Del cielo a la tierra

Reportaje - 25.03.2012
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En los años ochenta una veintena de nicaragüenses se preparó para convertirse en pilotos de los cazabombarderos soviéticos MIG21. Los supersónicos jamás llegaron al país y hoy los pilotos cuentan su historia

Por Dora Luz Romero

Un diploma, un par de fotos y los recuerdos. Eso es todo lo que le queda a Calixto Baca. Su diploma de piloto aviador, al abrirlo le muestra ese 5.83 que no deja de recordarle el buen estudiante que fue. Las fotos, esas en las que tiene al menos treinta años menos, le sacan una media sonrisa. O un suspiro. Y los recuerdos. Al final eso es todo lo que tiene. Esas memorias que intenta revivir y conservar al repetir su historia.

Es moreno, de cabello murruco y de poco sonreír. Habla pausado y con un tono que sabe a desilusión. Tiene 55 años y parece que le cuesta dejar de mecerse en la silla cuando conversa.

Hubo un tiempo que se dedicó a la venta de madera, pero quebró. También vendió carros usados que traía de Estados Unidos, pero tampoco le fue bien. Por ahora no tiene trabajo fijo.

Treinta y dos años atrás la vida de Calixto era diferente. Era un muchacho aventado y lleno de entusiasmo. Estaba en las filas del otrora Ejército Popular Sandinista y su futuro era prometedor. En mayo de 1980 subió a un avión rumbo a Bulgaria, donde estudiaría para convertirse en piloto de combate. Era parte de ese grupo élite de unos veinte hombres que volarían los cazabombarderos soviéticos MIG21 que la extinta URSS prometió entregar a Nicaragua.

En la década de los ochenta Nicaragua envió tres grupos de militares, unos a Bulgaria y otros a la Unión Soviética a entrenarse para ser pilotos de aviones caza. Nicaragua y la Unión Soviética habían firmado, tras el triunfo de la revolución, un acuerdo en el que los soviéticos se comprometían a enviar un escuadrón de aviones de combate supersónicos MIG21. Ahí comenzó la historia de Calixto y de sus compañeros. Aprendieron a volar L29, MIG15, MIG17, pero entre los tres contingentes nicaragüenses no fueron más de 25 militares los que lograron llegar al MIG21, un avión caza interceptor.

Pero las famosas naves nunca llegaron. Y el entusiasmo y los sueños de Calixto al igual que otros veinte y tantos pilotos se desplomaron. El aeropuerto militar que había sido construido para esos aviones, la ciudadela en la que se dijo alguna vez que vivirían con sus familias se convirtieron en mal recuerdo. Paradójicamente, el fin de la Guerra Fría que tanto alivio trajo al mundo, cambió sus vidas para siempre.

En mayo de 1980 salió el primer contingente de militares nicaragüenses a prepararse para pilotos de combate
En mayo de 1980 salió el primer contingente de militares nicaragüenses a prepararse para pilotos de combate. De los veinte que salieron del país solo doce llegaron a volar MIG21. En esta imagen tomada en la Unión Soviética aparecen algunos de ellos.

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Nicaragua aún convulsionaba. Hacía menos de un año del triunfo de la revolución. En el mundo, eran tiempos de la Guerra Fría. Dos bandos, dos grandes potencias enfrentadas, la URSS y Estados Unidos. Ambas en busca de aliados. Ambas en busca de homogeneizar su estilo de gobierno en el mundo. Ambos a la conquista del tercer mundo.

Nicaragua era una pieza del rompecabezas para los soviéticos. Un país que recién se había rebelado ante la dictadura somocista, geográficamente cercano a Estados Unidos y con un claro alineamiento al bloque comunista.

La URSS armaría a Nicaragua. Dijo que equiparía la Fuerza Aérea con MIG21. Así que prepararon pilotos, técnicos e ingenieros para poder mantener aviones de ese calibre. Militares nicaragüenses salieron rumbo a Bulgaria, Cuba y la Unión Soviética. También se empezó a construir el aeropuerto militar Punta Huete, en San Francisco Libre, una pista especial para estas naves.

En mayo de 1980 salió el primer grupo rumbo a Bulgaria. Al año siguiente salió un segundo grupo hacia la Unión Soviética y hubo un tercero todavía. De los tres grupos fueron poco menos de 25 hombres los que lograron volar el famoso MIG21.

Equipar a Nicaragua con esos aviones fue leído como una amenaza para Estados Unidos. Ya la llegada de los tanques T54 y T55 había sido interpretada así, peor aún ocurrió con los aviones. “Nada irritó ni preocupó más a Estados Unidos que la posibilidad que trajéramos los MIG21. Era una posibilidad cierta. No era especulación”, asegura Hugo Torres.

En medio de aquel ambiente político cargado de tensión los pilotos continuaban su carrera. Se soñaban volando esos aviones de millones de dólares y de la más alta tecnología de la época.

Ser cazabombardero no es para cualquiera, insisten los nicas que recibieron esa preparación. Además de los chequeos médicos, los exámenes psicométricos y las pruebas de rutina, hay que tener el temple para subir a esa nave que vuela a tal velocidad que logra romper la barrera del sonido.

El entusiasmo les salía por los poros. “A esa edad que te digan que vas a ser piloto de un avión supersónico cazabombardero. Íbamos con mucha alegría, entusiasmo. En todas las fuerzas aéreas los cazabombarderos son lo mejor que hay. Es el piloto más privilegiado. El MIG21 es un avión muy complicado, rápido de aterrizar, hay que tener buenos reflejos”, explica Calixto.

Miguel Roa, del tercer grupo enviado, opina igual. “Ser piloto de combate es lo más alto que hay en cualquier parte del mundo. Son pocas las personas que han volado MIG21 en Latinoamérica”, asegura. Lo único superior a ellos, dicen, es el astronauta.

Javier Pichardo, último jefe de la Fuerza Aérea Sandinista, tampoco tiene dudas. La preparación para volar MIG21 es solo para pilotos que tienen “habilidades que van más allá de las normales”. Por su preparación y condiciones, el piloto MIG21, opina, “es un ingeniero”.

Y es que no hay nada parecido a volar un avión como ese. Al menos así lo aseguran Onofre Guevara, Calixto Baca y Néstor Arosteguí. “Uno siente la potencia, una gran emoción, la adrenalina. Se siente aquel impacto y ver la llamarada que atrás”, recuerda entusiasmado Calixto.

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Néstor Arosteguí vendió pescado en un mercado. Marcos Salas se volvió contratista en Estados Unidos. Donald Argeñal se hizo camionero. Calixto Baca vendió carros usados. Y Félix Pereira, el jefe del primer grupo, murió bajo las llantas de un furgón. El destino de los pilotos MIG21 no fue ni siquiera la sombra de lo que algún día soñaron.

Desde que los enviaron al extranjero su destino parecía estar escrito. Serían lo mejor en aviación en el país, un grupo selecto con una profesión reconocida de élite en el mundo entero. Pero el rumbo de su historia cambió cuando la Unión Soviética decidió no enviar los aviones a Nicaragua.

¿Qué había pasado? ¿Cómo pilotos de élite terminaron así? El exagente soviético Vasili Mitrokhin en su libro La KGB y la batalla por el tercer mundo explica que “a inicios de 1984, (Fidel) Castro empezó a disuadir a los líderes sandinistas de que era mejor que aceptaran un escuadrón de helicópteros en lugar de los MIG. Humberto Ortega reaccionó enojado y en una reunión de la Dirección Nacional dijo que “me parece que los soviéticos, de acuerdo a sus intereses internacionales le pidieron a Fidel que nos convenza para que desistamos de los MIG21, pero nosotros no debemos desistir nunca. Tampoco debemos permitir que Cuba siga siendo el intermediario entre nosotros y los soviéticos...”

Para Javier Pichardo la razón fue simple: “Los aviones nunca llegaron porque los norteamericanos amenazaron que esos aviones nunca iban a volar y los soviéticos nunca se atrevieron a provocarlos”. El general Hugo Torres asegura que la presión de Estados Unidos sobre la URSS se tradujo en no entregar el escuadrón de MIG prometido.

Por eso a Arosteguí le tocó vender pescado. Por eso Marcos Salas tuvo que salir del país y trabajar como contratista. Por eso Calixto Baca vendió carros usados por un tiempo.

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El día que Néstor Arosteguí volvió a Nicaragua supo que todo estaba perdido. Sin los aviones, estaba perdido. En el aire. Y llegó la frustración. “Mi preparación no era para volar en una línea aérea. Pensamos que aquí (en Nicaragua) estaban esperándonos para mandarnos a la montaña a combatir con el enemigo o cualquier país vecino enemigo de la patria. Me preparé para la seguridad de defensa de mi país”, reclama.

“Yo me creía privilegiado porque íbamos a ser el grupo principal de defensa de la revolución. El aeropuerto Punta Huete se diseñó para nosotros, pero todo eso se vino al suelo”, dice por su parte Calixto Baca.

Pero luego vino lo peor. El trato. El trabajo. La burla. En Nicaragua ni siquiera les pidieron que mostraran nada. Era como si nunca hubieran ido a prepararse como pilotos de caza. “Fue una frustración, un desperdicio y no nos valoraron. Nuestra preparación es de primera y aquí nos tiraron a la calle como si nada. Aquí no saben qué significa esa preparación”, considera Calixto. “Fue una gran decepción”, recuerda Onofre Guevara.

“Me sentí vacío. Me sentí triste. Y no hubo explicación. Aquí había otros pilotos que habían quedado del somocismo que nosotros le llamábamos pipilacheros y que obviamente eran parte de la defensa, pero no es lo mismo. Entramos en contradicciones con muchos mandos y hubo celo profesional”, afirma Néstor Arosteguí.

En la Fuerza Aérea de entonces fueron motivo de burla. Se fueron siendo los mejores y cuando volvieron sus compañeros no hacían más que reírse y llamarles “los micones”.

A la mayoría les tocó empezar de cero. Como cualquier otro soldado. Recibían un salario escuálido donde algunos les tenían que completar con un “paquete AFA” (bolsa con arroz, frijoles y azúcar).

“Después de tener una formación de academia, de ser piloto profesional de combate, venimos a caer a las barracas como cualquier soldado”, se queja Néstor.

Tiempo más tarde, formaron una brigada y volaron helicópteros. Durante la guerra les tocó abastecer y sacar a sus heridos de las montañas.

Pero cada cual tomó su camino. Hubo unos que se quedaron en la Fuerza Aérea y muchos otros optaron por la vida civil. Calixto y Néstor salieron del Ejército en los años noventa. El primero se dedicó a la venta de madera y carros, pero no tuvo suerte. Ahora no tiene un trabajo estable.

El segundo viajó a Australia donde vivió durante 16 años y le tocó vender pescado en un mercado, trabajar en construcción y también en una tenería. Ahora vive en El Sauce, de donde es originario. Sobrevive de la renta de una tierra y de lo que sus hermanos le ayudan.

Onofre Guevara, por su parte, laboró en la Fuerza Aérea por treinta años y fue retirado en el 2010. Ahora le ayuda a su esposa que tiene un tramo en el mercado de artesanías de Nindirí. Entre ellos está también el piloto de la familia Pellas, otro que trabaja en Aeronáutica Civil y muchos otros que buscaron vida en el exterior.

Sin embargo, si hay algo que los une es las ganas de volver a volar. Calixto. Néstor. Onofre. Todos ellos buscan trabajo. Meten papeles y esperan un sí para volver a las alturas. Calixto Baca sabe que a su edad y ya desactualizado es difícil que lo llamen. Él sabe bien que lo único que le queda son los recuerdos. Nada más que eso.

PILOTOS MIG21
En la década de los ochenta, Nicaragua envió al exterior a tres grupos de militares para prepararse como pilotos de caza. Entre los tres grupos, solamente unos 25 lograron volar el MIG21, el primer avión de combate ruso que combinaba características de ataque e intercepción.
El primer grupo salió en mayo de 1980. Eran veinte que viajaron a Bulgaria, pero solo 12 volvieron a la Unión Soviética para prepararse en MIG21. El segundo contingente salió hacia la Unión Soviética en 1981 donde solo cinco o seis lo lograron y el tercero y último grupo salió en 1983, donde solo cinco volaron el cazabombardero ruso.PILOTOS MIG21.

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