Están los que venden, los que compran, los que comen, todos dándole vida a una ciudad que nunca duerme. Este es un vistazo de la Managua de los trasnochadores, los noctámbulos, los que viven todos los días pasada la medianoche
Por Tammy Zoad Mendoza. Fotos de Oscar Navarrete
Luego de la fiesta
Los “bacanaleros” —término que se relaciona al popular dios Baco, también conocido como el Dionisio amante del buen vino, la fiesta y el éxtasis—, llegan a media noche y tres horas más tarde, empiezan a desfilar por la salida: empapados de sudor, destaconadas y despeinados. La fiesta ha terminado, pero el trabajo apenas empieza.
Horas antes había unas 800 personas en este salón, brindando, charlando, bailando frenética o cadenciosamente. 800. Sin contar las que caben en el segundo piso, y los que salieron a la terraza. 23 años y aún se sienten jóvenes para seguir de parranda. Chamán Bar el templo de la fiesta.
Un pequeño ejército de jóvenes uniformados se encargan de recoger y limpiar todo vestigio de la noche anterior. Volver a poner todo en su lugar para que cada fiesta sea más alegre que la anterior, que los tragos estén en su punto, que todo esté impecable para esta noche.
El monstruo sonámbulo
El Mercado Oriental es una micro ciudad dentro de la ciudad. 120 manzanas, y contando. Lo que en el día es un hormiguero agitado de 60 mil personas que venden, compran, trabajan, roban o viven aquí, por la noche se convierte en un pueblo fantasma donde unas cuantas almas deambulan buscando dónde dormir. Pero en una de sus arterias, en su límite Oeste, nunca deja de circular la gente. Mientras el ala Este del mercado descansa, bajo el resguardo de unos cuantos somnolientos vigilantes privados, en la zona de El Novillo, Adán Ibarra Munguía, del grupo de seguridad voluntaria Los Dantos, trata de imponer la ley con su garrote y su par de esposas. En las tres calles aledañas a El Novillo desde la una de la mañana llegan viejas camionetas arrastrándose por el peso de la carga: piñas, sandías, sacos de papas, canastos de plátanos. Es la hora del descargue. Las mujeres de delantales rodean las camionetas, empiezan a escoger la mejor fruta, a hacer cuentas, a llamar a sus cargadores para que les trasladen su mercadería y la acomoden en las aceras que colonizaron para sus negocios. Dos horas más tarde ya hay compradores que buscan abastecer sus tramos y pulperías. Chilotes tiernos a peso, piñas a veinte córdobas la docena, plátanos a dos pesos. La venta vuela en la madrugada, a las cinco de la mañana ya los canastos están vacíos. Los chilotes, las papas y los plátanos ya están en otro punto del mercado, a un precio más alto, o en el plato de algún comedor que ofrece desayunos desde las cinco de la mañana.
Rotativa , noticias calientes.
¡Riiiiing! Suena un timbre agudo, como los de recesos escolares. Pero este timbre anuncia que el día empieza puntual. Pasada la medianoche rodillos amarillos, celestes, negros y fucsia empiezan a girar con desenfreno y los pliegos de papel que se escurren entre ellos parecen no tener fin. A medida que avanzan por la maquinaria que los dobla y los acaricia, aparecen en la hojas titulares, notas, fotos. La noticia está caliente. Es la una de la mañana de cualquier día normal de trabajo en la rotativa del Diario LA PRENSA. Aunque desde la noche anterior se imprimen algunas secciones, suplementos y el Periódico Hoy, es en la madrugada cuando las máquinas braman y dan lengüetazos de color en el papel blanco. Entre 33 y 34 mil periódicos se imprimen todas las madrugadas aquí, en un lugar donde el ruido ensordecedor de las máquinas envuelve el lugar, y la docena de hombres que trabaja afinando la maquinaria, revisando la hojas impresas y presionando botones suda copiosamente. A las tres o cuatro de la mañana se detienen los rodillos, dejan de desfilar por las bandas y cadenas los periódicos doblados. Vuelve a reinar el silencio, hasta la madrugada siguiente. LA PRENSA está lista para empezar su viaje por el país.
LA ROTONDA RANCHERA
La Rotonda de Bello Horizonte es territorio charro por las noches. Altos, bajitos, flacos y regordetes como guitarrones, los hombres embutidos en desgastados trajes que alguna vez tuvieron brillos y coronados con grandes sombreros de ala ancha se pasean por el lugar. Ven llegar a alguien y lo rodean rascando sus guitarras, mostrando sus trompetas y entonando algunas frases como roncos pájaros cantores.
“Se ha ido perdiendo la costumbre de mandar serenatas...”, se lamenta don Félix Díaz, el bigotón con pinta de gordito bonachón que lidera a los Diamantes del Norte. El grupo lo integran seis músicos trasnochados que de martes a domingo pululan entre los bares, casinos y discotecas de la noche tratando de endulzar el oído a los que pasan. Si lo logran, ganan 100 pesos por canción, 500 por cinco más el ipegüe y 1,500 por una serenata a domicilio.
Ellos son parte de los más de quince grupos de mariachis, tríos o combos que se han tomado la zona desde los años 60. Algunos todavía recuerdan al legendario Francisco “Pancho” López, el matagalpino pionero de los mariachis aquí, que llegó con un grupo de salvadoreños para hacer resonar la rotonda con rancheras, boleros y baladas que tienen eco hasta hoy, cada madrugada.
PROSTITUTAS
No tienen salario fijo, ni aguinaldo, ni Seguro Social. Las trabajadoras sexuales son parte del 80 por ciento de la población que se gana la vida con empleos informales.
Un día libre puede costarles también un día de comida para ellas o sus familias. Por eso se enfundan un minúsculo vestido, ciñen sus pechos con brasieres de relleno, se maquillan y salen a vender su cuerpo al mejor postor. 100, 200 o 300 córdobas puede costar un momento de placer, todo depende de lo que pida el cliente. Eso sí, sin condón, no hay trato.
En el sector de Carretera a Masaya, Metrocentro, Tiscapa y Bello Horizonte se pueden ver sus siluetas de hombres y mujeres, de todos los tamaños y formas. Son acosadas por la Policía y monitoreadas por el Ministerio de Salud, pero no hay cifras que den una noción del negocio del sexo, ni una organización que las ampare. Son víctimas de robos, violencia y violaciones. Al fin y al cabo, dicen, en la madrugada Managua es un ser indómito que no tiene reglas.
Hora de comer
¿Quién puede tener hambre a las 2:30 a.m. ? ¡Muchos! Las comiderías 24/7, los carritos de comida chatarra y las lecheagrias que abren en la madrugada saben que siempre hay noctámbulos hambrientos luego de una buena farra o una pesada jornada laboral. Pero ¿por qué da hambre en una hora tan inusual? Los ataques de hambre cuando el cuerpo se encuentra desvelado o alcoholizado son totalmente normales, se debe reducción de los niveles de azúcar en sangre. Lo recomendable en esos casos es comer galletas o pan, carbohidratos complejos, fáciles de digerir que absorben y ayudan a que el cuerpo asimile el alcohol y normalice los niveles de glucosa. No es recomendable comer una hamburguesa o una pizza, pero quién podría resistirse a un bocado gustoso y grasiento antes del amanecer o un gallopinto con lecheagria.
Llegó el queso
La mayoría de los queseros llegan al parqueo del Mercado Iván Montenegro pasada la medianoche, luego de un largo viaje desde sus pueblo, donde se crían y ordeñan vacas, donde se cuaja la leche que llega convertida en marquetas blancas que trasladan en cajillas. Queso de Camoapa, Boaco, queso de El Ayote, Chontales, queso del último rancho de donde se pueda obtener buena leche. “De la teta de la vaca a las pichingas, de las pichingas a la tinas, recién cuajado, lo secamos, lo empacamos y salimos”, cuenta orgulloso uno de los hombre de camiseta blanca, jeans y botas de hule. Ellos lo hacen, ellos los venden. La libra de queso que puede costar entre 60 y 70 córdobas en otros mercados, aquí se vende hasta en 40 córdobas, eso sí, debe llevar una marqueta de 20 libras como mínimo.
TERMINAL DE BUSES
Unos llegan y otros se van. Desde las tres de la mañana la terminal de buses Rigoberto López Pérez, en el Mercado de Mayoreo, empieza su jornada, que acabará 16 horas después. Los buses son como ballenas blancas o amarillas que aparcan silenciosos en la bahía. Poco a poco, pasajeros soñolientos suben con parsimonia y buscan un lugar cómodo para acurrucarse y continuar durmiendo en el largo camino que les espera. Estelí, Matagalpa, Jinotega, Boaco, Jalapa. Pasajes desde 72 hasta 136 córdobas. Aquí empiezan los viajes de dos, tres y hasta cinco horas. A diario entran y salen más de 60 buses que van al centro y norte del país, trasladando turistas, pasajeros que llegan por diligencias o buscando empleos en la capital y cargamentos de mercadería. Don Filiberto López, de sombrero, va de regreso a su natal Matagalpa.