El nica que va por el Óscar

Perfil, Reportaje - 11.01.2015
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Gabriel Serra Argüello es el nicaragüense que más lejos ha llegado en la carrera por el Óscar de la Academia. Este es un retrato del cineasta detrás de cámara

Tammy Zoad Mendoza M.

Efraín es un asesino. Un asesino en serie que fue bautizado por sus compañeros como “La Parka”. Aquí en el matadero La Paz, México, él es el señor de la muerte. Esta Parka no tiene guadaña, no usa traje negro y lleva los huesos cubiertos de músculo y piel. Botas de hule, un pantalón de mezclilla raído y un suéter rojo curtido por la faena diaria. Anda por ahí casi siempre con la capucha puesta.

Efraín Jiménez García es el matarife del Rastro Frigorífico La Paz, Los Reyes, México. Es el personaje que encontró el cineasta nicaragüense Gabriel Serra para abordar un tema inquietante: la muerte. Su cortometraje documental La Parka (2013) fue seleccionado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood como uno de los ocho candidatos a nominación a los Premios Óscar. Este 15 de enero Serra sabrá si el corto del que es guionista y director estará en la competencia oficial por uno de los principales y más cotizados galardones del séptimo arte. “Últimamente he soñado que estoy en el salón, sería genial”, reconoce sonriendo este joven de 30 años quien prefiere estar detrás de cámaras como cinefotógrafo.

De cumplirse su sueño este 22 de febrero Gabriel Serra compartiría la gala de la 87 edición de los Premios Óscar, en el Teatro Dolby de Los Ángeles, con cineastas y actores de renombre en la industria cinematográfica. Mientras tanto, Serra está de visita en el país pero asegura que pronto regresa para echar raíces en su natal Nicaragua y desarrollar varios proyectos que tiene en mente.

“En mi vida me había imaginado estar ahí en el teatro con toda esa gente y que de repente te van a enfocar la cara. Ahora hasta he soñado con eso. Seguro me voy a desmayar o algo así, me caigo si nos ganamos el premio... (supone entre carcajadas) Sería bonito estar ahí. Igual si no, pues no pasa nada. Ya llegamos bastante lejos. A seguir trabajando”.

“Yo no mataría un ser humano, yo no lo mataría. No es un animal, no es una res, uno a la res la mata por necesidad, porque si no la mata uno no come”, dice Efraín en La Parka. Foto / Cortesía.
“No mataría un ser humano, yo no lo mataría. No es un animal, no es una res, uno a la res la mata por necesidad, porque si no la mata uno no come”, dice Efraín en La Parka. Foto / Cortesía.

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No recuerda con claridad cuál fue la primera película que vio. Pudo ser Lo que el viento se llevó (1938), un clásico del cine que vio en el Cine Imperial, propiedad de su bisabuelo. Durante su niñez pasaba las vacaciones en El Viejo, Chinandega, de visita en la casa de su abuela, un caserón a la derecha del único cine del pueblo, que quedaba en una esquina céntrica.

“Ese es el primer lugar donde empecé a observar y presenciar la magia y la atmósfera que generaba el cine en mí y en la gente. Mis tías abuelas y mi bisabuelo trabajaban en las tandas de la noche, unos en la taquilla cobrando, otros recolectando tiques. Me gustaba subir al cuarto de máquinas a ver las películas desde ahí con el proyeccionista”, recuerda Serra, conversador cuando de cine se trata, y parco a la hora de posar. Poco sonríe frente al lente, pero se suelta a la hora de contar anécdotas de su infancia en el cine familiar, de sus viajes de trabajo, de sus proyectos.

Entre la fina tela de humo veía las cabezas del público moverse al ritmo de las sensaciones que le provocaban las imágenes, dependiendo la película se iban llenando las 300 bancas que su propio bisabuelo hizo en el taller de ebanistería de la familia. Gilberto Argüello se llamaba, por eso él es Gabriel Gilberto. “Toda la familia de mi mama creció con el culto al cine y yo fui muy afortunado de estar ahí con ellos disfrutando no solo ver las películas, también las caras de la gente”.

Se graduó de Comunicación Social con especialidad en Radio y Televisión, y su pasión por las imágenes lo llevó a sus primeros trabajos en fotografía y producción audiovisual.

Pero en 2008 decidió tomar en serio su pasión y se mudó a México para estudiar Cinematografía en el Centro de Capacitación Cinematográfica. “Había ido en 2006 y me gustó mucho, el DF es una ciudad caótica pero también hay mucho espacio para los artistas, la gente todo el tiempo interpretando su cultura, recibís influencia de todo el mundo y el cine que se está haciendo es de alta calidad”, expone Serra. Empezó con los proyectos de la escuela y no ha parado.

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Fue en la producción de un trabajo, que el chofer del camión en el que viajaba empezó a platicar sobre el negocio de la carne y cómo llegaba hasta la ciudad. Picó la curiosidad y Serra se adentró en el mundillo de los mataderos. “Teníamos que hacer un ejercicio en el que los fotógrafos podíamos dirigir. Yo buscaba una historia fuerte, me gusta generar emociones fuertes, mover, trabajar cosas viscerales, y el tema de la carne y la muerte me pareció interesante, sobre todo porque en Ciudad de México por todos lados hay taquerías y torterías, puestos medio invasivos y a la vez tentadores. ¿De dónde sale toda esa carne? Me fui a buscar mi historia”, comparte Serra. Y la encontró en las afueras de la ciudad, a unas dos horas de donde vivía. Allá fue a buscar al más viejo del rastro, al más joven, ninguno era su personaje. Hasta que en medio de una plática se fijó en el hombre de capucha roja, concentrado en su tarea, callado, lúgubre. “¿Quién es él”. “¡Ah! Ese es ‘La Parka’”.

Filmó en 2012. Luego de encontrar al personaje que buscaba, en una suerte de “casting” de personajes reales, visitó por dos meses el rastro La Paz para hacer entrevistas, recorrer el lugar y familiarizarse con el ambiente. Grabó ocho días si se suman solo las horas de trabajo en cámara. Él dirigiendo un equipo de colegas y amigos.

Entre la preproducción, producción y posproducción fue alrededor de un año de trabajo resumido en 29 minutos 33 segundos. Tiempo suficiente para poner en contacto al espectador con las entrañas de los mataderos, de donde salen toneladas de carne que alimentan a miles de carnívoros hambrientos, pero también para presentarles un personaje sensible que se dedica a matar para ganarse la vida.

Entre disparos, sangre y vísceras Efraín se lamenta por la muerte de su padre y su hermana, y se confiesa temeroso de la muerte. Se ve en los ojos del animal que muge y corcovea, que se aquieta resignado ante la postura de un verdugo que siente su dolor y le ve llorar todos los días. Quinientas reses por día, seis días a la semana, los últimos 25 años. Toda una vida dedicado a matar, así como “Las Parcas”, el nombre popular con que se conoce a las deidades de la mitología, las tres hermanas que se dedicaban a hilar, trenzar y cortar el hilo de la vida a los mortales. Pero Efraín, “La Parka”, trabaja solo. Él no corta, dispara.

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Entre la lista de correos por leer había uno que saltaba a la vista. Era de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood comunicándole que su documental La Parka estaba entre los ocho candidatos a nominación a los Premios Óscar; en la categoría Mejor Cortometraje Documental. Fue a través del área de Divulgación del Centro de Capacitación Cinematográfica que su corto fue de festival en festival logrando buenas críticas, premios hasta que finalmente llegó a postularse, junto con otras 58 producciones, para competir por un Óscar.

“Nos sorprendió la manera en la que iba ganando premios. Nunca hice la película para que fuera a los festivales y ganara, la hice porque me interesaba el tema. Fue un ejercicio que se convirtió en película, pero que me hizo crecer y madurar mucho. Me dediqué al cien a esto y tuve un equipo comprometido, aquí están los resultados”, reconoce Serra, quien tiene previsto afincarse de nuevo acá, aunque tenga que viajar constantemente porque tiene en marcha tres proyectos como cinefotógrafo para el 2015.

Quiere realizar producciones nacionales y echar a andar un par de proyectos con amigos y colegas, como una escuela regional de cinematografía en la que se ofrezcan talleres con maestros invitados. Él mismo participó en diciembre como docente en el encuentro regional de artistas emergentes Rapaces 2014, organizado por la artista contemporánea Patricia Belli, de Espira-La Espora. Cuando no está frente a una pantalla o detrás del lente, aprovecha para jugar futbol, salir a correr o escuchar música. También se escapa a la playa o la isla de Ometepe, para descansar.

Se confiesa ansioso por el anuncio de este 15 de enero, en el que la Academia dará la lista oficial de nominados al Óscar. Estará en su casa, en familia, esperando la noticia. “Tengo grandes expectativas, seleccionan de tres a cinco y hay buenas críticas. Creo en el documental, tiene un corazón, una vida. No es una locura que solo yo o tres personas que andan en mi rollo le entiendan. No es una película para mí, es una película para que la gente la vea, para provocar emociones”.

Gabriel Serra participa en tres producciones como cinefotógrafo y pretende desarrollar un proyecto de escuela regional de cine en Nicaragua.
Gabriel Serra participa en tres producciones como cinefotógrafo y pretende desarrollar un proyecto de escuela regional de cine en Nicaragua.

“Nos sorprendió la manera en la que iba ganando premios. Nunca hice la película para que fuera a los festivales y ganara, la hice porque me interesaba el tema. Fue un ejercicio que se convirtió en película, pero que me hizo crecer y madurar mucho. Me dediqué al cien a esto y tuve un equipo comprometido, aquí están los resultados”, Gabriel Serra Argüello, cineasta.

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Oscuro. Un mugido largo y lastimero. Un hueco. Un hocico húmedo se asoma respirando agitado. Corcoveos que van mostrando partes del animal que está frente al agujero. Otra vez el hocico. Otra vez el mugido. Un ojo. Un ojo grande que parece saltar de su cuenca. Un ojo asustado, negro y brillante. El ojo clava la mirada, a ratos suplicante, a ratos condenatoria. ¡PLÁS! Se abre una puerta, se cierra. Al final del pasillo por el que corre el agua, se abre otra puerta. Una vaca entra. Otras vacas caminan en fila hacia la muerte.

Del otro lado el hombre de la capucha roja las espera paciente. Sus ojos, tan negros y tan brillantes como los de ellas, lucen más tristes bajo sus párpados caídos y unas pestañas de alfileres. Efraín se acerca a ellas cuando están calmadas, las mira, respira, las vuelve a mirar. ¡PLAS! Directo a la frente. ¡PLÁS! “El primer día en la noche soñé que estaba aquí. Los animales me veían... Así como diciendo, luego te va a tocar a ti”, cuenta Efraín.

Efraín Jiménez García, el matarife del rastro La Paz, Los Reyes, México. Foto / Cortesía.
Efraín Jiménez García, el matarife del rastro La Paz, Los Reyes, México. Foto / Cortesía.

“Yo sí le tengo miedo a la muerte, porque uno se va a trabajar y no sabe si va a regresar (…) Arriba puedo ser más fuerte, pero ya estando abajo son más fuertes que uno. Abajo es más fuerte el animal que uno”, reflexiona Efraín Jiménez García, el matarife del rastro La Paz, Los Reyes, México. Foto / Cortesía.

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Dirección y Guion: Gabriel Serra
Fotografía: Carlos Correa
Fotografía adicional: Pablo Pérez Lombardini
Sonido: Nicolás Aguilar
Producción: Argentina Moreno Decanis
Producción ejecutiva: Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC). México 2013.

 

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