Del Director: Sucre Frech y la radio

Columnas, Del editor - 09.10.2017

Hubo un tiempo en que la radio era todo. O casi todo. Las noticias que ahora usted conoce primero por internet, las daba la radio. Las novelas o historias que usted ve por televisión o Netflix, antes las escuchaba solo por la radio. Los combates de boxeo, los partidos de futbol o de beisbol que ahora busca en el cable o la televisión, con repeticiones de cámara lenta incluidas, antes los describía solo la radio. Era una voz sin rostro la que le decía con detalles todo lo que estaba pasando. Usted ponía su imaginación. Y la mezcla de esa voz con su imaginación era magia pura.

Las personas dependían de la radio para conocer el mundo más allá de su entorno. Era una especie de cerrar los ojos, o pensarse ciego, y dejar que otros ojos nos describieran el mundo. Y bueno, esto de darle sus ojos a la voz es un acto de extrema confianza. Y digo sus ojos, porque usted ve a través de la voz. Y así le pone rostro al héroe Kalimán o “al pequeño Solín” de la historia o a Albertico Limonta, de la radionovela El derecho de nacer o logra ver los detalles de la jugada de tal partido o nocaut de boxeo.

En 1938, la adaptación radiofónica que hizo el estadounidense Orson Welles de la novela La Guerra de los Mundos, provocó verdadero pánico en las calles de Nueva York cuando los oyentes creyeron que las descripciones de un desembarco marciano eran reales. Ese era el poder de la radio.

En Nicaragua, en el ámbito deportivo, esa voz tenía nombre: Sucre Frech.

Sucre Frech era los ojos de millones de nicaragüenses. A través de él se veían los partidos de beisbol o las peleas de boxeo de los nicaragüenses y, en ocasiones, como se verá en el reportaje que preparó Magazine, inventaba escenas que nunca nadie puso en duda.

“¡Alexis, muchacho loco, me vas a matar de un infarto!”, decía representando el sentimiento de Nicaragua.
Vocerrón. Histriónico. Sibarita. Pinche. Apostador. Así era Sucre Frech, uno de los grandes personajes de la Nicaragua del siglo XX.

Tantos nicaragüenses conocimos tanto a través de su voz, ojos e imaginación. Que a veces nos mentía, es cierto. Era parte de su encanto. La magia de la radio.

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