Una bomba destruyó el mausoleo de Carlos Fonseca Amador y desató la furia de los sandinistas en 1991, quienes incendiaron la Alcaldía de Managua y responsabilizaron a una persona: Arnoldo Alemán.
Por Hans Lawrence Ramírez
Una turba enardecida con pañuelos y banderas rojinegras lanza piedras a la Alcaldía de Managua.
–¡Somocistas hijos de la gran puta! –grita un hombre con una bomba molotov en mano. La arroja hacia el edificio H del Centro Cívico. –¡Que viva el comandante Carlos Fonseca!
–¡Que viva! –responden en coro.
Son unas 200 personas las que asaltan la Alcaldía esa tarde. En otros edificios, ya han sacado muebles, electrodomésticos, documentos y materiales de oficina que están tirados en el parqueo y parte de la calle.
También hay paredes pintadas con consignas del Frente Sandinista. Ventanas y puertas rotas. Varios vehículos y camiones de la Alcaldía que han sido destruidos y quemados.

Son las cuatro de la tarde del nueve de noviembre de 1991 y esta es la reacción de los combatientes históricos del Frente Sandinista, unas 12 horas después de que una bomba destruyera el mausoleo de una de sus más grandes figuras: Carlos Fonseca Amador.
Uno de los combatientes históricos que estuvo en esa toma de la Alcaldía, fue don José de Jesús Zamora, mejor conocido como Chepe Chú. Él dice que quienes incendiaron la comuna fueron “hombres y mujeres que habíamos salido del EPS y que teníamos la sangre caliente de lo que era la revolución”.
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Eran las dos de la madrugada de ese nueve de noviembre cuando un estruendo despertó a buena parte de Managua. Fue una bomba que dejó un cráter en la tumba de Carlos Fonseca Amador. Tanto así que una parte del féretro quedó al descubierto.
Al amanecer, un grupo de militantes y colaboradores históricos llegó a la avenida Bolívar. Algunos trataron de limpiar lo que quedaba de la tumba de Carlos Fonseca. Según reportes periodísticos de la época, unas 17 personas trabajaron desde las once y media de la mañana hasta las cuatro de la tarde en la reconstrucción del mausoleo.
Otros, mantenían una protesta y empezaron a vandalizar algunas estructuras que había en el sector.
En la avenida Bolívar, la Alcaldía había construido unas fuentes. “Yo no sé de dónde sacaron los combatientes históricos, anilina o no sé qué le echaron a las fuentes, pero el agua salía en una fuente roja y otra fuente negra”, rememora la comandante guerrillera Mónica Baltodano.
En medio del furor, alguien dijo: “Vamos a la Alcaldía”, y los sandinistas se fueron a desbaratar la municipalidad. Baltodano dice que esa protesta había sido convocada por la Asociación de Combatientes y Colaboradores Históricos del Frente Sandinista.
La razón por la que los sandinistas se desquitaban con la Alcaldía tiene nombre y apellido: Arnoldo Alemán, el alcalde de Managua.
“Un día a él se le metió que Carlos Fonseca y Santos López no tenían por qué estar en el parque (Central de Managua), que el parque no era cementerio decía”, recuerda Baltodano, quien en aquellos días era concejal del Frente Sandinista en la municipalidad capitalina.
En esto coincide Chepe Chú, quien valora que la bomba “fue un acto de querer destruir el mausoleo del comandante Carlos Fonseca por aquello que decían ellos que los muertos debían estar en el cementerio”.

Para aquel entonces, los sandinistas sentían que Arnoldo Alemán tenía un discurso confrontativo con todo lo que oliera a sandinismo.
“Él consideraba que doña Violeta Barrios (Presidenta) y Toño Lacayo (Ministro de la presidencia), no eran lo suficientemente firmes contra el sandinismo”, dice Baltodano.
La bomba que estalló en el mausoleo del fundador del Frente Sandinista fue tomada por los combatientes históricos como una provocación de algunos de los sectores de la Unión Nacional Opositora (UNO), la coalición que gobernaba con doña Violeta Barrios de Chamorro al frente.
“Entre los autores intelectuales siempre figuró Arnoldo Alemán que en ese entonces era el alcalde de Managua y de los materiales siempre se habló de una mano pachona que conformaban los excontras”, dice Chepe Chú.
Lo cierto es que las autoridades policiales nunca informaron quién puso la bomba verdaderamente.
Antes de la explosión, Alemán había cambiado el nombre de algunas calles, mercados y centros populares que llevaban nombres de combatientes del Frente Sandinista. Hubo un proyecto que buscaba cambiar el nombre del mercado Israel Lewites por el nombre de “Mercado Occidental”
También había mandado a borrar varios murales que había hecho el Frente Sandinista en la administración anterior y que eran alusivos a la revolución. En la alcaldía eran días de “confrontación e intercambios verbales”, recuerda Baltodano.
Incluso, frente al mausoleo de Carlos Fonseca Amador, Alemán mandó a tapar el jardín con cemento, creando una enorme plataforma en donde se iba a levantar un monumento a José Santos Zelaya. La construcción de ese monumento fue inaugurada por el mismo Alemán, pero no se concretó.
Un combatiente histórico del Frente Sandinista que prefiere omitir su nombre, cuenta que entre los sandinistas sintieron que querían acabar con el sandinismo. “Si permitíamos eso, nos iban a matar. Nos iban a terminar poniendo bombas en nuestras casas”, y por eso reaccionaron al atentado con la quema de la Alcaldía, justifica.

Según Baltodano, “la respuesta fue bastante espontánea. No fue una respuesta planeada, de manera que a nosotros mismos nos sorprendió. Esos ataques eran como un intento de medir fuerzas por parte de los sectores extremistas y el sandinismo lo consideraba como un desafío inaceptable porque la victoria electoral (de 1990) no les daba derecho a acabar con todo”.
Por su parte, el combatiente histórico dice que la reacción de los sandinistas también sirvió como una manera de “dejarle claro” al gobierno de doña Violeta, “y sobre todo al gordo Alemán, que el Frente Sandinista nunca dejó de tener fuerza”.
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Carlos Fonseca Amador debía llegar a Kiawas, al norte del río Iyas, en la comarca Sofana, en lo profundo de la selva, en la Costa Caribe Norte. Ahí tendría una reunión con la Dirección Nacional del Frente Sandinista.
El guerrillero David Blanco cuenta en las Memorias de la Lucha Sandinista de Mónica Baltodano que él era el encargado de ir a recogerlo a un lugar llamado El Garrobo, como a tres horas de una comunidad llamada Boca de Piedra. La misión la cumplía con Hugo Torres, René Vivas y Roberto Calderón.
Era noviembre de 1976. La orden era esperar a Carlos Fonseca en ese lugar para llevarlo a lo profundo de la montaña, entre el siete y diez de cada mes. Lo venían haciendo desde septiembre, pero el hombre nunca llegó.
“El sitio del encuentro era un palencón donde en una de sus ramas se ponía un ganchito como señal de que habían llegado. Cuando llegábamos, buscamos los ganchitos, si no estaban, nos teníamos que retirar y volver cada seis horas, para volver a chequear. Salíamos uno u otro grupo en la espera de la llegada de Carlos”, relató René Vivas a Baltodano.
“La Guardia lo emboscó por la noche y se dio cuenta hasta el día siguiente que era Carlos Fonseca. Le cortaron las manos con un machete, y después trasladaron los restos a Dipina”, contó Blanco. La Guardia le habría cortado las manos a Carlos Fonseca para constatar su identidad con las huellas digitales.
Novedades, el diario de Somoza publicó en su portada del nueve de noviembre una foto de la cabeza de Carlos Fonseca Amador con el titular “Descabezado el Frente Sandinista”. Los guerrilleros pensaron que se trató de algo macabro y que le habían cortado la cabeza a su líder.
Tras el triunfo de la Revolución, el 19 de julio de 1979, una de las primeras tareas que se propuso la Dirección Nacional del Frente Sandinista, fue encontrar los restos de Carlos Fonseca Amador y para esa tarea designaron a un comando de 15 guerrilleros de Waslala.
“Entre los compañeros que fuimos iba Irving Dávila. Había otro grupo de compañeros que lo habían ido a traer a Dipina, una comarca al este de Boca de Piedra, a unos quince minutos en helicóptero, que fue donde la Guardia sepultó al Comandante”, relató Blanco.
Otros de los asignados en el comando para ir a recuperar los restos de Carlos Fonseca en la montaña fue Raúl Cabrera, conocido como “Cabrerita”. También estuvo José Santos Solvalbarro, mejor conocido como “Chele Adrián”, según relata él mismo en un texto publicado en El Nuevo Diario en noviembre de 2010.
“Todo mundo coincidía en que el jefe de la Revolución había caído en Boca de Piedra, pero nadie conocía el paradero final de sus restos. El reto era encontrarlos antes del 7 de noviembre de 1979, en el tercer aniversario de su muerte”, cuenta el Chele Adrián.
Los sandinistas sabían que cuando la Guardia mataba a un guerrillero, se llevaba los cadáveres a otras comunidades para despistar a la guerrilla.

El Chele Adrián dice que en Boca de Piedra se encontraron con un campesino llamado Natividad, quien les dijo que la Guardia había montado el cadáver de Fonseca a un helicóptero y se lo había llevado a otra comunidad llamada Dipina.
El comando partió a Dipina y cuando llegaron, con la ayuda de un campesino reunieron a la gente del pueblo en una iglesia y la gente les dijo que había un lugar marcado con un enorme tronco y que ahí estaba enterrado el jefe de la Revolución.
“Y fue así que encontramos el cadáver de Carlos en una bolsa de plástico con un zipper. Y vimos nosotros que ahí estaba su cuerpo completo (con la cabeza). Lo exhumamos con cuidado, y, sobre todo, con mucho respeto”, relata el Chele Adrián.
Los restos de Carlos Fonseca Amador fueron trasladados en helicóptero hacia Matagalpa y posteriormente a Managua, en donde fueron sepultados en el parque central. El féretro quedó en el centro de la estructura, justo debajo de la figura cilíndrica de cemento y de la que surge la llama.
Según Mónica Baltodano, en aquel entonces no había dudas de que ese era el cadáver de Carlos Fonseca, sobre todo porque no tenía las dos manos, tal y como indicaba la información que tenían. Además, el cadáver fue encontrado con una mochila, cinturones y otras pertenencias que apuntaban a ser del fundador del Frente Sandinista.
Pero en caso de haber dudas, “ahorita habría condiciones para determinar a través del ADN” si el cuerpo de Carlos Fonseca está ahí verdaderamente, dice Baltodano, mientras recuerda que en los ochenta, Daniel Ortega fue capaz de entregar unos huesos de vaca a Costa Rica, diciendo que se trataba de los restos de Juan Santamaría, un héroe nacional costarricense que murió en Nicaragua.
“Si fueron capaces de eso, también puede que sean capaces” de poner cualquier otra cosa en la tumba de Carlos Fonseca, valora Baltodano.
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José de Jesús Zamora, mejor conocido como “Chepe Chú” en las filas del Frente Sandinista, fue el encargado de cuidar el mausoleo de Carlos Fonseca Amador por varios años.
Después de la bomba de 1991, los combatientes históricos habían tenido una reunión en donde decidieron que el mausoleo de Carlos Fonseca Amador debía tener vigilancia permanente y como no podían pagarle a un guarda de seguridad, ellos mismos se encargaron de resguardarlo.
Chepe Chú cuenta que, en esa reunión, el capitán en retiro William Calero lo designó para cuidar el mausoleo junto a otros excombatientes. “Al inicio eran 70 personas las que habíamos, pero se presentó el comandante Tomás Borge y me manifestó que lo enviaba la Dirección Nacional del Frente”, relata el hombre.

Borge instruyó que en lugar de las 70 personas que había cuidando el mausoleo, se quedaran solamente 12. Según Chepe Chú, varias empresas y comerciantes del mercado oriental llegaban en aquellos años a dejarles dinero o algún “presente”, en agradecimiento por cuidar la tumba de Carlos Fonseca.
“Para febrero de 1992, quedé solo” cuidando el mausoleo, dice Chepe Chú. Sobre la plataforma que había construido Alemán, creó una champa improvisada y ahí pasó hasta 1998.
Según el excombatiente, Tomás Borge consiguió que una escuadra del Ejército apoyara a Chepe Chú haciendo rondines por las noches, “y el mismo Tomás Borge llegaba por las noches a visitarme. Casi siempre llegaba a media noche”.
En 1997, cuando Arnoldo Alemán asumió la presidencia, Chepe Chú dice que unos policías llegaron a decirle que se retirara “e hicieron una intentona de quemar la champa. La quemaron por atrás, pero yo logré sofocar el fuego”, relata.
Por su parte, Mónica Baltodano recuerda que, para aquellos años, “Arnoldo Alemán no le daba mantenimiento al parque ni nada. Incluso le cortó el agua a la fosa que está alrededor del mausoleo. Aquello era un chiquero, una cochinada”.
En un momento, los sandinistas se ven sin presupuesto para seguir pagando el gas que mantenía encendida la llama en el mausoleo. Según Baltodano, gastaban unos 2,000 dólares mensuales para mantenerla encendida.
Para reducir costos, a Tomás Borge se le ocurrió poner una llama de plástico que él decía que había traído desde Italia y que se encendía con bujías eléctricas.

Así pasó el mausoleo hasta 1997 cuando empezó a ser reconstruido. Baltodano cuenta que para ese entonces ya era diputada por el Frente Sandinista y ella creó un comité y propuso que los diputados sandinistas dieran una cuota para mantener el gas y para remodelar el mausoleo. También pidieron una cuota a empresarios sandinistas.
Lo primero que hicieron fue destruir la plataforma que había hecho Alemán en el mausoleo de Carlos Fonseca. “Hicimos una inversión de más o menos 20,000 dólares para reconstruir el jardín, sembrar plantas, poner banderas”, dice Baltodano
También contrataron seguridad privada, retiraron la llama de plástico que había puesto Tomás Borge y reinstalaron el gas para poder mantener el fuego real. A Chepe Chú le dijeron que podía retirarse. El mausoleo lo reinauguraron en noviembre de 1999.
“Ahí ya estábamos en contradicción con Daniel Ortega. Carlos Fonseca (hijo) y yo y varios más no habíamos botado por la reforma del pacto (en la Asamblea Nacional), y entonces dijimos que quien iba a encender la llama era Carlitos Fonseca”, cuenta Baltodano.
Daniel Ortega no fue invitado a la reinauguración del mausoleo. “Daniel se llegó a meter con Néstor Moncada y un grupo confrontativo”, relata la comandante guerrillera.
Una vez reinaugurado el mausoleo, los sandinistas siguieron aportando entre ellos para pagar la seguridad y mantener el gas de la llama hasta que Daniel Ortega llegó al poder en 2007 y el cuidado del mausoleo ha permanecido bajo su cargo.
En 2011, tras la muerte de Tomás Borge, sus restos fueron sepultados en ese mismo sitio. “Yo lamento que hayan enterrado ahí a Tomás Borge porque no está al mismo nivel que Carlos Fonseca. Eso fue una concesión que le hizo Daniel”, considera Baltodano.
En la actualidad, visitar el mausoleo de Carlos Fonseca Amador no es tan complicado. El resguardo está a cargo de un vigilante privado y de la Policía que no prohíben el acceso y permiten que las personas se tomen fotografías en el sitio.
Además de los restos de Carlos Fonseca, están los restos de Santos López, un combatiente del Ejército de Sandino. Frente a este mausoleo, Daniel Ortega suele hacer actos oficiales.

Hasta hace algunos años, los grandes árboles que están en el parque tapaban el mausoleo, pero la alcaldía sandinista le ha dado mantenimiento y los han recortado. “Ahora el mausoleo está con todos los fierros porque su resguardo se convirtió en algo institucional”, valora Mónica Baltodano.
A Chepe Chú, ya no le preocupa mucho la seguridad en el mausoleo. Dice que está bien resguardado. Entre los militantes históricos bromean con él y le dicen que si no va ir a cuidar otra vez ahora que están ahí los restos de Tomás Borge. “Yo les digo que si se vuelve a presentar una situación como aquella, lo haría”, dice.