Eddy Talavera es el jugador activo de más edad en el beisbol nicaragüense. Debutó en la Selección Nacional a los 38 años e hizo sus mejores números después de los 40.
Su última meta como pelotero es llegar a los mil hits. Le faltan cuatro
Por Amalia del Cid
Algunos fanáticos pueden ser realmente ofensivos. Bien lo sabe el pelotero Eddy Talavera, que en cada nuevo partido escucha las mismas “sugerencias”:
—¡Anciano, andate para el asilo! —le gritan los seguidores del equipo rival desde las graderías de los estadios.
—¡Allí vi a tu abuelita ayer. Te mandó saludos! —les responde él desde el campo, cuando se anima a defenderse.
—¡Andá dormite ya! —le gritan otros.
A Talavera —“Tala” para los amigos— lo hacen sentir un poco mal las ofensas de los fanáticos, pero jamás anciano. “Es que no soy anciano ni me veo como anciano”, dice sonriendo el veterano. Es el mánager del Oriental de Granada en la Liga Profesional y en Primera División juega para los Tiburones de esa misma ciudad. En octubre cumplió 49 años y actualmente es el jugador activo de más edad en todo el beisbol nacional.
Lo normal es que los peloteros se retiren cuando llegan a la curva de los 40 años y comienza el declive de sus habilidades. Pero Talavera “es un caso único, él es especial”, asegura Gerald Hernández, periodista deportivo especialista en beisbol. “Es asombroso que siga robando bases, que siga bateando, difícilmente en los equipos se le pone en el banco por alguien que tenga 20 años menos que él”, afirma Miguel Mendoza, cronista deportivo nicaragüense.
Talavera también lo sabe, por eso puede reírse cuando cuenta lo que le gritan desde las gradas. El próximo año cerrará cinco décadas y quiere retirarse con mil hits conectados. Por ahora tiene 996. Será el bateador número 54 en alcanzar esa marca en campeonatos nacionales y, además, el de mayor edad en lograrlo.
***
Si se le compara con otros deportes —como el futbol, el boxeo o el baloncesto—, el beisbol resulta menos exigente físicamente; sin embargo, eso no significa que no se necesite una buena condición física para jugarlo. “Si corrés de home a primera, te podés desgarrar. Si tirás algo con toda tu fuerza, te lastimás el brazo. No hay esa intensidad de otros deportes, pero sí requiere entrenamiento. Además, se juega cinco veces a la semana y por más horas”, señala Gerald Hernández.
Es cierto que este deporte permite que jugadores arriba de los 40 años de edad todavía se desenvuelvan bien en el campo, pero no son muchos casos y generalmente se trata de lanzadores, una posición con menos ajetreo que la de un bateador.
Eddy Talavera ha jugado en todas las posiciones que existen en un cuadro de beisbol. Ha sido jardinero, pícher, cácher, short stop, primera, segunda y tercera base. “Solo le ha faltado ser cargabates”, bromean en el gremio. Aunque nunca ha sido un pelotero que destaque por habilidades extraordinarias en alguna de esas posiciones, aun hoy su nivel sigue estando arriba del promedio en el beisbol nacional, sostiene Miguel Mendoza. “Ya no es el mismo, pero para nuestro nivel sigue estando sobre la media. Por encima de muchos jugadores más jóvenes. Yo prefiero tener bateando a Talavera que a por lo menos la mitad de los jóvenes que han salido últimamente”.
A juicio de Hernández, quizás Talavera sí tuvo habilidades que pudieron ser extraordinarias, pero no las desarrolló en el momento en que tenía que hacerlo. Después de todo, hablamos de un jugador que se retiró del beisbol superior durante casi toda la década de sus 20 años y la mitad de la de los 30, los mejores años de un deportista, y regresó como si nada para incorporarse al Pomares (Campeonato de Primera División), a la Liga Profesional y a la Selección Nacional de Beisbol.
***

La historia beisbolera de Eddy Talavera comenzó en Nandaime, Granada, el pueblo que lo vio nacer el 13 de octubre de 1967. A los 8 años comenzó a jugar en la calle y en el campito de la escuela, con bolas de “teipe” o calcetín y una vara de tigüilote que funcionaba como bate. A partir de los 14 años se le metió la idea de que debía jugar en Primera División y al llegar a la Juvenil empezó a darse a conocer cuando el equipo de Nandaime iba a jugar a Granada, pero lo curioso es que no lo descubrieron en uno de esos partidos, sino en una “perrera”.
“Pedro Torres me trajo a Primera División. Él me miró en un campo en el que estábamos jugando beisbol maseado (apostando). Vio que tenía un brazo bueno y que era muy rápido corriendo y me invitó a ir a Masaya, al San Fernando. Ese año me quedé ahí”, cuenta Talavera. Está sentado en las gradas del Estadio Nacional Dennis Martínez, esperando que comience un partido entre el Bóer y el Oriental, equipo que ahora dirige. Es alto, moreno y flaco, tiene el porte y la agilidad de un muchacho y se expresa con mucha soltura.
En el San Fernando se quedó cuatro años y en 1990, debido a la situación política del país, se mudó a Costa Rica durante uno. Esa fue la primera pausa en su carrera. Vendrían muchas más. Nomás regresó al país se puso a jugar con Granada, pero cuando faltaba una semana para el inicio del campeonato se fracturó el tobillo derecho al barrerse en segunda base durante un juego de entrenamiento. Le pusieron clavos y platina y se perdió otro año.
“Al año siguiente, Heberto Portobanco, que era el mánager de Granada, me dio la oportunidad de entrar como entrenador. Tenía apenas 23 o 24 años. Ahí estuve cuatro años”, recuerda Talavera, sacando la cuenta del tiempo perdido en su carrera de pelotero. Él quería jugar, pero Portobanco lo necesitaba como “coach”, dice. Así que se fue. Consiguió trabajo como supervisor de maquinaria pesada en una empresa estatal y ahí se quedó durante cinco largos años. Tenía 35 cuando retomó el beisbol superior y 38 cuando entró a la Selección Nacional alborotando a la crónica deportiva.
Lo llamaban “el novato”, cuenta entre risas. “Es totalmente raro que alguien debute a los 38 años, porque en una Selección se supone que vos escogés material joven, con futuro; pero a mi edad siempre demostré que era muy versátil. Y era muy rápido, mucho más rápido que muchos jugadores de menor edad”.
Durante varios años se quedó en la Selección, entre los veinte mejores jugadores del país, todos menores que él. Fue el pelotero más valioso de Nicaragua en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, realizados en Cartagena, Colombia, en 2006, y más tarde, en el Preolímpico de Cuba, conectó dos jonrones.
Su carrera continuó firme y constante, hasta que en 2013, a los 46 años de edad, volvió a fracturarse el tobillo derecho. Entonces se vio forzado a retirarse de la Liga Profesional y del Pomares, y al siguiente año aceptó ser mánager del equipo de Estelí, pero no le gustaron las condiciones de trabajo (cuenta que estuvo durmiendo en el suelo) y a media temporada entregó su cargo. Cuando todos pensaban que su paso por el beisbol había terminado y los periódicos ya le habían dedicado notas de despedida, en 2016 Talavera regresó al Pomares e hizo los mejores números de su carrera.
Conectó 116 hits, impulsó 55 carreras, estuvo 372 veces al bate, logró 27 bases por bola y, lo más sorprendente, se robó 22. “El líder (del campeonato) tiene 33 bases robadas. Quedé como de séptimo (en realidad obtuvo la cuarta mejor cifra) entre como 500 jugadores en bases robadas. Hasta yo mismo me asusto”, ríe Talavera. “No es que soy más rápido, es que entiendo más el juego, entiendo la hora, estudio más al rival”.
“Gallo viejo con el ala mata”, resume el cronista Miguel Mendoza y afirma que Talavera “está mejor preparado para descifrar a un pícher que varios de los jugadores jóvenes. Tiene que ver con la inteligencia, con la experiencia. Roba más bases que casi todos ellos”. Sin embargo, aunque su éxito como ladrón de bases se deba más a la inteligencia que a la velocidad, para su edad Talavera es rapidísimo.
¿Cómo lo logra? Es común que al rozar los 40 años, los peloteros pierdan reflejos y movimiento, afirma Mendoza. “Sienten que le pueden dar a esa pelota, el problema es cuando los músculos no les responden”, “van perdiendo velocidad”. Entonces llega el derrumbe físico y muchos solo sobreviven gracias al dopaje. No es el caso de Talavera.
***
A las 6:00 de la mañana está en pie y a las 7:00 desayuna —casi siempre— gallopinto con huevos, queso y crema. La primera comida tiene que ser “pesada” para que Eddy Talavera pueda sostener el ritmo de sus rutinas, pues por la mañana va al gimnasio y por la tarde al campo de entrenamiento de beisbol, a veces al revés. En el almuerzo igual se puede comer “una vaca” y también cena fuerte. El que no engorde es una bendición de la genética, confiesa.
No toma café, solo refrescos naturales. Jamás come fritanga y mucho menos va a pedir que le echen “el gordo”. Casi no bebe —se toma un trago de alcohol a la muerte de un obispo— y nunca ha fumado. Es la disciplina personificada, una cualidad que le ayudó a estar en forma para retomar el beisbol cuantas veces quiso retomarlo.
Aunque, a decir verdad, nunca lo abandonó por completo. Cuando no estaba en la Liga Profesional ni en el Campeonato Pomares, trabajaba de lunes a viernes y los domingos jugaba en la Mayor A, una categoría inferior a la que cualquiera puede entrar porque es beisbol recreativo. A ella va a regresar cuando este próximo año se retire por última vez del beisbol de Primera.
Sí, esta vez está seguro de que ya va de salida. “No hay vuelta de hoja”, sentencia. No deja el Pomares porque se sienta cansado, sino porque es tiempo de “darle chance a nuevas generaciones”. “Siento que le estoy quitando el puesto a un joven que tiene que ir avanzando”, explica.
A Talavera no se le va a recordar como un jugador extraordinario, sino como un pelotero muy bueno e inteligente que resolvía en cualquier posición. Un comodín. Un jugador útil que se convirtió en una pieza importante para cualquier mánager. En el mundo del beisbol se le respeta y admira por su entrega, disciplina y condición física. También se le considera un caballero.
Podría decirse que la mancha más grande en su expediente es un episodio que protagonizó hace muchos años. Un fanático le estuvo gritando ofensas hasta que le hizo perder la paciencia y Talavera arrojó el bate contra la malla, con tan mala suerte que cayó al otro lado, donde el hombre gritón lo tomó para hacerlo astillas contra las gradas.
Tras el incidente lo suspendieron de por vida en el beisbol, pero apeló la decisión y le revocaron el castigo. Solo se perdió el resto de la temporada. “Desde entonces me he comportado mejor”, reconoce Talavera. Ahora prefiere ignorar las ofensas de los fanáticos o responderles que les mandó saludos la abuelita.
Otros veteranos
Julio Franco. En 2007, a los 49 años, el dominicano fue el jugador activo más viejo en Grandes Ligas. Mantuvo un registro de bateo por encima de la media.
Juan Oviedo. Tiene 43 años y cuando Eddy Talavera se retire será el jugador de más edad en el beisbol nicaragüense. Juega con los Dantos y fue uno de los bateadores más importantes de la final Dantos-Bóer de 2016.
Asdrudes Flores. Fue pícher y jugó hasta los 50 años en el beisbol nica. No tenía mucha fuerza para lanzar la pelota, pero sabía cómo colocarla dentro de la zona de strikes.
José Ángel “el Chino” Meléndez. Jugó hasta los 48 años como lanzador, uno de los mejores que ha producido Nicaragua.