Por Fabián Medina
Manuel de la Cerda y Juan Argüello fueron vecinos y amigos. Juntos se rebelaron contra la corona española y juntos fueron enviados encadenados a las mazmorras del reino. Juntos gobernaron, y luego uno contra el otro desarrollaron la guerra más cruel de la historia de Nicaragua. Al final, Argüello fusiló a De la Cerda.
De estos dos hombres que una vez fueron amigos, salieron las corrientes políticas que se enfrentaron durante unos 150 años. Las conocieron primero como “timbucos” y “calandracas”, luego como “legitimistas” y “democráticos” o “conservadores” y “liberales” . Esas paralelas históricas derivaron en sandinismo y somocismo, primero, y ahora en sandinismo y antisandinismo. La división con frecuencia llega hasta la familia.
Hijos de guardias somocistas fueron reconocidos guerrilleros del Frente Sandinista, en su momento. Luego durante los años ochenta había familias con unos hijos en la contrarrevolución y otros en el sandinismo. Casos famosos como el de Pedro Joaquín Chamorro Barrios, en el directorio de la Contra, y su hermano, Carlos Fernando, como director de Barricada, el órgano oficial del Frente Sandinista. O las hermanas Rosa y Martha Pasos, la una vocera del Ejército sandinista y la otra vocera de la Contra, ¡al mismo tiempo! Y en las montañas, muchas familias tenían hijos combatiendo contra hijos.
La rebelión de abril 2018 también dejó heridas en las familias. Jóvenes en el exilio, huyendo del régimen de Daniel Ortega, que en algunos casos, respaldan sus padres. Enfrentados a veces. Unos en los tranques y las marchas y otros en los grupos paramilitares. Como el caso de un joven de Estelí, asesinado aparentemente por su propio padre paramilitar.
En esta edición hablamos del tema. Familias rotas por la política. Una maldición que parece perseguirnos desde la guerra de Argüello y De la Cerda.
Nuestro plato principal, que de alguna manera tiene que ver con el tema, es el curioso caso de los hermanos Belli, Gioconda y Humberto, que tienen una vida entera yendo uno en contracorriente del otro. Básicamente por religión y política, sin que dejen de quererse como hermanos. Ellos son la metáfora de nuestra historia nacional.