Terremotos, guerras, huracanes, asonadas, crisis políticas. La Cruz Roja Nicaragüense ha estado en todos estos escenarios para brindar asistencia humanitaria. Han sido 92 años desde que se fundó en Managua hasta que Daniel Ortega la ilegalizó.
Por Hans Lawrence Ramírez
Cuando el huracán Mitch destrozó medio país en cuestión de días y sepultó dos comunidades enteras al provocar el deslave del volcán Casita en Posoltega, la Cruz Roja estuvo ahí brindando asistencia a las víctimas y damnificados.
Cuando toda Managua se vino abajo por el terremoto de 1972, hasta el edificio de la Cruz Roja colapsó, y con lo poco que quedó, los socorristas se acomodaron en un parque y se organizaron para apoyar en la emergencia.
Cuando estallaron las protestas de 2018 y las fuerzas represivas de Daniel Ortega dispararon a manifestantes opositores desarmados, la Cruz Roja brindó asistencia médica. También visitó a los presos políticos, así como visitó a sandinistas y somocistas en su momento.
En fin, la Cruz Roja ha sido testigo de eventos históricos en Nicaragua y ha brindado auxilio a como demanda su misión humanitaria. También ha sido víctima. La más reciente arremetida en su contra sucedió el pasado 10 de mayo, cuando fue derogada la ley que la reconoció como asociación y a su vez, se aprobó la creación de la Cruz Roja Nicaragüense “como ente autónomo y descentralizado adscrito al Ministerio de Salud”.
En palabras simples, la Cruz Roja ahora estará en manos de la dictadura de Daniel Ortega. También se dio luz verde para que todos los bienes de la Cruz Roja en Nicaragua pasen a ser propiedad del Estado.
La exposición de motivos de la ley argumenta que durante las protestas de 2018 algunas filiales de la Cruz Roja “atentaron contra la paz y la estabilidad de la nación” y supuestamente actuaron en contra de sus propios principios. “La Asociación misma transgredió las leyes del país al desentenderse y hasta apoyar este actuar de sus filiales”, señala el documento.

Un día después, la Federación Internacional de las Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja (IFRC) se declaró “profundamente preocupada” por la disolución y confiscación de los bienes de la organización en Nicaragua. “Esta situación podría poner en riesgo actividades humanitarias muy necesarias en el país, así como el trabajo del personal nicaragüense”, manifestó en un comunicado.
Luego, el 29 de mayo, Ortega envió a la Asamblea Nacional la iniciativa de Ley Orgánica de la Cruz Roja Nicaragüense adscrita al Ministerio de Salud, en la que aparecen los mismos principios fundamentales de la Cruz Roja Internacional y el artículo 2 establece que esta será la “sucesora legal sin solución de la continuidad de la Asociación de la Cruz Roja Nicaragüense”.
El artículo 5 indica que se “podrá usar el emblema y bandera de la Cruz Roja Internacional, siendo prohibido el uso por particulares de esos distintivos”. La Junta Directiva estará integrada por el Ministro de Salud o quien este delegue; un representante de la Dirección Administrativa Financiera del Minsa; el Presidente de la Cruz Roja Nicaragüense; el Director de la Cruz Roja Nicaragüense y un Delegado de la Cruz Roja Nicaragüense.
El Presidente y el Director o Directora de la Cruz Roja Nicaragüense serán nombrados por el ministro de Salud, indica la nueva norma.

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Un joven suizo idealista llamado Henry Dunant, viajaba por negocios en Italia en julio de 1859. Para entonces, en Solferino, al norte de ese país, se estaba llevando a cabo una guerra entre italianos y franceses contra austriacos.
La noche del 24 de julio de aquel año, hubo unos 40,000 muertos y miles de heridos que quedaron tendidos en el campo de batalla. Esta escena conmovió tanto a Dunant que junto a unas mujeres del pueblo se fueron a socorrer a heridos sin distinguir a qué bando pertenecían.
Tres años después de ese hecho, Dunant escribió un libro llamado Recuerdo de Solferino, en el cual habla sobre lo sucedido en ese lugar y sobre la necesidad de preparar un cuerpo de voluntarios que pudieran brindar asistencia humanitaria en todas las grandes guerras alrededor del mundo.
Algunas de sus propuestas en ese libro eran que en todos los países se crearan una sociedad de socorro y crear normas que puedan aplicarse en todos los conflictos armados que garanticen el cuidado y protección de los soldados heridos, así como de las personas que les prestan asistencia.
El libro movió las emociones de varios ciudadanos suizos en aquel entonces, pero fueron cuatro particularmente los que se acercaron a Dunant dispuestos a fundar esa sociedad de socorro de la que hablaba en su libro. Estos fueron el abogado Gustave Moynier, los médicos Louis Appia y Théodore Maunoir, y el general Guillaume-Henri Dufour.
Estos cuatro, junto a Dunant, formaron el Comité de los Cinco y en 1863 pasaron a llamarse Comité Internacional de Socorros Militares y desde entonces adoptaron como principios la humanidad, imparcialidad, neutralidad y carácter voluntario.

En 1864, el Comité organizó una conferencia diplomática en donde participaron 24 representantes de 16 países de Europa y algunos observadores de Estados Unidos. Ahí se firmó el Primer Convenio de Ginebra y se estableció que cada equipo de socorristas llevaría una cruz roja sobre fondo blanco para ser reconocidos como un cuerpo de auxilio y no ser objeto de ataques.
La idea de utilizar ese emblema surgió a partir de la bandera suiza, que es una cruz blanca sobre fondo rojo.
Con el paso del tiempo, la Cruz Roja iba creciendo y teniendo mayor presencia en otros países, y se pensó que era necesario que se crearan sociedades nacionales en todos los países con los mismos principios y nombre de la Cruz Roja. Así se fueron fundando sedes en cada nación, y también fueron viendo que era necesario brindar asistencia en otras situaciones que no necesariamente eran de guerra, como desastres naturales o personas en situación de riesgo.
Para 1876, durante una guerra entre Turquía y Rusia, los socorristas de la Cruz Roja fueron a brindar asistencia, pero los soldados musulmanes no querían ser atendidos porque consideraban que la cruz era un símbolo del cristianismo. A partir de este suceso, se empezó a utilizar el símbolo de la Media Luna Roja para los países árabes y de Medio Oriente.
En la Primera Guerra Mundial, entre 1914 y 1918, la Cruz Roja estima que salvó las vidas de más de 450,000 personas y debido a su principio de neutralidad, sirvió para repatriar a medio millón de soldados que fueron hechos prisioneros de guerra.
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La Cruz Roja llegó a Nicaragua para el terremoto del 31 de marzo de 1931. En aquellos años, la organización ya estaba presente en otros países de Centroamérica, de manera que, ante la gravedad del desastre y la necesidad de apoyo, las cruces rojas de Honduras, El Salvador, Guatemala, Costa Rica y Estados Unidos llegaron a Managua para brindar asistencia.
Después de la tragedia, el vicepresidente de Nicaragua en aquel entonces, Rodolfo Espinoza Ramírez, vio la necesidad de contar con una Cruz Roja Nicaragüense y él mismo comienza a crear las condiciones para que la organización comience a operar en el país. Por esa razón, se le considera a Espinoza Ramírez como uno de los fundadores.

El vicepresidente creó una directiva provisional conformada por él mismo, además del doctor Roberto González, don José Benito Ramírez, general Alejandro Cárdenas, don Mauricio Marragou y el doctor León Debayle. El 10 de enero de 1934, el presidente Juan Bautista Sacasa reconoció a la Cruz Roja Nicaragüense como sociedad nacional con funciones en todo el territorio nacional.
El 16 de septiembre de 1934 se eligió una nueva junta directiva la cual recibió la bendición del entonces Arzobispo de Managua, monseñor José Antonio Lezcano y Ortega.
En aquella vieja Managua, la Cruz Roja se ubicaba en la calle Momotombo, del hotel Michigan 3 cuadras arriba, en un viejo local con piso de tierra. Posteriormente, se movió la sede para el Club Intercontinental, que quedaba frente al Teatro González, y luego, estuvo en el barrio Frixione.
Las clases iniciales de primeros auxilios fueron impartidas por Mercedes Lazo de Vega, una enfermera de la Cruz Roja Panameña. En 1947, la primera dama y esposa del dictador Anastasio Somoza García, Salvadora Debayle, donó la primera ambulancia marca Dodge y los socorristas apodaron al vehículo: “La Salvadorita”.
La organización misma había comenzado a acondicionar otros vehículos para utilizarlos como ambulancias, los cuales eran parqueados en un garaje ubicado del viejo edificio de la Lotería, dos cuadras al sur, en un caserón de dos pisos conocido popularmente en la vieja Managua como “La gota de leche”. Ahí también se formaron los primeros conductores de ambulancia de Nicaragua que fueron José Morgan Morales, Justo Pastor Obando, Alfonso Cisne y Salvador Obando.

En 1957, el segundo de la dinastía somocista, Luis Somoza Debayle, tuvo un conflicto con Honduras del cual hay muchas versiones y pocas verdades. Somoza decía que en el poblado fronterizo con Honduras, llamado Mocorón habían “masacrado” a 35 nicaragüenses y que la Guardia Nacional iba a responder. Incluso anunció una guerra con Honduras.
El socorrista Bayardo Ramos, relata en un libro institucional que la Cruz Roja publicó en 2006 por motivo de su aniversario, que Somoza Debayle no los quiso dejar ir a Mocorón para socorrer a soldados heridos.
“Nosotros queríamos ir, pero Somoza, quien era el presidente, dijo que nos iba a mandar de carne de cañón y que parecíamos zopilotes o buitres, porque dudaba de nuestras facultades”, relató Ramos.
--Ustedes no tienen capacidad – dijo Luis Somoza
--No señor presidente, nosotros no vamos a la vanguardia sino a la retaguardia, de acuerdo con el Convenio de Ginebra
--Y ustedes, ¿qué saben de los Convenios de Ginebra?
--Estamos listos para ir. Nuestra divisa siempre ha sido el mantenimiento de la neutralidad y por eso insistimos en ir a Mocorón
--Tengan paciencia que ya se va a llegar el tiempo que no solamente ustedes van a ir, sino que yo voy a tener que ir.
Finalmente, la Cruz Roja no fue a Mocorón y varios historiadores han coincidido en que la supuesta guerra con Honduras en ese poblado jamás ocurrió y que Luis Somoza más bien la ocupó como pretexto para generar un sentimiento nacionalista entre los nicaragüenses.
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Desde su fundación en Nicaragua, la Cruz Roja ha brindado asistencia en guerras, desastres naturales, accidentes de gran envergadura y en las distintas crisis políticas que ha tenido el país en su historia reciente.
Una de las grandes operaciones en las que participó la Cruz Roja en Nicaragua fue cuando cayó un avión de la aerolínea Guest en 1957 en Salinas Grandes. Esta fue una gran catástrofe en el país porque antes de eso no había registro de un accidente de este tipo. Los cadáveres fueron rescatados por los cruzrojistas, que posteriormente fueron condecorados.
Los mejores años de la Cruz Roja Nicaragüense empezaron en 1955 cuando un joven llamado Enrique Bermúdez, que era un nica que estudiaba Medicina en México, asistió a una conferencia internacional de la Cruz Roja en ese país y ahí se dio cuenta que había mucho por hacer en Nicaragua.
Bermúdez es considerado el modernizador de la Cruz Roja Nicaragüense y regresó temporalmente al país, pero después decidió quedarse y fundó el Cuerpo de Socorristas de la Cruz Roja, de donde surgió una primera promoción de 12 socorristas.
En 1971, la erupción del volcán Cerro Negro provocó una emergencia nacional y la Cruz Roja ayudó con la evacuación y asistencia de damnificados, así como el traslado de varias familias hacia Nueva Guinea, en donde fueron reubicadas.
Para el terremoto del 23 de diciembre de 1972, la Cruz Roja solo pudo recuperar el cinco por ciento de sus bienes. Su edificio principal quedó colapsado y bajo los escombros quedaron los equipos, mobiliarios y ambulancias. El edificio quedaba en el barrio Frixione en un terreno de 2,830 varas cuadradas.

La Cruz Roja tuvo que establecerse de manera provisional en el parque Las Palmas y unas bodegas que tenía la Iglesia Católica en ese sector. En diciembre de 1974, la Cruz Roja pasó a ubicarse en reparto Belmonte en donde permanecía hasta estos días en que fue confiscada por la dictadura de Daniel Ortega.
Luego, llegaría el triunfo de la Revolución Sandinista el cual fue un periodo muy complicado para la organización. El 14 de septiembre de 1978, la Guardia Nacional atacó una camioneta de la Cruz Roja Nicaragüense en el kilómetro 90 de la carretera a León. El vehículo iba de Managua hacia Chinandega con medicamentos y víveres. Los socorristas fallecidos fueron José Dolores Estrada Granizo y Marvin Alberto Flores Salazar.
Para entonces Cruz Roja Nicaragüense prestaba asistencia médica a los heridos de ambos bandos y también brindaba atención a los sandinistas que mantenía detenidos la dictadura somocista. Cuando Anastasio Somoza Debayle huyó del país, y a los guardias no les quedó más remedio que rendirse, muchos de ellos buscaron la protección de la Cruz Roja.
Sin embargo, el nuevo gobierno sandinista presionó a la Cruz Roja para que entregara a los cientos de guardias que permanecían refugiados en el edificio de la zona franca, cerca del aeropuerto, en espera de un avión que los sacara del país. Los guardias finalmente fueron encarcelados por los sandinistas y muchos de ellos salieron hasta 1990, cuando los sandinistas dejaron el poder.
Durante los 10 años de administración sandinista en Nicaragua, el gobierno acusaba constantemente a la Cruz Roja de proteger a somocistas y acusaron al director Ismael Reyes Icabalceta de darles empleo como una manera de protegerlos.
Como había muchas contradicciones entre Reyes y los sandinistas, la Cruz Roja Nicaragüense solicitó a la Federación Internacional de esta organización que una persona de afuera administrara la sede, previa autorización de los sandinistas. La Federación designó al señor Jurgen Heppes para que se hiciera cargo a partir de 1983.
Un exdirectivo de la Cruz Roja en aquel entonces y que habla bajo anonimato dice que trabajar con el gobierno sandinista “era muy complicado, pero no nos podíamos poner a pelear con ellos porque también teníamos que cumplir con nuestra misión humanitaria, que para nosotros era lo principal. Yo creo que el gran problema con ellos es que no podían controlarnos, pero también se dieron cuenta que de verdad éramos imparciales”, relata.
De acuerdo con el exdirectivo, algunos socorristas fueron obligados a hacer servicio militar y los integraban como sanitarios a los batallones. “Hubo un momento, como para el 84, de escasez de miembros voluntarios porque todo mundo andaba en la guerra”, relata.
Para 1985, la Federación había enviado a Manuel Antón Ayón para que dirigiera mientras se daba un proceso de transición que permitiera elegir una nueva administración en la Cruz Roja Nicaragüense que no creara conflictos con el gobierno sandinista, y así resulto electo Gonzalo Ramírez quien estuvo al frente hasta 1990.
Después de la guerra, la Cruz Roja ayudó al Ejército de Nicaragua con la tarea de desminado en el territorio nacional y brindó apoyo a los desplazados de guerra. Para 1998, con el huracán Mitch y el deslave en el volcán Casita, los cuerpos de socorristas fueron claves para la asistencia de los damnificados.

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En los noventa, la Cruz Roja también auxilió heridos en las asonadas que hacía el Frente Sandinista en el país, y tuvo mayor relevancia en la sociedad cuando aparecieron otras dependencias de la organización como el Centro Nacional de Sangre, así como el servicio de ambulancias y los socorristas en las playas para las épocas de verano.
Durante los gobiernos liberales, la Cruz Roja siguió creciendo en número de miembros y filiales. Hasta antes de que la dictadura de Ortega cancelara y confiscara a la organización, esta contaba con 42 filiales en todo el país, además de varios proyectos y servicios como los exámenes de vista, sangre y psicológico para tramitar la licencia de conducir, así como laboratorios y la constante asistencia para los desastres naturales.
Para 2020, con los huracanes Eta e Iota, la Cruz Roja incluso llegó antes a las zonas afectadas que las mismas autoridades de la dictadura de Ortega.
Con el estallido de la crisis política, fue muy común ver a las ambulancias de la Cruz Roja en las zonas donde paramilitares y agentes policiales atacaban a los manifestantes y en algunas ocasiones, las ambulancias quedaban en medio del enfrentamiento y las vidas de los socorristas corrían peligro.
El 24 de marzo de 2022, el representante de la Cruz Roja Internacional en Managua, Thomas Ess, fue expulsado de Nicaragua y dos semanas después, el nuncio apostólico Valdemar Stanislaw Sommertag corrió la misma suerte.
Una semana antes de la expulsión de Ess, el régimen condecoró con la Orden José de Marcoleta al representante de la Cruz Roja Internacional para México y Centroamérica, Jordi Raich, por haber terminado su misión. Sin embargo, la expulsión de Ess quedó clara cuando algunas madres de presos políticos revelaron que él les daba información sobre el estado de sus familiares en la cárcel.

Ahora que el régimen de Ortega se apropió de los bienes y de los emblemas de la Cruz Roja, no se sabe a ciencia cierta qué puede hacer el Comité Internacional. Cuando se creó la República Popular de China en 1949, los dirigentes comunistas también ilegalizaron a la organización humanitaria, quedó supeditada al control del gobierno chino y pasó a llamarse Sociedad de la Cruz Roja de China. Desde entonces, el ministro de salud chino es el presidente de la organización.
El exdirectivo de la Cruz Roja que prefiere hablar bajo anonimato, explica que en todo el mundo es sabido que usar el emblema de la organización y su nombre es ilegal, y por lo tanto el régimen está cometiendo una ilegalidad al apropiarse de los símbolos, colores y principios del organismo.
“La Cruz Roja no va a hacer nada. Es más, yo creo que por lo que caracteriza a la Cruz Roja que es su misión humanitaria, van a tratar de buscar una especie de acercamiento para no dejar el país del todo y seguir apoyando a como se pueda”, señala el exdirectivo, puesto a que las amenazas de desastres naturales siempre van a estar presentes, sobre todo la de los huracanes en la Costa Caribe.
Como la Cruz Roja no se rige por lineamientos o ideologías políticas, “no le importa si le llaman cómplice o si los opositores se molestan. Lo que le importa es salvar vidas y por tanto, en beneficio de la población, puede que lleguen a un acuerdo para operar. Pero no se sabe pues porque con esta gente (sandinistas) es difícil estar bien. No es como en los ochenta. Ahora la represión es peor”.