Julio Rocha voló en las altas esferas, pero cayó en picada debido al escándalo de corrupción más grande del deporte. Amado y odiado, fue un intocable en Nicaragua
Por Julián Navarrete
Una hora y media se demoró un hombre en escribir los números del rótulo que se alza en la entrada de la academia de futbol de Diriamba. Ocurrió una tarde de 2002, horas antes de que Joseph Blatter, exjerarca de la FIFA, supervisara las obras en construcción. Julio Rocha, entonces encargado del futbol en Nicaragua, ordenó que se hiciera un letrero grande con letras blancas, fondo negro y el grabado Negro Julio, en honor a su padre. Era un anuncio perfecto, hasta que se percató de que reflejaba un monto menor de lo que había pagado la FIFA para su construcción y de inmediato ordenó que se cambiara.
El 20 de abril de 2002, el hombre obtuvo dos mil dólares de pago y Rocha ganó una sonrisa de tranquilidad durante el fin de semana que Blatter supervisaba los proyectos de la FIFA en Nicaragua. La anécdota la cuenta Bayardo Castillo, un diriambino de 59 años de edad, pero es un secreto a voces en todo el pueblo.
—Esto se lo cuento yo que soy amigo de él y su familia —dice Castillo—. Hay personas que saben mucho más. Si le digo esto, es porque me está preguntando y yo le hablo con la verdad.
Audaz, inteligente, intrépido, visionario. Los calificativos a Julio Rocha se deslizan en esa línea. Siempre al filo de caer como en esa visita de Blatter a la Escuela de Talentos de Diriamba, se mantuvo al frente del futbol nicaragüense durante 24 años, hasta que fue nombrado una de las 12 personas encomendadas por la FIFA para el desarrollo del talento futbolístico a nivel mundial.
Fue el único nicaragüense en presidir las federaciones de futbol de Centroamérica y fue señalado en la región como un operador de Blatter, quien dirigió la FIFA durante 17 años y renunció tras ganar su quinta elección consecutiva que le aseguraba cuatro años más en el poder.
Rocha fue arrestado en Suiza en mayo de 2015, junto con seis altos funcionarios de la FIFA, acusados de recibir más de 150 millones de dólares en sobornos durante 25 años, en el escándalo de corrupción más grande de la historia del deporte, que provocó la renuncia de Blatter y la caída en picada del nicaragüense.

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En una esquina del barrio Hermanos Molina de Diriamba se levanta una casa crema de alta terraza. El viento sopla fuerte, como cuando estas calles estaban cubiertas por la tierra y los niños pateaban y corrían tras los balones. Esta es la casa y barrio donde nació el 12 de octubre de 1950, Julio Rocha López, hijo de Amalia López y Julio Rocha Idiáquez, mejor conocido como el Negro Julio.
La familia Rocha siempre ha estado involucrada en el futbol y la política. O ambas actividades a la vez. El Negro Julio perteneció al movimiento 11 de Noviembre, una organización política que fundó con Herty Lewites y que se oponía a la dinastía somocista. Rocha Idiáquez fue varias veces encarcelado y se dio a conocer en el pueblo como un opositor férreo.
Después del triunfo de la Revolución sandinista, en 1979, Rocha Idiáquez fue miembro de la primera junta municipal y luego designado alcalde de Diriamba. “Fue un buen alcalde, porque al menos cumplió con lo que prometió. Claro que en aquel momento fue un proceso difícil”, dice Manuel Saravia, quien fue concejal en ese período.
Las personas que lo vieron jugar dicen que el Negro Julio era un buen futbolista, pero no tan bueno como para ser considerado uno de los mejores jugadores de Diriamba. Por esa razón, a Bayardo Castillo, amigo de la familia Rocha, le parece injusto que la Escuela de Talentos del municipio lleve el nombre del señor.
—Está claro que (Rocha López) le puso a la academia así porque fue su papá y lo quería honrar —dice Bayardo Castillo, sentado en una banca del parque de Diriamba.
Julio Rocha López también jugó futbol. Fue un delantero lateral en el tiempo que se jugaba con cinco hombres arriba. “No era mal jugador”, dice Mauricio Cruz, futbolista retirado y encargado de los proyectos de la FIFA en Nicaragua.
Cruz jugó con Rocha unos pocos partidos con el Diriangén, equipo dirigido por el Negro Julio, antes de que Rocha López se fuera a estudiar un máster internacional en Derecho y Gestión Deportiva en Francia, donde se empezó a involucrar en el deporte.
Cursó la secundaria en el Instituto Pedagógico de Diriamba y sus primeros encuentros como futbolista fueron con el equipo Excélsior. “Era un chumbulón todo gordo, panzón, que tenía una cabeza tan grande que no le podía pegar al balón porque se caía”, dice Castillo, entre risas. “Jugaba en el Diriangén porque su papá era el director técnico y lo ponía a jugar”.
Horacio Rocha, hermano de Julio, jugó futbol de buen nivel con el Diriangén, e incluso formó parte de un club de Canadá antes de integrarse a las filas de la Policía Nacional, donde llegó a ser subdirector de la institución.
Las bolas de billar rechinan a las dos de la tarde en el Billar Diriangén, oficial del club de Diriamba. A pocas cuadras de aquí nació Julio Rocha. Miguel Urtecho atiende el lugar mientras acomoda las cajas de cervezas y limpia la barra donde coloca las botellas. Con una mirada desconfiada dice que es un amigo de infancia de la familia Rocha y que Julio “es una excelente persona”.
Según Manuel Saravia, un historiador a cargo del Salón de la Fama de Diriamba, el Billar Diriangén es propiedad de Horacio Rocha. “Julio y Horacio tienen dos quintas enormes en Tupilapa que pueden ser hoteles”, dice Saravia.
Otra hermana de Julio, Eleonora Rocha López, fue una destacada guerrillera de Diriamba en la lucha contra Somoza. Eleonora formó parte del Comando Juan José Quezada, que estuvo a cargo de la toma de la casa del ministro José María “Chema” Castillo, en 1974.
“Durante la etapa insurreccional, la casa de los Rocha fue base de operaciones de los guerrilleros”, escribe Mónica Baltodano, en el texto Tierra de Dirianes / Memorias de la Lucha Sandinista.
Julio Rocha se graduó como ingeniero agrónomo en la UNA. Tuvo aspiraciones de convertirse en diputado por Diriamba, pero luego de estudiar en Francia regresó para trabajar por un modesto sueldo en el Instituto de Promoción Humana a mediados de los años ochenta, hasta que llegó a la Federación Nicaragüense de Futbol con el cargo de tesorero.
Dos años después de ingresar a la institución, en 1988, el comandante Walter Ferretti, presidente de la federación, murió en un accidente de tránsito. Destino o casualidad. En las elecciones de ese año, Rocha López llegó a la presidencia de la organización y se mantuvo en el poder por los próximos 24 años.

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Los relojes suizos marcaron las seis de la mañana. Una docena de agentes de policías sin uniforme entraron por la puerta giratoria del lujoso hotel Baur au Lac, lugar donde nació el premio Nobel de la Paz. El miércoles 27 de mayo de 2015, los agentes llegaron a la recepción mostrando documentos oficiales y solicitaron los números de habitaciones de varios funcionarios de la jerarquía del futbol mundial, hospedados antes de la reunión anual de la FIFA.
Uno de los detenidos fue Julio Rocha, quien en ese momento dirigía la oficina de desarrollo de la FIFA, con sede en Panamá, desde donde coordinaba proyectos para México, Centroamérica, República Dominicana, Puerto Rico y Cuba.
—Señor —les decía el conserje por teléfono a cada uno de los funcionarios—, solo llamo para informar que vamos a necesitar que se dirija a la puerta y la abra o tendremos que derribarla para entrar.
Los agentes esperaron a que los hombres abrieran la puerta y acto seguido les dieron oportunidad de vestirse y hacer sus maletas. La operación donde capturaron a siete altos funcionarios de la FIFA, acusados de corrupción, requirió menos de dos horas y fue, para sorpresa de todos, pacífica, sin esposas ni armas.
Rocha fue el último de los funcionarios en ser extraditado a Nueva York, EE. UU., desde Suiza. Allá pasó casi un año en una cárcel, mientras metía anuncios publicitarios en sobres durante una hora. Las otras 23 horas las pasaba encerrado en su celda, y solo una vez al día salía al patio, según publicaciones de la agencia AFP.
Por lo general comía carne o pescado, complementado con pasta, papas o arroz. A veces recibía un pequeño postre o frutas en latas. El costo diario de su comida fue valorado en unos 15 francos suizos, unos 14 dólares estadounidenses. Rocha también podía ver televisión, leer un libro de la biblioteca interna o utilizar una computadora, pero sin conexión a internet.
En un inicio la FIFA le reclamó a Rocha el rembolso de casi 400 mil dólares. El 19 de mayo de 2016 el nicaragüense se presentó ante la Corte federal de Brooklyn, donde se declaró inocente de los cargos que le imputaron. Se le impuso una fianza de un millón y medio de dólares, que fue capaz de pagar para gozar de arresto domiciliario, ya sea en Nueva York o en Miami, mientras espera el juicio.
Siete meses después Rocha cambió de parecer. “Aproveché mi situación de confianza y autoridad como presidente de Fenifut y expresidente de Fenifut para obtener e intentar obtener más de 150,000 dólares en sobornos de Traffic para mi beneficio personal”, dijo Rocha, vestido de traje y corbata negra, en referencia a la empresa Traffic Sports USA instalada en Miami.
El nicaragüense dijo en esa audiencia que ayudó a otra empresa de Miami a conseguir contratos de comercialización de partidos con la Fenifut y recibió a cambio “en forma de comisión” 70,000 dólares, que fueron depositados en una cuenta a su nombre en el estado de Florida.
“Nunca se reveló a la Fenifut, la Concacaf o la FIFA la existencia de estos sobornos”, dijo el exjerarca del futbol.

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Julio Rocha llegó a la presidencia de la Fenifut en 1988, de la mano de Roberto Ríos, exsecretario técnico de la federación.“Cuando Walter Ferretti muere, Julio Rocha entró como tesorero. En ese mismo año fue ascendido a secretario porque la revolución detuvo a Emiliano García por traición. Poco después asume el cargo de presidente gracias a Ríos, quien le dio el puesto”, explicó Ronald Bolaños, expresidente de la Asociación de Futbol de Masaya, en junio de 2007.
En el 2002 Ronald Bolaños, un dirigente crítico de la gestión de Rocha, se presentó ante Joseph Blatter para entregarle un informe completo de los malos manejos de Julio Rocha al frente de la federación, pero la acusación nunca progresó y Bolaños al poco tiempo fue apartado de la institución.
Rocha también fue presidente del Comité Olímpico Nicaragüense, desde 1995 hasta 2008, cuando salió del puesto después de que Emmett Lang, magistrado del Consejo Supremo Electoral y candidato rival por el cargo, impugnara su cuarta reelección.
Lang argumentó en aquel momento que Rocha no permitió el voto de varias federaciones que se inclinarían por él, entre otras anomalías. El Ministerio de Gobernación intervino y se convocaron nuevas elecciones, en las que Lang fue electo. Rocha no se quedó de brazos cruzados y también impugnó las elecciones.
La disputa terminó en abril de 2009, cuando Rocha se retiró y Lang fue electo en el cargo que todavía ejerce.
Dos años antes del encontronazo con Emmett Lang, Rocha atravesaba su mejor momento como dirigente deportivo. En octubre de 2006, días antes de las elecciones en las que el Frente Sandinista regresó al poder, Julio Rocha fue electo sin rivales en su tercera reelección del Comité Olímpico.
Días antes de ser reelecto, el cronista deportivo Edgar Tijerino describió a Rocha como “un hombre frío, calculador, cargado de energía y con grandes pretensiones”, en un artículo para LA PRENSA, titulado “Rocha sin oponentes”, el 20 de octubre de 2006.
Tras el regreso al poder del Frente Sandinista, Rocha también pretendió ocupar la silla del Instituto Nicaragüense de Deportes, pero encontró oposición de varios aspirantes, entre ellos Marlon Torres, actual ministro.
El acaparamiento de todos los hilos de la federación lo llevó a rechazar ofertas de mucho interés para el desarrollo del futbol, como la que hizo Parmalat, sucursal del equipo italiano Parma y el brasileño Palmeiras.
El representante legal de Parmalat, Giovanni Caprotti, dice que le ofreció a Rocha hacer una academia de futbol, que incluía la compra de terrenos, la construcción de un edificio, una escuela, un comedor y un staff médico, pero él se opuso.
Caprotti asegura que Rocha tenía mucho poder como presidente de Fenifut y el Comité Olímpico, ya que lo llevó a comprar una batería de cronistas deportivos que sabían las cosas y las tapaban. “Les regalaba viajes a eventos internacionales y así los compraba”.

Foto: Wilmer López
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Una tarde de 2007 Florencio Leiva, exmiembro de Fenifut, esperaba a Alejandro Cajina en el Aeropuerto de Managua. Leiva estaba ansioso de saber cómo le había ido a su compañero en Barcelona, donde había estado tres meses estudiando en la escuela de futbol de Barcelona. Cajina estuvo a pasos de los regates de Messi, los pases de Xavi y la samba de Ronaldinho. El día que regresó le mostró orgulloso los cuatro diplomas a Leiva que acreditaban sus estudios.
—Excelente, chaparro. Mañana te llevo con el hombre —le dijo Leiva, quien había estado en un curso similar en la Escuela del Real Madrid.
Cajina llegó a la oficina de Rocha y también le mostró los diplomas que lo acreditaban.
—Bueno, todo muy bien. Ahora mostrámelo entrenando una selección –le dijo Rocha.
Cajina estuvo a cargo de una selección menor y la clasificó a un premundial. Ahora es el encargado de la Escuela de Talentos de Diriamba. Él dice que gracias a esa experiencia y otros viajes a los que Rocha lo mandó es que tiene ese puesto y sus conocimientos en el futbol.
“Era un tipo astuto, inteligente. Él sabía que el nivel futbolístico en Nicaragua iba a mejorar y para eso estaba capacitando a su gente”, dice Cajina, uno de los hombres que más admira a Julio Rocha.
El Estadio Nacional de Futbol, la Escuela de Talentos de Diriamba, el edificio de la federación, única en tener una instalación deportiva propia, y la masificación del futbol a través de los proyectos Gol de la FIFA en otras categorías es el mayor legado de Julio Rocha.
Desde que Rocha abandonó el cargo en 2012 han desfilado tres presidentes en la Fenifut. La Selección de Futbol Nicaragüense está atravesando su mejor momento por los resultados que ha conseguido a nivel internacional, existen varios jugadores en equipos extranjeros y los aficionados llenan el estadio en todos los partidos oficiales que se juegan en Nicaragua.
“El cambio que se está viendo, Rocha lo empezó a hacer”, confía Mauricio Cruz, quien trabajó durante muchos años en la federación y asegura que todo lo que ha logrado la institución se debe a la gestión de Rocha.
De la misma forma en la que dejó fieles seguidores de su gestión, Rocha no escapa de los críticos. El periodista deportivo Douglas Pérez dice que Rocha fue “un vividor del futbol” y que controlaba todos los hilos de la federación con “bota dura”.
“Utilizó la Federación Nicaragüense de Futbol como trampolín para crecer de manera personal. De esa manera ascendió en la FIFA, olvidándose del nivel del futbol casero”, asegura Pérez.
Para el periodista deportivo de La Prensa, Nectalí Mora, el futbol está mejor ahora que Rocha no está. “La cosas que hizo son muy pocas para el tiempo que estuvo. Quería explotar el futbol de la misma manera que lo hacen en el extranjero, no importándole que tuviera el nivel suficiente. Tal vez su personalidad no lo ayudó”.
El 29 de mayo de 2015, dos días después de la detención de Rocha, el periodista Edgar Tijerino escribió una columna de opinión titulada “Rocha se suicidó”, en la que lo describió como impulsivo, “resolutivo, impetuoso, careció de una buena conexión con los otros. Ese aire de superioridad impedía que captara simpatías. Varias veces le dije que esa falla lo distanciaba, pero nunca pareció preocuparse de eso. Su confianza exuberante en sí mismo terminó aplicándole una zancadilla”.

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Julio Rocha nunca fue acusado de algún delito en Nicaragua, salvo cuando se encontraba detenido en Suiza hace dos años y la cancillería nicaragüense solicitó la extradición, con el propósito de que fuera juzgado conforme las leyes nicaragüenses para “garantizar el respeto a los derechos humanos”.
La movida de salvar a Rocha de un proceso legal en Estados Unidos no surtió efecto y fue extraditado a Nueva York, donde ahora espera un juicio. Sin embargo, en más de dos décadas al frente de la Federación de Futbol y el Comité Olímpico, no fue señalado formalmente ni apresado por las autoridades. Rumores, anécdotas, reclamos y denuncias sí existieron, pero el diriambino esquivaba los señalamientos como un portero frente al arco.
En Diriamba se cuenta que el mismo día que inauguró la Escuela de Talentos Negro Julio, Ibis Guido, su esposa, paseó en un carro recién comprado. También es del conocimiento de todo el pueblo que cada manzana de terreno que compró tenía un valor de mil dólares, pero en la auditoría de la FIFA fueron valoradas en siete mil dólares cada una.
Rocha también fue gerente de una agencia de viajes llamada Fronteras, la cual fue investigada por la Contraloría General de la República en 2003, luego de que admitiera en una entrevista a El Nuevo Diario que el Comité Olímpico Nicaragüense —institución que también presidía— era cliente “oficial” de la empresa, de la cual era socio mayoritario.
La cantidad de dinero que fue investigada por la Contraloría fue de un millón y medio de córdobas, de los cuales más de 50 mil dólares se gastaron en boletos aéreos. El caso demostró que Rocha se vendió el servicio a él mismo, pero la investigación nunca aclaró el conflicto de interés.
Otros señalamientos fuertes que se le hicieron a Rocha llegaron de parte de su propio socio y amigo, Roberto Ríos, señalado de ponerlo al frente de la Fenifut, moviendo fichas para que optara a la presidencia siendo tesorero, cuando los estatutos lo prohibían.
Ríos trabajó casi 20 años con Julio Rocha, hasta que decidió poner su renuncia en 2004, cuando afirmó que la ruptura se produjo luego de que hizo varios señalamientos de despilfarros con los boletos aéreos de la agencia Fronteras y la planilla de la federación, en la cual aparecía Eleonora Rocha, hija de Julio, con un salario de cuatro mil dólares mensuales.
“Yo vi la planilla y miraba el nombre de la hija. Era la primera que venía a retirar el sueldo en las oficinas de Fenifut. Y eso hasta hace menos de un año todavía estaba pasando”, dijo Ríos, el 17 de noviembre de 2004.
Rocha respondió ese mismo día en una entrevista a La Prensa que Eleonora, su hija, era abogada y apoyaba a la federación en muchos trámites y además era miembro de la comisión del futbol femenino.
“La agencia Fronteras ha dado el apoyo para conseguir pasajes en términos grupales, tarifas adecuadas, tenemos la autonomía suficiente para hacerlo como debe ser. ¿Si la FIFA tiene su propia agencia de viajes, por qué la Fenifut no va a tenerla?”, dijo Rocha.
No conforme con defenderse, Rocha atacó al hombre que le dio el puesto en la Fenifut, diciendo que Ríos era problemático y que una exempleada de Fenifut lo acusó de acoso sexual. “Yo mismo hablé con la muchacha y le dije que eso no le convenía como mujer, no estoy diciendo que fue o no cierto, lo que pongo siempre de por medio son los intereses de la institución”, dijo Rocha en aquel momento.
En la entrevista Rocha dijo que Ríos renunció por su libre voluntad. “Y ahora sale con esas bajezas, me parece que uno no debe morder la mano que te dio de comer”.

Foto: AFP
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Durante su bonanza económica Julio Rocha pudo ser el nicaragüense con más horas de vuelo, por encima de empresarios y trabajadores del Gobierno. Siempre se estaba moviendo de un lado a otro, escribió el periodista Edgar Tijerino en un artículo de octubre de 2006.
Rocha dejó la imagen de un hombre con sobrepreso, de rostro duro y ojos enérgicos. Serio en el trabajo pero bromista fuera de él, según su amigo Mauricio Cruz. Ese perfil está muy distante de las últimas fotos donde se ve que ha perdido peso de la misma forma que ha ganado canas y arrugas.
Camina con la mirada perdida y el rostro opaco, escoltado por sus abogados estadounidenses. Ese día se presentó a su última audiencia ante el tribunal de Nueva York, donde se declaró culpable de asociación para delinquir y fraude bancario, delitos que se castigan con 20 años de cárcel cada uno. Con esa movida busca una condena reducida y se compromete a devolver 300 mil dólares.
Frente al tribunal Rocha dijo que como presidente de la Fenifut recibía boletos para las Copas del Mundo para uso de la federación, que no podía revender. Pero “de hecho esto fue lo que hice frecuentemente, sacando ganancias personales por decenas de miles de dólares”.
Hace diez años lo exaltaron al Salón de la Fama del Deporte Nicaragüense en calidad de dirigente. En ese momento, cuando era presidente de Fenifut y el Comité Olímpico, con serias aspiraciones para ocupar el Ministerio de Deportes, dijo: “Todo proyecto tiene un comienzo, pero puede ser que ese camino nunca llegue a su fin”.
Después de coronar la cúspide del éxito, Rocha se convirtió en un reo de la justicia. Al mando de un deporte que se mueve por el capricho de un balón, nunca fue capaz de escuchar el pitazo final de su juego.
Pudiera pasar sus últimos días en una celda de Estados Unidos. A los 66 años de edad vive en Miami con algunos familiares. A veces habla por teléfono con Mauricio Cruz y Miguel Urtecho, a quienes les ha dicho que se siente preocupado y espera salir de este problema. Mientras aguarda el juicio a finales de este año, camina con dificultad con un grillete electrónico en uno de sus tobillos para que las autoridades monitoreen todos sus movimientos las 24 horas del día.
Conexión Blatter
Joseph Blatter dimitió como presidente de la FIFA una semana después de los escándalos por corrupción que sacudieron al organismo y realizó la convocatoria de un congreso extraordinario para elegir a su sucesor.
Blatter no pudo superar la tormenta desatada por el escándalo de corrupción destapado por las autoridades judiciales estadounidenses contra varios de sus principales lugartenientes en la FIFA, que como Julio Rocha cabildeaban votos para sedes mundialistas a cambio de dinero o favores dentro de la institución.
Su renuncia se produjo luego de que la policía suiza detuviese, a instancias de las autoridades judiciales estadounidenses, a siete dirigentes de la FIFA, entre ellos Julio Rocha, en un hotel de Zúrich, acusados de haber recibido millones de dólares en sobornos.
A Blatter no se le acusó formalmente de nada. Durante los 17 años que estuvo como presidente de la FIFA, estuvo rodeado de sospechas de corrupción.
A nombre de Rocha
En la era Rocha la Fenifut no tenía personería jurídica, lo que provocó que perdieran el apoyo económico de la Asamblea Nacional. Este reglamento hubiera permitido obligar a Fenifut a detallar todo el dinero que entraba y salía de sus cuentas. Esto abarcaba las negociaciones que hicieron con la empresa Traffic Sports, que sobornó a Julio Rocha con 150 mil dólares para adquirir derechos de transmisión de partidos de la selección en las eliminatorias mundialistas de 2012 a 2018.
En los cinco años que Fenifut formó parte de los Programas de Asistencia Financieras recibió más de dos millones de dólares, fondos que también se hubieran auditado de haber tenido personería jurídica.