El periodista de apellido impronunciable que entrevistó a Sandino

Reportaje - 05.12.2021
Sandino

Un problema en México le impidió llegar cuando los marines aún estaban en Nicaragua. Pero cuando llegó al campamento del jefe guerrillero todavía había ambiente de guerra. Escribió un libro que se llama Con Sandino en Nicaragua y, de manera póstuma, el dictador Daniel Ortega lo condecoró en 2019

Por Eduardo Cruz

El periodista vasco Ramón de Belausteguigoitia llegó a Managua en febrero de 1933, cuando la capital nicaragüense aún estaba en ruinas por el terremoto ocurrido dos años antes. Se encontró con una ciudad que salía “dolorosamente de una ruina casi completa” por causa del terremoto.

Su objetivo era entrevistar al general Augusto C. Sandino, el jefe guerrillero que por siete años estuvo luchando para que los marines salieran de Nicaragua.

Belausteguigoitia llegó un poco decepcionado, porque tenía dos meses queriendo llegar al país, cuando todavía estaban los marines en Nicaragua, y por un problema en México no pudo llegar a tiempo. Los marines habían desocupado el país un mes antes.

Para llegar donde Sandino, Belausteguigoitia tuvo que viajar 250 kilómetros hasta San Rafael del Norte, donde estaba acampado el guerrillero. Una sobrina, Gentzane Belausteguigoitia, cuenta que era un hombre muy persistente y tenía la determinación de conocer a Sandino.

Después de estar dos semanas en el campamento guerrillero, el periodista vasco escribió un libro que se llama Con Sandino en Nicaragua, donde relata cómo era general, pero también revela la Nicaragua de aquellos años, cuando en Managua se juntaban por las calles las carretas, los coches de caballo y los vehículos de motor.

Ramón de Belausteguigoitia. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Belausteguigoitia es uno de los cuatro periodistas que entrevistaron a Sandino y escribieron un libro. El primero fue el norteamericano Carlton Beals, el único que visitó a Sandino en su campamento mientras estaba la guerra con los marines y sobre cuya visita está inspirada la película Sandino, del director Miguel Littin. En esta película se usaron frases que el líder guerrillero le dijo al periodista vasco.

Antes que finalizara la guerra, Sandino estuvo en México y ahí lo entrevistó el periodista mexicano Emigdio Maraboto. Y Belausteguigoitia lo entrevistó cuando se acababan de ir los marines. Por último, también lo entrevistó el nicaragüense José Román.

Esas cuatro entrevistas fueron fundamentales para conocer mejor el carácter de Sandino.

Daniel Ortega, quien gusta de congraciarse con aquellos que ayudaron a triunfar a la revolución que lo llevó al poder en 1979, y también la memoria de quienes lucharon con Sandino, homenajeó póstumamente a Belausteguigoitia, cuando en agosto de 2019 le otorgó la Orden de la Independencia Cultural Rubén Darío.

Belausteguigoitia murió en 1981, por ello la condecoración fue recibida por su sobrina Gentzane.

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Belausteguigoitia salió de México en un avión y cuando llegó a Managua la vio como un “arrabal de un gran pueblo, con sus calles largas y sinuosas y recortadas a veces, con su pequeño trajín de peatones, con su tráfico variado, donde se cruzan el automóvil, el coche de caballos y la simbólica carreta de bueyes”.

Le impresionó el lago, aunque le sorprendió ver que no era muy bien aprovechado, cuando todavía no estaba contaminado. “La ciudad lo tiene en un abandono casi completo. No se ven ni bañistas, ni barcos de recreo, ni las típicas redes de los pescadores”, escribió el periodista.

Lo describió como un lago de aguas grises que con la puesta del sol tomaba tonalidades verdes.

Monumento a Rubén Darío, erigido en la Managua de los años 1930. FOTO/ ARCHIVO/ CORTESÍA/ IHNCA

Las mujeres que llegaban al parque central de Managua le llamaron la atención. “Las bellas managuas, muchas de ellas rubias, que demuestran la mezcla de sangre europea, hacen resaltar los encantos de sus líneas y de su gracia”, contó.

A las ciudades de Granada y León les encontró ciertos rasgos parecidos con Andalucía (España) y con Cuba, por “el sentido hiperbólico de sus habitantes” y sus casas coloniales. “Gente de la élite y pueblo muestran una viveza desconcertante y un chispeante ingenio retórico… Si se trata de un casino, casi se siente uno en un casino andaluz, donde flamea el chiste y la gracia repentista”, indicó.

Para quitarse de encima el calor de Managua, Belausteguigoitia se iba a refrescar a la orilla del lago.

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El periodista vasco salió de Managua en un carro desvencijado hasta llegar a Matagalpa, la cual le pareció una villa rural. De ahí siguió a caballo hasta Jinotega.

Notó que la paz, que supuestamente debía de existir tras la salida de los marines, aun no era efectiva porque vio a los guardias nacionales vigilando los movimientos de los soldados de Sandino. Los guardias se mantenían apuntando con ametralladoras.

“Jinotega es un valle largo y estrecho, de arbolado frondoso en las alturas, donde crecen los cafetales a la sombra de árboles copudos y de prados verdes, aunque abandonados casi durante la guerra, dejan de ver el herbaje exuberante del sorgo, el para y la hierba de Guinea”, describió.

En sus tiempos de jugador del Athletic de Bilbao. Belausteguigoitia es el de la izquierda. FOTO/ TOMADA DE INTERNET

En Jinotega había entonces un destacamento de la Guardia Nacional de aproximadamente mil hombres, ya que cerca de ahí está San Rafael del Norte, que es donde Sandino deambulaba por ser su esposa de ese lugar.

Los principales jefes de la Guardia, le contaron a Belausteguigoitia, eran norteamericanos, pero, a raíz de que se fueron los marines, los jefes empezaron a ser nicaragüenses.

Cuando iba saliendo para San Rafael del Norte lo retuvo la Guardia, pero logró pasar sin problemas porque tenía su pasaporte en regla. Y así pasó en otros retenes. Una escena similar aparece en la película Sandino, pero en esa cinta el periodista es norteamericano.
Le costó encontrar un caballo, pero al final le dieron uno y logró llegar a San Rafael del Norte.

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Sandino se dirigió a su esposa, Blanca Aráuz, y le dijo: “Te voy a presentar a un señor de un apellido muy largo, que no hay manera de pronunciarlo al principio”.

Cuando el periodista se encontró con el jefe guerrillero, se identificó rápidamente con él. Al igual que el líder rebelde, que luchaba por ver a su país libre de intervención norteamericana, el periodista también tenía una lucha por ver al País Vasco independiente de España.

Sus biógrafos explican que Belausteguigoitia consideraba que España está compuesta por varias naciones y abogaba por que fuera una confederación en vez de un solo país.

Después de un período de relativa independencia, en 1839, el gobierno autónomo vasco fue abolido por el gobierno español en Madrid. Con el tiempo, un movimiento nacionalista vasco cada vez más fuerte comenzó a exigir unidad política y una nación vasca independiente. Durante la Guerra Civil española, Francisco Franco prohibió el idioma vasco, abolió los derechos de los vascos y ordenó la destrucción de la ciudad vasca de Guernica.

Sandino, su esposa Blanca Aráuz y algunos de sus hombres. FOTO/ ARCHIVO

Belausteguigoitia era activista del Partido Nacionalista Vasco y antifranquista. Pertenecía a una familia importante que se destacó en el fútbol, como empresarios y en la cultura. Belausteguigoitia fue campeón de la liga española de fútbol entre 1914 y 1916, vistiendo la camiseta del Athletic de Bilbao, igual que dos de sus hermanos.

Era licenciado en Derecho, pero después de 1916 se fue a estudiar economía a Londres, donde fue seleccionado como corresponsal del periódico de Madrid, El Sol, y cubrió varios episodios importantes de la Primera Guerra Mundial.

Viajó por Europa, Asia y América, y en 1925 se fue a vivir a México. A Nicaragua llegó en 1922 y trabajó como corresponsal, pero luego regresó a un rancho que compró en el estado mexicano de Coahuila, donde se dedicó a la agricultura.

Era apasionado por la tierra y algunos analistas españoles indican que, cuando visitó el campamento de Sandino, lo influyó para que después el líder guerrillero se interesara por las cooperativas agrícolas.

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Los soldados de Sandino creyeron que era gringo. “¡Qué! ¿Un americano?”, le preguntó uno. “¡Aquí no pueden entrar!”, prosiguió. “Si es macho (norteamericano) le volamos la gallina”, dijo otro. Rápidamente Beleusteguigoitia enseñó sus credenciales.
Dos guerrilleros llegaron a San Rafael del Norte, donde estaba Beleusteguigoitia, y le dieron un papel con un mensaje de Sandino, en el que decía que lo recibiría al día siguiente.

“El papel traía señalado el típico sello de Sandino, en el que se ve un círculo con el lema Patria y Libertad, y en el centro, un guerrillero sandinista empuñando un machete para cortar la cabeza a un soldado americano, a quien agarra con la otra mano por la cabellera, mientras lo pisa en el vientre, sujetándolo en tierra. ¡Vaya un valiente símbolo antiimperialista!”, escribió el periodista vasco.

El vasco vio que entre los guerrilleros había de todas las edades, algunos casi niños, y todos vestían con harapos prácticamente. “Aunque algunos estaban con sus ropas bastante completas, en general dominaban los pantalones hechos jirones, de manta, es decir, tela de algodón blanca. El aire de todos ellos era duro y se adivinaba la fiereza de los hombres obligados a vivir en la selva durante años enteros. El rasgo común era el lazo rojo y negro que adornaba su sombrero”, reveló Belausteguigoitia.

Además de pistolas o rifles, todos llevaban un machete. Otros, solo machete.

Los soldados se tranquilizaron y el periodista pudo entrar en el campamento libremente.

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Casi dos semanas estuvo el periodista en el campamento. A diario hablaba con Sandino. Conoció a algunos de los hombres del general, como Pedro Altamirano (Pedrón) y Ramón Raudales. A Juan Ferreti.

De Pedrón, hombre calificado como sanguinario, dijo que lloró como un niño cuando Sandino les informó que viajaría a Managua a hacer la paz, pero los soldados le dijeron que no porque lo iban a matar.

A Cabrerita le oyó cantar: “…Sacasa dijo a Sandino, yo me voy a retirar, a los Estados Unidos no les vamos a ganar. Dijo Sandino una vez, apretándose las manos, a diez centavos les vendo cabezas de americanos…”

Antes de salir de Managua, Belausteguigoitia también anduvo en Niquinohomo y conoció a los padres de Sandino, Gregorio Sandino y Margarita Calderón. Lo impresionó la madre, quien le dijo que tenía sueños con Sandino porque pasó mucho tiempo sin ver a su hijo.
En el campamento, las conversaciones entre el periodista y el guerrillero giraron más en torno a la espiritualidad y a lo filosófico que a lo militar o cualquier otro tema.

El también escritor dijo que la grandeza del nicaragüense radicaba en su acción de enfrentarse a los norteamericanos, sino en su “elevación moral”, porque había decidido luchar contra un ejército cuando en Nicaragua la clase política estaba degradada. Lo que debieron hacer los políticos, lo estaba haciendo Sandino y por eso no lo querían.

El escritor Iker González Allende explica que, al narrar su estancia en el campamento de Sandino, Belausteguigoitia subraya el ambiente místico que él percibe en su ejército y la forma en que el líder es considerado como un escogido por el destino o la providencia.
En una ocasión, el periodista cuenta que los soldados le vieron una especia de aura en la cabeza a Sandino y por razones como esa le obedecían fielmente.

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El periodista dejó el campamento y al poco tiempo Sandino tuvo que entregar todas las armas. Solo dejaron armas a 100 hombres, para mientras se terminaba de afianzar la paz.

El 21 de febrero de 1934, Sandino fue asesinado por órdenes del hombre que los marines habían dejado al frente de la Guardia, Anastasio Somoza García.

En ese mismo año, Belausteguigoitia publicó su libro Con Sandino en Nicaragua, una referencia para conocer el carácter del llamado general de hombres libres.

Belausteguigoitia seguiría viviendo en México, pero a la vez viajando por el mundo. La guerra civil española lo agarró en España y de esa experiencia también escribió un libro. Escribió varios libros durante toda su vida.

En 1974 vendió el rancho que tenía en México y la muerte lo sorprendió en Madrid, en 1981, a la edad de 89 años.

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