El oro

Columnas, Del editor - 13.11.2017
ThinkstockPhotos-577972882

El oro ha despertado la codicia humana desde hace miles de años. Ha sido bendición y maldición. Los primeros trabajos en oro se han ubicado unos siete mil años atrás, en los Balcanes.

Sin embargo, la historia del oro comienza casi desde el propio Big Bang, esa gran explosión que formó todo nuestro mundo. Y bueno, podremos decir, que si esa explosión lo formó todo, es lógico que también formara el oro. Pero el asunto es que el oro, tal como lo conocemos, a diferencia de otros metales, solo se puede formar en extraordinarias condiciones que se han producido después de la hecatombe.

Así que desde que el hombre asignó al oro un altísimo valor de intercambio, ha fracasado en todos sus intentos de crear este mineral asociado a la riqueza.

En nuestra historia, el oro ha sido más maldición que bendición. Desde aquellos barbudos españoles que llegaron al continente para el siglo XVI y buscaban oro con desesperación a costo de lo que fuese, hasta nuestra historia reciente. La conquista española está preñada de acciones que mezclan la codicia con la extrema crueldad, como la búsqueda de la mítica ciudad El Dorado, donde abundaba el oro, o el rescate del cacique inca , Atahualpa, apresado en Cajamarca, Perú, y quien ofreció a cambio de su liberación llenar con oro la habitación donde estaba prisionero “hasta donde alcanzara su mano”. Atahualpa cumplió pero los españoles no, y después de entregarles el oro del imperio lo ejecutaron “por idolatría, fratricidio, poligamia, incesto y ocultar un tesoro”.

El oro tiene que ver con la explotación inescrupulosa que se dio en los últimos dos siglos en el llamado Triángulo Minero de Nicaragua, tiene que ver con la rebelión de Augusto C. Sandino y hasta el día de hoy nos seguimos preguntado si el oro que se explota y que figura como uno de los principales productos de exportación en realidad trae más beneficios que perjuicios.
Por ello en esta edición le dedicamos nuestro trabajo principal al oro. Bendición o maldición de la humanidad.

Sección
Columnas, Del editor