Esta es la historia de un joven que nació cuando su padre ya había muerto, se enroló en la lucha contra Somoza y se enamoró de la Revolución sandinista. Apenas vivió 21 años, pero marcó a los jóvenes de su generación
Por Eduardo Cruz
Cuando lo mataron, el 25 de mayo de 1983, Marlon Apolinar Zelaya Cruz tenía apenas 21 años y tres meses de edad. En ese momento era el segundo jefe de uno de los dos batallones que formó la Juventud Sandinista (JS) a inicios de los años ochenta, el 30-72, conformado por jóvenes de la zona occidental de Managua. Y era el líder de la JS en el Recinto Universitario Rubén Darío de la UNAN-Managua, donde estudiaba Arquitectura.
Sus compañeros de estudios, que también eran del batallón, relatan que mientras avanzaban en la ribera del río San Juan, se toparon en una colina con un nido de ametralladoras de la Contra, comandadas por Edén Pastora, y Zelaya recibió un balazo en el costado izquierdo. Dio un grito de dolor diciendo: “Me pegaron”. La bala dejó un orificio de entrada pero no tuvo salida. Zelaya se iba ahogando por dentro. Sus compañeros dicen que le improvisaron una camilla, en todo caso una hamaca en la que lo trasladaron durante unas tres horas hacia El Castillo. Mientras lo cargaban él los iban animando: “No se desunan, sigan adelante. Busquen el río”. Su agonía duró entre dos y tres horas.

Zelaya pudo haber evitado ir a la montaña para empuñar un fusil, dicen sus compañeros. Era un líder de la JS y además había sido guerrillero, primero en Jinotega y luego en el Frente Sur, bajo el mando de Edén Pastora y como miembro de la brigada de internacionalistas Simón Bolívar. Pero tenía un “defecto”: No le pedía a los demás lo que él mismo no estaba dispuesto a hacer.