaragua que violentó la Constitución Política para reelegirse, y además habría cometido fraude electoral, fue Tomás Martínez Guerrero, un general conservador de la época de la guerra contra William Walker, a mediados del siglo XIX, que ostentó el poder durante 10 años en una época en que los periodos presidenciales eran de cuatro años y no cinco, como en la actualidad.
Hasta 1863, todo iba más o menos bien con Martínez. Para 1852 era un granadino que no tenía ambiciones militares ni políticas, sino únicamente se dedicaba al comercio y a la minería en Matagalpa, detalla el historiador Jerónimo Pérez, quien lo describe como “un joven delicado, de cuerpo endeble”. Según el historiador, Martínez parecía más apto para dirigir a “una compañía de mujeres” que a un ejército.
En 1854 estalla una guerra civil entre “democráticos” (liberales) y legitimistas (conservadores). Martínez vive para ese año en León y comienza a ser perseguido por los democráticos debido a que es originario de Granada, el bastión de los legitimistas. Sintiéndose acosado, se une al ejército legitimista.
En medio de esa guerra civil, los democráticos, dirigidos por Francisco Castellón, piden ayuda al norteamericano William Walker para derrocar al presidente legitimista Frutos Chamorro. Walker llega a Nicaragua al mando de un ejército de 58 filibusteros el 13 de junio de 1855 y un año después se autoproclama presidente de Nicaragua, aprovechando que Castellón hasta lo había nacionalizado nicaragüense y le había otorgado un poder increíble para que se movilizara por el país, según explica Arturo Cruz Sequeira en su libro La república conservadora de Nicaragua.

El intervencionismo de Walker alerta a todos los países de Centroamérica, quienes inciden para que legitimistas y democráticos se pongan de acuerdo para sacarlo de Nicaragua. Aunque fue un proceso difícil, el ya general Tomás Martínez, por los legitimistas, y Máximo Jerez, por los democráticos, acuerdan luchar contra Walker, firman el Pacto Providencial y la guerra civil se convierte en una “guerra nacional”.
Tomás Martínez fue héroe de esa guerra contra Walker. Cuando el filibustero es sacado definitivamente de Nicaragua, existen problemas para elegir a un nuevo presidente. Se reviven las pugnas entre legitimistas y democráticos, los cuales pasan a llamarse conservadores y liberales. Entonces, nuevamente Martínez y Jerez se pusieron de acuerdo para un gobierno binario, con ellos dos como presidentes, para mientras se elegía un presidente constitucional.
La fórmula funcionó.
Jerez no se constituyó como candidato presidencial porque entre el pueblo todavía estaba el mal sabor de que había sido el partido al que él pertenecía el responsable de haber introducido a los filibusteros en Nicaragua, señala el historiador Jerónimo Pérez. Por tanto, el candidato fue Tomás Martínez, quien resultó ganador para el periodo del primero de marzo de 1859 al primero de marzo de 1863.
Jerónimo Pérez señala que ese primer periodo de Martínez fue muy bueno. El problema surge cuando hubo que elegir al sucesor.
El candidato de los liberales era Eduardo Castillo, resentido con Martínez. El de los conservadores era José Joaquín Cuadra. El historiador Antonio Esgueva, en su libro Elecciones, reelecciones y conflictos en Nicaragua, explica que los liberales decidieron proponerle a Martínez que buscara la reelección porque vieron que el candidato de ellos tenía menos posibilidades que Cuadra.
El caudillo liberal Máximo Jerez seguía confiando en Martínez porque durante el primer gobierno de este se habían acabado varios conflictos en Nicaragua y veía bien su reelección.
El problema era que la Constitución prohibía dicha reelección.
Hubo argumentos a favor y en contra. Los liberales que apoyaban a Martínez explicaban que la Constitución entró en vigencia cuando Martínez ya era presidente, por lo tanto, no la podía violentar. Los conservadores y los otros liberales que apoyaban a Castillo indicaban que Martínez había sido electo por voto popular y no podía ser reelecto.
“Martínez sopesó todo y decidió aceptar la candidatura, fuera porque encontró ideas razonables o porque le venció el oscuro placer del poder, tan agradable a quienes lo saborean”, escribió Esgueva.
Martínez fue reelecto mediante un fraude electoral. El historiador Anselmo H. Rivas explicó en sus escritos que José Joaquín Cuadra tenía más votos que Martínez, pero el Congreso decidió anular algunos cantones electorales (juntas receptoras de votos) hasta dejar a Martínez con una ventaja de 30 votos y declararlo ganador.
Las consecuencias de la reelección presidencial fueron “tambores de guerra”, indica Esgueva. Martínez se separó un tiempo de su cargo para ponerse al frente del ejército por la amenaza de que por el norte entrarían tropas salvadoreñas, hondureñas y conservadores nicaragüenses bajo el mando de su antiguo amigo Máximo Jerez, con quien había roto relaciones por contradicciones en sus ideas sobre la unión centroamericana.
La guerra se hizo, pero Jerez fue derrotado.
Martínez no acabó en paz su exitoso primer periodo ni empezó bien el segundo. Sin embargo, logró cumplir su segundo mandato.
Como ya no podía buscar la reelección nuevamente, apoyó la candidatura de Fernando Guzmán, quien fue electo para el periodo de 1867 a 1871. Martínez pensaba que podía usar a Guzmán para seguir teniendo control del país.
Desde el inicio de su mandato, Guzmán intentó distanciarse de la influencia de Martínez, explica un bisnieto de Guzmán, Álvaro Guzmán, en un libro sobre su bisabuelo. Incluso, envió a Martínez a un viaje por Europa, para mantenerlo alejado.
Cuando Martínez regresa de su viaje, se da cuenta de que Guzmán está totalmente alejado del “martinismo” y se alía nuevamente con Máximo Jerez para derrocar al presidente.
Fue necesario que el propio Guzmán tomara el mando del ejército para repeler las acciones armadas de Martínez y Jerez en su contra, en 1869.
Tras la derrota, Tomás Martínez se embarcó en Corinto hacia Guatemala y después se dirigió a El Salvador y ahí estuvo desterrado mientras duró el gobierno de Fernando Guzmán.
El siguiente presidente, Vicente Cuadra, hizo que Martínez regresara a Nicaragua, pero ya no vivió mucho tiempo. Martínez falleció a los 52 años de edad, el 12 de marzo de 1873, en León. Jerónimo Pérez explica que, como participó en la sublevación contra Guzmán en 1869, había perdido sus grados militares y fue enterrado sin los honores que le correspondían como héroe de la guerra nacional y expresidente. Está sepultado en la iglesia de Guadalupe de Granada.
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La llegada al poder de Tomás Martínez inició lo que se conoce en la historia de Nicaragua como “el periodo de los 30 años conservadores”, ya que entre 1857 y 1893 todos los presidentes popularmente electos pertenecían a ese partido político.
Solo dos de los nueve presidentes conservadores en esos 30 años intentaron reelegirse. El primero fue Martínez y el segundo fue el último, Roberto Sacasa Sarria.
Sacasa alegaba que su primer periodo no era de él, sino que estaba terminando el de Evaristo Carazo. Aún así, en Granada estalló una revolución que terminó por derrocarlo en su segundo periodo.
A la rebelión conservadora contra Sacasa se unió alguien que es considerado como un oportunista en este hecho concreto: el liberal José Santos Zelaya. Después, Zelaya le dio golpe a la revolución conservadora, según narra Carlos Cuadra Pasos. Es decir, Zelaya hizo su propia revolución liberal para acabar con la revolución conservadora.
La revolución conservadora inició el 28 de abril de 1893 y el 6 de junio de ese mismo año Zelaya llegó a Managua con 800 rebeldes. El 11 de julio triunfó la revolución liberal. Zelaya iniciaría gobernando como líder de una junta de gobierno y el 15 de septiembre de 1893 se erigía como presidente de Nicaragua.
Zelaya mantuvo el poder durante 16 años y seis meses. Para lograrlo, al igual que Tomás Martínez, también violentó la Constitución Política y, en dos de sus cuatro reelecciones, fue candidato único.
Una asamblea constituyente declaró presidente a Zelaya para su primer periodo, sin especificar cuánto tiempo estaría en el poder, solo estableciendo que no tenía derecho a la reelección.
En 1896, la asamblea constituyente aprueba la Constitución conocida como La Libérrima y decreta un nuevo periodo presidencial para Zelaya que empezaría dos años después en 1898. Era una elección inconstitucional, hecha 17 meses antes de que se produjera la toma de posesión, pues estaba prohibida por la Libérrima, explica el historiador Antonio Esgueva.
Cuando Zelaya vio que la Libérrima obstaculizaba sus pretensiones de perpetuarse en el poder, mandó a reformarla.
Zelaya se reeligió nuevamente en 1902 y, en 1905, impuso otra Constitución que fue conocida como Autocrática, la cual le quitó el impedimento de la reelección al dictador.
Mientras Zelaya se reelegía continuamente, los problemas en el país se sucedían uno tras otro. El gobernante modificó el sistema tradicional desafiando a la iglesia católica, implantando cambios que para esa época de fines del siglo XIX parecían drásticos, como el divorcio, el matrimonio civil, la separación iglesia-estado, secularización de los cementerios, expropiación a religiosos, entre otros.
Zelaya también se mantuvo en guerra con los conservadores, quienes eran clericales. Los conservadores le armaron en total 17 revueltas a Zelaya, quien siempre las reprimió con mano fuerte.
A Zelaya se le acusaba también de tener las cárceles llenas de prisioneros políticos, y de otros “penosos detalles”, explica el historiador Antonio Esgueva.

En octubre de 1909, el liberal Juan José Estrada se rebela contra Zelaya desde Bluefields. Él quiere que se gobierne en Nicaragua mediante la Libérrima. Al rebelde se le unen los conservadores Emiliano Chamorro y Adolfo Díaz, este último recibe apoyo económico de Estados Unidos.
La rebelión es vista con buenos ojos por los demás gobiernos de Centroamérica y Estados Unidos trató de aprovechar ese momento para romper con Zelaya.
Las cosas se le agravaron a Zelaya porque el 16 de noviembre de 1909 fueron fusilados los mercenarios norteamericanos Lee Roy Cannon y Leonardo Groce, en el cementerio de la fortaleza de El Castillo, en el río San Juan, por orden del mismo dictador, cumpliendo la sentencia de un Consejo de Guerra que los había juzgado el día anterior por intentar destruir el vapor El Diamante del Ejército gubernamental (con 500 hombres).
Distintos historiadores comentan que el fusilamiento de los dos norteamericanos dio pie a que Estados Unidos le enviara una nota de protesta a Zelaya que causó la caída del dictador, pero detrás de ese hecho también existían motivaciones económicas y geopolíticas. Si Zelaya hubiese colaborado con empresas norteamericanas, probablemente nunca Estados Unidos habría apoyado económicamente a los rebeldes de Bluefields.
El primero de diciembre de 1909, el secretario de Estado norteamericano, Philander Chase Knox, le envía una nota al embajador de Nicaragua en Estados Unidos, Felipe Rodríguez Mayorga, mediante la cual Estados Unidos desconoce al gobierno de Zelaya.
El historiador Antonio Esgueva comenta que la nota fue un verdadero golpe de Estado, porque los norteamericanos apoyaban al “gobierno de hecho” que se había formado en Bluefields.
Zelaya abandonó el poder el 22 de diciembre de ese año.
A las 3:00 de la madrugada del 24 de diciembre de 1909, Zelaya salió de Managua en un vapor del lago Xolotlán rumbo al puerto Momotombo. A las 7:00 de la mañana, salió en tren rumbo al puerto de Corinto.
El expresidente Enrique Bolaños, también historiador, escribió que el 25 de diciembre de 1909, Zelaya abordó la fragata acorazada “General Guerrero”, enviada por México, con destino a Salinas Cruz, México, donde fue recibido el 30 de diciembre de ese mismo año por el presidente Porfirio Díaz. El 30 de enero de 1910 salió en tren para Veracruz, de donde partió para Bélgica en un barco español.
En 1913, viaja a Nueva York y es arrestado por la Policía, solicitado en extradición por Nicaragua, la cual después fue retirada.
El 24 de diciembre de 1913 se fue a Barcelona, pero regresó a Nueva York, donde murió en 1919, a los 63 años de edad.
Los restos de Zelaya fueron repatriados en octubre de 1930 y recibidos con una manifestación popular multitudinaria. Fue sepultado en el cementerio de San Pedro, en Managua.
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Tras la caída de José Santos Zelaya, le sucedieron presidentes que en su mayoría eran conservadores, por lo cual, a ese período se le conoce como segunda república conservadora.
Uno de esos presidentes, Adolfo Díaz, pidió la ayuda de los Estados Unidos para mantenerse en el poder. En dos ocasiones, en 1912 y en 1927, Nicaragua estuvo ocupada por los marines norteamericanos.
En la segunda de las ocupaciones, surgió la figura de un nicaragüense que había estudiado en Estados Unidos, dominaba bien el inglés y logró ganarse el favor de los jefes marines y del embajador norteamericano en Managua, Matthew Hanna.
Se trataba de Anastasio Somoza García, joven de San Marcos, Carazo, hijo de un hacendado cafetalero y senador, Anastasio Somoza Reyes. Por problemas con la ley, fue enviado a estudiar a Estados Unidos, donde conoció a la que sería su esposa, Salvadora Debayle Sacasa, sobrina del futuro presidente Juan Bautista Sacasa.
Somoza García había sido intérprete del general liberal José María Moncada cuando este último firmó el pacto del espino negro con Henry Stimson, escribe el académico Carlos Tünnermann.
Somoza entró en contacto con Hanna cuando Moncada lo nombró viceministro de Relaciones Exteriores y, en 1932, sin nunca haber sido soldado, fue escogido como jefe director de la Guardia Nacional cuando los Estados Unidos decidieron que el jefe de ese cuerpo armado debía ser un nicaragüense, pues desde su fundación había sido un marine.
Con las armas bajo su control, y apoyado por Estados Unidos, Somoza García ordenó el fusilamiento del guerrillero Augusto C. Sandino, quien había luchado contra los marines. Luego, Somoza le dio golpe de Estado a su tío político Juan Bautista Sacasa.

Se apoyó en el Congreso para que lo ayudaran a retrasar las elecciones de 1936 y borrar los obstáculos constitucionales que le impedían ser candidato. Ganó y desde 1937 se quedó en el poder hasta 1947, bajo el ala del Partido Liberal Nacionalista (PLN).
Somoza García salió del poder, pero en su lugar dejó a Leonardo Argüello, a quien pensó que podía manipular. Como no fue así lo declaró loco y le dio golpe de Estado. Desde entonces, cuando un Somoza no estaba en el poder, estaba alguien que era escogido por ellos.
En 1950 Somoza regresó al poder gracias a un pacto con Emiliano Chamorro, caudillo conservador y en 1956 se hubiera reelegido, pero cuando celebraba su candidatura en León el poeta leonés Rigoberto López Pérez le disparó cinco veces. Somoza García moriría varios días después en un hospital de Panamá. Su periodo presidencial lo terminó su hijo Luis Somoza Debayle.
Luis Somoza dejó el poder en 1963 y murió cuatro años después, un mes antes de que su hermano Anastasio Somoza Debayle asumiera el poder por primera vez.
Anastasio Somoza Debayle terminó su periodo en 1972 pero volvió al poder en 1974. De ahí no lo bajaron hasta en la madrugada del 17 de julio de 1979 cuando huyó de Nicaragua y los sandinistas tomaron el poder. Terminaron así 42 años de dictadura somocista.
Somoza Debayle huyó hacia Estados Unidos, pero no fue bien recibido y tuvo que buscar asilo en Paraguay, donde gobernaba el dictador Alfredo Stroessner.
El derrocado dictador nicaragüense moriría asesinado igual que su padre. El 17 de septiembre de 1980, en una calle de Asunción, la capital paraguaya, un comando argentino destrozó con una bazuka el Mercedes Benz en el que se trasportaba Somoza García, quien falleció al instante.

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La dinastía de los Somoza tuvo oposición casi desde el principio. La primera reacción en contra fue en 1944, cuando los estudiantes se manifestaron en contra de Somoza García, pero fueron reprimidos.
En abril de 1954, varios oficiales de la Guardia Nacional y opositores fueron apresados o asesinados porque se descubrió un complot en contra de Somoza García. En 1956 llegó la acción de Rigoberto López Pérez y seguidamente se produjeron acciones armadas en contra del presidente Luis Somoza Debayle.
En 1963 se consolida un grupo guerrillero dirigido principalmente por el marxista Carlos Fonseca Amador, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Entre 1963 y 1977, este grupo realizó acciones militares contra la dictadura, la mayoría de ellas infructuosas, exceptuando la toma de la casa de Chema Castillo, que fue un verdadero éxito.
La mayoría de los dirigentes originales del FSLN murieron en el transcurso de la lucha contra Anastasio Somoza Debayle, incluyendo Carlos Fonseca, pero fueron surgiendo nuevos líderes.
Para marzo de 1979, cuando estos guerrilleros tenían acorralado al dictador militarmente, ya que recibían ayuda extranjera, especialmente de la Cuba de Fidel Castro y de la Panamá de Omar Torrijos, la dirección nacional del FSLN quedó conformada por nueve hombres: Tomás Borge Martínez, Víctor Tirado López, Henry Ruiz, Humberto Ortega, Daniel Ortega, Bayardo Arce, Carlos Núñez, Luis Carrión y Jaime Wheelock.
Estos nueve hombres fueron quienes asumieron el poder en 1979, tras el derrocamiento de los Somoza. Aunque se conformó una Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), fueron ellos, los denominados comandantes de la revolución, quienes realmente ejercían el poder.

Desde que tomaron las riendas del poder, confiscaron a todos los familiares, amistades y allegados a Somoza Debayle. Las exguardias nacionales también fueron confiscados y quienes no pudieron salir del país fueron encarcelados.
Los nueve comandantes se alinearon a la Unión Soviética, que para entonces todavía estaba enfrascada en Guerra Fría con los Estados Unidos, y a la comunista Cuba, a la cual copiaron en muchos aspectos el modelo de gobierno.
En 1983, crearon el servicio militar obligatorio, al cual disfrazaban llamándolo Patriótico (SMP), pero consistía esencialmente en mandar a los jóvenes a las montañas para que repelieran los ataques de la para entonces ya formada Contrarrevolución, que a su vez era apoyada por los Estados Unidos, con Ronald Reagan como presidente, quien inició un bloqueo económico contra Nicaragua.
Los sandinistas privatizaron las empresas y llevaron la economía a cifras de inflación nunca antes vistas. Miles de nicaragüenses, ya sea por persecución política o por la difícil situación económica del país, tuvieron que migrar a Costa Rica y Estados Unidos principalmente.
Los nueve comandantes sandinistas comenzaron a justificar las calamidades que habían traído sobre el país, atribuyendo las causas a “las agresiones de Estados Unidos”.
Durante casi cinco años, los sandinistas no convocaron a elecciones. Y, cuando lo hicieron, en noviembre de 1984, fue con una oposición a la medida para que el FSLN conservara el poder.
Daniel Ortega, quien coordinaba la JGRN desde julio de 1979, se convirtió en presidente.
La guerra de los contras se recrudeció. Miles de jóvenes morían en las montañas. La educación estaba ideologizada. Los sandinistas se pelearon con la iglesia católica y algunos sacerdotes fueron perseguidos. Los estantes de los supermercados lucían vacíos. La pobreza imperaba en el país.
En la región centroamericana había preocupación por lo que pasaba en Nicaragua, ya que también en El Salvador existía violencia política. En Honduras y Guatemala había dictaduras igualmente.
Negociaciones de los cinco presidentes centroamericanos, impulsados también por gobiernos como Venezuela y Estados Unidos, llevaron a que los sandinistas se decidieran por adelantar las elecciones que estaban programadas para noviembre de 1990. Las hicieron en febrero de ese año.
Hubo muchos elementos que obligaron a los sandinistas a realizar esas elecciones. Creyeron que las tenían ganadas, según han confesado algunos de los nueve. La Unión Soviética estaba en sus últimos años y los soviéticos ya les habían dicho a los sandinistas que no seguirían apoyándolos. Los nicaragüenses ya no querían más guerra. La economía empeoraba cada día.
El día de las elecciones, el 25 de febrero de 1990, el pueblo salió de sus casas a votar. Eran las primeras elecciones verdaderamente libres en la historia de Nicaragua.
En la mañana del 26 de febrero, Daniel Ortega tuvo que salir en conferencia de prensa aceptando la derrota ante doña Violeta Barrios de Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora (UNO). Ese mismo día, Ortega amenazó con que iba a “gobernar desde abajo”.
Antes de dejar el poder, los sandinistas crearon leyes, conocidas como La Piñata, para adjudicarse propiedades, empresas y tierras.
Ortega cumplió su palabra y no dejó gobernar en paz a doña Violeta Barrios de Chamorro.
Tras perder el poder, los nueve comandantes se separaron. Carlos Núñez Téllez y Tomás Borge fallecieron, el primero en 1990 y el segundo en 2013. Los demás se separaron del FSLN y solo Daniel Ortega y Bayardo Arce permanecen en el mismo, aunque ahora se señala que el partido pertenece a una familia, la de Ortega con su esposa Rosario Murillo.
Ortega regresó al poder en 2007, después de haber pactado con el caudillo liberal Arnoldo Alemán, quien le facilitó controlar la mitad de los altos cargos del Estado en los poderes electoral y judicial, así como en instituciones claves. Además, permitió que se bajara el porcentaje de votos necesarios para ganar elección.
Ortega inició una nueva dictadura en ese 2007, manteniéndose en el poder hasta hoy. Pero esa ya es otra historia. Esa dictadura aún no termina. Amenaza en convertirse, como la de los Somoza, en dinástica.