Bambú: la grama de los dioses

Reportaje - 11.12.2017
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El bambú fue nombrado por la ONU como la “planta milenaria”. Tiene más de 1,500 usos y los especialistas auguran que podría salvar la Tierra. En Nicaragua hay entusiastas y estas son sus historias

Por Julián Navarrete

Algunas noches Jorge Bonilla sueña con bambú. Esta planta invasora, como en el suelo húmedo, se apodera fuerte y firme de su casa. Afuera hay un inmenso sillón barnizado de café. Adentro un juego de muebles con un tono más claro. En el centro de la sala se encuentra un comedor, y más allá unos desayunadores. Todos tubulares. Todos a base de la planta con la que sueña Bonilla.

Empezó a soñar despierto un mañana montado en un bus de Rivas a Managua. Estudiaba Arquitectura en la capital y había leído una revista que desplegaba un reportaje sobre construcciones a base de bambú. La idea le pareció genial y, en ese momento, agarrado de los pasamanos de la ruta, prometió fundar una empresa de esta planta.

Hoy, parte del sueño se puede ver en el kilómetro 108 de la carretera hacia el departamento de Rivas. Un rotulo: “Bambuksa, desarrollo ecológico”. El ruido de las máquinas cortadoras se apodera del lugar. Dos hombres perforan y ajustan pernos. Otro hombre está lavando las varas de bambú que se irán en un pedido que saldrá por la tarde. Son unos ocho trabajadores en el inicio de la jornada del taller de Bonilla, el único especializado en construcciones de viviendas de bambú en Nicaragua.

Desde esa mañana que hizo la promesa en el bus ha pasado mucho tiempo. Bonilla ya ha ganado unos cinco premios en emprendimiento, es el único centroamericano con una especialización en construcciones de bambú que estudió en Colombia, y ahora imparte talleres y hace acuerdos con universidades del país para capacitar a universitarios interesados en trabajar con la planta.

El interés sobre el bambú no es exclusivo de Bonilla. A nivel mundial los especialistas ambientales le han puesto la ficha de ser el material que podría salvar al mundo del desastre medioambiental. The New York Times lo vaticinó desde 2007, en un reportaje en donde afirmaba que “el bambú podría salvar la Tierra”. Mientras que las Naciones Unidas en 2016 lo nombró: “Planta del milenio”.

Ante el arrasamiento de los bosques, la escasez de agua y el calentamiento global, regresar a esta planta, utilizada desde la antigüedad, es la mejor opción en tiempos de desarrollo tecnológico. Los especialistas calculan que el bambú tiene unos 1,500 usos. Telas, medicina, alimentos, cosméticos, pisos, casas, carbón y electricidad, entre tantos otros que se desarrollan a base de esta hierba que podría apoderarse del mundo en el futuro.

Faena de corte de tallos en Bambuksa. Foto: Óscar Navarrete

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En Hiroshima, después de que se esfumaron las nubes de tóxico que provocaron las dos explosiones más catastróficas de la historia, los brigadistas que entraron al epicentro miraron miles de muertos y desolación. Vidas, edificios, puentes, parques. Todo había sido arrasado. Pero a lo lejos lo único que resistía era una vara de bambú, quemada, pero de pie y firme, como símbolo de esperanza.

En el amplio estudio los mil y un usos del milenario bambú de la revista Envío, Raquel Fernández explica de qué forma se podría aprovechar. “Cada día aumenta en el mundo la demanda de madera para la construcción y para la fabricación de celulosa, papel, resinas, carbón vegetal y mil otros productos. La batalla parece perdida para los árboles. Para resolver un problema tan grave sería necesario encontrar un sustituto de la madera, que pueda utilizarse masivamente sin causar daños al medioambiente. Este material existe, es conocido y usado por la humanidad desde hace miles de años. Es el bambú”.

El hombre desde la antigüedad le daba una gran importancia al bambú: fabricaba chozas, cañas de pescar, lanzas y balsas para cazar y sobrevivir. Incluso en tiempos mucho más recientes se pueden todavía ver varias casas de adobe que en lugar de madera tienen bambú.

Ahora con el desarrollo científico uno puede ver construcciones súper desarrolladas. Para poner un ejemplo, está el aeropuerto de Barajas, en España, cuyo cielorraso está construido por completo a base de bambú. En Colombia hay puentes colgantes de varios metros de largo, que si uno no es especialista consideraría que están hechos con madera.

El término bambú tiene origen en la lengua portuguesa, que alude a una planta nativa de la India que pertenece al grupo de las gramíneas. Sus tallos pueden alcanzar más de 20 metros de altura. Su principal característica es que crece a gran velocidad: en cinco años, cuando en el caso de los árboles es de 15 a 20 años.

Captura casi el doble de dióxido de carbono, el material más tóxico del mundo, que cualquier otro árbol. Evita la erosión, capta agua, es fácil de sembrar y tiene casi cien años de resistencia aunque lo talen o lo quemen.

Es familia de la caña de azúcar y por lo tanto se cultiva igual: con secciones de tallo o con semillas. Por esa razón es que puede seguir retoñando aunque le corten las ramas. Con las lluvias crece y se sobrepone a pisadas de caballos o vacas.

En Latinoamérica hay países como Ecuador, Brasil, República Dominicana o Colombia, que están desarrollando de manera muy acelerada esta planta. A tal punto que la exportan a países europeos, donde es difícil que el bambú crezca, ya que es una hierba tropical que se desarrolla en las zonas húmedas.

En países asiáticos es donde está más industrializado. Además de ser parte esencial de los alimentos —en China por ejemplo se lo comen como un pipián tierno— se utiliza para fabricar techos, cementos, bates de beisbol, memorias USB y cerámicas.

Alemania, que es un país frío donde no crece el bambú, ha expresado su confianza en que el futuro del medioambiente va a estar basado en el aprovechamiento de esta planta, de tal manera que podría sustituir a la madera.

Hans Friedrich, director de la Red Internacional del Bambú y el Ratán, durante la 12 Conferencia de Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica, habló sobre la importancia del bambú en el futuro: “El bambú tiene un enorme potencial para la protección del medioambiente y la biodiversidad. La evidencia muestra que está seriamente infravalorado”.

Estudiantes de la UNI en la construcción de una casa. Foto: Óscar Navarrete

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En el centro del taller se apilan decenas de largas ramas de bambú. Con solo verlos Bonilla puede saber a cuál de las ocho especies que existen en Nicaragua pertenece cada una. Tres muchachas cortan los tallos y los lavan. Ellas son estudiantes de la Universidad Nacional de Ingeniería que trabajan en el proyecto de la construcción de una vivienda que se mostrará en unos meses como modelo en su centro de estudios.

El sueño de Bonilla apenas da pasitos en el país. Hay varios artesanos que se dedican a la fabricación de chapas, llaveros y adornos, pero hasta unos años no había empresas que se dedicaran, por ejemplo, a elaborar muebles y casas.

El bambú sigue creciendo en estas tierras de manera silvestre, en las zonas húmedas. “Lo que hacemos es que vamos a la localidad, hablamos con las personas que tienen bambú y formamos centros de acopios”, dice Bonilla.

Al mes Bambuksa consume un camión de esta planta, que puede tener un costo de hasta 150 mil córdobas. Ahora el cambio que se ve es que en zonas donde antes se sembraba café y hortalizas para el consumo de los campesinos, se empiezan a extender varias hectáreas de bambú.

“En Nicaragua hay zonas bien alejadas, en donde hay que cruzar puentes y ríos para poder llegar. Ahí crece el bambú, pero nadie lo podía sacar. Nosotros ahora los estamos comprando y ese dinero está teniendo un impacto en la economía de estas zonas”, dice Bonilla.

Para poder convencerse de la utilidad de esta planta Bonilla en una oportunidad viajó para buscar bambú a la Costa Caribe, a Masaya, Carazo y la zona Norte, en donde se conocía que crecía esta planta.

Todas las madrugadas estudiaba para recoger información sobre este material. Una vez construyó el negocio, cuyas vigas, puertas y techos son a base de bambú, le propuso hacer dos quioscos y una estación de buses al alcalde de Rivas.

Esas primeras obras de Bonilla ahora se pueden ver en la calle principal del pueblo. Se trata de construcciones que ya llevan varios años sin sufrir mayor daño con el paso del tiempo.

El avance del bambú en el país es poco pero existen inversiones sólidas. Ecoplanet Bamboo Group, con sede en Chicago, adquirió dos fincas en El Rama para sembrar esta planta. Según Francisco Ferreira, gerente de la empresa, se invirtieron 60 millones de dólares en 3,600 hectáreas de tierra.

El objetivo de esta empresa es sembrar y exportar bambú hacia Estados Unidos para la creación de carbón, telas y bioenergía.

Para Bonilla el problema es que el Gobierno no ha hecho nada por regular los precios. Y por esta razón las personas que poseen bambú y se enteran del auge de la planta negocian de manera discrecional este material. “Esto hace que trabajar con bambú en Nicaragua no sean tan económico”, dice Bonilla.

De momento lo único que se puede ver construido, además de los quioscos y la parada de buses, es el Centro de Promoción de Bambú ubicado en Managua. En unos meses se verá la nueva oficina que construye Bonilla en Rivas, con el techo hundido como un murciélago, todo a base de tallos milenarios.

Desde hace años colecciona todo el bambú que le llega a sus manos. Se trajo una especie nueva desde Colombia. Tiene lámparas, memorias USB, bates de beisbol y telas. Está en pláticas con una compañía extranjera para distribuir telas y cerámica. Toma una caña verde y la mira de cerca. Su sueño, como la imagen que se ve, lo tiene entre sus manos.

 

Parte de los objetos que tiene Bonilla en su casa.
Foto: Óscar Navarrete

 

Alimentos, cosméticos y papel

El bambú sirve también como alimento. Cuando los tallos son pequeños, pero ya salen del suelo se pueden comer. Se comen de la misma forma que el pipián o los espárragos. Se suele cortar a unos 30 centímetros de altura. Después se ponen a hervir como los frijoles. El sabor es similar al de las papas y tienen muy buenos beneficios nutricionales.

Se sabe que durante la Segunda Guerra Mundial se hicieron paneles tejidos de bambú en la construcción aeronáutica. Se pueden obtener cosméticos para el cabello y la piel. También la industria farmacéutica ha comprobado que hay sustancias del bambú que producen efectos anticancerígenos.

El carbón obtenido del bambú tiene mayores ventajas que cualquier otro carbón para la fabricación de baterías eléctricas. Y como dato curioso, hay que recordar que Edison utilizó filamentos carbonizados de bambú en sus experimentos para descubrir la lámpara incandescente.

Se puede utilizar la fibra de bambú para fabricar papel. La utilidad de una fibra se calcula en función de su relación largo y ancho. Cuanto más larga y más estrecha sea la fibra, mejor papel produce. La fibra de bambú resulta ser mucho más apropiada que cualquier otra. Para saber cuánto bambú hace falta para producir papel, existen ya cálculos bastante precisos: una hectárea de bambú produce aproximadamente una tonelada de pulpa de papel.

Una casa de bambú

En otros países una construcción convencional, para alcanzar un aspecto presentable, requiere de una inversión que oscila entre los 250 y 350 dólares por cada metro cuadrado. En cambio, una construcción de bambú solo requiere entre 75 y 100 dólares por metro cuadrado.

En Nicaragua la construcción de bambú, debido a la falta de regulación, podría oscilar en un rango más costoso.

Las ventajas de la casas de bambú es que aíslan el frío y el ruido por las cámaras de aire que forman los troncos de bambú. Las casas de bambú son recomendadas en zonas sísmicas, porque de llegar a caer, el poco peso del material evitaría muertes.

Con el bambú se pueden fabricar vigas, paredes exteriores, tabiques interiores, cañerías y tejas. También se puede repellar con cemento para dar mayor resistencia o apariencia de cualquier vivienda construida con materiales convencionales.

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