Iban o venían, pero de un solo golpe su destino cambió. Las carreteras son el nuevo campo minado donde más de 600 personas han muerto en un año. Otros viven para contarlo
Por Tammy Zoad Mendoza M.
Todo le parece un sueño, más bien una pesadilla. Karla tiene la impresión de que vive en otra dimensión, en una vida paralela en la que sin explicación su madre y su hermana simplemente ya no están.
Para Abdel es muy difícil recordar lo que pasó, fue apenas hace cinco años que hizo una pausa en su vida. Literal. Estuvo una semana en estado de coma. Por eso una buena parte de lo que cuenta aquí lo sabe por los registros médicos, la Policía y luego de largas pláticas con su familia.
Oralí Flores todavía extraña a Albalicia, pero su luto ya pasó. Ahora se dedica a acompañar a otros padres que han perdido a sus hijos en accidentes de tránsito, ayudarles a superar este trauma y retomar sus vidas en honor a los que se fueron.
Cada uno de ellos ha enfrentado la muerte de diferentes formas, luego de que un día normal ellos o sus familiares salieran de casa o pretendieran llegar, hasta que en el camino sus planes chocaran con los del destino.
En Nicaragua los accidentes de tránsito se han convertido en un problema de salud pública que tiene alarmadas a las autoridades. Para la población es un mal silencioso visible únicamente cuando hay algún suceso destacado en los medios. Sin embargo, cada año aumentan las muertes por esta causa: 679 en 2012, y según las proyecciones de la Policía Nacional si el nivel de accidentalidad se mantiene este año podría cerrar con 780 personas fallecidas. Los jóvenes son la mayoría que están muriendo en las carreteras.
***

Son las 2:30 a.m. y ella se despierta. Han pasado casi tres meses desde aquella madrugada, pero esta hora parece haberse programado en su cabeza para despertarla de vez en cuando. Karla Núñez Zamora, no puede conciliar el sueño. El tiempo gotea lentamente como esas lágrimas que resbalan cada vez que evoca sus recuerdos.
“No escuché ningún pito, era la madrugada y estaba todo en silencio. Íbamos hablando de la bebé, de lo que habíamos hecho el día anterior, de los nacimientos que adornaban toda la avenida”, comenta Karla, de 25 años. “A esa hora los semáforos están intermitentes, yo iba de norte a sur, tenía la luz amarilla y la preferencia. Arranqué y en el cruce de vías solo vi un destello de luz y aceleré. Luego todo daba vueltas”.
Ella conducía el vehículo aquella madrugada del 18 de diciembre, era la piloto encargada de llevar a su hermana Marina del Carmen, 29 años, embarazada y con dolores de parto, al Hospital Militar. Las acompañaba su madre, Alba Luz Zamora Garay, de 52 años.
Doña Alba nunca llegó al hospital, tampoco conoció a su nieta que sobrevivió en el vientre de su madre. La pequeña Sophia del Carmen tampoco pudo encontrarse con su madre. Estuvieron 9 meses juntas, pegada la una a la otra y en el último momento alguien se la arrebató. Pero antes de irse su madre le dejó otro regalo: el respirador que ella usaba, el único disponible en el hospital que estaba saturado con bebés y otros pacientes con dolencias que los obligaban a mantenerse conectados al aparato. Sophia necesitaba el respirador para sobrevivir, pues con el impacto sufrió pérdida de oxígeno y tuvo traumas cerebrales. Su mamá se lo dejó al morir esa madrugada.
El accidente fue noticia no solo en los medios de comunicación, la historia recorrió las redes sociales. Madre e hija muertas. Una bebé hospitalizada y con secuelas. Una joven de 25 años, ejecutiva de ventas y madre soltera, que debe hacerse cargo de su familia; su hija de 5 años, su hermana de 20 y la pequeña Sophia.
“Es una historia fuerte, el drama de esta familia es conmovedor, a uno lo abruman las noticias de que son los jóvenes los más involucrados en los accidentes de tránsito, como autores y como víctimas. Se nos están muriendo”, reconoce Oralí Flores, de 55 años, quien hace seis años vivió un drama similar. Los accidentes de tránsito son la primera causa de muerte en personas de 20 a 35 años, según datos de la Policía. Su hija, Albalicia Duarte Flores, de 22 años, falleció en Carretera a Masaya a bordo de un carro que se volcó por exceso de velocidad. El conductor, que había ingerido licor, sobrevivió al accidente.
***
Tres meses más tarde Sophia entra y sale del hospital. En el hospital la llaman “Milagritos” porque los doctores estaban atónitos con su historia y su evolución. Sus cuidados son minuciosos y su estado clínico complicado, pero con muchas posibilidades de mejoría luego de operaciones para alimentarla por sonda y que suba de peso mientras sus frágiles pulmones se recuperen. De las secuelas por traumas neurológicos se sabrá a medida que Sophia crezca, mientras tanto todos los días la estimulan para que sus movimientos, sus reflejos y su desarrollo sean lo mejor posible.
A Karla le tomó semanas quitar el dolor y los morados en su pecho por la marca del cinturón de seguridad. No tuvo daños internos, pero aún tiene pendientes algunos exámenes. Sus afectaciones están en sus pensamientos y hay dos huecos en su alma. El golpe de luz de un foco de vehículo no solo la ciega, la hiere. Y es cuando empieza a sentirse mareada, recuerda casi en cámara lenta las vueltas interminables a bordo de un vehículo fuera de control. Otro caso que entró a los 24,573 accidentes de tránsito registrados por la Dirección de Tránsito el año pasado.
Del conductor del camión que las impactó no saben mucho. Karla lo conoció hasta el día de la Audiencia Preliminar. Quería tirarse sobre él y golpearlo hasta el cansancio. Pero se contuvo, esperaba que la ley pudiera darle al menos un escarmiento por haber causado la muerte de su madre y de su hermana. Pero no fue así.
“Yo tenía asesoría legal. El abogado del hombre presentó un epicrisis en el que decía que tenía problemas de hipertensión y diabetes que le provocaba ceguera nocturna. No tenía antecedentes, el accidente era su primer delito y si tenía buen comportamiento probablemente no estaría más de un año en prisión. Son beneficios absurdos cuando has matado a dos personas. No venía tomado, pero iba con prisa, a toda velocidad... se detuvo porque el motor se le dañó, pero él se hubiera fugado”, expone Karla, como una explicación a la mediación legal que realizó con el acusado.
“Las mediaciones son el último recurso que uno como familiar desea, no se trata de cobrar o pagar por una vida, pero es eso o que los culpables salgan libres con beneficios extraños o por influencias... Así fue el caso de la muchacha que murió en Carretera a Masaya. Se le dañó el carro, se detuvo, la chocaron dos veces, dos conductores distintos y nadie tiene la culpa. Tres personas muertas y nadie paga por la irresponsabilidad. Es triste”.
***

¿Cree que al ir más cerca del auto que va adelante lo hará tomar ventaja en la línea? Pita, pita y pita para “hacer avanzar la fila”. Se equivoca, y además puede hacer que otros conductores se desorienten y provocar un percance. ¿Tiene prisa? Si excede los límites de velocidad puede que no solo llegue tarde, si no que probablemente no llegue a su destino luego de un accidente de tránsito. ¿No respeta un Alto? Puede que más adelante lo frene otro vehículo, un poste o un muro.
Invasión de carriles, giros indebidos, no guardar distancias, no acatar las señales de tránsito y el exceso de velocidad han convertido las calles y carreteras en un campo minado donde tanto peatones como conductores deben sortear los peligros que esto conlleva. Estas son las causas principales de accidentes que registra la Policía.
El jefe del área de Prevención y Seguridad Vial de la Dirección de Tránsito de la Policía Nacional, comisionado Edgar Sánchez, expone que conducir luego de haber ingerido alcohol o en estado de ebriedad se considera tanto una causa, como una condición según cada caso. Y explica: “Si un conductor viene tomado pero va por la vía respetando las señales y viene despacio, y de otro lado una persona sobria viene conduciendo a alta velocidad y se le tira. ¡Ahí tenés un accidente! No lo provocó la persona tomada, esa sería la resolución del caso, pero no significa que no se le vaya a aplicar las medidas administrativas y correctivas por su falta al conducir, se multa y se le suspende la licencia”, aclara Sánchez.
En los reportes más recientes de las 679 muertes por accidentes de tránsito, 207 fueron motociclistas. “Los renegados” de la pista, aún siendo los más vulnerables por las condiciones físicas de las motos, son los más irresponsables en la vía.
Abdel Largaespada, de 29 años, lo sabe, porque él era uno de ellos. Aún era adolescente cuando se convirtió en estrella de la pantalla chica al protagonizar en la serie nacional “Sexto Sentido” (2001-2005), a Gabriel Machado, un joven contemporáneo a él, medio despistado, extrovertido y arriesgado. Muy parecido a Abdel en la vida real. Pero de aquellos años de acciones inconsecuentes y locas, de sus días de motociclista temerario solo le quedan una cicatriz en la ceja izquierda y una historia que se convirtió en la lección de su vida.
Del accidente no recuerda casi nada, la única imagen de la tarde del 25 de noviembre de 2007 es la de la escena de despedida en la casa de su jefa en Jinotepe. Luego de ponerse el casco se subió a su moto y arrancó tan rápido como solía hacerlo, tomando la ruta de Nandaime, para llegar a Granada. Debía estar ahí en media hora o menos para una actividad familiar. Nunca llegó.
La siguiente imagen que viene a su memoria es vaga, la silueta de una mujer que lo contempla acongojada. Oscuridad. Otra silueta, esta vez sabe que es su novia, Auxiliadora Alvarado. Oscuridad. A su lado, rodeando otra camilla un grupo de gente llora desconsolada. Un hombre acaba de morir. Oscuridad.
Fue una semana que vivió mientras moría. Estuvo en estado de coma, y luego en coma inducido para poder estabilizar sus signos vitales. Un traumatismo frontotemporal izquierdo, cuatro fracturas en el cráneo, golpes en todo el cuerpo y con riesgos de perder la visión en el ojo izquierdo y la audición del mismo lado. Solo su familia, algunos amigos y su novia estaban conscientes de su crítica situación.
Auxiliadora Alvarado, de 29 años, quien ahora es su esposa, lo recuerda con precisión. “Cuando lo trasladaron al Lenín Fonseca estaba irreconocible, inflamado, ensangrentado. Luego verlo lleno de vendas y darte cuenta que cuando despertó también había cambiado su forma de ser”, cuenta Alvarado. Agresivo, impulsivo, irritable. No era el Abdel que había subido a la motocicleta un mes atrás, era lo que había quedado de él luego del accidente. Tardó más de un año su recuperación física y sicológica, además de volver a establecer sus vínculos emocionales con la familia, amigos y su pareja.
Fue él mismo quien procuró su desgracia y fue el casco el que le salvó la vida. “Iba a alta velocidad, era normal en mí. Me creía el superman en la moto, nunca pensé que me pasaría algo así, hasta que se me cruzó un ciclista, esquivé y me estrellé en algo, porque salí en el aire, aterricé con la cabeza y la fuerza me arrastró unos metros más... es lo que me cuentan”, comenta el joven.
Del 2006 al 2009 el parque de motocicletas era de 68 mil, para el 2013 Tránsito tiene registradas 200 mil y la tendencia de su uso puede elevar la cifra a 300 mil motos este año. Por eso el comisionado Edgard Sánchez siente que los avances del trabajo de prevención de accidentes de tránsito no pueden resumirse a las cifras de muertes en aumento.
“El mayor logro es que se ha visualizado como un problema. Aquí hay un asesinato o un crimen desata una reacción inmediata y grande por parte de la población, sin embargo ni la suma de estos hechos alcanzan el número de muertes que ocasionan los accidentes de tránsito en un año”, advierte el oficial.
Ahora Abdel está consciente del nivel de gravedad del asunto. Nunca más volvió a subirse en una moto, pero su mayor lección es el valor que le da a la vida y al efecto que puedan tener sus acciones en él, en sus amigos y su familia. “Un accidente de tránsito no solo te deja daños materiales o lesiones físicas, te mata. Es un trauma para tu familia y tus seres queridos... peor aún cuando el daño es a terceros. Ahora prefiero llegar tarde, a no llegar o a perjudicar a alguien. La vida es realmente tan frágil y mucho depende del grado de madurez que tengás. Ahora soy más cortés, me tomo las cosas con calma”.
***
“Era lo mejor ir a toda velocidad sorteando vehículos, pero era una actitud inmadura, irresponsable conmigo y los demás. Mi lección es llevar la vida con calma, ser cortés en respetuoso en la vía puede salvar vidas”.
Abdel Largaespada, 29 años, sobrevivió a un accidente en su moto.
***
Todo está girando. Las tres mujeres gritan aterradas, se abre la puerta trasera derecha del vehículo y una de ellas sale expulsada. El carro continúa dando vueltas en la pista y las otras dos mujeres continúan gritando. La puerta se cierra. Siguen dando vueltas en el interior del vehículo que gira en su eje mientras avanza en la calle. Un golpetazo las detiene y ella aún sujeta el volante. Silencio.
“Me arranqué el cinturón y salí a abrirle la puerta a mi hermana que estaba acostaba en el asiento trasero, consciente, pero mareada. Me preguntaba por mi mamá y la dejé ahí mientras yo rodee el carro y divisé un zapato. Luego vi a mi mama en la acera frente al carro, boca abajo, inmóvil”, narra Karla Núñez Zamora, de 25 años. Marina solo tenía rasguños visibles en las piernas, pero su historial clínico reportaba ochos costillas rotas y desprendimiento de pulmón. Su madre murió instantáneamente. Meses después solo son un registro en las cifras de la Policía, un suceso que apareció en los periódicos como una de las más sensibles señales de alarma ante la inseguridad vial, pero para ella su historia apenas empieza.
Unidos por el luto
Hace cinco años cuatro madres de familia se reunieron en la sala de una casa para conversar, Oralí Flores era una de ellas. Solamente dos de ellas se conocían, pero todas tenían en común el dolor de haber perdido a un hijo, fue así que rompiendo el miedo y la timidez una a una fueron contando sus historias, escuchándose y compartiendo experiencias de esa etapa de duelo.
El julio de 2008 se dieron cuenta que habían muchas familias enfrentando al pérdida de un ser querido en las mismas circunstancias: accidentes de tránsito. Por lo que decidieron en honor a sus hijos fundar formalmente la asociación de Personas Unidas en el Dolor y la Esperanza (PUDE).
Este es un grupo de ayuda mutua que se reúne en segundo miércoles de cada mes en un salón de la Universidad Centroamericana para compartir sus experiencias o escuchar testimonios en lo que sería un proceso de catarsis del dolor. En las sesiones, además de los fundadores y los miembros de PUDE, también colaboran sicólogos y guías espirituales que dan apoyo y seguimiento en el proceso de luto y la superación de la pérdida de un ser querido.
Para contactar a esta asociación puede hacerlo en el correo [email protected] / www.pudenicaragua.org
Cifras aceleradas
460 mil
es el parque vehicular registrado en el país por la Policía Nacional.
24,573
accidentes de tránsito se registraron en el país el año pasado.
265 mil
multas por diferentes infracciones realizaron los agentes de tránsito en el 2012.
679
personas fallecieron en estos accidentes, 207 eran motorizados y más de la mitad eran jóvenes entre los 20 y 35 años.
73 millones
de dólares aproximadamente invierte el Estado cada año, en asistencia médica y hospitalaria para atender a víctimas de accidentes de tránsito.
15 mil
policías hay en todo el país para atender una población de 6,071,045 habitantes. De este cuerpo policial 476 son agentes de tránsito, 200 de ellos le dan cobertura a la capital.
1 millón 200 mil
personas hacen uso a diario del transporte público y privado en todo el país, esta masa de población es la más expuesta y vulnerable, según la Policía, por lo que se trabaja en programas de educación vial tanto a conductores como a peatones.
90 %
de las muertes en carretera son en países de ingresos bajos y medianos, a los que corresponde un 48 % del parque mundial de vehículos matriculados.