Como salido de una narconovela, a Nicaragua llegaron hace siete años un grupo de narcotraficantes
simulando ser periodistas de la cadena mexicana Televisa. No era la primera vez que cruzaban.
“Pero en el mero Las Manos los estaban esperando…”
Eduardo Cruz
A las 9:30 de mañana del 20 de agosto de 2012, llegaron al puesto fronterizo Las Manos, entre Honduras y Nicaragua, 18 mexicanos a bordo de seis camionetas tipo vans que tenían el logotipo de Televisa. 17 hombres y una mujer: Raquel Alatorre. Todos los varones vestían un chaleco, camisa de cuello color azul, con el logotipo de Televisa. Todos los pertrechos que portaban, como radios de comunicación, tenían también el logo de la televisora azteca.
Al principio, ninguno de los hombres bajó de las camionetas. Solo Alatorre, quien comenzó a realizar los trámites migratorios de todos.
Lo que no sabían los mexicanos en ese momento es que en Nicaragua, las autoridades ya los estaban esperando. Una noche antes, en la Policía de Nueva Segovia, se recibió una extraña llamada. El agente que atendió el teléfono escuchó la voz de un hombre: “Tengo una información muy valiosa, pero no te puedo dar mi nombre ni mi teléfono por seguridad de mi familia y mía. Solo te pido que verifiques lo que te voy a decir”.
Según la voz anónima, ese día, domingo 19 de agosto de 2012, a las 7:00 de la noche, en el hotel Presidente Intercontinental de Tegucigalpa, en Honduras, estuvieron reunidos 20 mexicanos y estaban hablando acerca de obtener información para desprestigiar al gobierno de Nicaragua.
Al día siguiente, salieron 10 agentes de la delegación policial de Ocotal hacia Las Manos y cuando llegaron, a las 10:00 de la mañana, vieron que los mexicanos “ya habían cruzado el área primaria de las instalaciones de Migración y Extranjería, ya en territorio nicaragüense”, según explicó un agente tiempo después en el juicio que se conoció como el caso de los “Falsos Televisa”, porque Raquel Alatorre se identificó ante las autoridades nicaragüenses como periodista de esa televisora mexicana y a sus compañeros como empleados de la misma.
Ha sido uno de los casos de narcotráfico más sonados en la historia de Nicaragua porque, además de que a los aztecas se les incautó más de 9.2 millones de dólares, todos los equipos que portaban, especialmente vehículos y equipo televisivo, estaban valorados en 744,400 dólares. Y en las vans se encontraron rastros de cocaína, la cual se habría trasladado en otros momentos.

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Raquel Alatorre sí existe y vive en México. Pero no es la Raquel Alatorre que llegó a Las Manos aquel 20 de agosto de 2012.
La Alatorre que llegó a Nicaragua, una mujer morena, de aproximadamente 1.70 metros de estatura, en realidad se llama Juana Raquel Alvarado Torres y, se sabría después, era de gustos costosos. Le gustaban las fiestas con bandas, montar caballos pura sangre y conducir un Porsche negro, placa JHY 3046, valorado aproximadamente en un millón y medio de pesos mexicanos.
Entre las varias propiedades que Alvarado Torres tenía en México, había una hacienda en el municipio de Teya, la que mandó a remodelar con acabados de lujo, caballerizas con aire acondicionado para resguardar sus equinos importados de Estados Unidos. Y se le conocieron muchos otros excesos.
Tal vez actuando en el papel que le correspondía o tal vez por su poder económico, aquella mañana del 20 de agosto de 2012, la supuesta Alatorre se bajó de una de las vans con altivez.

Un oficial de Migración nicaragüense la vio vestida con una camiseta azul, en la que portaba un gafete con el logotipo de Televisa y el nombre Raquel Alatorre. Le preguntó a dónde se dirigía pero ella, prepotente, le contestó que no le podía decir, que necesitaba la autorización de su jefe en México para poder hablar. Inmediatamente, otros oficiales le dijeron a Alatorre que era necesario que hablara, por lo que entró a una oficina para entrevistarse con el oficial al cual no le había querido hablar. Pidió disculpas.
“Le voy a decir la verdad. Venimos a Nicaragua a investigar a un ciudadano que está lavando dinero en el país”, dijo, porque anteriormente había explicado que llegaban a Nicaragua para realizar tomas de lugares turísticos.
Entre que intentaba realizar los trámites migratorios de su grupo y convencer a los oficiales nicaragüenses de que era periodista de Televisa, Alatorre (en realidad Alvarado Torres) hablaba constantemente por teléfono y daba instrucciones a sus compañeros, quienes le llamaban “licenciada”.
Cuando se le pidió que diera más detalles de la persona que andaban investigando, dijo que se llamaba Carlos, que era dueño de un supermercado, que se había enriquecido. Pero en ese momento comenzó a perder la paciencia y empezó a elevar el tono de voz: “¿Pero cómo es posible? Esto nunca me había sucedido en ningún puesto migratorio. No es la primera vez que yo vengo a Nicaragua. Yo soy licenciada y nunca me habían investigado como lo están haciendo ustedes ahorita. Estoy muy molesta”, dijo.
Y era verdad que no era la primera vez que llegaba a Nicaragua. Una de las gerentes del Holiday Inn, Eugenia Isabel Mejía, testificaría después en el juicio que en los archivos del hotel estaban registradas cuatro estadías a nombre de Televisa o de Raquel Alatorre. La primera vez había sido en noviembre del 2010 y la última el 6 de junio del 2012.
Aquel 20 de agosto fue duro tanto para los mexicanos como para los oficiales de Migración y de Policía. Los interrogatorios a los 18 mexicanos se extendieron hasta las 4:00 de la madrugada del día siguiente.
Durante todo ese tiempo, casi 19 horas de entrevistas, los vehículos permanecieron encendidos. La explicación que dieron los mexicanos es que no los podían apagar porque perdían la señal satelital que los conectaba con Televisa en México y no estaban autorizados para apagar los automotores. En todo ese lapso, Alatorre llamaba por teléfono a sus “jefes”, pero los oficiales nicaragüenses notaban “raro” que “nadie llamaba hablando por ellos”.
La otra curiosidad que llamó la atención de las autoridades nicaragüenses fue el mando que Alatorre ejercía sobre cada uno de los 17 mexicanos que la acompañaban. Si los oficiales le preguntaban algo a alguno de ellos, ninguno movía los labios hasta que Alatorre les daba una señal para que hablaran. “Ellos no se movían si no daba la orden”, narró un agente policial en el juicio.
Los mexicanos insistían en que los oficiales nicaragüenses no se acercaran a los equipos de televisión que estaban en las vans, porque valían cinco mil dólares cada uno y se dañaban con facilidad.
Y, para intimidar a los oficiales, los mexicanos comenzaron a grabarlos. “Los estamos grabando y estamos transmitiendo a México. Ahorita, en este momento, los están viendo a ustedes en México todo lo que nos están haciendo”, decía uno de los aztecas.
Lo mismo ocurrió cuando los oficiales realizaron la primera entrevista, que fue a Alatorre. Dijeron que querían grabar toda la entrevista. Para ese momento, y a pesar de que tenían información previa sobre ellos, los policías nicaragüenses no tenían como investigados a los mexicanos, sino que solo los tenían retenidos para verificaciones. Fue hasta la mañana del 21 de agosto que los policías recibieron orden de trasladar a los mexicanos a Managua, a la Dirección de Auxilio Judicial Nacional (DAJ), mejor conocido como el Chipote.
Fue hasta en la DAJ que los policías se dieron cuenta de que todo el tiempo los mexicanos los estuvieron vacilando con lo de las grabaciones y las transmisiones en vivo hacia México, vía satélite.
El ingeniero de Telcor, Manuel Oporta, indicó que una de las vans estaba valorada en 25 mil dólares y que el equipo televisivo valía unos 50 mil dólares, para un total de 75 mil dólares. Otra de las vans, que tenía antena parabólica, estaba valorada con todo y equipo televisivo en 250 mil dólares. Otra 150 mil dólares. En total, las seis vans con los equipos de televisión tenían un costo total de 744,400 dólares.
Cuando se valoraron técnicamente los equipos de televisión se comprobó que no tenían capacidad para transmitir vía satélite. Todo era disfraz.
“Había dos cámaras para televisión... No encontré equipos de enlace externos. Las dos antenas satelitales están instaladas con motor automático pero no está el codificador, que es para realizar el enlace, eso no está en ningún vehículo, lo que significa que había antena satelital, pero no había forma de enviar al satélite”, explicó Oporta en el juicio.
Oporta también determinó que los equipos de televisión no eran nuevos. “Los equipos tenían mediano uso, estaban usados”, dijo.
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Para trasladar a los 18 mexicanos del puesto fronterizo Las Manos hacia Managua, los policías alegaron que por ser un equipo periodístico de Televisa, les iban a escoltar. Alatorre estuvo de acuerdo.
Antes de que Alatorre estuviera de acuerdo, hubo un obstáculo. Cuando los policías les pidieron a los 17 mexicanos que subieran a las vans porque iban a partir, se negaron a entrar en los vehículos. Lo hicieron hasta que Alatorre se los ordenó. “Yo me quedé asombrado, que la señora (Alatorre) hizo seña al grupo e inmediatamente ellos subieron a los vehículos. Si ella se detenía, ellos la obedecían”.
En el camino, Alatorre comenzó a alabar a la Policía de Nicaragua. “Esta es una de las policías más seguras de Centroamérica”, expresó, al tiempo que afirmaba que estaban dispuestos a acatar lo que dijera la Policía. Luego comenzó a contar cosas sobre su trabajo como periodista y que su director era Joaquín López Dóriga. Mostró una carta del director de Información Nacional de México de Televisa, con firma y sello.
De Las Manos salieron el 21 de agosto y llegaron a Managua cerca de las 11:00 de la noche de ese día.
Como las vans andaban sin combustible, pasaron por una gasolinera en Ocotal. Allí estuvieron un buen rato y tomaron bebidas gaseosas. Igual hicieron en Estelí, donde, además de gaseosas, compraron jugos. Al llegar a Managua, pidieron que se les llevara al hotel Holiday Inn.

Los policías accedieron a que los mexicanos se fueran al hotel, pero las vans iban a quedar resguardadas en la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), el Chipote. Los mexicanos estuvieron de acuerdo. Las vans quedaron enllavadas y Alatorre se llevó las llaves.
Al llegar al hotel, ya era en la madrugada del 22 de agosto de 2012. Alatorre pidió nueve habitaciones, a 150 dólares cada una y ella pagó en efectivo. Luis Enrique Rocha, recepcionista del hotel, testificaría después que en otra ocasión él ya había atendido a Alatorre, quien entregó 1,400 dólares en pago. “Ni el cambio pidió”, indicó Rocha.
Ese mismo día, la Policía, que consideraba que todavía no tenía un motivo sólido para detener a los mexicanos, solicitó a la embajada de México en Nicaragua que constatara si en realidad los sospechosos eran trabajadores de Televisa.
Al día siguiente, 23, la embajada mexicana respondió. Ninguno de los 18 mexicanos retenidos eran empleados de Televisa en México. La Policía nicaragüense, aún con la respuesta de la embajada, todavía tenía una “duda” para proceder a la detención y se le pide a la Dirección de Migración y Extranjería que los 18 queden a la orden de la Dirección de Auxilio Judicial.
Mientras eso ocurrió, Alatorre llamaba y llamaba sin éxito a sus “jefes”, como decía ella. Los policías le dieron hasta las 7:00 de la noche para que sus superiores respondieran o para que alguien de Televisa llamara o se personara para responder por ellos. La respuesta de los “jefes” nunca llegó.
Los policías procedieron a poner bajo arresto a los mexicanos y a las 11:45 de la noche de ese 23 de agosto comenzaron a inspeccionar las seis vans en que se movilizaban los aztecas.
Fue hasta entonces que los policías se percataron de por qué los mexicanos no querían que nadie se acercara a los equipos de televisión que estaban dentro de las vans. En la primera camioneta revisada, encontraron debajo de una consola el ingreso a una caleta con cajas que contenían unas bolsas plásticas para empacar al vacío y una bolsa plástica con dinero en efectivo.
En tres de las seis camionetas vans los policías hallaron dólares. En total fueron extraídos 23 bolsos de color negro, repletos con dinero, en denominaciones principalmente de 10 y 20 dólares. El monto total de lo encontrado fue 9,255,631 dólares. Para poder contar esa cantidad, la Policía tuvo que auxiliarse con personal bancario. Ese dinero los mexicanos no lo reportaron en el puesto fronterizo Las Manos, lo cual ya era otro delito.
Eso no fue todo. En cuatro de las seis camionetas los policías encontraron partículas de cocaína y con eso concluyeron que en las vans no solo se transportó dinero en esa ocasión, sino que en otras oportunidades los vehículos también fueron utilizados para transportar drogas y, según se determinó científicamente, la última vez había sido el 10 de junio de 2012.
Además, las bolsas plásticas para empacar al vacío y unas máquinas eléctricas para sellar, las ocupaban para “curar” los paquetes de droga, ya que dentro de las bolsas colocaban aditivos para que los perros policías no detectaran la misma.

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La “novela” de los falsos Televisa se terminó en Nicaragua el 23 de diciembre de 2013, cuando, por medio de un convenio entre Nicaragua y México, los 18 mexicanos fueron trasladados a México para cumplir condena en su país de origen.
La Fiscalía los había acusado por lavado de dinero y narcotráfico, y un juez de primera instancia los había condenado a la pena máxima, 30 años de cárcel, pero en el Tribunal de Apelaciones de Managua les redujeron las condenas a 18 años.
Raquel Alatorre Correa, o más bien Juana Raquel Alvarado Torres, quien fue conocida como la Reina de las Vans, fue trasladada ese mismo 23 de diciembre a un penal federal en el estado de Nayarit, según medios mexicanos. Se trata del mismo penal de mujeres de “alta peligrosidad”, en el que fue recluida Sandra Ávila Beltrán, la Reina del Pacífico. El resto de sus compañeros fueron trasladados a los sistemas penitenciarios de Jalisco y Tamaulipas.

Siempre en el Chipote
Raquel Alatorre permaneció en Nicaragua casi siempre en las cárceles de la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), mejor conocido como el Chipote.
Su estadía en ese hostil lugar dependía de la construcción de un módulo especial de máxima seguridad para privados de libertad por problemas de narcotráfico en la cárcel La Modelo, de Tipitapa.
El alegato de las autoridades nicaragüenses para no remitir a Alatorre a una cárcel del Sistema Penitenciario Nacional, donde van todos los condenados, era porque no querían mezclarla con las presas comunes nicaragüenses que no tienen ese nivel de responsabilidad en el narcotráfico, como el que tenía la mexicana.

Bienes repartidos
La Corte Suprema de Justicia (CSJ) informó que los más de nueve millones de dólares incautados a la banda de los falsos Televisa fueron depositados en una cuenta del Banco Central de Nicaragua (BCN), fondos que luego fueron transferidos al Sistema Penitenciario Nacional (SPN), a través del Ministerio de Gobernación, por orden de Daniel Ortega, para construir nuevas infraestructuras carcelarias en el país.
Luego se conoció que se construyeron dos centros penitenciarios, uno de mujeres en Managua y otro en Bluefields. “Esta es una inversión que se ha hecho del dinero incautado del narcotráfico”, Rosario Murillo en 2014. Según el gobierno, las dos cárceles costaron 3.8 millones de dólares.
La CSJ también detalló que las seis vans fueron entregadas a instituciones del Estado. Dos al Ejército de Nicaragua, una a la Policía Nacional, dos al Sistema Penitenciario y una al Canal 6 del Estado.
Sobre los equipos de televisión se informó que eran obsoletos.
