Fueron el gran poder en los años 80. Decidían vida y muerte en la Nicaragua sandinista. Dioses del Olimpo, se creían. Un grupo de poder deshilachado por los años. ¿Qué pasó? Le contamos dónde están los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN
Por Dora Luz Romero
Fotografías Archivo IHNCA
Si se tuviera que elegir una foto que representara el poder en los años ochenta en Nicaragua, probablemente sería esta. La de esos nueve hombres vestidos de verde olivo impecable y botas bien lustradas que se acomodan, sonríen y posan como galanes frente al lente de la cámara.
Henry Ruiz, Bayardo Arce, Daniel Ortega, Tomás Borge, Carlos Núñez, Víctor Tirado, Luis Carrión, Humberto Ortega y Jaime Wheelock recibieron el título de comandantes de la Revolución y conformaban la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), el órgano que tenía el poder sobre la Nicaragua de los ochenta.
¿De dónde salieron estos hombres, cómo llegaron al poder?
La historia tiene su inicio a mediados de los años setenta, cuando el FSLN se divide internamente. La ruptura —explica Dora María Téllez, comandante guerrillera— se da “por razones conceptuales, de análisis de la dictadura en ese momento. Había quienes consideraban que la dictadura estaba muy fuerte, otros que no era derrotable a corto plazo y otros que creían que estaban en un periodo de debilidad”. Las estrategias para derrocar a la dictadura somocista eran diferentes, así que se formaron tres tendencias en el Frente Sandinista: la GPP (Guerra Popular Prolongada), la Proletaria y luego la Insurreccional, que se le llamó Tercerista. Eran organizaciones que funcionaban por separado, cada cual tenía su dirección y sus formas de trabajo.
Sin embargo, en 1978 ven la necesidad de unirse para poder botar a Anastasio Somoza Debayle. Eso implicaba crear una Dirección Nacional Conjunta. Así comenzaron las negociaciones y una de las grandes discusiones fue decidir cuántos miembros aportaría cada tendencia. Los terceristas pedían más puestos, igual que la GPP, pero finalmente se decidió que la Dirección Nacional Conjunta estaría formada por tres miembros de cada tendencia. Cada organización escogió a sus representantes.
Cuando cae Somoza en 1979, la Dirección Nacional era la única estructura organizada del Frente Sandinista. Eso le dio poder, dice Téllez. “Era la única estructura unificada, tenía representación de las tres tendencias y donde todo el mundo se sentía representado”.
Siempre hubo luchas fuertes entre los comandantes: por el poder, el protagonismo y las decisiones. El origen mismo de la creación de la Dirección Nacional Conjunta explicaba las diferencias.
Los ministerios, el ejército, la policía y las instituciones más importantes quedaron en manos de los nueve, y así se convirtió en el órgano de poder total.
Tras el triunfo de la revolución se organizó un gobierno transitorio, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, pero el verdadero poder estaba en manos de la Dirección Nacional. La figura de líder se iría dibujando con los años y posicionando más cuando en 1984 Daniel Ortega, miembro de la Dirección y coordinador de la Junta de Gobierno, gana las elecciones.
Con los años la Dirección Nacional se disipó, tanto que la mayoría de sus miembros dejaron de ser figuras públicas presentes en la vida de los nicaragüenses. Solo dos de ellos permanecen aún en las filas del FSLN.
¿Dónde están los nueve? Treinta y cuatro años después Magazine le cuenta qué pasó con los protagonistas de la foto.
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Henry Ruiz
Modesto, así se le conocía en la montaña, donde estuvo en la clandestinidad durante varios años. Desde ahí, estaba convencido, lograrían botar al somocismo. Henry Ruiz, quien entró al Frente Sandinista en 1968, fue una de las cabezas de la tendencia GPP (Guerra Popular Prolongada).
A inicios de la década de los ochenta fue ministro de Planificación y, tras las elecciones de 1984, pasó a ser ministro de Cooperación Externa.
Siempre ha sido un hombre discreto, estudioso, terco y de honradez impecable. “Henry Ruiz es un hombre de una gran ortodoxia ideológica, pero es un hombre honesto al extremo de su pobreza manifiesta”, dijo en algún momento Sergio Ramírez.
Se retiró del Frente Sandinista y se ha convertido en uno de los críticos más feroces del gobierno de Daniel Ortega. “No podemos hacer una comparación sobre que Ortega es igual a Somoza, porque incluso, a veces el orteguismo supera al somocismo”, dijo hace un par de años.
Henry Ruiz vive de las consultorías que realiza. “Tengo altibajos. Trato de vivir de acuerdo con mis posibilidades”, dijo en una entrevista en el 2010.
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“Daniel Ortega se consideraba el menos amenazante, una figura más opaca, no era una figura que tuviera relevancia pública, era un orador malo, sigue siendo. Por eso fue escogido (para coordinar la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional)”.
Dora María Téllez, comandante guerrillera
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de los miembros de la Dirección Nacional del FSLN de los años ochenta han muerto Carlos Núñez y Tomás Borge. Ambos fallecieron debido al cáncer. Núñez murió en 1990 y Borge, en el 2012.
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son los comandantes que Dora María Téllez ubicaría en la primera línea de poder durante los años ochenta: Daniel Ortega, Humberto Ortega y Jaime Wheelock.
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Tomás Borge
Siempre le gustó figurar, y eso nadie lo niega, ni sus amigos ni sus enemigos. Tomás Borge disfrutaba ser el centro de atención, ser el hombre que con discursos agitados y confrontativos nutría a las masas de fervor patriótico y revolucionario. Pero eso siempre le dio problemas.
En la década de los ochenta, siendo ministro del Interior y comandante de la Dirección Nacional del FSLN, se libró una competencia de figureo entre él y Daniel Ortega, cuenta Luis Carrión, también comandante. “Tomás Borge era un orador más agradable y atractivo que Ortega y a la gente le gustaba el estilo de Tomás, y muchas veces lo pedían. Ahí hubo un celo y se trató, de parte de Ortega, que no sacara mucho la cabeza”, dice Carrión.
Tomás Borge nació en Matagalpa, el 13 de agosto de 1930 y desde muy joven fue un férreo luchador contra el régimen somocista. Primero lo hizo batallando desde un periódico opositor y luego con las armas, eso lo llevó a ser encarcelado por el somocismo en dos ocasiones.
Junto a Carlos Fonseca, Julio Buitrago, Silvio Mayorga y otros miembros fundó el FSLN y llegó a la Dirección Nacional de los años ochenta como una de las cartas tiradas por la tendencia Guerra Popular Prolongada.
Borge, considerado como uno de los más radicales de los comandantes de la revolución, fue un hombre muy temido en los ochenta. El ministerio del que llevaba las riendas controlaba la Policía Sandinista, el Sistema Penitenciario, Migración y Extranjería y la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE). Borge perseguía a los llamados enemigos de la revolución y desde su puesto censuraba los medios de comunicación.
Tras la derrota de 1990 fue diputado por tres periodos consecutivos, luego fue nombrado embajador de Nicaragua en Perú. Hasta el día de su muerte, el 30 de abril de 2012, se mantuvo fiel, bajo el mando de Daniel Ortega.
“Un personaje carismático que ama la literatura y puede ser con la misma facilidad arrogante y autoritario, tierno y sentimental”, escribió Gioconda Belli en su libro El país bajo mi piel.
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Luis Carrión
En una oficina de la rectoría de la Universidad Americana pasa la mayor parte de su tiempo el comandante Luis Carrión, el hombre que en los años ochenta fue viceministro del Interior y ministro de Economía, Industria y Comercio. Hace cinco años que labora para la universidad, donde es el responsable del desarrollo de la tecnología informática, de la captación de nuevos estudiantes y desarrollo de recursos humanos.
Siempre ha sido un hombre de reglas, de procesos, de organización.
¿Cómo llegó Carrión a ser parte de la Dirección Nacional del FSLN? Estudiaba Economía en la UNAN Managua cuando fundó el Movimiento Cristiano que luego se apellidó Revolucionario. Así llamó la atención del FSLN y desde entonces quedó involucrado. Fue parte de la lucha clandestina y, tras la división del partido, pronto se convirtió en uno de los líderes de la tendencia Proletaria.
Y esa es la historia corta de cómo se convirtió en uno de los todopoderosos de los ochenta. Reconoce que, igual que sus compañeros, fue seducido por el poder. “En el mejor de los casos, teníamos la sensación de ser superiores de alguna manera, siempre encontrábamos la solución a los problemas, y sí, nos sentíamos de alguna manera como dioses”, dice.
Tras la derrota, fue secretario de organización del partido, pero dos años más tarde fue becado en Harvard para estudiar una maestría en Administración Pública. Al regresar no había tanto espacio en su partido, a pesar de que continuaba siendo parte de la Dirección Nacional, así que buscó su propio camino. Fue director del Instituto para el Desarrollo y la Democracia (Ipade) y luego se dedicó a realizar consultorías, primero con un organismo, luego por su cuenta.
En 1995 renunció a la Dirección Nacional por diferencias que tilda de “insalvables” y once años más tarde regresó a la política como jefe de campaña del MRS con Herty Lewites.
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Tendencias del FSLN
Tras la separación del Frente Sandinista a mediados de los años setenta, aparecieron tres tendencias, cada una planeaba su visión sobre el régimen somocista y las estrategias para derrocarlo.
FSLN GPP (Guerra Popular Prolongada): Partía del hecho que Estados Unidos no iba a permitir el triunfo de una revolución en Nicaragua, después de que se había dado el caso de la Revolución cubana. Bajo esa premisa, planteaban una guerra de guerrillas, desde la montaña acumularían fuerzas y luego llegarían a la ciudad para tomar el poder. Tomás Borge, Henry Ruiz y Bayardo Arce fueron los tres candidatos que salieron de esa tendencia al crearse la Dirección Nacional Conjunta.
FSLN Proletario: Convencidos de que la dictadura somocista estaba fuerte proponían hacer resistencia. Su estrategia era organizar sectores obreros, urbanos y rurales. Sus dirigentes eran Jaime Wheelock, Luis Carrión y Carlos Núñez.
FSLN Insurreccional (Tercerista): Ante la división se armó una tercera opción, a quienes se llamó terceristas. La dictadura, estaban convencidos, pasaba por un momento de debilitamiento y era necesario organizar su derrocamiento. El foco principal de la insurrección eran las ciudades. Sus dirigentes: Daniel Ortega, Humberto Ortega y Víctor Tirado.
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Bayardo Arce
Conocido como comandante Chepe León, Bayardo Arce es uno de los dos miembros de la Dirección Nacional que queda dentro de las filas del FSLN. Actualmente es el asesor presidencial para Asuntos Económicos y Financieros de la Presidencia de la República, pero además es reconocido como uno de los empresarios más fuertes del país. Es accionista mayoritario del consorcio arrocero Agricorp.
Arce era estudiante de la carrera de periodismo cuando entró a trabajar al diario La Prensa. La profesión la heredó de su padre, Guillermo Arce, quien fue dueño de varios periódicos antisomocistas.
Pero dejó el periodismo para convertirse en guerrillero, luego pasó a comandante de la Dirección Nacional del FSLN y de ahí un salto más lo llevó a convertirse en empresario. Además de su lucha clandestina, años más tarde lideró el FSLN GPP, lo que le abrió el camino para convertirse en uno de los comandantes de la Dirección Nacional. Arce era el relevo de Pedro Arauz, quien falleció en 1977.
En los ochenta —según los relatos— fue uno de los comandantes con menor protagonismo. No le gustaba figurar, dice un compañero suyo, pero siempre ha sido considerado inteligente y hábil.
En esa época, fue el coordinador de la organización del FSLN y también llevaba la batuta de la Dirección de Propaganda. En los años noventa fue diputado de la bancada sandinista.
Ahora, cuando de temas económicos se habla, Bayardo Arce siempre aparece en escena.
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Daniel Ortega
Dejó atrás los anteojos de marco grueso, el uniforme verde olivo y a sus compañeros comandantes. Ahora Daniel Ortega es el todopoderoso, el presidente de Nicaragua, el hombre que manda sin necesidad de aquella Dirección Nacional de la que fue miembro en los años ochenta. Ahora, el poder, es todo suyo. Nunca le gustó gobernar, y eso —dice Dora María Téllez— explica la figura omnipresente de su esposa Rosario Murillo.
Ortega nació en La Libertad, Chontales, el 11 de noviembre de 1945. Siendo muy joven, a inicios de la década de los sesenta ingresó a las filas del FSLN, fue uno de los líderes de la tendencia Insurreccional.
Cuando el triunfo de la Revolución sandinista, Nicaragua quedó en manos de un gobierno transitorio, la Junta de Reconstrucción Nacional, de la que Ortega fue electo coordinador. También era miembro de la Dirección Nacional.
A pesar de ser una cabeza más visible —dice Luis Carrión—, las decisiones eran tomadas por toda la Dirección Nacional. Pero todo comenzó a cambiar en 1984, cuando Ortega fue postulado para presidente y gana las elecciones. Ahí inicia “un proceso lento y gradual de disminución del rol de la Dirección Nacional”.
Las elecciones le dieron a Ortega un respaldo, tenía más fuerza que el resto de dirigentes.
Al finalizar su periodo, en 1990, se postula nuevamente a la Presidencia, pero pierde. Ya para entonces él era la representación personal de la revolución, el resto de los comandantes pasaron a ocupar un plano menos visible.
Ortega, considerado un conspirador y con una gran resiliencia, se postula en 1996 y pierde, luego en el 2001 y pierde. Pero no se rindió, no se resignó a dejar el poder que había saboreado en los ochenta. En el 2006, una vez más, aparece como candidato y gana las elecciones, en el siguiente periodo es reelecto inconstitucionalmente. El Ortega de hoy y su forma de gobierno —coinciden algunos de sus compañeros comandantes— se parece cada vez más a aquel régimen somocista que él mismo luchó por derrocar.
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Víctor Tirado
El comandante Víctor Tirado parece convencido de que la derrota electoral del Frente Sandinista en 1990 cavó la tumba de la Dirección Nacional. Sentado en el corredor de su hotel en Los Robles, comenta que al verse vencidos no supieron qué hacer. Y eso lo ha dicho a lo largo de estos 23 años.
“Cuando terminó todo ese sainete, al perder las elecciones, yo llamé a Daniel Ortega para reunirnos la Dirección Nacional para examinar por qué perdimos si los pronósticos decían que íbamos a ganar, pero todo quedó al garete, nunca nos reunimos a analizar”, dice. La derrota, insiste, “afectó profundamente la moral y a la Dirección Nacional”.
Víctor Tirado nació en México, el 28 de enero de 1940, en el seno de una familia de izquierda. En su país de origen apoyaba al Partido Comunista en la lucha sindical, pero siendo joven decidió venir a Nicaragua para unirse a la lucha guerrillera. Junto a Daniel y Humberto Ortega lideró la tendencia Insurreccional.
Sus recuerdos los tiene ahí, frescos en la memoria. La Dirección Nacional, reconoce, tenía muchísimo poder en aquella época y por supuesto, él también. Era encargado de organismos sociales y de sindicatos. “A mí me respetaban”, asegura. Aún en los ochenta fue un hombre de bajo perfil, nunca fue de figurar.
Después de 1990 fue diputado del Parlamento Centroamericano, pero luego prefirió dedicarse a los negocios de la familia. Junto a su esposa trabaja en el Hotel Villa Americana, del que son dueños, y lo único que le queda de aquella época son los recuerdos y, siempre, un poco de nostalgia.
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Jaime Wheelock
En los años ochenta probablemente no había un solo nicaragüense que ignorara quién era Jaime Wheelock. Su nombre sonaba en la radio y la televisión, aparecía en los diarios nacionales e internacionales. Un hombre muy visible y con mucho poder. Para entonces era ministro de Agricultura y Reforma Agraria y uno de los comandantes de la Dirección Nacional.
“Ser nueve miembros jerárquicamente iguales tiene ventajas. Nos multiplicamos para realizar misiones internacionales, tareas de propaganda y estar al frente de las diferentes áreas de la vida nacional”, dijo Wheelock en una entrevista que brindó en los años ochenta.
Pronto, después de esa década, Jaime Wheelock desapareció del mundo mediático. Según sus compañeros revolucionarios, no es un hombre de figurar y menos de dar entrevistas. Quienes lo conocen aseguran que la comunicación nunca ha sido su virtud, ni en los ochenta ni ahora. Sus apariciones han sido breves y esporádicas. En el 2009 brindó una entrevista a un medio nacional, un año antes escribió un artículo donde contradecía a Tomás Borge, quien afirmaba que la Dirección Nacional desapareció tras la derrota electoral. “Diferencias políticas y pugnas que nos distanciaron”, explicaba Wheelock.
Jaime Wheelock, uno de los líderes de la tendencia Proletaria, es graduado en Derecho. Realizó estudios en Sociología y también en Administración Pública en Harvard. Actualmente es el presidente de la junta directiva del Instituto para el Desarrollo y la Democracia (Ipade).
En la entrevista que dio en el 2009 dijo que se encontraba fuera de la política. Pero eso, insistió, no era definitivo.
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Humberto Ortega
Fue considerado el comandante más poderoso de todos durante la década de los ochenta. El mismo Tomás Borge lo reconoció años más tarde. “Yo creo que el elemento de más peso en la Dirección Nacional era Humberto Ortega, y generalmente a él se le sumaron los criterios de otros de esa Dirección”, dijo.
Reconocido como un estratega con una gran capacidad analítica, Humberto Ortega siempre fue un hombre de guardar distancias. Afable, pero distante con sus subordinados.
Desde muy joven se involucró en el movimiento estudiantil antisomocista. Nacido el 10 de enero de 1947, Humberto Ortega sufrió cárcel y en 1969 resultó herido en combate, a raíz de ello su brazo derecho quedó paralizado.
En los años ochenta fue el jefe del Ejército Popular Sandinista que implementó el Servicio Militar Obligatorio. Se retiró en 1995 y desde entonces ha mantenido un perfil bajo, vive entre Nicaragua y Costa Rica, donde tiene negocios fecundos, pero no le gusta que lo llamen empresario.
Mantiene una relación distante con su hermano Daniel Ortega y, según algunas versiones, la manzana de la discordia es la primera dama Rosario Murillo.
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Carlos Núñez Téllez
Venía de una familia de ocho hermanos. Su padre, carpintero, falleció cuando él era niño y su madre vendía pan y golosinas. Así describía sus raíces Carlos Núñez Téllez.
“Soy de León, provengo del proletariado”, le dijo a una periodista mexicana que lo entrevistó tras el triunfo de la revolución.
Se decía un rebelde sin causa, quizás por eso fue que siendo muy joven entró a las filas del FSLN. Pronto lideró sectores estudiantiles, más tarde estaría a la cabeza del Frente Interno y también del Repliegue Táctico a Masaya. Fue uno de los dirigentes de la tendencia FSLN Proletario.
Tras la caída de somocismo, Núñez asumió como uno de los nueve comandantes de la Dirección Nacional del FSLN. Presidió el Consejo de Estado hasta 1984 y luego se convirtió en el primer presidente de la Asamblea Nacional, hasta el día de su muerte.
Quienes lo conocieron lo describen como un hombre plenamente identificado con la clase obrera, de mucha humildad y un gran dialogador. Estudió Derecho junto a sus subordinados de la Asamblea Nacional y siempre se consideró el hombre puente de comunicación con la oposición.
Carlos Núñez falleció el 2 de octubre de 1990 en La Habana, Cuba. El cáncer no le dio una tregua. Tenía apenas 39 años.