En Nicaragua se vive una nueva fiebre del oro. En La Libertad y Santo Domingo hasta los ganaderos dejan sus fincas por buscar el codiciado metal
Por Arlen Cerda
Con una facilidad que sorprende en un hombre de 65 años de edad, que además aún se recupera de una pierna rota once meses atrás, Jorge Bellanger Duriez hace rodar desde un rincón de su patio, en el municipio de La Libertad, Chontales, una pesada piedra. Hace un par de décadas esa piedra la usaba para “bolillar” la “broza” que traía desde los cerros cercanos para extraerle oro.
Desde que era un niño, la vida de Bellanger ha estado ligada a este metal. Su abuelo y su padre fueron mineros y de ellos aprendió el oficio cuando apenas tenía 8 años. Además, Bellanger fue joyero y conserva aún la mesa de orfebrería en un rincón de su casa. Este año, dice, pretendía volver a la montaña. Muchos lo buscan porque sabe seguir las vetas y llegar a las rocas que contienen oro. Y ya había un grupo que iría a trabajar con él, pero un accidente en una moto, sufrido en febrero del año pasado, le impide volver por ahora. “Tal vez es mejor así —dice— es un trabajo duro, la montaña es peligrosa y ya no soy un chavalo”.
La montaña a la que Bellanger se refiere es una de las formaciones de la cordillera de Amerrisque, una cadena de 700 kilómetros de largo que cruza desde Honduras hasta Costa Rica, por el centro de Nicaragua, y que ha sido una importante fuente de oro nacional desde principios del siglo XVI.
Por la carretera que une a La Libertad con Santo Domingo, otro importante núcleo minero en la región central del país, se observan los cambios que la minería ha causado en el paisaje.
Decenas de camiones suben y bajan durante todo el día de las montañas llenas de surcos. Uno pregunta por la minería en aquellos pueblos y la gente señala a sus “cerros rebanados”. Sin embargo, Bellanger comenta que en estos años es cuando más oro se está sacando y cuando menos oro han visto ellos. Ni hablar de los precios, reclama, pues cuando él trabajó exclusivamente en la extracción de oro —y no juntando salario con otros trabajos para sobrevivir— en su mejor momento el gramo tenía un costo de 35 córdobas y ahora el mismo se paga a 700 córdobas.
Al último martes de enero, el precio del oro cerró en 1,293 dólares la onza troy (31 gramos), según la Bolsa de Valores de Nueva York. Y esta sigue siendo una buena cifra a pesar de que su precio récord fue superior a los 1,923 dólares por onza en septiembre de 2011. No obstante, en los núcleos mineros el beneficio de este precio se nota poco y el costo de su extracción se cuenta por más.

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Para ser un pueblo minero, de donde se extraen miles de onzas de oro cada año, La Libertad no luce como una población rica. Antiguas estructuras donde funcionan sencillos hospedajes o abarroterías se mezclan con nuevas construcciones, pero en general la mayoría de las viviendas tienen un aspecto provisional, sobre todo fuera de su pequeño centro, donde abundan diminutas casas de madera que parecen listas para recoger al primer aviso de levantar en otro lugar.
“En su mayoría son construcciones temporales”, opina Fidencio Guzmán, un liberteño de 53 años que ha vivido ahí toda su vida y como muchos también fue minero alguna vez, pero ahora espera en la terminal de buses el próximo viaje a Managua, a donde se va en busca de alguna oportunidad laboral. A su edad, cree que en La Libertad no hay mucho que pueda hacer él.
“Ahora viene aquí mucha gente de otras ciudades, gente joven que se emplea en las mineras internacionales o se meten a güirisear aunque no tengan experiencia. Vienen a probar suerte o se meten a lo fijo con un salario de unos 15,000 pesos en las minas, pero la verdad es que la mayoría no tiene planes de quedarse, por eso construyen casas sencillas, porque no pretenden vivir aquí”, subraya.
De sus años como minero Guzmán asegura que solo le quedan cuatro coronas dentales hechas de oro que se distinguen fácilmente en su amplia sonrisa. Fueron de los últimos gramos que extrajo hace unos ocho años, con una parte de ellos pagó al dentista y con la otra parte le fabricaron las piezas. “Eso último ya fue para todo lo que me dio”, dice. Tan solo dos años más tarde, con esos últimos gramos hubiera podido iniciar la construcción de una nueva casa.
La incertidumbre de la economía mundial ha elevado el precio del oro en los últimos años. A septiembre del 2001 una onza troy (31 gramos) se compraba en 271 dólares, tres años después se cotizaba en 400 dólares y en el 2012, la misma onza se pagaba a 1,650 dólares. Su principal uso sigue siendo la joyería, pero también se le tiene como respaldo de fondos. China e India son los principales compradores. Adquieren el 40 por ciento de la producción mundial, que en el 2013 sumó 2,770 toneladas.

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En la historia de la humanidad, ningún otro elemento ha seducido y atormentado tanto al hombre como el oro. Sin embargo, este no es un elemento esencial para ningún ser vivo y sus aplicaciones prácticas son pocas. Por su brillo permanente y su inusual maleabilidad que le permitiría cubrir hasta un área de 28 metros cuadrados con solo una onza, ha sido un símbolo de belleza y riqueza y hasta hace algunos siglos atrás le atribuían poderes de inmortalidad. En Egipto le llamaban “carne de los dioses” y los faraones eran enterrados rodeados de este elemento. Más recientemente, apenas unos 160 años atrás, alrededor de trescientas mil personas emigraron a California desde el resto de los Estados Unidos y de otros países, en busca del oro que hizo famosa la costa suroeste del país.
El uso principal del oro es la joyería, aunque también es indispensable como un conductor eficaz y no corrosivo en la electrónica.
Otra característica que lo hace atractivo es que en todo el mundo hay poquísimo en comparación con otros metales y es un recurso no renovable. A lo largo de toda la historia de la humanidad, con todo lo que se ha extraído de oro, solo podrían llenarse a penas dos piscinas olímpicas. Son solo 161,000 toneladas de oro que se han extraído y hoy hasta en los depósitos más ricos del mundo cada vez es más difícil y costoso encontrar más oro.
Entre el principal costo que la humanidad paga por el oro, está el efecto nocivo de los elementos que se utilizan para sacarlo, entre ellos el mercurio —una sustancia venenosa para los seres humanos y el medioambiente en general— que ha sido uno de los más utilizados para separar el oro de las rocas, principalmente en la minería artesanal, tras los esfuerzos de las grandes mineras por reducir el uso de este en sus labores.
Según la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Unido), un tercio del mercurio dispersado en el ambiente por el hombre procede de la minería artesanal. En todo el mundo, son poblaciones enteras que mueren jóvenes, que heredan males a sus hijos, pero ellos —y quienes le siguen— también continúan el oficio, sordos a las advertencias, creyendo que no les va a afectar.
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A diferencia de La Libertad, las casas de Santo Domingo, el otro núcleo minero en la región central del país, lucen más duraderas y sobre la calle principal hay muchas con hierro forjado e incluso cubiertas con los modelos más recientes de cerámica importada.
Ahí sus tiendas no se limitan a pulperías o pequeños negocios como en La Libertad y tampoco tienen nada que envidiar a muchas tiendas de Managua. En Santo Domingo hay ferreterías, tiendas de electrodomésticos, de ropa y zapatos.
“En estos lados hasta los ganaderos dejan las fincas para rentar la tierra o emplearse ellos en busca de oro, porque les va mejor, más en estos meses de sequía”, dice Guillermo Monge, de Santo Domingo, quien junto con su padre y sus cuatro (de diez) hermanos trabaja en la extracción de oro.
En el negocio que han montado emplean a unos 32 hombres y muchos de ellos eran pequeños agricultores o ganaderos que con un salario de 250 córdobas al día han visto en la búsqueda de oro un ingreso más seguro y la promesa de una mejor oportunidad. Hasta ahora, asegura el patriarca de la familia, también llamado Guillermo Monge, no han tenido ningún accidente que lamentar. Pero esa no es la suerte con que todos corren.
Francisco González, uno de los sobrevivientes del que se registra como uno de los más recientes derrumbes mortales en una mina nicaragüense, describió lo último que escuchó antes de que la tierra se les desplomara encima como un “burumbumbum”. Una bomba, creyeron. Fue culpa de las lluvias, se dijo en la versión oficial. El 28 de agosto del 2014, el país conoció de la tragedia en la mina El Comal, ubicada en Bonanza, Región Autónoma del Caribe Norte (RACN): 29 mineros artesanales fueron soterrados por una alud de piedras y lodo. Eran a penas las 10:30 de la mañana.
Tras cinco días de labores salvaron a 22 y a los otros siete la mina se los quedó.
En Bonanza, donde hace siglo y medio un grupo de huleros descubrió oro en sus tierras, también se vive un repunte de la fiebre del oro que atrae a gente de diferentes pueblos del país. En solo veinte años, la población de Bonanza se ha quintuplicado con la llegada de hombres e incluso familias enteras que llegan en busca de la riqueza que se asegura prometen las vetas de la zona, que junto a Siuna y Rosita forman el llamado Triángulo Minero en el Caribe Norte.
Dicen que el cerro donde está ubicada esta mina El Comal representa un alto riesgo para los güiriseros y sus familias, que por sus años de abandono, tras su cierre a mediados de los ochenta, y sus posteriores excavaciones ilegales y desordenadas ya se había prohibido ahí la minería, pero ni después del accidente los güiriseros y sus familias han aceptado trasladarse.
Solamente en el último año se han reportado al menos media docena de accidentes, la mayoría con víctimas mortales: Abraham Paguaga Cruz, de 30 años, quien murió asfixiado cerca del río Poteca, en Wiwilí, Jinotega, cuando la cueva en la que buscaba oro se le derrumbó encima; Marvin Antonio y José Daniel Muñoz Dormus, de 21 y 25 años, junto con Nury María López, de 18, que fallecieron aterrados en un derrumbe de la mina La Campana, también en Bonanza, o Eynar López Santana (24), Víctor Manuel Andrade García (20), Freddy Escorcia Ramírez (36) y Luis Felipe Gómez Sánchez (45), que fueron soterrados por un derrumbe en una mina de la comunidad El Rincón de los García, en Chinandega, son parte de la veintena de mineros artesanales muertos en ese período.
Derrumbes, hundimientos y caídas al vacío figuran entre las principales causas de muerte de los mineros. Se trata de una actividad de alto riesgo, aunque las grandes mineras y varios de los pequeños exploradores hacen lo que está a su alcance para prevenirlos y evitarlos.
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Con un celular de última generación Léster Monge, de 24 años, consulta el precio de la onza de oro este día en Nueva York. Uno lo ve por la calle, con su jeans cubierto de lodo, las botas de huele, una gorra y camisola, y no pensaría que él es quien está a cargo de la sociedad con la que su padre y sus hermanos han logrado ubicarse como uno de los tres principales extractores y comercializadores de oro en Santo Domingo, al margen de las grandes mineras internacionales que operan en el lugar, como B2Gold, de capital canadiense.
“Es la inestabilidad económica y el interés de las grandes potencias mundiales en respaldar sus reservas. China, India y Estados Unidos son los principales compradores”, dice Léster sobre las razones de la actual demanda del oro y sonríe, con la certeza de quien sabe lo bien informado que puede estar sobre un tema.
Él y sus hermanos extraen y también compran el oro a otros pequeños mineros y lo exportan en lingotes a Miami.
En total, emplean a 32 hombres que se organizan para lograr un promedio de cinco “camionadas” de roca o “broza” por día. El rendimiento que estiman es de 30 gramos de oro por camión, pero no siempre se cumple la meta.
“No hay un rendimiento fijo porque hay meses buenos y meses malos”, asegura Monge. “Cuando es de la roca el rendimiento aumenta, pero el proceso dura más tiempo. El truco —dice— está en saber administrarse para poder trabajar aún sin ganancia”.
Recuerda que septiembre de 2014, por ejemplo, fue un buen mes. De ahí obtuvieron una ganancia superior a los 2 millones de córdobas. En cambio, apenas dos meses después, en diciembre, registró más de 8,000 córdobas en pérdidas.
Monge sostiene que administran bien las ganancias. “Muchos se lo beben o lo gastan en cualquier cosa y al dejar la minería no ven nada. Mis hermanos y yo, invertimos de forma individual en varios negocios. Yo estoy comprando fincas y reses. Estudié Medicina veterinaria y me gustan los animales. En cinco años no creo que Santo Domingo tenga algo más para el negocio del oro. Eso se lo puede preguntar a cualquiera que esté o no metido en esto. Para entonces yo espero estar retirado”, dice Monge. “Dedicarme a una finca y mis animales”.
El último orfebre de Santo Domingo
Luis Hernán Chavarría lleva 24, de sus 39 años de edad, trabajando en la elaboración de distintas joyas de oro. Hace unos cinco o seis años aún competía con otros orfebres de Santo Domingo, pero hoy es el último de esta ciudad. La labor la aprendió de su padre y es algo que él disfruta hacer, aunque le exige hasta catorce horas sentado, manipulando pinzas y pequeñas piezas en las que busca cuidar cada detalle.
A simple vista, dice, a muchos les parece un trabajo sencillo, sobre todo instalado en un municipio minero como Santo Domingo.
Sin embargo, estos son tiempos “un poco difíciles”, confiesa, porque las personas buscan pocos accesorios debido al alza del oro en los últimos años. Diseños que antes tuvieron un costo de cuatro mil o cinco mil córdobas hoy no bajan de 7,500 córdobas, dice, pero es un precio que se justifica al valorar que unos diez gramos de oro de 12 o 14 quilates (la calidad mínima para una joya) le cuesta entre cinco mil y ocho mil córdobas.
Su ventaja, cree, es el esfuerzo personal que involucra en cada pieza para cumplir el pedido del cliente y el plazo acordado. “Seguiré en esto —dice— es lo que sé hacer”.
La industria del oro
Con la exportación de 156 mil onzas troy en el 2010, Nicaragua logró ubicarse entre los diez principales exportadores de oro de América Latina y ahí se ha mantenido desde entonces.
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son las grandes empresas mineras en Nicaragua. Hemco, de capital colombiano, con presencia en Bonanza, Región Autónoma del Caribe Norte (RACN) y algunas zonas del centro, norte y la capital del país; y B2Gold, de capital canadiense, con explotaciones mineras en Chontales.
435.87
millones de dólares sumaron las ventas de oro en el 2013, ubicándose este año como el principal producto de exportación de Nicaragua, según estadísticas del Centro de Trámite para las Exportaciones (Cetrex).
11.26%
del territorio nicaragüense está cedido para la exploración minera.
23%
aumentaron las concesiones mineras en el 2013, según denuncia del Centro Humboldt.
54
concesionarios, con un total de 175 concesiones para la exploración y explotación minera, se contaban en 2012. De esas, 127 concesiones estaban inactivas.
14,676.88
kilómetros cuadrados del país están en concesión para la industria metálica, según datos de la Dirección General de Minas, publicados en abril de 2013.
La minería artesanal
1.9 millones de onzas troy es lo que Nicaragua ha exportado de oro entre el 2000 y 2013, según cifras del Banco Central de Nicaragua. La minería artesanal ha aportado una cuarta parte de estas cifras durante este período, aunque los mineros reclaman la falta de tierras para explotar el metal.
1,500
colectivos, integrados cada uno por tres o cinco hombres, se registraron en el censo más reciente de la Comisión Municipal de Bonanza, sumando un aproximado de 6,000 mineros artesanales, según las cifras oficiales. En los municipios mineros del centro del país se cree que la cifra es mayor, aunque no hay datos oficiales.
78,908
onzas sumó lo extraído por los güiriseros en el 2013, según cifras de la Cámara Minera de Nicaragua (Caminic).
27 %
de la producción total del oro es lo que representó esa cifra en el mejor año que el oro ha registrado recientemente en Nicaragua, cuando se exportó un total de 309,959.94 onzas.
1 %
del territorio concesionado a una minera es lo que la Ley permite explotar a los mineros artesanales. Esta Ley Especial sobre Exploración y Exportación de Minas o Ley 387 no obliga al concesionario a brindar medidas de seguridad, protección y herramientas a los mineros para trabajar en los yacimientos, aunque muchas de ellas compran el oro extraído por estos.