¡Avión derribado! El día que los sandinistas dispararon un misil contra un avión comercial

Reportaje - 05.02.2023
Manrique Hidalgo

MAGAZINE conversó con el piloto del avión DC-6 B de Aeronica que fue derribado por fuego de artillería sandinista en 1987. Conozca a quién culparon de la tragedia y la misteriosa carga que llevaba la aeronave

Por Hans Lawrence Ramírez

A simple vista no pareciera ser un piloto de avión y mucho menos un hombre al que le han puesto los santos óleos previendo su muerte en tres ocasiones. “Tengo más vidas que un gato”, bromea.

Manrique Hidalgo es un costarricense que llegó a Nicaragua cuando tenía 21 años. Fue el 19 de diciembre de 1979. Los sandinistas recién habían tomado el poder por las armas y pronto se dieron cuenta que no había suficientes personas en el país que supieran volar aviones, de manera que buscaron a pilotos en otros países.

Hidalgo fue a uno de los que trajeron del extranjero, y trabajó para Aerolíneas Nicaragüenses (Aeronica), administrada por el gobierno sandinista de la época. Fue en uno de tantos vuelos para esta aerolínea que los mismos sandinistas le dispararon por accidente un misil para derribarlo.

De primero con la mano en la boca, Manrique Hidalgo siendo rescatado en bote después de haber acuatizado en el río San Carlos. ARCHIVO/Aviación de Costa Rica

Antes del triunfo de la Revolución Sandinista, Hidalgo ya había hecho algunas misiones para la guerrilla cuando trabajaba en una aerolínea de carga costarricense y volaba hacia Cuba. En varios de esos viajes, transportó armas desde la isla hasta Liberia, en la frontera norte de Costa Rica con Nicaragua. “Eran armas para Edén Pastora”, comenta.

“Llegábamos al final de la pista (antes del despegue) y ahí subían las armas. A veces llegaba Fidel Castro y se ponía a hablar mierdas ahí. De ahí, aterrizábamos aquí en Liberia”, relata Hidalgo, que en aquel entonces era el copiloto de esos vuelos que llevaban armamento.

Al piloto, los cubanos le pagaban 5,000 dólares, “por vuelo” enfatiza. “Y a mí no me daba ni un dólar”, se queja.

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Hidalgo ha pasado la mayor parte de su vida volando. Nació el 14 de septiembre de 1957. Tiene 65 años, y desde los 16 aprendió a manejar un avión pequeño con un amigo que le enseñó a pilotarlo. Después, empezó a hacer piruetas en el aire y desde entonces quiso ser piloto acrobático.

“Yo miraba eso como un juego”, cuenta, hasta que se decidió por sacar la licencia para hacer vuelos comerciales. En aquel entonces, dice, no era tan complicado ser piloto de avión. Solamente se necesitaba cumplir con cierta cantidad de horas de vuelo y saber operar la máquina para que le otorgaran una licencia.

Después de que sacó la licencia, se convirtió en instructor de vuelo. “Cuando me comenzaron a pagar, yo me impresioné tanto cuando vi el primer cheque”, pues, para su sorpresa, le pagaban mucho dinero por algo que a él le encantaba hacer.

Sin embargo, cuando se fue a volar a Nicaragua para Aeronica, dice que le ofrecían más dinero. Era un contrato por tres meses, pero terminó quedándose una década. Los 10 años que trabajó para Aeronica, vivió hospedado en una suite del hotel Las Mercedes, frente al Aeropuerto.

En el parqueo, dice que tenía un Chevrolet Camaro que había comprado y en un hangar del aeropuerto, tenía su avión acrobático. “Era todo lo que necesitaba. Podía pedir la comida que yo quería”, cuenta, y era buena comida. Cortes finos de carne, langosta, y demás, según relata Hidalgo, a pesar de que en aquel entonces había escases de alimentos en el país.

Además de volar aviones de carga, también llevaba pasajeros. Viajaba constantemente a Puerto Cabezas y Corn Island. Otras veces iba fuera del país y le tocaba transportar a personalidades. En una ocasión, cuenta, le tocó llevar a Daniel Ortega.

También viajó muchas veces con Edén Pastora. De hecho, en 1985 estuvo suspendido en Aeronica por 11 meses y empezaron a investigarlo porque decían que él era amigo de Pastora.

Para esos años, Pastora luchaba en contra de los sandinistas después de desencantarse con la Revolución, y dirigía un grupo Contra que operaba en la frontera sur de Nicaragua, por el río San Juan.

--¿Y de verdad fue amigo de Edén Pastora?

--Nunca. Volé con él, pero amigos no.

Hidalgo relata que cuando volaba con Pastora, le pedía que hiciera piruetas en el aire. “Él iba cagado de risa y los escoltas cagados de miedo”, recuerda entre risas.

Manrique Hidalgo tiene 65 años y se dedica a dar clases de aviación en Costa Rica. Óscar Navarrete/Revista Magazine

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Para Manrique Hidalgo era un vuelo más pilotando el avión DC-6 B de cuatro motores, matrícula YNBFO de Aeronica. Ese 21 de diciembre de 1987, Hidalgo debía transportar un cargamento de polvo blanco desde Managua a Ciudad de Panamá.

--Eran tres mil kilos de un polvo blanco. ¿Qué le parece? Mucho se decía que los sandinistas estaban metidos en el narcotráfico en aquella época

--¿Ese polvo blanco era cocaína?

Calla. Sube los hombros y rota las manos de adentro hacia afuera, mientras abre los ojos y curva los labios hacia abajo:

--¡Quién sabe! – responde.

El avión despegó a las 7:40 de la mañana del aeropuerto de Managua e Hidalgo lo enrumbó hacia el sur y como se trataba de un vuelo rutinario, dejó volando solo al copiloto Octavio Gutiérrez Páez y él se durmió un momento, no sin antes dar la orden de que lo despertaran cuando estuvieran llegando a la frontera entre Costa Rica y Panamá.

Los demás tripulantes de la aeronave eran el ingeniero de vuelo, Arnoldo Santiago Abarca Rodríguez, y los mecánicos Juan Ocón Ochoa, Félix Chaves Rodríguez y Marvin Arana García.

Hidalgo empezaba a quedarse dormido a las 8:15 de la mañana, cuando de repente, un misil tierra aire Red Eye (Ojo Rojo) impactó en la parte derecha del avión, e hizo que se sacudiera violentamente.

--¿Qué hiciste? --le gritó Hidalgo al copiloto.

--Yo no hice nada.

Uno de los mecánicos fue el que se dio cuenta que el motor tres había desaparecido y parte del motor cuatro estaba destruido.

El avión empezó vibrar y a caer en picada e Hidalgo se acomodó nuevamente y tomó el control de la aeronave. En medio de la histeria de ir cayendo, todos trataban de ver por las ventanas en donde hacer un aterrizaje forzado que les permitiera salir vivos.

De lejos, Hidalgo vio un campo vacío y pensó que podía ser el lugar perfecto para descender, pero rápidamente se fijó que el avión llevaba 3,600 galones de combustible. “Esto va a ser una bola de fuego”, pensó.

La tierra estaba cada vez más cerca e Hidalgo todavía no sabía dónde caer, hasta que otro mecánico le señaló: “Capitán, el río”. Se refería al río San Carlos, cuyo caudal en ese momento permitía aterrizar el avión planeando.

“Yo en este hijueputa avión no me mato. Ahí lo meto”, le respondió Hidalgo al mecánico. Todos abrocharon sus cinturones y se agarraron de donde pudieron, mientras Hidalgo se partía los brazos para tratar de enderezar la aeronave y ponerla de frente al río para llegar planeando sobre el agua y acuatizar.

Así lo hizo, y en cuanto llegó al agua, el viento levantó la trompa del avión y este se partió en tres pedazos. Empezaron a hundirse y los hombres rápidamente salieron por una de las ventanas de la cabina. Todos quedaron vivos, pero con algunos golpes, fracturas, y uno de los mecánicos casi se ahoga porque no sabía nadar. Hidalgo fue el único que salió ileso.

El mecánico Marvin Arana García tenía una herida de bala. Nadie se explicaba cómo fue que recibió ese balazo, pero tiempo después supieron que mientras iban cayendo, les disparaban desde el lado nicaragüense.

El avión que pilotaba Hidalgo quedó partido en tres pedazos al caer al río. La aeronave se perdió por completo. ARCHIVO/Aviación de Costa Rica

Las autoridades costarricenses le dijeron a Hidalgo que tenía prohibido volar mientras avanzaba la investigación de cómo fue que cayó el avión y porqué transportaba un polvo blanco. No fue detenido, así que a los pocos días regresó a Nicaragua y cuando explicó que en Costa Rica le había prohibido volar, su superior le dijo: “Eso es allá. Aquí usted vuele”.

Una semana después, Hidalgo estaba pilotando nuevamente. Mientras que el ingeniero de vuelo y dos mecánicos que iban con él en ese accidente no quisieron volar otra vez por varias semanas porque quedaron con temor de sufrir otro accidente. Hidalgo cuenta que los mecánicos subieron a un avión hasta en marzo de 1988 en otro vuelo hacia Panamá, en el cual se estrellaron y fallecieron.

En Nicaragua, a Hidalgo le dijeron que la Contra había disparado el misil que derribó su avión. Esa era la versión oficial. El ministro de transporte de aquel entonces, William Ramírez, dijo que la Contrarrevolución había atacado un avión civil y algunos medios de tendencia sandinista como El Nuevo Diario, titularon: “Contras bajan avión civil”.

Lo cierto es que, quien dio la orden para que le dispararan al avión de Hidalgo fue el teniente coronel del Ejército sandinista, Juan Bosco Centeno. Él mismo lo relata en su libro “Pendiente de un hilo”. Asegura que el error se dio porque no le avisaron que pasaría un avión carguero y días después se dieron cuenta que el avión no era de la Contra a como sospechaban.

Portada de El Nuevo Diario reportando la noticia del avión derribado. REPRODUCCIÓN/Óscar Navarrete

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Varios meses después del accidente, Hidalgo recibió una llamada del Organismo de Investigación Judicial (OIJ) de Costa Rica. Le dijeron que el polvo blanco que llevaba no era cocaína, si no que era un químico carísimo, de manera que no se iba a presentar una denuncia en su contra por tráfico de drogas.

Hidalgo siguió volando para Aeronica hasta 1990, cuando los sandinistas perdieron el poder y a él le ofrecieron un trabajo en una compañía aérea en Perú. Cuatro años más tarde, regresó a Costa Rica a pilotar para aerolíneas comerciales y siguió haciendo piruetas en su pequeño avión.

Sí Hidalgo ya tuvo suficiente suerte de haber sobrevivido al misil que le lanzaron en 1987, todavía salió con vida de otro accidente aéreo el 27 de abril de 2013.

Ese día, Hidalgo se encontraba haciendo un vuelo de prueba en una avioneta que había estado dando problemas y mientras estaba en el aire la válvula que absorbe la gasolina se quedó pegada en la parte de arriba del tanque, y en cuanto bajó el nivel del combustible, el motor se le apagó.

El hombre cuenta que estaba consciente que tenía que hacer un aterrizaje forzado, de manera que se coordinó con la torre de control del aeropuerto Tobías Bolaños, en la capital costarricense, y le dijeron que podía aterrizar en la plaza de futbol de La Carpio.

Para Hidalgo era una maniobra sencilla, pero al acercarse al lugar, vio que no era posible aterrizar ahí. “Le dije al controlador que no iba a aterrizar ahí y comenzó a gritarme, estaba más nervioso que yo”, relata.

--¿Cómo no vas a aterrizar ahí? Es seguro. Ahí no te pasa nada

-- ¡Es que hay niños jugando!

Hidalgo giró lo más que pudo la avioneta, pero ya estaba demasiado bajo, así que se fue a estrellar a un guindo cerca de un río. Ese accidente casi le cuesta la vida. El avión fue declarado destruido por completo, y él tuvo que ser sometido a 23 cirugías. Desde reconstrucción facial, hasta operaciones para órganos vitales.

Manrique Hidalgo todavía sigue volando y haciendo acrobacias pese a los accidentes que ha sufrido. Óscar Navarrete/Revista Magazine

Al chocar, la palanca del avión se le incrustó cerca del ano y le dañó el sistema digestivo. Su cuerpo se llenó de materia fecal y eso complicó mucho su salud y su recuperación. Estuvo tres meses internado en el hospital y cuenta que en tres ocasiones llegaron sacerdotes a confesarlo porque no le daban mucha expectativa de vida.

Diez años después, Hidalgo sigue vivo. Para él, la renquera con la que camina no es nada después de cómo quedó en ese último accidente. Esas experiencias no lo han detenido. Ahora se dedica a dar clases de aviación en Costa Rica, y de vez en cuando sale a hacer piruetas en su pequeño avión.

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