Los expertos definen el estilo de la primera dama de la República como “hippie”, “original” y “diferente”. En 463 fotografías de ella publicadas en los medios oficialistas se le ve con 462 vestidos diferentes. Al parecer, Rosario Murillo no gusta repetir vestuario
Por Redacción Magazine
A Rosario Murillo no le gusta repetir vestuario. O al menos eso es lo que parece. De 463 imágenes tomadas del sitio oficial El 19 Digital, la primera dama de la República ha repetido vestido una sola vez. 463 fotografías, 462 vestidos diferentes. Las imágenes recopiladas en los tres últimos años, únicamente en actos oficiales, dan una muestra del tamaño del armario de la primera dama.
A Rosario Murillo le gusta llamar la atención. O al menos eso parece. Tres anillos en cada dedo, una decena de collares que adornan su delgado cuello y otra decena de pulseras. Colores vistosos, telas floreadas y combinaciones que muy pocos se atreven a llevar. A ella le importa mucho su apariencia. O al menos eso parece. No habla del tema, no se le ve en las tiendas de compras y tampoco es que siga las últimas tendencias de la moda. Pero sí, se nota que cada prenda que lleva puesta tiene un porqué. Los diseñadores de moda dicen que sí se preocupa por su apariencia, solo que su estilo es “diferente”.
Este es el tercer período de Rosario Murillo como primera dama de la República. El primero en la década de los ochenta, el segundo que inició en el 2007 y este que apenas empieza. Su estilo y vestimenta han dado de qué hablar durante los gobiernos del presidente Daniel Ortega. Su imagen ha sido un foco de atención tanto de medios nacionales como internacionales. Las valoraciones que ha recibido han sido más negativas que positivas.
Se ha dicho que no es la vestimenta para una primera dama. Que luce recargada de accesorios. Que es diferente. Que su vestimenta y joyas tienen una explicación esotérica. La única certeza, al menos por ahora, es que esa mujer que a la par de su esposo grita consignas como “arriba los pobres del mundo” y que ofrece un país “cristiano, socialista y solidario” tiene en su armario al menos 462 vestidos.
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Foto uno. La primera dama aparece sonriente. Está de pie a la par del presidente. Un vestido estampado, blanco con negro, manga comida y una pashmina lila que cae de su hombro izquierdo. Lleva collares celestes y al menos diez anillos en cada mano. Plata y turquesa, mayoritariamente. Foto dos. Siempre de pie, esta vez sola. Sonriente. Un vestido blanco, de lino, bordado de arriba y en corte V. Los mismos collares. Los mismos anillos. Foto tres. Traje rojo, mangas largas y una pashmina verdosa que cae de su hombro izquierdo. Los mismos collares. Los mismos anillos. Traje cuatro. Un vestido rosado, estampado, mangas largas, un fajón de rayas negras y celestes. Los mismos collares. Los mismos anillos. La lista es larga. Sus combinaciones son diversas y sus estilos también. Pero los collares y anillos casi nunca cambian.
Rosario Murillo —coinciden los diseñadores— siempre le ha puesto mucho empeño a su forma de vestir.
Se ha preocupado por la moda toda su vida —dice la diseñadora de modas Blanca Escobar de Jackman—. Desde que ocupó por primera vez el cargo de primera dama, en la década de los ochenta, recuerda Escobar, esa fue una de las industrias que más apoyo recibió de su gobierno.
“Siempre andaba en cosas de moda. Traía a los diseñadores extranjeros a Nicaragua, nadie lo hacía. Nos mandó a tres diseñadoras a Cuba, a Cuba Moda, donde participaban 150 diseñadores de todo el mundo”.
Desde esos años hasta la actualidad, reconoce Escobar, su forma de vestir “ha mejorado”. No da detalles.
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Estrafalaria. Osada. Original. Extraña. Diferente. Esos son los adjetivos con los que se ha descrito su estilo en las páginas de los diarios nacionales e internacionales.
Al vestir, asegura, rompe muchas reglas. Su carga de accesorios, confiesa, es excesiva. “Hay una regla del buen vestir que es no usar más de once accesorios o prendas sobre el cuerpo y encontramos que ella en un solo dedo lleva hasta tres anillos y en su muñeca hasta dos relojes. Cada quien tiene su propia identidad y personalidad al vestir y ella lo demuestra a diario”, dice Kelly Molina. Sin embargo, ella, cree él, debería de optar por un “look más clásico” donde “el punto focal sea ella y no su vestimenta”, como ha ocurrido en los últimos años.
La diseñadora Blanca Escobar de Jackman, por su parte, tiene una sola palabra para describir el estilo de la primera dama: “Original”. “Ella no copia a nadie”, dice. Y si hay excesos en sus accesorios eso no es más que “su personalidad”, opina. Las prendas que usa, asegura Molina, son de muy buena calidad, lo nota por las telas. Hay algunas, asegura, que son de diseñadores. “Ella usa muchas sedas y pashminas que son telas de mucho valor, pero también la vemos con frecuencia en lino y algodones que son telas de buena calidad, y accesibles”.
El diputado Eliseo Núñez opina que la primera dama tiene un estilo retro, de la época de los hippies. “Creo que su vestimenta refleja una obsesión por una época en que aparentemente ella creyó que la felicidad era parte de todo eso que incluía la vida hippie”, dice.
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Imelda Marcos, la ex primera dama filipina, tenía obsesión por los zapatos. En algún momento reconoció que tuvo más de mil pares. La presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, no ha reconocido sus excesos en zapatos, carteras, vestuario, pero los medios hablan de los cientos de miles de dólares que gasta. Rosario Murillo no habla de su vestuario, ni mucho menos de sus joyas. Vestidos estampados, blancos, negros, azules, rosados. Fajones rojos, cremas, rosados, a rayas. Pashminas de todos los colores. No se sabe dónde compra la primera dama, por qué viste como lo hace y tampoco si tiene un diseñador.
Pero esa no es su única excentricidad. En el 2008 se conoció que el agua que toma viene de Francia, es la marca Perrier, esa conocida como “la princesa de las aguas minerales” y considerada una de las mejores marcas del mundo. Ese mismo año también se supo de los viajes por toda América Latina en aviones privados que realizaba toda la familia Ortega Murillo con dinero del Estado.
Un vestido de la primera dama —calcula el diseñador Kelly Molina— no cuesta menos de 200 dólares. Los precios, dependiendo de la tela, confección y las aplicaciones, podrían estar entre “200 y 3 mil dólares”. Según los cálculos del experto en moda, uno de los vestidos más baratos de la primera dama cuesta 70 dólares más que el salario mínimo con el que viven más de 100 mil nicaragüenses en el país.
Las excentricidades del poder
Los zapatos de Imelda Marcos
La ex primera dama de Filipinas tenía afición por los zapatos. Se hablaba que tenía miles. “Nunca tuve 3,000 pares de zapatos, eran 1,060”, dijo en 1987. También era amante de las joyas, piezas valoradas en millones de dólares. Junto a su esposo, el expresidente Ferdinand Marcos, gobernó Filipinas durante 21 años (1965-1986) hasta que la revolución los sacó del poder. A su mandato lo llamaron la “dictadura conyugal”. Imelda Marcos fue conocida en el mundo entero por sus excentricidades y lujos. Considerada un icono de la frivolidad y criticada por la opulencia de la que gozaba mientras los filipinos vivían en la miseria.
Kirchner y las marcas de lujo
Las excentricidades persiguen a la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner. Conocida como “la reina del bótox”, esta mandataria ha causado polémica por sus lujos al vestir. Durante su última campaña electoral, en el 2011, el New York Post publicó que había comprado veinte pares de zapatos Christian Louboutin, gastando 110 mil dólares. Pero no solo le gustan los zapatos, también las carteras y los trajes caros. Es bien conocido que la presidenta argentina es amante de las firmas de lujo.
Los lujos del dictador
La gran pasión del dictador norcoreano Kim Jong-il era el cine. Llegó a coleccionar más de 20 mil y hasta filmó una versión de Godzilla en coreano. Pero esa no era su única excentricidad. Era amante del coñac y no de cualquiera, sino del más caro. Se calcula que gastaba 800 mil dólares al año en esta bebida. Este hombre estuvo 16 años en el poder y nunca reguló sus gastos, a pesar de haber sido duramente criticado por los lujos que se daba cuando su país moría de hambre. Kim Jong-il falleció en diciembre del 2011