La muerte del Poeta Carpintero

Reportaje - 12.07.2015
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Desde el periódico y la radio, Pedro Pablo Espinoza Monterrey defendió a capa y espada los intereses de la dictadura de los Somoza. El Poeta Carpintero fue ejecutado en plena insurrección sandinista y el eco de su muerte persiste hasta estos días

Por Amalia del Cid

Hubo en Managua un hombre a quien todos conocían como Poeta Carpintero. No era alto ni demasiado bajo. Ni flaco ni fornido. Ni guapo ni feo. Tenía el pelo oscuro y la piel morena, y si algo destacaba en él eran sus gruesos lentes de miope y el maletín de intelectual que llevaba a todos lados. Se llamaba Pedro Pablo Espinoza Monterrey y lo cierto es que no era carpintero. Pero sí fue poeta, bohemio, periodista y gran defensor de los Somoza en una época en que era muy mala idea ser defensor de los Somoza.

Fue ejecutado por guerrilleros sandinistas el 13 de junio de 1979, en plena insurrección nacional. En aquellos días la capital era zona de guerra, con barricadas en las calles y francotiradores en los techos de las casas. La noticia de su muerte se supo a través de las radios y en semanas posteriores la comentaban hasta en las cárceles, cuando ya Anastasio Somoza Debayle había huido del país y en Nicaragua se acomodaba “el nuevo Gobierno Revolucionario”, con sus héroes y sus prisioneros.

Dicen que el poeta fue quemado vivo entre llantas de vehículos. Que no, que primero le dispararon en la frente y luego incendiaron su cuerpo. Que en realidad solo lo enterraron. Que lo torturaron. Que no lo torturaron. En cada artículo, libro y memoria, hay una distinta versión sobre su muerte. Y un culpable diferente.

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Imagine que son los años sesenta. Están de moda los Beatles y Managua todavía tiene centro. Es una ciudad ordenada y no la locura de hoy día. Tiene edificios altos y vistosos, y calles numeradas que dividen la ciudad en bloquecitos simétricos. Cerca de la Escuela Nacional de Bellas Artes y del antiguo edificio del Diario La Prensa, hay un amplio salón con barra, patio interior y mesas que los clientes juntan para armar tertulias. Hay pintores, escultores y poetas que los lunes entregan versos a Pablo Antonio Cuadra (PAC) con la esperanza de que pasen su riguroso filtro y sean publicados en la Literaria. Beben agua y café, fuman, ríen, conversan, discuten y cometen “abusos verbales” que espantan a “los más sensibles”. Esta es la famosa Cafetería La India en los recuerdos del poeta y crítico de cine Franklin Caldera.

A esa cafetería llegaba de vez en cuando el Poeta Carpintero con su pelo engominado. En esta época, a finales de los sesenta, ya era conocido como adepto de Somoza y se sabía que en su casa se celebraban cumpleaños de somocistas, por eso en La India “le hacían el vacío”. Todo el tiempo estaba intentando reunir firmas y repartiendo volantes para animar a los otros poetas “a formar un grupo con él, pero nadie le hacía caso”. “Nunca se sentó en la mesa donde nos sentábamos los poetas que llegábamos todos los días”, asegura Caldera, quien fue parte de la Generación del 60.

Pedro Pablo era alegre, platicador y vestía sencillo, con pantalones de mezclilla o de dril y camisas mangas cortas, recuerda el historiador Bayardo Cuadra, quien trabajaba cerca de La India. Si no fuera por su maletín, siempre lleno de papeles, podía parecer un obrero y no el poeta que años atrás PAC presentó en las codiciadas páginas de La Prensa Literaria. El mismo que Ernesto Cardenal recomendó en 1963 a Sergio Mondragón, editor de la revista El Corno Emplumado, en una carta que lo describía así:

“... Auténtico surrealista y también un verdadero poeta beat. Totalmente inconsciente. No tiene absolutamente ninguna cultura, ni siquiera ortografía; suelen corregírsela cuando publica; si no se la corrigen escribe con una ortografía también surrealista”.

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Algunos lo describen como un hombre alegre, parlanchín y bohemio como pocos.

Pero ahora el Poeta Carpintero no solo hacía poemas, sino también redactaba por encargo “loas al gobierno y a los ministros”, comenta Cuadra. “Descubrió algunos beneficios de la militancia política y se convirtió al somocismo. Practicó el periodismo literario y recibió favores de políticos y ministerios para sobrevivir”, apunta el historiador Nicolás López Maltez. “Cuando Pablo Antonio Cuadra le dio un cierto nombre, fue comprado por el somocismo. Empezó a hacer publicaciones de carácter político, en Novedades. Estalla la insurrección en Managua y para mala suerte de este tipo, sin mayor trascendencia, fue capturado por alguien en Managua”, agrega Moisés Hassan.

Ahora crítico del gobierno sandinista, Hassan era uno de los jefes del Frente Interno y a él se le atribuyó la muerte del poeta poco después de la ejecución. Es una muerte públicamente aceptada por el Frente Sandinista. Aparece, apenas mencionada, en el libro Un pueblo en armas, del comandante Carlos Núñez Téllez: “El miércoles 13 nos abocamos a cumplir una serie de tareas relacionadas con el lugar en donde nos encontramos acuartelados y a reconocer algunas de las líneas de combate; ya para ese momento habían sido capturados y ejecutados en el acto el ‘Poeta Carpintero’ y el administrador general de Aduanas”.

Hassan niega toda participación en la ejecución, y no es amable cuando habla de Pedro Pablo. “Era un pobre diablo al que le quiso sacar provecho el somocismo”, dice.

Para Caldera, sin embargo, por encima de sus inclinaciones políticas era “un poeta nato, muy profundo en sus visiones”, aunque “casi todos sus poemas se pierden ocasionalmente en versos que no tienen mucha ilación”. Escribía por instinto, como alguna vez dijo PAC. Y era “un poeta de expresión sencilla y luminosa”, que cautivaba “por sus imágenes limpias”, como expresó en aquel tiempo el escritor venezolano Carlos Noguera.

Este es el poema XXXI, que trata dos temas universales: el tiempo y la melancolía. Apareció en Martillo: Poemas de un carpintero, un cuadernillo de seis páginas publicado en septiembre de 1962.

“En el aposento, pasamos más tiempo...

Gimiendo en el seno

de la madre...

Llorando en el seno de

la esposa...

¡Qué delicia nos deja la melancólica

luz por la ventana!... ¡Como la gota

que cayó de mis ojos!”.

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Pedro Pablo Espinoza Monterrey nació en la ciudad de Diriamba, Carazo, el 29 de junio de 1929, en una familia muy católica. Fue el mayor de los cinco hijos de Juan Román Espinoza, maestro de obras, y Josefa Monterrey, ama de casa. No pudo llegar a la secundaria porque desde pequeño su padre lo puso a trabajar como albañil. “Había problemas económicos. Al haber tanto chamaco, en esos tiempos, los años treinta, al hijo mayor el papá lo mandaba a chambear para que trajera lana a la casa”, cuenta Juan Manuel Espinoza Cuadra, hijo del poeta. Es catedrático universitario y desde 1997 vive en México.

Cuando Pedro Pablo era todavía adolescente, su familia se mudó a Managua y se instaló cerca de lo que hoy se conoce como La Caimana, en el sector del Gancho de Caminos, en el Mercado Oriental. Por ahí conoció a Bertha Cuadra, joven morena, de rostro amplio y ojos redondos y pequeñitos, quien sería la madre de Juan Manuel.

Aunque Bertha fue uno de sus grandes amores, estuvo lejos de ser el único. A ella le dedicó el libro Tu semilla, tu semilla, tu semilla, esposa mía, tras su muerte en el terremoto de 1972. Pero en otra, se dice que en Dalia Barrera, con quien no tuvo descendencia, se inspiró para escribir su novela corta Mi mujer es una prostituta, de 1968. A Pedro Pablo se le conocen seis hijos, cuatro hombres y dos mujeres, de tres distintas madres.

“El término bohemio le queda bien. Era un bandidín. Alcohol, parrandas, trasnochadas y viejas”, reconoce Juan Manuel, riendo un poco al pensar en los trotes de su papá. “Era un cuate muy agradable”, dice. “Muy jovial, ni agresivo ni violento. Tenía mucho carisma, por eso tuvo tanta vieja”.

¿Y por qué le decían Poeta Carpintero? ¿Era ebanista? Juan Manuel ríe de nuevo. Aclara que no. Que el famoso mote se origina en una historia curiosa: De joven Pedro Pablo tuvo una cantina a la que llegaban carpinteros. Pasó que uno de ellos se endeudó y le pagó con su carpintería. “Llegó y ahí estaban los trabajadores. No tenían absolutamente nada de material, él compró y la trabajó, pero carpintero no era. Haga de cuentas de que por la misma vida de bohemio que llevaba trasladó la cantina a la carpintería y la carpintería a la cantina. Hizo un binomio ahí, bastante raro”.

Pese a su vida desordenada, su padre fue responsable, preocupado por la educación de sus hijos, afirma Juan Manuel. A él, por ejemplo, lo puso a estudiar en La Salle, que en aquel tiempo “era un colegio muy caro”. Y entre las responsabilidades, las parrandas y sus “varias concubinas”, el poeta sacó cuentas y “tuvo que irse por la parte económica”. “Tuvo que pensar en el bienestar de su familia, hacerle la barba a Somoza, empezar a hablar bien del gobierno”, sostiene su hijo. Recuerda que a él y sus hermanos los llevaba a Novedades, a Radio Reloj, a Radio Mundial, desde donde defendía al Gobierno.

“Tenía un programa radial mediante el cual atacaba furibundamente a sindicalistas, al Frente Sandinista, y a todos aquellos que osaban ser opositores al régimen somocista, sanguinario y genocida. Incluso atacaba a funcionarios del régimen porque según él no defendían como debían a Anastasio Somoza y a la Guardia Nacional”, asegura el periodista Pablo Emilio Barreto.

Barreto cree que Pedro Pablo era un “sujeto despreciable”. Moisés Hassan considera que era “un hombre absolutamente insignificante que escribía un poco de tonterías”. Para Juan Manuel es simplemente “papá”. “Todos los domingos tenía dos horas de programa, que se llamaba Punto y Coma. Emitía opiniones a favor del gobierno de Somoza, pero por eso no te mandan a asesinar... Fustigaba con mucha vehemencia a los sandinistas, pero hubo gente que hizo cosas peores y no los mataron”, reflexiona. A la fecha, dice, no sabe de qué lo acusaron los sandinistas.

Todavía no supera la muerte de su padre. “Me hubiera gustado que tuviera el derecho de morirse cuando le tocara. Nadie tiene el derecho de arrebatarle la vida a otra persona. Y si tenía algo que pagar, ¿por qué no lo probaron y lo metieron a la cárcel?”, pregunta.

Para Bayardo Cuadra, la ejecución de Pedro Pablo fue “algo injusto”, porque era somocista, pero no era un combatiente.

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Pedro Pablo con sus hijos, en una foto tomada en enero de 1979. De izquierda a derecha: Sergio Espinoza Parrales, Pablo Martín Espinoza Vallejos, Esvetlana Espinoza Vallejos, Juan Manuel Espinoza Cuadra y Pedro Pablo Espinoza Parrales. Solo falta Paola Espinoza Vallejos, quien nació después de la muerte del poeta.

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“Ha amanecido / allí en el patio la tierra tiene olor, / las tejas su color de barro revivido / fíjate, lo verde y lo azul en Junio son / los colores de Dios”. Este es uno de los epigramas que incluyó en su obra Martillo: poemas de un carpintero. Así era junio para Pedro Pablo. El mes de su nacimiento. El mes de su ejecución. Lo mataron 16 días antes de su cumpleaños número 50.

El 27 de ese junio, el de 1979, los sandinistas salieron de Managua para replegarse a Masaya, y Pedro Pablo Espinoza Parrales, el hijo mayor del poeta, aprovechó el momento para escurrirse a la casa donde vivían Juan Manuel, entonces de 13 años, y su tía Matilde Cuadra.

Llevaban días sin poder salir y no tenían ni qué comer cuando apareció Pedro Pablo (hijo). “Yo sabía que había pasado algo, por la forma en que me vio”, recuerda Juan Manuel. “Me quedó viendo, se puso a llorar, y me dijo: Mataron al viejo”.

Le contó que su padre había muerto el 13 de junio. Que los sandinistas lo sacaron de su oficina y lo llevaron al Reparto El Dorado, donde lo fusilaron con un balazo en la frente y luego “le echaron combustible y le pegaron fuego”. Que de alguna manera él y Dalia Barrera llegaron a sofocar las llamas y se llevaron el cuerpo. Que el cuerpo tenía golpes, rastros de que había habido “mucha saña”, y se estaba descomponiendo muy rápido. Que consiguieron un ataúd y lo sepultaron en el Cementerio Oriental.

Y esa es la versión que Juan Manuel cuenta hasta estos días. Pero hay otra, sádica y terrible, que apunta a que Pedro Pablo Espinoza Monterrey fue quemado vivo, esta es la que conocen y sostienen los historiadores Nicolás López Maltez y Jorge Eduardo Arellano.

“Fue quemado vivo junto con el doctor Rafael Saavedra, director general de Aduanas. Desde entonces se atribuyó la responsabilidad de los asesinatos por quema viva al doctor Moisés Hassan, uno de los jefes del Frente Interno... Los civiles testigos que se salvaron de morir en los barrios orientales, como el doctor Raymundo Romero Chávez y otros, fueron encarcelados el 19 de julio y días subsiguientes, entre los encarcelados estaba yo, y todos relataron la muerte de Pedro Pablo Espinoza, quemado vivo, metido entre llantas”, asegura López Maltez.

En esos días se regó la noticia de que Hassan había dado la orden de la ejecución, aunque posteriormente, según el documento Farsa Titiritera (2005), de Alejandro Bolaños Geyer, la responsabilidad se le atribuyó al guerrillero Iván García.

También se ha señalado a Walter Ferretti, quien fue jefe de la Columna Móvil Óscar Pérez Cassar, conocida como “Caza-perros”. Juan Manuel está seguro de que fue él. “Me lo confesó un periodista que se llamaba Ignacio Briones”, dice. Pero Moisés Hassan afirma que Ferretti nada tuvo que ver.

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Hassan se hunde en un sofá de su sala. Cruza las piernas, sonríe, saluda y empieza a contar su versión de la historia. Un jefe de escuadra “llamado Iván”, “un tipo de esos psicóticos que andaban peleando dentro de las filas del Frente, capturó a Pedro Pablo y lo asesinó en nombre de que estaba asesinando a un esbirro somocista”. Luego el somocismo, dice, trató de aprovechar que el poeta tenía cierto “nombrecito”, achacándole su muerte a él. A Hassan.

Moises Hassan
Moisés Hassan fue acusado de ser responsable de la ejecución del Poeta Carpintero. Él lo niega rotundamente.

“La única persona que tenía cierta proyección de las que estábamos ahí era yo. Decidieron decir: asesinaron al ‘Poeta Carpintero’ y quien lo asesinó fue Moisés Hassan”, sostiene. “Al Cuartel General nos llegó la noticia de que alguien de los nuestros había ejecutado, ajusticiado, asesinado, al ‘Poeta Carpintero’... Yo lo que sé es que le pegaron un tiro, dudo mucho que lo hayan torturado. No vería justificación de ninguna manera”.

Tampoco cree que lo hayan quemado vivo. “Obviamente eso jamás habría sido tolerado. Creo que fue un acto rápido. Sean cuales fueran las motivaciones de este hombre psicótico, por razones políticas, personales o una mezcla de las dos, lo capturó con ayuda de tres, cuatro o cinco hombres, se lo llevaron a algún lugar menos público y ahí lo mataron”. Fue en El Dorado, dice. “En alguna calle, algún rinconcito, jamás en el cuartel”.

“Sí se fusiló gente que tenía un peso dentro de la guerra, hombres que combatían como francotiradores, disparándote un tiro, ni siquiera frente a frente. Me preguntaban: ‘¿Hay que fusilarlos?’ Sí hay que fusilarlos. Ningún problema. No a un pobre diablo que no representaba nada, nada, nada militarmente, ninguna amenaza”, agrega. Con todo, no hubo consecuencias para el hombre que mató a Pedro Pablo. Al fin y al cabo, era la guerra. “No podés introducir eso en tus filas en un momento en que te está bombardeando la Guardia, que estás sitiado”.

También descarta la participación de Walter Ferretti: “Walter era un hombre disciplinado, no era un comemierda como este Iván. Un tipo de la altura de él, el guerrillero más valiente que yo conocí, era un hombre que mataba combatiendo. No era un acto que honrara a nadie ir a matar a un pobre diablo que no hacía más que escribir las cochinadas que escribía”.

Sin embargo, una fuente que solicitó se omitiera su nombre, afirma que no fue un acto tan espontáneo, que hubo un juicio sumario, que Pedro Pablo lloró y “a última hora quiso congraciarse con los sandinistas”, pero que estos consideraron conveniente fusilarlo.

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Este 29 de junio Juan Manuel subió una foto a su perfil personal en la red social Facebook. Es una imagen en sepia y en ella ríe Pedro Pablo, con los brazos extendidos y las piernas ligeramente flexionadas, como si estuviera bailando. “Feliz cumpleaños, papá... Donde sea que estés”, escribió su hijo. A 35 años de la muerte del Poeta Carpintero solo quedan unas cuantas fotos, recortes de periódicos, rumores y poemas que para algunos son muy malos y para otros magníficos.

Están en bibliotecas públicas y privadas. Y a través de ellos aún pueden percibirse las voces de Pedro Pablo. A veces es la del somocista que llama “padre adoptivo” a Luis Manuel Debayle y “soldado de la paz” a Anastasio Somoza Debayle, responsable de la masacre del 22 de enero de 1967, cuando la Guardia Nacional abrió fuego sobre opositores que se manifestaban contra la dictadura y dejó más de 300 muertos. Pero otras es solo la voz de un poeta, y desde las páginas amarillentas de sus libros, dice cosas como: “Muchacho/ se te pegó el pantalón en el clavo./ Se te rompió./ Llévalo a tu madre para que lo zurza./ En premio dale un/ beso en las rayitas de la frente”. Y declara: “En todas partes hay canallas... Como poeta estoy con la belleza y no con el terror y la lágrima, soy imbécil, pero canto”.

El ingeniero Juan Manuel Espinoza Cuadra, hijo del “Poeta Carpintero”, vive en México y tiene 49 años de edad. En los años ochenta, después de la ejecución de su padre, tuvo que hacer el Servicio Militar Patriótico.
El ingeniero Juan Manuel Espinoza Cuadra, hijo del Poeta Carpintero, vive en México y tiene 49 años de edad. En los años ochenta, después de la ejecución de su padre, tuvo que hacer el Servicio Militar Patriótico.

Los poemas del “carpintero”

Entre la obra de Pedro Pablo Espinoza Monterrey están los poemarios Martillo: Poemas de un carpintero, Poemas raros y Poemas de Colochos. También un homenaje a Bertha Cuadra: Tu semilla, tu semilla, tu semilla, esposa mía. Y una pequeña novela: Mi mujer es una prostituta. Esta última y Poemas de Colochos, que fue reproducido en el extranjero, son sus publicaciones más conocidas.

Pedro Pablo “fue incluido en la antología de poesía nicaragüense que Ernesto Cardenal publicó originalmente en Cuba (1973) y luego en Argentina (1978). Hubo una edición en los 80 siempre con Pedro Pablo incluido, pero fue eliminado (igual que los hermanos Santos) de la edición de 1998, titulada Flor y Canto”, apunta Franklin Caldera, poeta y crítico de cine.

A él le gusta el poema 98 de Poemas raros: “Qué pálido está el sol, qué sed, / ¿qué hacer? / Es la cosa que late detrás de cada cosa / en un minuto, entre el viento y el grito. / Carcajadas detrás de las carcajadas...”

Pedro Pablo y Pablo Antonio

En Nicaragua se empezó a escuchar de Pedro Pablo Espinoza Monterrey cuando su nombre apareció en La Prensa Literaria, a cargo del periodista Pablo Antonio Cuadra, a quien se atribuye el haberlo bautizado como Poeta Carpintero.

Juan Manuel Espinoza Cuadra, hijo de Pedro Pablo con Bertha Cuadra, asegura que el poeta conoció al periodista gracias a que este era primo de Bertha. “Pablo Antonio Cuadra es mi tío en segundo grado. Mi papá se conoció con él por mi familia materna. Le dijo: ‘A ver, traeme lo que escribís’ y de ahí vino todo”, cuenta.

El Poeta Carpintero de Managua, es decir Pedro Pablo, no debe ser confundido con el Poeta Carpintero de Granada, Raúl Xavier García, quien falleció en octubre de 2013, a los 82 años de edad.

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