Irela Carolina Iglesias decidió socorrer a los jóvenes que perdieron sus ojos por la represión de abril 2018. De cariño le dicen “doctora” y para algunos ha sido su “ángel de la guarda”.
Por Ana Cruz
Pedro Gaitán López, de 25 años, decidió bautizar a su pequeña hija “Irela Carolina” en honor a la mujer que se le acercó en uno de los momentos más dolorosos de su vida y que, según dice, se convirtió en su “ángel de la guarda”. Era abril de 2018, poco después de que estallaran las protestas contra el régimen de Ortega y él esperaba turno en el Centro Nacional de Oftalmología (Cenao) con su ojo derecho vaciado por la metralla con que la Policía reprimió a quienes protestaban.
El 19 de abril de 2018, Gaitán salió apresurado hacia su casa en Monimbó, Masaya, donde se encontraban su abuelita, su esposa embarazada y su hija, porque escuchó el ataque que sufrían manifestantes que protestaban contra el régimen de Ortega.
“Llegué a mi casa y veo cómo la calle está invadida de gases lacrimógenos que tiraba la Policía a chavalos que estaban protestando. Entré a mi casa y veo que mi abuelita se está asfixiando por el humo de esas bombas. La agarré y me la llevé al fondo de la casa”, relató Gaitán.
El disgusto y molestia que le generó ver a su familia y amigos del barrio asfixiándose por los gases lacrimógenos movió la solidaridad de Gaitán, que empezó a ofrecer baldes con agua a los manifestantes y minutos más tarde, en un intento por asistir a un herido, se acercó a uno de los puntos donde policías estaban disparando a los manifestantes.
“A una cuadra de mi casa veo que le dan a un chavalo. Está en el suelo. Me acerqué y le pregunté qué le pasó. Me dijo que le dieron en el pie, agaché la cabeza para ver dónde estaba herido, pero en eso escuché ráfagas, levanté la cabeza y en cuestión de segundos siento que me pegan. Algo caliente me pegó en la ceja y la vista se me tornó roja. El impacto fue tan grande que sentí que me dolió hasta el alma”, recordó Gaitán.
En los pasillos del Cenao encontró a otros ocho muchachos más en su misma condición y fue ahí donde vio entrar a la mujer que se le acercó, le ofreció llevarlo a su casa e incluirlo en su plan de búsqueda de fondos para prótesis.
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Quienes la conocen la describen como una mujer honesta, comprometida y filántropa, pues desde siempre ha demostrado su amor desinteresado por ayudar a los demás. Irela Iglesias, hoy de 43 años, es conocida como la “doctora”, la “madrina” y hasta la “mamá”, luego de apoyar a 37 manifestantes a los que, violentamente, les apagaron la mitad de su vista durante la represión gubernamental que inició en abril de 2018.
Iglesias es administradora de empresas con mención en Banca y Finanzas, aunque ha aceptado que los beneficiarios de la ayuda que brinda le llamen “doctora”. Es oriunda de Granada, pero la mitad de su vida la ha pasado en Managua, donde ahora decidió emprender un nuevo camino, esta vez para ayudar a los demás.
La “doctora” mostró su pasión por ayudar desde que estudiaba primaria en el Colegio María Auxiliadora, de Granada. Sus padres, Ignacio Iglesias y Maritza Alemán, fueron los primeros en apoyar ese sentimiento de solidaridad que desde niña mostró, permitiéndole integrarse en actividades donde podría ayudar a los que más lo necesitaran.
Recuerda que durante su niñez participaba en un grupo organizado por la Iglesia católica llamado Legión de María, donde empezó a dar sus primeras muestras de amor por ayudar a los demás.
La “doctora” detalló que en ese grupo les permitían escoger una actividad para realizar los domingos, por lo que ella siempre elegía ir a visitar el hogar de ancianos La Providencia, en Granada.
“Mi debilidad siempre han sido los viejitos y los niños, entonces prefería ir a ver a los ancianitos. Llevaba pinturas para las viejitas, las peinaba y llevaba música para animar el ambiente”, rememoró Iglesias.
Iglesias afirma que si no fuera administradora de empresas, probablemente habría sido doctora, pero con una especialidad que le permitiera trabajar con niños.
“Recuerdo que de pequeña me encantaba jugar a ser doctora, pero al final terminé por decidirme a estudiar Administración de Empresas porque vi que me gustaba tener lo propio y administrar lo mío. Una de mis metas era tener mi propio negocio”, comentó la ahora “doctora” de vocación.

El 14 de enero de 2014, doce años después de haberse graduado como administradora de empresas en la Universidad Centroamericana (UCA), Iglesias logró cumplir una de sus metas. Inauguró su propio negocio y lo nombró Salone Di Bianco.
“El primer año y medio en mi negocio fue difícil porque se trataba de conformar un buen equipo, de darlo a conocer. Yo no soy estilista y dependía de mi equipo, entonces cuando encontré un equipo sólido, eficiente y con mi aporte en la atención personalizada todo empezó a mejorar y crecer”, detalló Iglesias.
Trabajó duro para hacer crecer su negocio, mantener su hogar y encargarse de sus dos hijos, pero no abandonó su vocación de ayudar a los demás.
Iglesias también le propuso a sus trabajadores ir hasta los asilos de ancianos, voluntariamente, para cortar el cabello, hacer manicura, pedicura y tinte. Así empezó a ir semestral y anualmente a visitar ambos asilos.
“Inicié llevando cierta ayuda y me hacía acompañar por los colaboradores del salón que iban voluntariamente, pero maravillosamente cada año fue creciendo la ayuda. Se me unieron amistades y amistades de mis amistades”, aseguró Iglesias.
El aumento de esa solidaridad entre sus amigos y parientes hizo que Iglesias decidiera extender su ayuda con dos visitas anuales al Hospital Manuel de Jesús Rivera de Managua, conocido como La Mascota.
La satisfacción que sentía al ver a otros felices hizo que empezara a germinar en Iglesias la idea de poner una un asilo de ancianos o una fundación desde la que pudiera conseguirles ayuda a los más necesitados.
“Pensaba en la posibilidad de crear un asilo o una fundación, entonces, sucedió que varios viejitos de Carretera Sur se me murieron. Recuerdo que una amiga, que fue la primera que me acompañó a ayudar en ese lugar, me decía que mejor hiciera una fundación porque si yo hacía un asilo de ancianos iba a llorar por cada viejito que se me fuera muriendo”, comentó Iglesias.
Sin embargo, como el negocio iba bien, estaba permanentemente ocupada, tenía clientes de todos los departamentos del país y la ubicación en la Pista Jean Paul Genie en Managua le venía bien, la idea de una fundación no terminó de completarse.
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E l 19 de abril de 2018 Irela Iglesias se encontraba en su hogar en Managua alistándose para irse a trabajar a su Salone Di Bianco cuando se enteró, a través de las redes sociales, que el joven Roberto Rizo, estudiante de la Universidad Nacional Agraria (UNA), había sido herido en el ojo izquierdo por policías que reprimieron una de las tantas protestas desatadas contra el régimen de Daniel Ortega desde el 18 de abril de 2018.
“Cuando vi las imágenes de Roberto, inmediatamente se me vino a la cabeza la imagen de mi hijo, que en ese entonces tenía 18 años. Roberto solo era un muchachito que protestaba y estudiaba veterinaria en la UNA, entonces me indignó que lo lastimaran y empecé a ver cómo ayudarlo”, recordó la “doctora”.
Iglesias preguntó por Rizo en las redes sociales y, afortunadamente, 24 horas después alguien le dio el contacto. Le llamó, se presentó y le preguntó dónde se encontraba, pues quería conocerlo y ayudarlo.
Rizo ya estaba en el Centro Nacional de Oftalmología (Cenao) y fue ahí donde conoció a Iglesias, quien se presentó ante los familiares del joven y se puso a sus órdenes para ayudar.

“Los padres en un inicio estaban desconfiados, con justa razón por lo que les acaba de pasar, y les expliqué que solo quería ayudar a su hijo y así se sintieron más tranquilos”, comentó Iglesias.
Sin embargo, Rizo no era el único joven herido y con probabilidades de perder su ojo cuando Iglesias visitó el Cenao ese 20 de abril de 2018.
“Las imágenes de Roberto fueron las que me motivaron a ayudar, pero luego me encuentro junto con él a otras ocho personas que también habían perdido su ojo durante las protestas, entonces ya eran nueve por los que empecé a luchar para que tuvieran una prótesis”, explica Iglesias.
Se presentó con cada una de las víctimas. Les indicó que buscaría ayuda para comprar sus prótesis y comenzó a exponer los casos de cada víctima desde sus redes sociales, con amigos y en un grupo del que son parte unas seis mil mujeres emprendedoras.
“Tomé los nombres de todos ellos, las edades, el lugar en el que ocurrió, lugar en el que residían y les pedí permiso para tomarles fotos para solicitar la ayuda”, especificó Iglesias.
Es así como Iglesias ideó el “Programa de prótesis ocular para estudiantes”. Con la ayuda de una amiga creó la página de Facebook del programa de ayuda, lanzó campaña y, maravillosamente, en 24 horas consiguió dinero para las primeras nueve prótesis.
Iglesias resaltó que logró comprar las nueve prótesis gracias a un optometrista que se dispuso a apoyar a las víctimas otorgando un 50% de descuento en el valor de las prótesis.
En total, Iglesias apoyó entre 2018 y 2019 a unos 37 manifestantes que sufrieron algún tipo de lesión en los ojos. Sin embargo, solo 16 requirieron prótesis y, con la ayuda de los donantes nacionales e internacionales se les entregó a cada uno de ellos.
Hubo casos que no necesitaron de una prótesis; podrían recuperar el 20 por ciento de visión en el ojo herido y solo uno fue porque, lamentablemente, perdió la vista en ambos.
Sin embargo, el proyecto de ayuda a Iglesias se le extendió. Recibió solicitudes de personas que no solo eran estudiantes o manifestantes heridos en el ojo, sino que otros la contactaron con heridas en las piernas o brazos, por lo que extendió su programa a “Prótesis ocular y ayuda a otros heridos”.

La nueva versión del programa permitió que la ayuda ascendiera a más de 90 atenciones de heridos o personas con otro tipo de secuelas ocasionadas por el contexto de crisis sociopolítica.
Iglesias detalla que parte de la ayuda también se centró en la compra de medicinas, gotas de mantenimiento de prótesis, pastillas, sillas de ruedas, exámenes de laboratorio, tomografías, cirugías, bastones para ciegos, parches, alimentos, ropa, zapatos y hasta la entrega de efectivo.
Las observaciones preliminares extendidas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), tras su visita de trabajo realizada del 17 al 21 de mayo de 2018, señalan que solo en un mes de protestas en Nicaragua se registró, al menos, 76 personas asesinadas, 868 heridos y unas 468 detenciones.
La CIDH resalta que el reporte de médicos voluntarios que asistieron en ese primer mes de protesta indica un patrón de heridos por armas de fuego, mayoritariamente, heridos con impactos de bala específicamente en la cabeza, los ojos, el cuello y el tórax.
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En julio de 2018, Iglesias, además de ayudar a los manifestantes heridos a obtener su prótesis, se vio obligada a cerrar su negocio Salone Di Bianco, ya que no tenía el mismo número de clientes y ya no podía costear la planilla.
“Ya no había eventos, ni bodas, no había celebraciones porque estábamos, prácticamente, en toque de queda y nadie andaba de ánimo para ir a un salón a arreglarse, entonces, los costos fijos altísimos que tenía ya no podían ser costeados por las ganancias y fue así que mis finanzas aguantaron hasta julio”, lamentó Iglesias.
La administradora recuerda que sentó a los 10 integrantes de su equipo del Salone Di Bianco; estilistas, contador, manicuristas, limpieza, lavacabello y recepcionista, y les informó entre lágrimas que debía cerrar porque el negocio se volvió insostenible.
“Me dolió mucho desprenderme de mi negocio, era el primero, mis clientas me querían, me reconocían, me recomendaban, mi equipo era excelente. Me dolía que los trabajadores quedarían en el desempleo. Antes de la crisis estaba en un buen momento, pero ya después varias clientas se fueron del país. En el lugar en el que estaba no me quisieron bajar el costo en el alquiler, nadie llegaba al salón y entonces tuve que tomar esa difícil situación de cerrar”, detalló.
Iglesias ahora se mantiene con lo que le genera el arriendo de una casa que tiene en Las Colinas, Managua, además de trabajos especiales que realiza a las clientas que la siguen llamando. De igual manera, afirma, los gastos de la crianza de sus hijos los asume su padre, de origen alemán, entonces “por ese lado no tengo problemas y pues tengo mis ingresos que me ayudan a vivir tranquila”, comentó la “doctora”.
Ahora con más tiempo para dedicarse a ayudar, Iglesias ha vuelto a retomar la idea de crear una fundación en la que pueda trabajar para apoyar a los que más lo necesitan.
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Pedro Gaitán afirma que le gustó el gesto de Iglesias cuando se le acercó y le ofreció ayuda. Aceptó y desde entonces ha sido como su ángel de la guarda, pues le ha ayuda en consultas, tratamientos, alimentación y transporte para sus citas.
Gaitán, al igual que los otros ocho manifestantes que perdieron su ojo en el contexto de la crisis sociopolítica, tuvo que ir a cinco citas que necesitaba el ocularista para tomarle tamaño de la cavidad ocular, ultrasonidos, colores y forma exacta de su ojo y pruebas que les permitirían llegar a la tan anhelada entrega.
Recuerda que el 9 de julio de 2018, cuando les entregaron las prótesis a los primeros nueve, se sintió feliz y por un instante, mientras se miraba en el espejo, pudo verse igual que antes y sentir que “no había pasado nada”.

El joven había pasado casi tres meses usando gafas oscuras para evitar que se viera su párpado hundido por la falta de su ojo, que fue extraído casi un mes después de ser herido en Masaya.
“Recuerdo que el doctor me dijo que ese día que me dieron la prótesis dejaba ahí las gafas porque no las iba a volver a usar y, hasta la fecha de hoy, no he vuelto a usarlas”, comentó Gaitán ahora desde la sala de su casa en Monimbó, ubicada a unas dos cuadras del lugar donde le arrebataron la vista de su ojo derecho.
Gaitán explicó que en agradecimiento al gesto de ayuda que realizó Irela decidió, con el apoyo de su esposa, ponerle a su hija que estaba por nacer cuando fue herido, Irela Carolina.
Iglesias asegura que la noticia la tomó por sorpresa. “Es hermoso saber el cariño que las personas le llegan a tener a uno. Pedro me escogió como madrina. Le puso a su niña Irela Carolina como yo. A mí me encanta ayudar y esas muestras de cariño son las que me llenan”, afirmó.