Pareciera un invento, pero no lo es. Esta parte ineludible de la existencia humana y animal ha motivado la creación de un museo y lleva por nombre National Poo Museum (El Museo Nacional de la Caca, en español). Si le interesa lo puede visitar en la isla Wight, frente a la costa sur de Inglaterra.
¿Se imagina la exhibición de las heces de un bebé humano las de un león, una paloma, un zorro, un suricato, un alce? Precisamente todas ellas fueron parte del contenido de la primera exposición que se realizó en abril del 2016, cuando abrió las puertas al mundo. El día de su inauguración, en lugar de la habitual cinta roja decorativa, cortaron un rollo de papel higiénico.
En este museo incluso se muestran cacas fosilizadas de reptiles con millones de años, todas encapsuladas en unas esferas de resina. Dentro del recinto, no falta la tienda de suvenires, en la que se pueden adquirir réplicas en plástico de distintos tipos de caca y también otros objetos escatológicos.
El texto de presentación en la web del museo sintetiza muy bien su filosofía y recuerda que recientes investigaciones han puesto de manifiesto lo importantes que pueden ser para los avances médicos todas esas bacterias intestinales que a diario se van por las cañerías y alcantarillas de los pueblos y ciudades. Temas como este son los que el museo quiere explorar, así como “examinar nuestra relación con la caca y cambiar para siempre nuestra manera de pensar respecto a esta sustancia asombrosa”, destaca.
¿Extraño? No tanto si tenemos en cuenta que las deposiciones orgánicas se han convertido en piezas de arte. No es la primera institución que centra su atención en tan elevado tema.
Un año antes, en 2015, abrió sus puertas en el castillo medieval italiano de Castelbosco, situado a unos 100 kilómetros de Milán, el Museu da Merda (Museo de la Mierda, en español).
Detrás de este museo de estiércol animal se encuentra un empresario agrícola llamado Gianantonio Locatelli, que deseaba dar algún tipo de utilidad ecológica, productiva y cultural a los excrementos que generan sus 3,500 vacas productoras de leche que sirve para fabricar queso Grada Padano, que generan toneladas de estiércol al año.
Entre las numerosas aplicaciones que ha encontrado, está la de convertir esas heces en biogás, que sirve para generar energía— incluida la que precisa el sistema de calefacción de sus instalaciones—. Asimismo, se vale de ellas para producir fertilizante.