De los tres Somoza que fueron presidentes, Luis es el menos conocido. Por su carácter afable algunos le llaman “el bueno”, pero otros aseguran que fue un personaje cruel que actuaba como “el campeón de la guatusa nacional”
Por Dora Luz Romero
Una noche de 1950, ya pasadas las diez, Emiliano Chamorro, el caudillo conservador, estaba en su casa, listo para irse a dormir, cuando llegó un hombre a buscarlo. Le llevaba un recado de Anastasio Somoza García, el presidente. En esos días, ambos habían firmado el llamado “Pacto de los Generales” y trabajaban en función de lo que sería la nueva Constitución Política de Nicaragua.
En el mensaje le pedía como favor personal “invocando razones personales de familia para su hijo Luis, y en virtud del Acuerdo de Fraternidad Nacional que habíamos suscrito, le permitiese que su mencionado hijo Luis fuese al Congreso como Diputado”, relata Chamorro en su libro autobiográfico El último caudillo. No era la primera vez que se lo pedía. Durante las discusiones sobre la Constitución, cada vez que llegaban al capítulo donde se especificaba que los parientes del presidente de la República no podían ser diputados, Anastasio Somoza García se detenía y pedía obviar la disposición para que su hijo lo fuese. Eso ocurrió al menos en cinco ocasiones. Somoza le dijo a Chamorro que Luis, su hijo, no había terminado su carrera y que ni siquiera mostraba aspiraciones políticas. Aun así, él dijo que no.
Pero aquella noche, Chamorro, quien alega cansancio, accedió “al ruego del General Somoza”.
Seis años después, en León, el 21 de septiembre de 1956, Rigoberto López Pérez le pegaba cuatro tiros a Somoza García, el 29 del mismo mes este moría en Panamá. El “favor personal” y que bien pudo parecer inofensivo sumado a las reformas de la Constitución de 1955, donde se eliminó la prohibición a la reelección y a que parientes del presidente pudieran ser sus sucesores, resultaba ser una jugada bien pensada. Ahí, entró en el juego Luis Somoza Debayle, con apenas 34 años encima, diputado y presidente del Congreso Nacional y con el apoyo de liberales y conservadores se convertía en el sucesor de su padre. Con aquel muchacho bonachón, sonriente y conversador se consolidaba la dinastía somocista, un camino que minuciosamente había preparado su padre.
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Le llamaban “el bueno”. Algunos dicen que por su personalidad y forma de relacionarse con la gente. Por esa sonrisa que siempre llevaba y esa capacidad que tenía para escuchar, dialogar y apapachar con cariño a quienes se le acercaban. El apodo, se cree, también se lo ganó al ser comparado con su hermano Anastasio.
Si de carácter se trata, Luis y Anastasio eran como agua y aceite. De Luis se decía que era el hombre político, afable, abierto, comprensivo, pacífico. En cambio, de su hermano se decía todo lo contrario, que era el hombre duro, tajante, cerrado, el militar cruel y despiadado. Y esas diferencias bien las conocieron sus más cercanos. “Luis Somoza era un hombre agradable, simpático, bromista, trataba de no caer mal. Tacho era más militar, más serio, más mandón. El otro no, era un hombre bien apacible”, asegura Luis Pallais Debayle, primo hermano de los Somoza. Por su parte, el historiador Bayardo Cuadra asegura que “Anastasio Somoza Debayle lucía áspero y torpe en su trato personal, en tanto Luis Somoza Debayle daba la impresión de ser abierto, cordial, tratable, amistoso, afable, ocurrente y bromista. Esa diferencia se notaba también en las amistades que cultivaban uno y otro. Los amigos de Luis no eran necesariamente amigos de Anastasio”.
“Luis gozaba de ser un hombre de un temple muy firme, pero de una gran paciencia”, asegura su esposa Isabel Urcuyo, de 90 años, quien vive en Houston, Texas, EE. UU.
Álvaro Somoza Urcuyo, el único de los siete hijos del matrimonio que reside en Nicaragua, recurre a las anécdotas para describir a su padre. Cuando tenía 15 años —recuerda—, lo acompañaba a las oficinas del Seguro Social, donde siempre la gente salía a su encuentro para pedirle alguna ayuda. La imagen la tiene intacta: entraba, siempre con una sonrisa y dedicaba al menos quince minutos a escuchar y hablar con la gente. Él solo le observaba y jamás olvida “aquella mano acariciando la cabeza de la gente”.
Era un hombre campechano —dice Álvaro Somoza—, sencillo, discreto y que pensaba mucho antes de hacer las cosas y de tomar una decisión. Jamás, asegura, “escuché decir una grosería y mucho menos hacia un miembro de su familia. Era una persona muy ecuánime y tenía una serenidad espectacular”. La dulzura y el sentido del humor, dice a su esposa Isabel Urcuyo, caracterizaron su personalidad.
Sin embargo, hay quienes no opinan igual. Como el teniente Agustín Torres Lazo, el fiscal militar que los Somoza eligieron para acusar a los sospechosos de participar en el asesinato de Anastasio Somoza García. Torres Lazo en su libro La saga de los Somoza lo describe como un hombre que “cuidaba mucho de su nombre y reputación”. Sin embargo, dice, “Luis Somoza era visto como el campeón de la guatusa nacional”. En cambio, su hermano Anastasio “era agresivo e insolente, incapaz de transigir con nadie y brutalmente directo aún con sus mejores amigos que no eran muchos. Expresaba sin reparos lo que pensaba sin medir nunca las consecuencias. En ese sentido era más sincero o auténtico que Luis, quien aparentaba bondad y en general era afable, cordial, discreto y expansivo, aunque muchos que le conocían bien aseguraban que en el fondo era tan duro y tenaz como su hermano. Hay incluso testimonios de personas que juran que Luis era tan eficaz como Anastasio en los procedimientos utilizados en las cámaras de tortura”.
Aquella idea de “el bueno”, asegura el historiador Roberto Sánchez, fue cuestionada después de la caída del régimen somocista en 1979. “Y lo fue más después que han aparecido libros escritos por antiguos oficiales de la Guardia Nacional. El criterio es que ambos eran igual de crueles y que no tuvieron el menor prejuicio de ordenar cárcel, tortura y muerte”.
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Luis Anastasio Somoza Debayle, el segundo del matrimonio de Anastasio Somoza García y Salvadora Debayle, nació en León el 18 de noviembre de 1922. Su hermana mayor Lillian y su hermano menor Anastasio.
Desde muy joven se relacionó con el poder. No tenía ni quince años cuando su padre fue electo presidente por primera vez. “A él lo entrenaron en un mundo alrededor del poder. Sus años de absorción van en ruta con el crecimiento político de su padre”, dice su hijo Álvaro. Su primaria la estudió en el Pedagógico de Varones y luego, su secundaria en la Academia Militar La Salle en Nueva York, Estados Unidos. Era buen alumno, pero no sobresaliente. Su gran pasión, cuentan quienes lo conocieron, era el campo, no en vano dedicó sus años de universitario a la carrera de Agronomía y luego sacó una maestría en zootecnia. Con sus botas de hule disfrutaba recorrer las fincas de la familia.
Los caballos eran su fascinación, de preferencia los de paso fino y entre más brioso mejor. Zafiro era un ibero blanco al que disfrutaba montar.
Se casó con Isabel Urcuyo, con quien procreó siete hijos, seis de ellos viven en el extranjero. Salieron del país en 1979, pero ahora entran y salen del país con frecuencia, principalmente para visitar a su hermano Álvaro y recordar sus años de infancia.
Don Luis y doña Isabel se conocieron de niños, dice ella, pero años más tarde se volvieron a encontrar y se enamoraron. “A él le gustaba contar el cuento que un día en el viejo hipódromo de Managua andaba él entre los caballos y jinetes, cuando miró hacia arriba en las graderías y preguntó a quién pertenecían esas piernas. Yo siempre me reía con ese cuento porque lo contaba con su usual sentido del humor”, recuerda.
Era un hombre alegre, dice su hijo Álvaro, a quien le tocó sacrificar mucho de su tiempo familiar pero que cuando estaba en su casa su presencia llenaba aquel espacio. En casa de los Somoza Urcuyo quien mandaba era doña Isabel, Luis Somoza era alcahuete.
Managua nunca fue de sus sitios favoritos, por eso siempre buscaba el campo y todos sus pequeños lo seguían. Las imágenes brotan de la memoria de Álvaro Somoza. Cuando les enseñó a manejar en los jeeps en aquellas carreteras fangosas, cuando en el Ingenio Dolores decidió poner un trampolín en la piscina y les enseñaba a todos a hacer piruetas, cuando se sentaba a contar chistes y carcajearse, cuando capaba a los novillos y después con aguardiente, limón y sal se comía los testículos. Ese es el Luis Somoza que su hijo Álvaro recuerda. El hombre que no dejaba de reír, de bromear, de apapachar y besuquear a su Chabelita.

—Me han llamado de la Presidencia, ordenándome que entregue a Jorge Ribas Montes y a Luis Morales Palacios y vos sabés lo que eso significa a estas horas de la noche. Estoy esperando que vengan a buscarles.
—¿Quién te lo pidió?
—Don Luis Somoza.
—Llamalo entonces y decile que te den una orden escrita. Así salvás tu responsabilidad.
Este diálogo lo relata Agustín Torres Lazo en su libro La saga de los Somoza. Hablaban el coronel Manuel Antonio Román, oficial del día del Campo de Marte, y el mayor José Luis Aguado, jefe de Leyes y Relaciones de la Guardia Nacional.
Ribas Montes y Morales Palacios eran prisioneros por los sucesos del 4 de abril de 1954 que tenían como objetivo secuestrar a Anastasio Somoza García. En el mismo texto, Torres Lazo menciona un diálogo donde Ribas Montes le había contado al exteniente Jorge Cárdenas que él había sido torturado por los hermanos Somoza Debayle.
En diciembre de 1957, Torres Lazo, el coronel Carlos Silva y el mayor Arnoldo García platicaban y se tomaban unos tragos en el Casino Militar cuando en eso Silva comenzó a hablar. “Tengo que contarles lo del cabrón de Ribas Montes. Como ustedes saben este hijueputa nos la debía desde abril del 54, cuando él y otros quisiera matar al general... El 20 de octubre del 56 recibí órdenes de arriba. Esa noche como a las dos de la madrugada me fui a buscarlo al Campo de Marte...”
El periodo de Luis Debayle Somoza estuvo plagado de rebeliones, movimientos armados, hechos sangrientos. “Le tocó un periodo difícil de manejar”, asegura el historiador Bayardo Cuadra, quien considera que tanta agitación social se derivaba del reciente asesinato de su padre y del triunfo de la Revolución cubana en 1959, que daba esperanzas para botar el régimen somocista.
La lista de hechos durante su periodo es extensa: la rebelión de los pilotos de la Fuerza Aérea Nacional en 1957, los sucesos de Olama y Mollejones en 1959, la toma de los cuarteles de la Guardia Nacional en Jinotepe y Diriamba en 1960. Además a eso hay que agregar hechos sangrientos como el del 23 de julio de 1959, cuando estudiantes salieron a protestar por la masacre de El Chaparral y cuatro resultaron muertos a manos de la Guardia Nacional y muchos otros heridos. Después, el 18 de mayo de 1960 en un supuesto intento de fuga fueron ejecutados Edwin Castro Rodríguez, Ausberto Narváez Parajón y Cornelio Silva Argüello en la cárcel La Aviación, donde guardaban prisión por su participación en el atentado contra Anastasio Somoza García el 21 de septiembre de 1956. En otro supuesto intento de fuga mueren a balazos los jovencitos Ajax Delgado López y Leonel Mora, también en la cárcel de La Aviación, donde guardaban prisión por participación en actos terroristas.
“El haber sobrevivido a esa etapa turbulenta, que le permitió además apuntalar el dominio y permanencia de la familia Somoza en el poder, mantener bajo control a sus rivales políticos y al mismo tiempo impulsar el desarrollo económico y social de Nicaragua, son muestras de un instinto político y una habilidad poco comunes, que por lógica, no podían esperarse de un novel gobernante como Luis Somoza, que presuntamente carecía de experiencia”, asegura Cuadra, quien reconoce que Luis Somoza gozó de mucha popularidad durante su mandato.
Álvaro Somoza levanta la voz cuando se habla de hechos sangrientos y rebeliones durante el mandato de su padre. “Son actos causados por terceras personas con el propósito de botar un gobierno constitucionalmente electo. No fue el gobierno ni mucho menos mi padre el que instó la ofensiva. Más bien quiso usar la ecuanimidad para bajar el gas”, dice. De hecho, comenta, que fue su padre quien prohibió a las autoridades de León que se metieran con la familia de Rigoberto López Pérez, fue su padre quien lloró y dio el pésame a las familias de los estudiantes muertos.
“Vemos que esos actos revolucionarios ocurrieron durante su gobierno, pero no fue porque su gobierno fuera malo, todo lo contrario, su gobierno es famoso por las leyes que promulgó mejor que cualquier otro gobierno en la historia tanto sociales como económicas. Tenemos que reconocer que a Luis Somoza, por su juventud, lo quisieron botar y le montaron todas estas cosas irresponsablemente, poniendo en peligro muchas vidas”, dice.
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Detrás de la puerta de la sala de conferencia se escuchan gritos. Ahí, detrás de esas puertas de madera sin aldabas estaba Luis Somoza Debayle con su hermano Anastasio. Discutían, pero se oía tan fuerte la conversación que Orlando Buitrago Méndez, secretario político de Luis Somoza, se asustó y prefirió ir a llamar a doña Isabel Urcuyo. “Cuando mi tío (Anastasio) hablaba alto retumbaba la casa”, recuerda Álvaro Somoza.
Doña Isabel bajó apresurada y estando ahí logró escuchar lo que Anastasio le gritaba a Luis.
—Y vos, si no me apoyás, podrá subir tu (René) Schick, pero yo lo bajo.
Según los relatos familiares y algunos documentos históricos, Luis Somoza Debayle estaba en contra de la reelección y de que su hermano subiera al poder. Ya en 1959 había mandado a reformar la Constitución Política mediante el Decreto 438, que establecía que no podrá ser electo “Presidente para el siguiente periodo el que haya ejercido la Presidencia de la República en el período anterior”. Tampoco, decía, podrán ser electos presidente de la República “los parientes del presidente de la República dentro de cuarto grado de consanguinidad o afinidad”.
Sin embargo, Anastasio Somoza Debayle era terco e insistente, no se rendía con facilidad. Después de aquellas discusiones Luis Somoza fue donde su mamá, Salvadora Debayle, a quien llamaban doña Yoya, a pedirle que convenciera a Tachito de que se esperara un poco para ser presidente. “Pero le salió la venada careta”, dice Álvaro Somoza, quien asegura que doña Yoya le respondió tajantemente: “No, vos le tenés que ayudar a tu hermano”.
Entonces, por evitar un pleito mayor, Luis Somoza acepta ser el jefe de campaña de su hermano. “Un periodo presidencial, cinco y se acabó”, le habría dicho.
“Luis se opuso varias veces a que se postulara Tacho. Recuerdo una vez que le dijo: ‘Mirá Tacho, mucho Somoza por mucho tiempo’. Y él le decía: ‘Claro, vos ya fuiste’”, cuenta Luis Pallais Debayle, su primo. Pero es que, según Álvaro Somoza, su padre “siempre decía que quería ser el puente entre la “dictasuave” de su papá y la ascendente democracia en Nicaragua”.
A pesar de las discusiones políticas que tenían, Anastasio Somoza respetaba a su hermano mayor y ambos se amaban. “Mi marido comprendía las debilidades emocionales de su carácter y siempre lo protegía y lo amaba”, dice Isabel Urcuyo. “Cuando mi papá murió yo vi llorar a mi tío como a un niño”, recuerda Álvaro Somoza. Pero una vez fallecido, dice Pallais Debayle, “Tacho se hizo absoluto”.
“En mi opinión, la contrariedad de tener que hacer algo que iba en contra de su juicio político, el tremendo esfuerzo de una campaña política, con todas las tensiones que esos eventos traen, contribuyó a su muerte prematura”, cree su esposa Isabel Urcuyo. Luis Somoza Debayle murió el jueves 13 de abril de 1967, luego de seis días de gravedad y cuatro infartos. Murió menos de un mes antes de que su hermano subiera al poder. Durante años se dijo que había sido el mismo Anastasio Somoza Debayle quien había envenenado a su hermano para quitarlo del camino en su carrera política y perpetuarse en el poder. Pero eso, aseguran sus familiares, no son más que leyendas. Otros creen que si Luis Somoza no hubiera muerto, su hermano habría dejado el poder tras su primer periodo, como habían acordado. Pero no, dice Luis Pallais Debayle, “Tacho era Tacho”.
“Pocas veces lo vi enojado, era rareza. Siempre tenía sonrisas para todo el mundo, era bien abierto”.
Porfirio Berríos. Fotógrafo del extinto diario Novedades.
Curiosidades
- En noviembre de 1953, siendo diputado del Congreso, Luis Somoza Debayle quedó a cargo de la Presidencia de la República, durante la ausencia temporal del presidente Anastasio Somoza García. Así lo dice el Decreto Ejecutivo No. 693, publicado en La Gaceta No. 259 del 10 de noviembre de 1953.
- En 1958, Luis Somoza Debayle sufrió un primer infarto.
- Desde la muerte de su padre siempre usó corbata negra.
- Inventó una guerra, la de Mocorón. Durante su toma de posesión el 1 de mayo de 1957 aseguró que fuerzas hondureñas habían invadido territorio nacional y habían matado a 35 guardias nacionales. Nada de eso había ocurrido y, según los historiadores, se trató de un engaño para desviar la atención por el descontento que había de las elecciones. “El Partido Conservador había decidido no participar, pero el somocismo inventa el Partido Conservador Nicaragüense, que el pueblo le llamó zancudos porque llegaban a chupar, en vez de sangre, el presupuesto”, dijo hace algunos años el historiador Roberto Sánchez.
- Uno de sus afanes diarios era poder leer los periódicos tempranito.
Leyes y avances
El periodo de Luis Somoza es considerado como uno de los mandatos donde hubo mucho desarrollo en el país. “Logró impulsar el desarrollo económico y social de Nicaragua”, dice el historiador Bayardo Cuadra.
La autonomía universitaria. El 25 de marzo de 1958 Luis Somoza Debayle, presidente de la República, firmó el Decreto No. 38 en el que concede la autonomía económica, docente y administrativa a la Universidad Nacional. Ese fue un momento importante para la evolución de la educación superior en el país.
Reforma agraria. A finales de su gobierno en 1963, promulgó la Ley de la Reforma Agraria. Según quedó establecido, tenía por objeto “la reforma social y económica del agro nicaragüense a través de una modificación fundamental de la tenencia de la tierra”, “la equitativa distribución del área cultivable y de su renta y con el incremento de la producción, la elevación del nivel de vida de las masas campesinas y su incorporación al proceso de transformación de la economía del país y al desarrollo integral de la nación”.
Energía. Durante su gobierno se iniciaron los trabajos para la primera Planta Hidroeléctrica de Nicaragua, donde se utilizaría la fuerza de las aguas del río Tuma. Actualmente es conocida como la Planta Centroamérica.
Seguro Social. La seguridad social se estableció en Nicaragua en 1957 bajo el gobierno de Luis Somoza Debayle.