Una monja budista en Nicaragua

Perfil, Reportaje - 08.05.2016
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Hace nueve años se ordenó en Inglaterra la primera monja budista de Nicaragua. Conozca cómo se encontró con esta religión, qué la motivó a ordenarse y cómo es su vida ahora

Por Ulises Huete

“Mi nombre es Kelsang Sangzin. Kelsang es el nombre que se le da a todos los que se ordenan y significa: afortunada. Y Sangzin es el particular que se me dio a mí y significa: sostenedora de la paz secreta”, expresa la monja con voz serena y una leve sonrisa. Hace nueve años adoptó este nuevo nombre, se cortó el pelo y se puso los hábitos budistas. “Después de ordenada a mí no me importaba más mi pelo, mi belleza, mi aspecto físico, eso quedó totalmente atrás, por causa de las bendiciones, porque yo sola no lo hubiera hecho”, dice enfática. Antes de volverse monja su nombre era Claudia Pereira y para muchas personas que la conocieron también era “Chispa”.

Se ordenó el 23 de mayo de 2007 en Inglaterra. En una ceremonia de ordenación, el guía espiritual reparte los nombres entre los nuevos monjes. “La designación es increíble. No es que él dice para fulanita de tal va ir tal nombre. Pareciera que es al azar, pero no es al azar y te cae a vos el que te corresponde”, cuenta la religiosa. Sangzin es monja de la Nueva Tradición Kadampa. En esta tradición los monjes no se apartan del mundo, no se encierran. Ella explica: “Todo lo contrario, estamos con la gente que reciben bendiciones por medio de los hábitos. El budismo es dar respuesta al sufrimiento, que es el día a día que tenemos los seres en el mundo”.

Sangzin practica un budismo moderno. Los monjes viven donde pueden porque esta tradición no los mantiene. Pueden residir en un centro budista, si hay condiciones, o en sus casas con sus familias. Si tienen que laborar porque no disponen de otra fuente de subsistencia, se quitan los hábitos para asistir a los trabajos. Los que residen en los centros budistas usan sus hábitos todo el tiempo. Se rapan el pelo o lo usan como máximo con tres dedos de largo, esto es opción de cada quien. “Podés vivir en tu casa incluso si hay un centro. Es totalmente opcional. Solo tenés que cumplir tus diez votos, eso sí es tu compromiso”, explica la monja. Sangzin se mantiene económicamente de su jubilación y de la renta de unos apartamentos. Cuando viaja al extranjero para tomar cursos y retiros de meditación, ella cubre sus gastos para vivir en un centro o un templo. En el lugar donde se queda dispone de un cuarto, alimentos y clases, además participa en los eventos que se realizan.

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Claudia Pereira se entera que en un centro budista en Inglaterra hay un puesto para un practicante. Esta actividad consiste en hacerse responsable del Café para la Paz Mundial, que pertenece al centro a cambio de recibir manutención y enseñanzas. Ella ve que esa estadía es una oportunidad para abandonar la vida mundana que lleva y practicar con más profundidad una vida espiritual. “La única manera realmente de meterme a un camino espiritual para mí era tomarlo muy en serio, era un cambio, una transformación en mi vida. No quería medias tintas, quería caminar ese camino en que llegas a transformarte en un ser puro, un Buda”, explica la monja.

Parte hacia Inglaterra en junio de 2006. Luego de tres meses de vivir en el centro tiene un sueño en el que se le aparece Gueshe Kelsang Gyatso, el guía espiritual de la tradición que ella practica. En el sueño Pereira está en un templo que se llama La Mansión Celestial. Sangzin cuenta: “Estaba allí haciendo fila. Íbamos varias personas. Llevaba un gran saco de oro y se lo entregaba al guía espiritual. Él me decía que ya estaba lista para ordenarme. Me levanté, pegué un brinco. Emocionada pensé: me llegó el momento”.

Entonces busca al maestro budista del centro donde ella reside, le cuenta el sueño y le expresa que se siente lista para ordenarse de monja después de seis años de prepararse. “Cuando le dije a mi maestro que Gueshe La (el guía espiritual) me había dicho que sí, íbamos caminando en la calle y nos pusimos a bailar, estaba emocionadísimo”, refiere la religiosa. El maestro le indica cómo hacer la carta de solicitud al guía espiritual para ordenarse de monja. Pereira escribe la carta en agosto y la envía por email. Una semana después recibe una respuesta afirmativa. Le indican que la próxima ordenación será en mayo de 2007.

Una vez en el templo, un día antes de la ordenación, unas monjas le cortan el cabello pero le dejan un mechoncito largo en la coronilla. En la noche recibe una charla sobre qué significa la renuncia, cuáles son los votos y compromisos que se asumen, qué cambio interior se debe hacer, qué simbolizan el corte de pelo y los hábitos. “El corte de pelo simboliza el desapego. Los hábitos simbolizan el camino espiritual. El color amarillo simboliza la sabiduría y el rojo oscuro la concentración. La falda, la disciplina moral. Todas las personas que miran estos hábitos reciben bendiciones de los Budas, no mías”, afirma la monja.

Después ingresa al templo junto con las otras personas que se ordenarán. El guía espiritual les da una enseñanza sobre el significado de hacerse monjes y les bendice los hábitos. Luego todos desfilan frente a él. A medida que pasan, él les corta el mechoncito de pelo con una tijera y les pone un khatag (listón de seda blanca). Sangzin explica: “La ordenación tiene que ver con la renuncia al sufrimiento. Renuncias no a tu casa ni a tu familia ni a nada de eso, renuncias a seguir el sufrimiento. Porque todo el budismo lo que hace es enseñarte a dejar de sufrir”.

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Es de baja estatura, tez trigueña y cabello canoso. Tiene 63 años, pero si alguien no sabe su edad es difícil precisarla. No luce más joven de lo que es, pero su jovialidad le imprime vitalidad a su aspecto. Se nota que ha sido una persona enérgica que atemperó su carácter con los años y por supuesto con su práctica religiosa. Sin embargo, la vivacidad de su personalidad todavía está presente.

Cuando Sangzin era una adolescente y su nombre era Claudia, le pusieron el mote de Chispa. “Tenía 15 años. Decía la gente que mis ojos eran como chispeantes, siempre he sido con mucha energía, me lo pusieron cuando estaba en el colegio, creo que una familia cubana”, refiere la monja. Algunos amigos y conocidos le dijeron así mucho tiempo. Pero al entrar a los 40 años pensó que ya era suficiente con ese nombre. Entonces cada vez que le decían Chispa, ella replicaba: “Claudia, Claudia…”

En su juventud, antes de ordenarse monja, comenzó a estudiar Psicología en la Universidad Nacional Autónoma de Managua (UNAN) y terminó en la Universidad de Missoula Montana, en Estados Unidos. Después hizo una maestría en comunicación en Brasil. Cuando regresó de su maestría en 1991, trabajó en la Facultad de Comunicación de la UCA durante cinco años. “Daba clases en los últimos años, cuarto y quinto. Fui jefa del departamento de los profesores”, cuenta la monja. Después laboró en oenegés internacionales y como consultora diseñando estrategias de comunicación. Pereira llevaba una vida social normal, sin sobresaltos, entre el trabajo y su vida personal. Contrajo matrimonio en dos ocasiones. La primera vez estuvo casada siete años. Se volvió a casar diez años después. Cuando todavía estaba en su segundo matrimonio conoció el budismo. Este matrimonio duró cuatro años.

En 1996, Pereira conoció a una terapeuta mexicana que practicaba el budismo kadampa. Esta persona le obsequió el libro Introducción al budismo, de Gueshe Kelsang Gyatso. “Sentí que eso era lo que había querido toda mi vida. Por fin había encontrado lo que andaba buscando sin saberlo exactamente”, recuerda Sangzin. En esas páginas leyó algunas respuestas satisfactorias a preguntas existenciales que se hizo durante mucho tiempo. “Ahí encontré la explicación del karma: las causas y sus efectos”, cuenta la monja. Desde el punto de vista del budismo, las experiencias humanas son los efectos de acciones realizadas en el pasado, porque cada acción que se realiza genera efectos.

“El siguiente paso fue investigar si alguien más conocía esta tradición en Nicaragua”, continúa Sangzin. Le contaron a Pereira que Mayra Pasos viajó a Nepal y que allá encontró Introducción al budismo, el mismo libro que a Pereira le regalaron. Entonces la futura monja contactó a Pasos para que se reunieran a leer el libro. Pasos aceptó y a su vez invitó a Amelia Vogl. De este modo las tres empezaron a reunirse para estudiar el budismo una vez a la semana.

Después de un tiempo se sumaron otras personas. Entonces contactaron a un maestro de México de la Nueva Tradición Kadampa, un monje inglés que vino a dar enseñanzas varios años. Posteriormente el maestro las animó a solicitar permiso para abrir un centro budista en Managua. Pereira y Pasos fueron a San Francisco a un festival de Dharma en 2000 y pidieron una audiencia con el guía espiritual para solicitarle la autorización. “Tuvimos la gran sorpresa de que nos recibió. Eso fue una buena fortuna, estar directamente con Gueshe La (el guía espiritual). Él dijo que sí, que nos iba a conceder el centro, que por favor enseñáramos el Dharma”, recuerda la monja. La religiosa recuerda este momento como uno de los más significativos de su vida: “He tenido tres experiencias maravillosas en mi vida espiritual. La primera fue haber conocido a Gueshe La, un ser puro, la segunda, la ordenación y la tercera fue ahora que estuve en Alemania, en un retiro de silencio por tres meses”.

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La mayoría de su familia es católica. Solo su mamá, que ya falleció, era evangélica. Recuerda que cuando les contó que se ordenaría les pareció extraño: “Lo miraban raro, porque además era la primera y única monja budista en este país. Pero no se metieron mucho”. Sangzin tiene dos hijas: Lourdes de 32 y Natalia de 31 años. Además de cuatro nietos. Natalia expresa qué sintió al saber la noticia: “Me alegré por ella. Estar en el Dharma sé que es la decisión correcta y que ese camino la va a llevar a la felicidad, que al final todos andamos buscando”.

La tercera nieta de Sangzin se llama Claudia y tiene seis años. Su abuela dice que la niña es bien “chispa”, quizás le recuerde un poco su propia personalidad. La monja cuenta que una vez, cuando la niña tenía tres años, le preguntó: “Mimi, ¿vos sos hombre o mujer? ¡Por el pelo! Y yo atacada en risas. Entonces le digo: soy mujer y el corte de pelo no define que seas hombre o mujer”. En otra ocasión, Sangzin viajaba hacia Inglaterra. En el área de Migración de un aeropuerto de Estados Unidos, un funcionario le preguntó si tenía cáncer. Ella le preguntó por qué pensaba eso. La persona le respondió que por su pelo corto. Ella le aclaró: “No. Soy monja budista”.

Cuando vino a Nicaragua recién ordenada e iba al supermercado, algunas personas la miraban indiscretamente, sin quitarle los ojos de encima. Entonces ella los volteaba a ver con una sonrisa y las personas apartaban la cara avergonzadas de que las descubrieran mirando. “Hay gente que conecta con los hábitos y se me acerca para decirme que pida bendiciones por ellos”, comenta la monja. Una vez comía en un restaurante y un norteamericano se le aproximó. “Me dijo que su esposa acababa de tener un grave accidente, que le habían cortado las piernas, que estaba en el hospital, que por favor orara por ella”, relata Sangzin.

La religiosa reside en Ticomo, en la afueras de Managua. La acompañan su hija Natalia y su nieto Alex, de 14 años. La casa es amplia, tiene una decoración sobria, con poca entrada de luz pero acogedora. Prevalece un ambiente silencioso que cada cierto tiempo rompe el Tonky con sus ladridos, un simpático perro golden retrievier. En la parte posterior hay una pequeña terraza con unas sillas y una hamaca. Un frondoso árbol de mango cubre con su sombra el patio trasero. Pasa la mayor parte de su tiempo en su vivienda, entre su práctica espiritual y los asuntos domésticos.

En un extremo de su cuarto se encuentra un altar. En el centro hay una imagen de Buda Shakyamuni, el fundador del budismo, a su izquierda, una estupa, y a su derecha, un libro de Dharma. Estos tres objetos representan el cuerpo, la mente y la palabra de Buda. Delante de estos objetos, están siete boles de agua, que son ofrendas a Buda. Frente al altar, Sangzin realiza algunas de sus prácticas espirituales día a día.

“En la mañana, lo primero que hago son unas oraciones para mantener el compromiso de mis votos”, cuenta Sangzin. Luego desayuna. Regresa a su cuarto, realiza unas oraciones y medita durante una hora y media. “Después recibo mis enseñanzas y en eso se me va toda la mañana”, cuenta la monja. Estas clases las escucha por internet de un centro budista de Nueva York. En términos generales, los budistas estudian las enseñanzas, meditan en ellas y las ponen en práctica en su vida cotidiana. En la tarde se dedica a los asuntos domésticos o estudia. En la noche, cuando hay actividades especiales, va al Centro Budista Kadampa Bodhichita de Managua.

Desde que se jubiló, cada cierto tiempo viaja al extranjero a recibir cursos para avanzar en su camino espiritual. Cuando pasa una temporada en un templo budista, vive en comunidad con otros monjes y asume ciertas responsabilidades. “Para el hecho de estar viviendo allí por un tiempo, tenemos compromisos de cocinar y limpiar una vez a la semana, el día que te asignan”, cuenta Sangzin. Estas actividades las hace con la intención de beneficiar a los demás y de este modo las transforma en una práctica espiritual. “Cuando voy a cocinar para la comunidad, pienso que quiero hacer algo rico, que le guste a la gente, que los haga felices. Todo lo que hacemos es generando esa intención, siempre”, afirma la religiosa. Además, realiza diversos trabajos voluntarios en las actividades que ofrece el templo para difundir el budismo.

Budismo Kadampa

Fue introducido en occidente por Gueshe Kelsang Gyatso (guía espiritual de esta tradición) en 1977. Desde entonces, este maestro budista ha impartido enseñanzas, escrito libros sobre budismo y fundado la Nueva Tradición Kadampa. La sede principal se encuentra en Ulverston, Inglaterra. Este budismo cuenta con más de mil centros y grupos de meditación por todo el mundo.

Dharma

Son las enseñanzas de Buda y las realizaciones espirituales que se alcanzan al ponerlas en práctica. Dharma es una palabra sánscrita que significa “protección”. Según el budismo, al practicar las enseñanzas de Buda las personas se protegen del sufrimiento y los problemas.

La ordenación de Buda

En el libro Introducción al budismo, de Gueshe Kelsang Gyatso, se lee que cuando el príncipe Sidharta, antes de convertirse en Buda, decidió abandonar su palacio para retirarse a meditar hasta alcanzar la iluminación, “se cortó el cabello y lo lanzó hacia el cielo, donde lo recogieron unos dioses… Uno de ellos le ofreció los hábitos azafranados de un mendicante religioso. El príncipe los aceptó y, a cambio, le entregó sus vestimentas reales. De este modo, él mismo se ordenó monje”.

Claudia Pereira a los 12 años de edad. Estudió en el colegio La Asunción de Managua. Desde pequeña tuvo inquietudes religiosas. A los 10 años quiso ser monja católica pero desistió.

Claudia Pereira a los 25 años de edad. Comenzó a estudiar Psicología en Nicaragua y concluyó en Estados Unidos, nunca ejerció esta profesión. Después hizo una maestría en comunicación en Brasil. Trabajó como docente universitaria y como especialista en estrategias de comunicación.

Claudia Pereira a los 40 años con sus hijas: Natalia (izquierda), de 8 y Lourdes (derecha), de 9 años.

Residentes del Centro de Meditación Kadampa en Nueva York, uno de los templos del budismo moderno en el mundo. Kelsang Sangzin, primera de izquierda a derecha, en la primera fila del grupo.

Altar budista del cuarto de Kelsang Sangzin. La imagen del centro, con un bol azul en la mano izquierda, es Buda Shakyamuni, el fundador del budismo. Frente a este altar Sangzin hace oraciones y medita.

Kelsang Sangzin se ordenó de monja budista el 23 de mayo de 2007 en Inglaterra. Es la primera monja de esta religión en Nicaragua.

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