Tropas de infantería, tanquetas, palas mecánicas y camiones volquete eran parte de las herramientas que Somoza utilizaba para “limpiar” las ciudades que eran ocupadas por el FSLN. En esas redadas era una sentencia de muerte tener un raspón en los codos o en las rodillas.
Por Eduardo Cruz
Matagalpa, 30 de agosto de 1978. Cerca de las 11:30 de la mañana. En las calles se desarrolla la "Operación Limpieza" que la Guardia Nacional ejecutaba cada vez que lograba recuperar una ciudad de manos de los guerrilleros del Frente Sandinista (FSLN). Varios de esos guerrilleros corren por una calle y se meten por la puerta principal en el Hotel Soza. Los vienen siguiendo unos 30 miembros de la EEBI. Los guardias entran disparando en el hotel y ordenan a los ocupantes que salgan con las manos arriba a la sala principal de la casa. Lo que los guardias no saben es que los guerrilleros entraron al hotel pero no se quedaron, sino que inmediatamente salieron por la puerta trasera.
A cada uno de los ocupantes del hotel que iban saliendo, víctimas inocentes, los guardias los iban ametrallando. Una de las víctimas del hecho iba detrás de su mamá, Tina Aráuz de Soza, y aprovechó un descuido de los guardias para saltar a la casa vecina y se ocultó en un basurero, mientras los guardias seguían disparando dentro de la casa y preguntándose: “Eran cinco, ¿dónde está el otro?”.
En el basurero, la mujer pasó casi 24 horas, oculta detrás de unas tablas podridas, a escasos metros de donde estaban los soldados. Desde allí pudo observar cómo a su madre le abrieron el abdomen con una bayoneta y a su cuñado le cortaron los genitales y se los pusieron en la boca.
La víctima sobreviviente relató los hechos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) cuando llegó a Nicaragua, el 3 de octubre de 1978, para investigar los asesinatos cometidos durante las “Operaciones Limpieza” que el gobierno de Anastasio Somoza Debayle realizó tras la insurrección de septiembre de 1978.
Tras esa insurrección, solo en León y en Estelí fueron asesinados por la Guardia unas 500 personas, y otras 200 en Masaya, producto de las “Operaciones Limpieza”.

El 15 de septiembre, por ejemplo, cuando Anastasio Somoza Debayle celebraba el Día de la Independencia con champán, junto con todo el cuerpo diplomático acreditado en Nicaragua, un solo guardia mató a 25 hombres en el barrio Guadalupe, de León.
Ese día la gente estaba gritando en las calles porque les habían alertado que la Guardia Nacional iba a quemar las casas. “Salgan todos. Desocupen las casas. Ya va a empezar el bombardeo”, gritaban. En eso estaban cuando de repente aparecieron varias patrullas disparando a las puertas y culateando las que se encontraban cerradas. “Salgan, hijos de p... Tenemos órdenes de quemar todo esto”, decían los soldados.
Una parte de las personas salió corriendo hacia una finca que se llama La Ceiba, pero de entre los matorrales les salieron al encuentro otros guardias. A un grupo de ocho los enviaron a quitar barricadas y a otro grupo de 25 hombres los acostaron en el suelo, los registraron y de inmediato los trasladaron hacia la maleza. Les pidieron que se arrodillaran y un solo guardia les descargó la ametralladora. A ese hecho se le conoció como la masacre de La Arrocera, porque los cuerpos fueron enterrados en una fosa en un lugar con ese nombre.

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“La operación limpieza era algo bien sencillo”, dice un exguardia que prefiere ocultar su identidad. Explica que se trataba de limpiar las áreas de cualquier guerrillero sandinista y de las barricadas que eran instaladas en las calles. Para ello, adelante iban los guardias disparando y, en la mayoría de las ocasiones, acompañados de una tanqueta, principalmente para intimidar.
Las fuerzas militares que generalmente iban adelante eran soldados de la Guardia Nacional, miembros de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI) y en ocasiones soldados extranjeros de Honduras, El Salvador y Guatemala bajo el Consejo Centroamericano de Defensa (Condeca). Este grupo era reforzado también por la Fuerza Aérea Nicaragüense (FAN).
Detrás del contingente militar avanzaban principalmente trabajadores del Ministerio de Obras Públicas (MOP) que iban recogiendo los adoquines de las barricadas o acomodándolos nuevamente en la calle. Para ello se auxiliaban de tractores, máquinas excavadoras, bulldozer y de camiones volquete. “Varios tractoristas murieron porque iban adelante manejando y los sandinistas les disparaban”, dice el exguardia, que prefiere el anonimato.

En realidad, según indican los exguerrilleros sandinistas, como Moisés Hassan, las “Operaciones Limpieza” eran más que limpiar las calles de barricadas, ya que mataron a mucha gente, incluso a jóvenes, sobre los cuales los guardias presumían que más adelante podían unirse al FSLN y luchar contra la Guardia.
En algunos testimonios recogidos por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) se explica que la Guardia Nacional atacó cruelmente a la población sin importarle si eran civiles o no y llevaron a cabo numerosas ejecuciones sumarias de personas no combatientes, por el solo hecho de habitar en barrios o caseríos donde habían actuado miembros del Frente Sandinista.
Fue en esas “Operaciones Limpieza”, recuerdan los exguerrilleros Hugo Torres y Mónica Baltodano, cuando se hicieron famosas las revisiones a los jóvenes en las rodillas y en los codos, en las que si les veían raspones significaba que habían estado en las barricadas o adoptado alguna postura militar en contra de la Guardia y era como una sentencia de muerte. “Muchos jóvenes fueron asesinados de forma directa por presumir la Guardia Nacional que habían participado en la insurrección (de septiembre del 78)”, indica el ahora general en retiro Hugo Torres.
También son recordados de esa época los cateos, lo que hoy se conoce como allanamientos sin orden de un juez. Los guardias rompían las puertas a patadas o quebraban los vidrios de las ventanas de las casas, especialmente si iban siguiendo a algún joven y veían que se metía a alguna vivienda.
El escritor Sergio Ramírez dice en su libro Adiós, muchachos que Somoza usó paramilitares para las “Operaciones Limpieza”.
Los sandinistas han explicado que en las “Operaciones Limpieza” los guardias también buscaban a la gente que había apoyado a los guerrilleros porque los habían delatado como “orejas”, es decir, informantes que tenía la Guardia Nacional. Eso lo confirmó el ya fallecido excapitán Ronald Sampson. “El comandante (de El Sauce) me dijo que él confiaba en los informes de los jueces de mesta y en los dos capitanes de cañada, pues ellos fueron los que detectaron el movimiento de los elementos donde fue eliminada Arlen Siu (muerta en 1975) y los otros cinco subversivos”, relata Sampson en su libro La gran traición, sobre cuando él fue asignado a hacer “Operación Limpieza” en León, en septiembre de 1978.
A este mismo Ronald Sampson se le señaló de ser déspota durante dichas operaciones. “El prototipo de la persona más mala que ha habido en la Guardia era él. Muchos guardias fueron asesinados por los sandinistas por las acciones de él. Le pegaba un tiro a cualquiera. Llegó a una colonia a León y agarró como a 15 o 20 muchachos y los fusiló solo porque creía que eran sandinistas. Sampson era de las personas que hacía las cosas que la gente decía que la Guardia decía que hacía”, explicó sobre él Mike Lima, quien fue guardia, y aclara que no todos los oficiales eran como Sampson.

El ex guardia nacional Justiniano Pérez, en su libro Los quijotes del ocaso, explica en términos militares que las “Operaciones Limpieza” o “de rescate en occidente” como él les llama, se realizaron bajo parámetros de movilidad, maniobra y potencia de fuego acorde. Según él, se trataba no solo de rescatar el cuartel atacado, sino también recuperar y estabilizar a la ciudad entera. “En las operaciones militares, el combate urbano resulta más costoso en términos de vidas humanas y coordinación táctica”, justifica el exguardia.
Pérez niega que la Guardia haya contrarrestado la insurrección de septiembre de 1978 con miles de efectivos, cantidades desproporcionadas de blindados y aviones de guerra devastadores, como lo decían los sandinistas. “La Fuerza Aérea eran cuatro pipilachas. La Fuerza Blindada eran cuatro chatarras y la Fuerza de Infantería no llegaba ni a cuatro compañías”, escribió, alegando también que las tanquetas utilizadas eran obsoletas.
Ese septiembre el Frente Sandinista atacó simultáneamente cinco cabeceras departamentales: Managua, Masaya, Estelí, León y Chinandega. De acuerdo con su propio testimonio, Anastasio Somoza Debayle priorizó defender Managua. “Yo estaba preocupado por todas y cada una de las áreas que sufrían los ataques, pero sabía bien que teníamos que asegurar especialmente a Managua”, dice Somoza en el libro Nicaragua Traicionada.
Como los ataques se ejecutaban en numerosos lugares, en cada plaza los comandantes de la Guardia Nacional necesitaban refuerzos y, según Somoza, se vio obligado a utilizar a los soldados de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), que estaba bajo el mando de su hijo Anastasio Somoza Portocarrero. Primero combatieron en Managua y luego los envió a Masaya y León. “Sabía que esos reclutas no estaban listos para el combate, pero no tenía otra alternativa”, explicó.
Somoza logró recuperar todas las ciudades que habían caído en manos de los sandinistas. El escritor Sergio Ramírez lo cuenta así en Adiós, Muchachos: “El poder de fuego de la dictadura era superior y Somoza escogió el método de concentrar toda su fuerza, blindados, aviación, tropas de infantería, sobre una sola ciudad, primero Masaya y una vez terminada allí la Operación Limpieza, que significaba bombardeos, incendios, éxodo masivo y miles de víctimas, ir con la siguiente, León, Chinandega, por último Estelí, hasta recuperarlas todas. En cada ciudad reconquistada, las tropas de infantería iban calle por calle, casa por casa y si encontraban algún muchacho que tuviera marcas de pólvora en las manos, lo ejecutaban allí mismo”.
Anastasio Somoza Debayle explica que concentró a todas las fuerzas de la Guardia en la “Operación Limpieza” y a modo de chiste cuenta que él se quedó solo en el búnker de El Chipote, en la Loma de Tiscapa. “Usted sabe, señor presidente, que hay solamente dos viejos custodiando este complejo entero. Si los sandinistas lo supieran, usted estaría muerto antes de poder ni pensarlo”, reveló Somoza que le dijo su ministro de Agricultura, Klaus Sengelmann.

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Un crimen muy sonado durante la “Operación Limpieza” de 1978 fue el asesinato de dos cruzrojistas en León.
El 14 de septiembre la Cruz Roja Nicaragüense despachó de Managua a Chinandega un convoy con medicamentos y víveres. En el kilómetro 90 de la Carretera León-Chinandega la Guardia les impidió el paso y se regresaron a Managua.
El secretario general de la Cruz Roja, Leopoldo Navarro, contó que en el kilómetro 78 se encontraron con tres jeeps de la Guardia y momentos después el conductor le dijo que no veía a la unidad 38 que venía detrás de ellos. Se regresaron a León y a los dos kilómetros se encontraron con la unidad estacionada en la carretera, con los vidrios rotos y salpicada de sangre. Se acercaron unos 30 metros, pero no vieron personas dentro.
Decidieron regresar a Managua, pero se apareció un helicóptero desde donde los ametrallaron y posteriormente llegaron dos patrullas con veinte guardias. Un teniente les dijo que desde uno de los vehículos de la Cruz Roja le habían disparado a la Guardia. Se los llevaron detenidos a León con todo y vehículo, pero al pasar por la unidad 38 vieron que los dos socorristas estaban muertos en los asientos delanteros. Al final no se los llevaron detenidos porque llegaron dos patrullas más y un soldado raso les dijo en voz baja que “había sido un error”.
De acuerdo con un informe de la CIDH, la unidad 38 tenía unos 70 impactos de bala, algunas de grueso calibre. Los cuerpos de las víctimas, José Dolores Estrada Granizo y Marvin Alberto Flores Salazar, habían quedado destrozados.
También tienen una grabación en la cual conversan el coronel Humberto Corrales, jefe del Estado Mayor Presidencial, y el mayor Anastasio Somoza Portocarrero. Entre otras cosa se dicen:
Corrales: Oíme, te llamo porque hay un clavo y quiero saber qué es lo que pasó, para saber qué es lo que invento.
Somoza Portocarrero: Ajá, ¿cuál es el clavo?
-Un helicóptero atacó una camioneta de la Cruz Roja, la que yo mandé a avisar a tu comando que iban a pasar. Entonces se regresaron a Managua, en un convoy que iba una parte para León y otra para Chinandega. Cuando venían de regreso los atacó un helicóptero y mató a dos en la camioneta de la Cruz Roja. ¿No te habían informado eso?
—Lo que nos informaron a nosotros es la ambulancia número 18 del Cuerpo de Bomberos, ¿verdad? Se la había robado esta gente.
—Sí, pero no. La ambulancia no era la número 18 ni era nada, sino que fue a la camioneta, Tacho, a una camioneta pick-up de la Cruz Roja...

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El 12 de septiembre de 1978 la escena más común en Chinandega era ver gente abandonando sus casas, trasladándose hacia diferentes rumbos. Además de sus improvisadas maletas, en las manos llevaban banderitas blancas en un intento por no ser víctimas de las balas, pues se oían balaceras por todos lados.
La revista alemana Stern, según publica María Dolores Ferrero en su libro La Nicaragua de los Somoza, publicó posteriormente: “Estamos en Chinandega y es el día decimoprimero de la guerra civil. La carretera está sembrada de casquillos de bala y los coches de los alrededores han sido destruidos por la artillería y quemados. A nuestro lado yacen cadáveres medio carbonizados que unos perros mordisquean”.
En Masaya, la destrucción se podía tocar. Además, había cadáveres por todos lados, algunos en estado de descomposición. Atrás habían quedado las barricadas que principalmente en Monimbó habían levantado los jóvenes. Algunos habían estado armados con rifles M-3, pistolas, Garands y machetes. Los combates habían durado más de 72 horas. Allí la Guardia había utilizado tanquetas, ametralladoras 50, helicópteros y avionetas.
Tras la “Operación Limpieza” de la Guardia Nacional se tenía que realizar otro operativo: la “Operación Quema”. Los cadáveres en estado de descomposición, que no estaban identificados, tuvieron que ser quemados. De acuerdo con lo que informó la Cruz Roja a los periodistas, en Masaya se habían encontrado unos 200 cadáveres que solo podían enterrar en los jardines públicos.
Para el 26 de septiembre, casi no se veían jóvenes caminando por las desoladas y ruinosas calles de Estelí. De vez en cuando se veía a algunos adolescentes jugar en las afueras de sus casas, pero en ningún momento se alejaban más de media cuadra. Aproximadamente una tercera parte de la población comía solo de lo que llegaba de ayuda en alimentos.
De acuerdo con la revista Stern, en Estelí hubo más de 100 muertos entre los ataques y la “Operación Limpieza”, así como más de 200 heridos.
León también fue seriamente golpeado. Un avión con un altavoz ordenaba a la población salir de sus casas y, como no salieron porque estaban las calles plagadas de tanquetas, ametrallaron las viviendas destruyendo muchas e incendiando otras.
“Estelí ya no existe”, publicó LA PRENSA el 22 de septiembre. El día anterior la población había sido atacada por un feroz bombardeo ejecutado por las Mariposas de la Muerte, como llamaban a los aviones de la Guardia.
Los testigos relataron que antes del ataque, por medio de potentes megáfonos, se le recomendó a la población refugiarse en sus casas, pues la Guardia Nacional iba a atacar la ciudad.
La ciudad quedó sin agua y sin luz, lo cual agudizaba la difícil situación de sufrir el hedor de los cadáveres. Gracias a que llovió el 21 de septiembre, los adultos pudieron recoger agua sucia para que pudieran beber los niños.
La Cruz Roja informó que en León había detectado 300 muertos. Muchos testigos indicaron que en los combates no había habido muertos, sino que la Guardia había llevado a cabo ejecuciones en masa.
“El único superviviente de una matanza, José Zeralda, les contó (a la Cruz Roja) que él y otros ocho hombres estaban refugiados en una casa, de donde habían sacado a las mujeres y a los niños. Llegaron allí los soldados, que iban disparando a todas las casas que no les abrían la puerta enseguida y, cuando les abrieron, sin preguntar nada, se pusieron a disparar. Él se salvó porque la bala no le alcanzó, pero se dejó caer como si le hubieren matado”, publicó la revista Stern.

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Las “Operaciones Limpieza” que realizó el somocismo en septiembre de 1978 no pasaron inadvertidas para la comunidad internacional. El día 21 los Estados Unidos urgieron a Somoza que disciplinara y controlara a sus fuerzas militares para “prevenir más sufrimientos y sangre innecesarios”.
“Hay acusaciones que van incrementando por esos actos”, subrayó el Departamento de Estado, el cual alentó a la CIDH para que investigara los hechos.
Y en el Congreso de los Estados Unidos se leyó una carta dirigida al presidente estadounidense Jimmy Carter a favor del régimen de Somoza. El régimen lo celebró en los medios oficialistas. Pero luego el Congreso cortó toda ayuda a Somoza, revelando de esa manera la verdadera posición que existía en el Congreso norteamericano respecto al gobierno somocista, avalada por 463 congresistas.
Por su parte, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial amenazaron con suspender la ayuda económica que prestaban a Nicaragua.
La Iglesia católica también se unía a las voces del exterior. El entonces arzobispo de Managua, Miguel Obando y Bravo, condenó los atropellos que se estaban cometiendo contra los sacerdotes y las muertes de la población civil.
A pesar de todas las condenas internacionales que Somoza recibía, él celebraba como triunfo las “Operaciones Limpieza” que había realizado en septiembre de 1978.
“La ofensiva de septiembre había terminado y la victoria era nuestra. Los cálculos más aproximados indicaban una proporción de bajas de 10 a 1. Es decir, que por cada una de nuestras pérdidas, las fuerzas revolucionarias habían sufrido 10. En esta ofensiva revolucionaria nos enfrentamos con un enemigo bien organizado... En contra de lo que dijo la prensa, este no era un esfuerzo espontáneo. Era una acción militar organizada y preparada para destruir el Gobierno de Nicaragua y acabar con Somoza”, dijo Somoza en Nicaragua Traicionada.

“Ahora es más criminal”
La “Operación Limpieza” que realizó el gobierno de Daniel Ortega, antes del 19 de julio pasado, especialmente en Monimbó, Masaya, es “más cruel y más criminal” que las que realizó Anastasio Somoza Debayle entre 1978 y 1979, considera el exguerrillero y general en retiro Hugo Torres.
Según Torres, mientras Somoza se enfrentaba a un grupo guerrillero armado, Ortega ha mandado a reprimir con armas de guerra a una ciudadanía que está realizando protestas cívicas y pacíficas.
Hugo Torres señala que Ortega está usando fuerzas oficiales, como la Policía, e ilegales, como los paramilitares, para reprimir a la población. “Lo de ahora es más grave. Se trata de un pueblo desarmado, cuyo único delito es exigir justicia, respeto a los derechos humanos y que haya democracia”, explica Torres.
En iguales términos se refirió el exguerrillero Moisés Hassan. “Esto (de 2018) es otra cosa. Hay una semejanza, pero la excepción es que en el 78 y en el 79 era un grupo armado”, dijo Hassan.
Para la excomandante guerrillera Mónica Baltodano, es importante señalar que hasta ahora Daniel Ortega no ha mostrado armas que hayan ocupado en los tranques, mientras que Somoza sí mostraba a los medios el armamento que le ocupaba al FSLN.
Baltodano explicó que en la actualidad hay líderes de los tranques que están siendo perseguidos y no denuncian los atropellos porque están atemorizados.
“La diferencia de antes es que era una insurrección armada y ahora la gente no tiene armas. Han mostrado unas imágenes ridículas de armas en las barricadas, que son solo morteros viejos”, dice Baltodano.
De acuerdo con los reportes periodísticos, en la crisis sociopolítica que vive Nicaragua desde abril pasado, la población autoconvocada ha salido a protestar a las calles con armas caseras, como morteros, tiradoras, miguelitos, palos, piedras e instalando tranques.
Mientras que las fuerzas gubernamentales están usando armas de guerra, desde el fusil de largo alcance SVD Dragunov, especial para francotiradores, hasta el AK-47 y el M-16.
“Operación Limpieza” hubo varias
La de septiembre de 1978 no fue la única “Operación Limpieza” que realizó el somocismo. La excomandante guerrillera Mónica Baltodano recuerda que el 21 de febrero de 1978 estalló una insurrección espontánea en Monimbó, Masaya, después de que la Guardia Nacional disparó contra manifestantes durante un acto en el que se celebraba el 44 aniversario del asesinato de Augusto C. Sandino.
La Guardia aniquiló la acción y luego comenzó una “Operación Limpieza”, aunque todavía no se le llamaba así, en la que murió Camilo Ortega Saavedra. Según Baltodano, Ortega no tuvo nada que ver con la insurrección de Monimbó, sino que en la operación la Guardia llegó de casualidad el 26 de septiembre a la casa de seguridad donde estaban Ortega y Arnoldo Quant. De acuerdo con Humberto Ortega, su hermano luchó, pero se le acabaron las municiones y fue capturado junto con Quant, trasladados en helicóptero y más tarde reportados como muertos en acción.
Baltodano recuerda también “Operaciones Limpieza” en febrero de 1979, en un hecho que se conoció como la masacre de El Calvario, cuando la Guardia mató a cinco jóvenes dentro de un templo en León.
Entre mayo y julio de 1979, casi al final de la guerra, la Guardia también realizó “Operaciones Limpieza”. Según el general en retiro Humberto Ortega, en junio, principalmente en los barrios orientales de Managua, para hacer la “Operación Limpieza” la Guardia utilizó a unos 2,000 efectivos y fuerzas élite que dirigía Anastasio Somoza Portocarrero. Esa sería una de las causas por las que posteriormente el Frente Sandinista (FSLN) realizó el repliegue hacia Masaya. La matanza fue seguida de persecución contra los jóvenes leoneses y que terminó con una gran cantidad de personas detenidas, heridas y desaparecidas.
Durante las “Operaciones Limpieza” de Somoza entre mayo y junio de 1979, miles de nicaragüenses tuvieron que huir Managua para escapar. La aviación somocista había bombardeado posiciones sandinistas y destruido las instalaciones del Diario LA PRENSA, único medio independiente en ese momento. Y en la Cruz Roja en Managua se alojaron a más de 10,000 refugiados.
En dichas operaciones, Somoza usó, además de tanques y tanquetas Sherman, a francotiradores aviones push and pull.