El beso más famoso de Costa Rica lo protagonizan un nicaragüense y una alemana. A primera vista, la foto muestra una escena romántica, pero la verdad es que se trata de una secuestrada besando a su secuestrador.
Por Hans Lawrence Ramírez
“Me imagino que ese fue el síndrome de Estocolmo”, dijo Susana Seigfried tiempo después a medios costarricenses. Ella estuvo secuestrada junto a Nicola Flechaus durante 71 días por un comando de cinco guerrilleros nicaragüenses hace 26 años.
Susana fue quien tomó la fotografía del beso que Nicola le dio al líder de los secuestradores. Ese no fue el único beso.
Los guerrilleros se hacían llamar “Comando Viviana Gallardo” y para liberar a las mujeres pedían un millón de dólares y algunas demandas sociales como el aumento del salario del 18% a los trabajadores costarricenses, frenar el aumento de las tarifas de servicio público y garantizar una justa repartición de las riquezas.
El líder del comando era Julio César Vega Rojas, conocido como “Julio Loco”, pero durante el secuestro usaba el seudónimo de “Talamanca”. Nació el 12 de abril de 1964 en Ciudad Darío, Matagalpa y llegó hasta sexto grado de primaria.
En 1988 entró de manera irregular a Costa Rica. Trabajó como vendedor ambulante, alistador de calzado, reparador de llantas y sembrando frijoles. Tenía una mujer llamada Rosa Aburto y tres hijos con ella. Había sido miembro del Frente Sandinista entre 1979 y 1983, luego se separó y combatió contra los rojinegros, según relató él mismo al diario La Nación en 1997.

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Nadie entendió una sola palabra, solo Susana Seigfreid porque hablaba español. Cinco enmascarados con AK47 salieron de la oscuridad e irrumpieron en el hotel “La Laguna del Lagarto Lodge”, en un pueblo llamado Boca Tapada, al norte de Costa Rica.
“¡Manos arriba!”, ordenaban a los turistas extranjeros que se encontraban en el patio del hotel recibiendo el nuevo año. Era la madrugada del 1 de enero de 1996. Los turistas estaban perplejos, no entendían que pasaba hasta que Susana, que era la guía turística del grupo, les tradujo al alemán que subieran las manos.
Los guerrilleros amarraron de pies y manos a todos. Los dejaron en el suelo y se llevaron a Susana y a Nicola en una camioneta 4x4 propiedad del dueño del hotel. Poncharon las llantas de todos los demás vehículos que se encontraban en el lugar.
Los secuestradores condujeron cuarenta minutos hacia el norte por terreno fangoso. Dejaron el vehículo y caminaron unos 300 metros hasta llegar a la orilla del río San Juan, frontera con Nicaragua. En una lancha se fueron río abajo hasta que llegaron a un campamento que habían armado previamente.
El criminólogo costarricense Fernando Sánchez, era el jefe del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de San Carlos en aquel entonces y era el encargado de resolver el caso. “Cuando llego al lugar estaba Vigilancia Aérea, Guardia Civil y todas las policías que hay en este país. Era un asunto que todo mundo quería resolverlo”, contó años después a medios costarricenses.
En los primeros días no había sospechosos. Las autoridades costarricenses peinaron toda la zona norte sin éxito. Solamente encontraron el vehículo con el que los guerrilleros se movilizaron hasta el río, y un comunicado con errores ortográficos que habían dejado los secuestradores en el hotel haciendo saber sus demandas.
El cuatro de enero, el ministro de comunicación de Costa Rica Alejandro Soto, en comparecencia pública dijo que los secuestradores dejaron un segundo comunicado en un teléfono público en una zona cercana al centro de San José, capital costarricense. En ese comunicado, reiteraban sus demandas y amenazaban con destruir puentes y represas eléctricas si el gobierno no cumplía.
Al día siguiente, los secuestradores llaman al sacerdote Eduardo Bolaños, un párroco del cantón de San Carlos, fronterizo con Nicaragua y le solicitan que se encargue de la mediación de las negociaciones.
Además de no tener sospechosos, las autoridades tampoco sabían la ubicación de los secuestradores. El Ejército de Nicaragua decía que no se encontraban en territorio nicaragüense, así que los costarricenses buscaban por las montañas del norte de su país.
Mientras tanto, las europeas se mantenían horrorizadas con sus secuestradores. Al campamento llegaron a eso de las tres de la tarde. Habían caminado todo el día sin comer ni dormir.
“La primera noche fue terrible. Estábamos muy cansadas. No podíamos dormir. Nicola tenía miedo de la selva, de los animales. Yo no les tengo miedo a los animales, les tengo miedo a los hombres”, relataría Susana Seigfried años después a medios de comunicación costarricenses.
Los secuestradores les prohibieron hablar. Por las noches dormían y por el día esperaban a ser rescatadas. Casi no comían. “No había comida. Comimos tortuga que me dio mucha lástima y comimos mono”, contó Susana
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Nicola Flechaus tenía 24 años. Había llegado a Costa Rica desde su natal Alemania el 28 de diciembre de 1995 y planeaba estar dos semanas en ese país. Para la primera semana tenía tours programados por una agencia de viajes que contrató y la segunda semana iba a pasear por su cuenta.
Susana Seigfreid tenía 50 años. Es de Suiza, pero llevaba 25 años viviendo en Costa Rica junto a su esposo Peter y sus dos hijos. Como hablaba bien el español, trabajaba como guía turística para una agencia de viajes. Las vidas de ambas quedaron en pausa cuando los cinco guerrilleros las secuestraron.
Como no había avance significativo en las investigaciones de las autoridades, el esposo de Susana, Peter, se fue hasta Boca Tapada para colaborar con el OIJ.
“Aparece con un señor que era un especialista en asuntos financieros y asuntos bancarios y era un especialista en negociación”, contó Fernando Sánchez en un reportaje televisivo. A este señor le apodaron “el señor de Mollis” porque era de una ciudad suiza con ese nombre.
Ya era finales de febrero y todavía no se sabía la ubicación exacta de los guerrilleros. Sánchez sospechaba que se encontraban en territorio nicaragüense, así que se consiguió dos fuentes: un guardaparque del Ministerio de Ambiente y Recursos Naturales de Nicaragua (MARENA), y un lanchero que conocía el río San Juan de cabo a rabo.
La fuente del MARENA le decía a Sánchez que había movimientos sospechosos en la reserva Indio Maíz y que ahí podían estar los secuestradores. La información que le daba lanchero coincidía
Como las autoridades costarricenses no podían navegar en el río por ser territorio nicaragüense, entonces armaron un plan. Se iban a ir río abajo en un bote, el sacerdote Bolaños, el esposo de Susana, Peter, el señor de Mollis y un lanchero. Le pusieron al bote una bandera blanca y las banderas de Costa Rica, Alemania y Suiza. El objetivo era hacer contacto con los secuestradores.
El bote arrancó el primero de marzo. El lanchero seguía la dirección fijada que Sánchez le había explicado previamente según lo que le informaban sus fuentes. De repente, un helicóptero de la policía costarricense sale de la maleza y se le pone arriba a la lancha y los detiene. El operativo se vino abajo.
Sánchez explicó que ese operativo era una misión exclusiva del OIJ y que nadie más sabía, por tanto, la llegada de ese helicóptero se trató de “una acción involuntaria”.
Seis días después lo intentaron otra vez. Se fueron río abajo y se adentraron por la selva de Indio Maíz y entre el caño La Danta y el caño San Francisco, hicieron contacto con los secuestradores.
Negociando con los guerrilleros, los hicieron desistir de sus demandas sociales y bajaron la cifra de un millón de dólares a 200,000 dólares. Pero también pidieron víveres, y una cámara con su rollo fotográfico.
Los negociadores regresaron con Sánchez e inmediatamente les hicieron llegar lo que pedían los secuestradores. Tardaron unos días para contar el dinero y verificar que todo estaba bien.
A doña Juana Vargas casi le botan la puerta de su casa la madrugada del 12 de marzo. Vivía en las orillas del río San Juan. Los guerrilleros ya la conocían. Por ahí le pasaban pidiendo comida cuando andaban cerca, pero ahora llegaban a dejar a las secuestradas.
Los guerrilleros les dijeron que esperaran, que ahí las llegarían a traer. Doña Juana les hizo desayuno y a las 9:25 de la mañana, llegó Peter y los demás negociadores en una lancha. El secuestro había llegado a su fin.

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Aunque las mujeres ya estuvieran libres, Fernando Sánchez todavía tenía la tarea de dar con los secuestradores.
Una fuente que Sánchez tenía en el Ejército de Nicaragua le dijo que tenían información de cinco guerrilleros en una operación en Costa Rica. Se trataba de “Julio loco”, Pedro Antonio Wong alias “El Perro Limón”, Absalón Rodríguez, Armando Aragón que era un estratega militar, y José Francisco Rodríguez. Supuestamente, eran desmovilizados de la contrarrevolución.
“Todos eran bravos, bravísimos. Bravos de verdad”, los describió Sánchez en una entrevista Estos cinco se convirtieron en los principales sospechosos del secuestro y en el objetivo número uno de Sánchez, pero como se encontraban en territorio nicaragüense no podía hacer mucho.
Tiempo después, el guardaparques que tenía como fuente le avisa que “Julio loco” había sido detenido en San Juan del Norte y que el Ejército de Nicaragua lo lleva en una lancha por el río San Juan con rumbo a Managua.
Esto lo confirma con su fuente en el Ejército y le detalla que lo agarraron con 36 mil dólares, uniforme militar, armas, un papel y un rollo fotográfico.
Sánchez relata en la entrevista, que habló con gente importante en el gobierno costarricense e inmediatamente negociaron con el gobierno de Nicaragua.
En cuestión de horas, la lancha en que iba “Julio loco” dio la vuelta y lo entregaron a las autoridades costarricenses. También entregaron el dinero, las armas, el papel y el uniforme, pero el rollo fotográfico dijeron que no lo tenían, cuenta Sánchez en la entrevista.
Julio llegó con heridas, con picaduras de insectos, hongos en los pies, gastritis y otras cosas que agarró en la montaña. Estuvo 15 días detenido en el OIJ de San Carlos y Sánchez pudo hablar con él sobre “distintos temas. Julio es un hombre inteligente, preparado. Se puede hablar con él”, mencionó el criminólogo.
Sánchez se quedó con la duda de qué había pasado con el rollo fotográfico, así que se comunicó con inteligencia del Ejército de Nicaragua y nuevamente le negaron tener el rollo. Días después, Sánchez se da cuenta que Pedro Wong, alias “El Perro Limón” fue detenido en Managua. Sánchez solicitó permiso a las autoridades nicaragüenses y mandó a un compañero a reunirse con Wong y ver si le podía sacar información.
“Pedro pidió a cambio de contar toda la historia una pizza y un paquete de cigarros. Contó todo absolutamente sin ninguna reserva”, relató Sánchez. Wong contó desde la planificación del secuestro.
Primero habían asaltado un banco en una ciudad costarricense llamada Guápiles. Huyeron en un vehículo, la policía los siguió y en medio de la persecución y balacera, se volcaron y cayeron a un río. Los cinco salieron más adelante y con el botín se fueron a beber alcohol.
Pasaron varias semanas y vieron que el dinero robado no era suficiente, así que planearon el secuestro.
Sánchez también narra que Wong habló sobre Julio loco y Nicola, y habría dicho que ella se acercó a Julio buscando como protegerse. Wong también dijo que en el rollo fotográfico había pruebas.
Mientras tanto, Sánchez se da cuenta que el papel que le encontraron a Julio se trataba de una carta que le habría enviado un “político” nicaragüense en el tiempo que se ejecutó el secuestro.
“Yo la leo (la carta) y veo que es de interés de asuntos políticos para Nicaragua, pero era un insumo que tenía yo para trabajar”, cuenta. La carta era más “un ofrecimiento de negociación a cambio de pago y parecía que el hombre que la mandaba era alguien con el pensamiento afín que tenía Julio y tenía Armando”, dice Sánchez en la entrevista y también deja claro que por lealtad prefiere no entrar en detalles sobre quién era el que enviaba la carta.
Sánchez se contactó nuevamente con alguien de inteligencia del Ejército de Nicaragua.
--Le quiero cambiar una carta que yo sí tengo por un rollo que usted no tiene-- le dice Sánchez
--A ver la carta, ¿qué es?
--Le voy a mandar una copia por fax para que la vea
Después de haber enviado la copia, Sánchez relata que recibió una llamada de la misma persona del Ejército de Nicaragua:
--Ya apareció el rollo
Cuando Sánchez reveló el rollo, vio las famosas fotos y se las pasó a la jueza que llevaba el caso. Era un archivo de carácter confidencial. “De pronto un día, casi me da un infarto. Veo La Nación (periódico de Costa Rica) en primera plana, Nikky (Nicola) besándose con Julio”
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“La entrañable transparencia, de tu querida presencia, comandante che Guevara”, corean unos guerrilleros con guitarras. Hombres comen y beben mientras dos mujeres se bañan en un río, bajo una cascada paradisíaca. En otra toma, una pareja en romance.
Son escenas de la película “Las rehenes de Costa Rica”, de producción alemana que fue grabada después la publicación de las polémicas fotografías de Julio loco y Nicola besándose.
Las fotos fueron un escándalo y le dieron un giro total al caso. Hubo quienes pensaron que todo se trató de un montaje para sacar ganancias. “No solo la gente, la prensa también. Yo me sentía como una carne devorada por los buitres”, cuenta Susana en archivos periodísticos.
Esa película, que fue muy criticada, reforzaba la teoría de que todo se había tratado de una aventura planificada.
Susana Seigfreid admitió después al diario La Nación que había advertido a Nicola sobre el peligro que corría al tener un romance con Julio. “Ella no me hizo caso. Yo le dije a Nicky que no podía hacer eso porque éramos dos mujeres y cinco hombres. Un día se le olvidó”, dijo.
En otra entrevista mencionó que Julio y Nicola empezaron aquel romance como a las dos o tres semanas de haber sido secuestradas. “Me imagino que eso fue el síndrome de Estocolmo”, mencionó.
Susana también aceptó haber mentido a las autoridades sobre si había visto el rostro de alguno de los secuestradores. La razón era que Pedro Wong le había advertido: “Si usted dice que me vio la cara, yo sé exactamente dónde vive. Yo voy a ser su sombra”
La suiza también declaró a La Nación que “yo supe tener mi distancia. (Perro) Limón, una vez, ya casi al final, me hizo una proposición de tener relaciones; yo le dije que no era esa clase de mujer y nunca más insistió".
Nicola nunca habló al respecto. Después de su liberación regresó a Alemania sin declarar y no se supo más de ella, sin embargo, cuando se publicaron las fotos, el abogado de Nicola, Martin Rilling, dijo que su cliente había aceptado tomarse una foto con su secuestrador antes de la liberación.
"Vega quería una foto de despedida y ella estuvo de acuerdo, expresando su sentimiento de felicidad ante la perspectiva de su liberación después de 10 semanas de martirio. Nicola abrazó a Vega y le dio un beso para mostrarle su gratitud", dijo el abogado.
Meses después, Susana habló con Sánchez y le dijo que Julio insistió en que se tomaran la fotografía porque “él pensó que después iba seguir teniendo una relación con Nicola”. En la entrevista, Sánchez detalla que todo lo que habló con Susana coincidía en lo que Wong les había dicho en Managua.

Julio también dio su versión del beso al diario La Nación en 1997 cuando estaba detenido:
--¿Qué tipo de relación tuvo usted con Nicola? ¿Es posible presumir, de acuerdo con las fotografías publicadas, que hubo un romance entre ambos? — preguntó el periodista
--Yo hice amistad con ella y esta no va a terminar nunca. Fue una relación respetuosa. Ese beso me sorprendió. Tan me agarró de sorpresa que yo le dije que en la boca no. Es cierto, fue muy efusivo.
--¿Por qué accedió a tomarse las fotografías?
--Fue una especie de agradecimiento de parte de ellas al saber que quedaban libres. Las fotos luego me ocasionaron muchos problemas con mi esposa. A ellas (Susana y Nicola) la publicación las convierte en doblemente víctimas.
En esa entrevista, Julio dijo que Wong mintió al OIJ. Que a él lo habían llegado a buscar a la casa de su madre en Ciudad Darío para participar en una “misión militar” y que nunca le hablaron de un secuestro.
Negó ser el líder de la banda y haber participado en el secuestro del hotel. Dijo que él estaba en el campamento cuando los otros llevaron a las mujeres. “Procuré protegerlas y eso me causó roces con mis compañeros. Inclusive, una vez tuve que dispararle a Pedro Antonio Wong a los pies porque quería matar a una de ellas para presionar el pago del rescate”, mencionó
Además, contó que mientras huían, los demás lo iban a matar. “El grupo me desarmó y me amarró. Al anochecer, mi compañero Junior (Absalón Rodríguez) me advirtió que al día siguiente me matarían. Sin embargo, logré escapar durante la madrugada.”, dijo.
Como haya sido, Julio César Vega Rojas, fue condenado a 30 años de prisión en marzo de 1997. Se le acusó por los delitos de secuestro extorsivo, robo agravado, privación de libertad agravada, asociación ilícita, tenencia de armas y daños agravados.
“El Perro Limón” Wong también fue juzgado por los mismos delitos en Managua y años más tarde su compañero de celda lo encontró muerto. Aparentemente fue un suicidio.
Julio Loco pasó seis años en máxima seguridad y luego en una celda mediana cerrada. Era considerado un reo peligroso. En octubre de 2007, se acogió a un programa para que reos extranjeros terminaran su condena en su país de origen y fue trasladado a Nicaragua.
“Él tenía sus contactos” en Nicaragua, y meses después lo liberaron, dijo Fernando Sánchez. En 2011, Julio regresó a Costa Rica a vivir con su esposa y sus hijos.
Empezó a trabajar en construcción, hasta que en 2013 fue detenido nuevamente por el asalto a un hotel en una playa del pacífico costarricense. Sánchez dijo en 2021 que Julio ya está libre y que vive en Costa Rica.
De los otros tres guerrilleros que participaron en el secuestro, no se volvió a saber nada. Según Sánchez, las causas en contra de ellos ya están prescritas y el expediente del caso hasta fue quemado por exceso de papelería en los juzgados de Costa Rica.