Pajaritos azules

Fotorreportaje, Reportaje - 10.04.2017
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Al quedar en orfandad o abandono, niños, jóvenes y adultos con algún tipo de discapacidad
son recibidos en este hogar donde forman una nueva familia

Por Tammy Zoad Mendoza M.
Fotografías: Lisa Villagra.

Hay 85 pájaros en esta casa-árbol. Pequeños, grandes, todos diferentes. De alas frágiles, pero no rotas.
El 17 de noviembre de 1994 el Hogar de Protección Pajarito Azul abrió sus puertas para albergar a cinco personas con discapacidad que no tenían a nadie que se hiciera cargo de ellos. Veintidós años después el lugar permanece abierto para recibir a niñas, niños, adolescentes y adultos con discapacidades. Unos tienen desde sordera hasta parálisis cerebral en diferentes niveles, por lo que presentan en mayor o menor medida discapacidad física e intelectual. Otros padecen ceguera progresiva, hay casos de autismo e incluso residentes con síndrome de Down.

Al llegar no solo encontraron el calor del hogar, también se convirtieron en su única familia. La familia en la que nacieron no puede hacerse cargo de ellos. Sus padres murieron o los tenían en condiciones inadecuadas, o los han dejado en el abandono y nadie más puede cuidarles. El Ministerio de la Familia, Adolescencia y Niñez (Mifan) analiza sus casos y los trae hasta aquí.

Aquí tienen casa, alimentos, las medicinas que necesitan, “pero también se les da el calor humano. Las educadoras hacen un gran trabajo cuidándoles, son personas que tienen vocación de entrega y se encariñan con ellos. Para el sistema los muchachos son residentes, para ellas son familia”, comenta Arlen Guevara, trabajadora social del Hogar de Protección Pajarito Azul.

Para atender a los 85 residentes, además de la directora, hay una coordinadora técnica, la trabajadora social, psicóloga, pedagoga, socióloga, una enfermera y un médico. Pero son las 32 educadoras quienes les cuidan día y noche. Bañan, visten, alimentan y asisten a los que lo necesiten. Son nanas, maestras, casi mamás. Hacen dos turnos a la semana, así que los 365 días del año el hogar está atendido.

Como en cualquier casa no hay descanso y los gastos son elevados. El Ministerio de la Familia destina un presupuesto limitado para el pago de las educadoras y el personal, pero el agua, la luz, los alimentos y sobre todo las medicinas que ellos necesitan superan la capacidad de pago del hogar. Sobreviven con donaciones de buenos samaritanos y todo el tiempo necesitan ayuda.
“Sobre todo de alimentos, leche en polvo, fondos para medicinas. Algunos son epilépticos y las medicinas especializadas son caras”, expone Arlen Guevara. No están ligados a ninguna otra organización y con lo que consiguen con autogestión se las ingenian para mantener a los residente en las mejores condiciones posibles.

Aquí se les garantizan sus derechos, pero también les enseñan deberes, los que pueden colaboran con la casa. Tienen una agenda apretada que tratan de cumplir a cabalidad. Baño muy temprano, desayuno y luego cada quien a las actividades que les corresponden. Hay día de manualidades, taller de costura, psicodanza y hasta yoga. Música, pintura o deportes. Incluso algunos aprenden algún oficio que puedan desempeñar con sus capacidades físicas.
Por las tardes los residentes del hogar confluyen en el parque. Luego de tomar su merienda tienen hora libre, hay quienes buscan la sombra de un árbol para descansar y otros que se toman los únicos columpios del patio.

Son una familia diversa. Como familia tienen días buenos y malos. Hay momentos de paz o de conflicto, rachas de triunfos y alegrías compartidas, pero también de soledad. Hay ocho niñas y niños en el área de “Ositos”, entre las edades de 4 a 15 años. Los demás residentes tienen entre 20 y 54 años. Hay quienes llevan 22 años aquí y recién llegados de hace seis meses. Los han traído de meses de nacidos o mayores de edad. Algunos han fallecido por complicaciones propias de sus condiciones físicas. Son los peores días.

Otros se han ido con algún familiar que acepta hacerse cargo de ellos, ha habido casos de adopciones e incluso de residentes que una vez llegan a la mayoría de edad, alcanzan su independencia física y desarrollan habilidades para ser independientes económicamente, desean volar fuera del nido. El hogar les ayuda con el papeleo para que Mifan autorice su salida y los apoyan los primeros meses fuera de casa, la única que tuvieron gran parte de su vida. Luego alzan vuelo. Verlos volar solos, coinciden las trabajadoras sociales, es lo más hermoso.

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Hogar Pajarito Azul

Linda es “chispa”. Es una de las tres niñas que asisten a una escuela de educación regular cercana al hogar. “Tenemos a tres niñas en escuelas regulares, dos en tercer grado y una en segundo. También hay un joven que estudia Ingeniería Agrónoma, ya está en su último año”, al igual que Carol, son las dos niñas que asisten, “están en tercer grado”, cuenta orgullosa la trabajadora social.

 

Hogar Pajarito Azul

Además de los trabajadoresy educadoras del hogar, los niños son asistidos por voluntarios que pasan temporadas colaborando en el hogar. “Son los amigos de la casa, su aporte es importante porque es dar tiempo y cariño a estos niños”, dice Arlen Guevara. Algunas universidades y colegios a través de sus voluntariados también visitan el centro una vez a la semana, les llevan meriendas y realizan actividades lúdicas con ellos.

 

Hogar Pajarito Azul

Aquí reciben fisioterapia. Son niños con parálisis cerebral de media a severa, sin los masajes y ejercicios diarios sus músculos se atrofian y sus huesos se encorvan en posiciones dolorosas y complicadas.

 

Hogar Pajarito Azul

En el área de “Ositos”hay ocho niñas y niños. Es una de las áreas más sensibles y la que requiere mayor apoyo. En horas de comida, educadoras, voluntarios y otros trabajadores del hogar se encargan de esta delicada tarea.

 

Hogar Pajarito Azul

Geovani, uno de los residentes fundadores del hogar, fue quien propuso el nombre de “Pájaro Azul” y la organización lo bautizó como Hogar de Protección Pajarito Azul. En la fotografía un voluntario hace el paseo vespertino con dos residentes del hogar.

 

Hogar Pajarito Azul

Los gastos más grandes del hogar son alimentación y medicina. “Muchos tienen padecimientos epilépticos o dolencias propias de su condición física y los tratamientos especializados son caros, si se les suspenden pueden entrar en crisis”, cuenta Arlen Guevara.

 

Pajarito Azul

Además de charlas grupales y pláticas personales, la psicóloga del hogar, Diana Castro, imparte la clase de psicodanza, una de las más concurridas. Calentamiento con gimnasia de bajo impacto, para luego pasar del folclor hasta ritmos latinos.

 

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Walkiria ayuda a Aydalinaa vestirse para la clase de danza. Son de las más participativas del hogar y les gusta arreglarse para las diferentes actividades.

 

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Algunas de las residenteshan aprendido a usar la máquina de coser, mientras otras son expertas rellenando almohadas que venden para recaudar fondos. También se elaboran bolsos de canvas, tarjetas de papel y llaveros.

 

Pajarito Azul

A Fátima le encanta posar, le gustan los gorros y dice que quiere una madrina que la llegue a visitar al hogar o que la lleve de paseo. El hogar a veces organiza salidas grupales. “La sociedad debe reeducarse y entender que ellos merecen disfrutar de todos los espacios y las oportunidades”, expone una trabajadora social.