Megalómano, le dicen sus amigos. Fue el poderoso jefe del Ejército en los años ochenta. Distante de su hermano Daniel, todavía hoy sus opiniones pesan. Es el general Humberto Ortega, que no logró desarrollarse como guerrillero
Por Eduardo Cruz
Humberto Ortega vive entre Nicaragua y Costa Rica. Donde quiera que esté no importa. En cualquiera de los dos lugares vive en “condiciones de millonario”, dicen quienes lo conocen de cerca. En Nicaragua habita en la Carretera a Masaya, en un lugar que llaman Complejo Tres, donde tiene hasta gimnasio. En Costa Rica, en Escazú, uno de los sitios más lujosos de ese vecino país del sur.
Para Ortega, ya quedaron muy atrás los años de dificultad que pasaron sus padres, Daniel Ortega y Lidia Saavedra, quienes, por las duras condiciones de vida en La Libertad, Chontales, y también por falta de recursos, perdieron a sus dos primeros hijos, Germania y Sigfrido. Y después pasaron apuros para criar a sus siguientes cuatro hijos: Daniel, Humberto, Germania y Camilo.

La vida cambió completamente para Ortega cuando, de la mano de otros ocho comandantes, llegó al poder en julio de 1979 y se convirtió, durante casi 16 años, en el jefe máximo del Ejército Sandinista, acumulando un poder casi ilimitado y disfrutando de placeres en abundancia, mientras promovía el Servicio Militar Patriótico (SMP).