Madera de campeón

Reportaje - 10.05.2015
Melvin-López,-boxeador-nicaragüense

A sus 17 años Melvin López ha peleado 106 veces. Solo ha perdido dos. Es larguirucho, zurdo, sencillo. Lleva más de una década en el boxeo, se ha coronado campeón nacional 18 veces y hoy se declara listo para ser púgil profesional

Por Anagilmara Vílchez Zeledón

Con sus brazos de remo asesta golpes certeros. Jab. Jab. Gancho. Crochet ¡Rápido! Jab. Jab. Jab ¡Más rápido! Gancho. Jab. Crochet. Se capea. Suda. Baila sobre la punta de sus dedos. Suda. Jab. Jab, de nuevo.

Melvin López dispara sin clemencia a la quijada y rostro de su oponente. Lo tiene de frente pero solo él puede verlo. Ponerlo a temblar.

A López hoy le toca hacer “sombras”, un ejercicio en el que pelea contra un rival imaginario. Tiene que golpearlo con fuerza y verse en un espejo para repetir aciertos y corregir errores. De esos que consiguen un nocaut o cuestan un título.

¡Ding! Termina el primero de los cuatro asaltos entre el “Melo” y el púgil invisible. López descansa. Es miércoles de entrenamiento en el gimnasio Róger Deshon en San Judas. Un miércoles a 37 grados centígrados. Un miércoles que ahoga la capital.

Melvin López tiene 17 años. Lleva 11 boxeando. En su historial hay 106 peleas, 81 nocauts y dos derrotas. Ha sido nueve veces campeón infantil nacional y otras nueve campeón juvenil nacional.

Es un boxeador aficionado que aspira a tener una carrera profesional. Es el muchacho del que repiten: “¡Este es el futuro campeón!”

Melvin López, boxeador nicaragüense.

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Cuando empezó era un niño de 65 libras de carne, ganas y huesos. Hoy pesa 112. A los 6 años miró a sus hermanos boxear y desde ese momento se fascinó por este deporte, el mismo que practicaban los griegos en sus antiguos juegos olímpicos, el mismo al que Homero cantó en la Ilíada.

Después de cinco o seis meses de entrenar en el gimnasio Iván Montenegro, a Melvin López le amarraron su primer enfrentamiento.

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“Fue una pelea de pequeños pero muy dura para ambos y gracias a Dios salí con la victoria”, cuenta López, mientras responde con un apretón de manos, una sonrisa o un “oe” a cada uno de los que pasan saludándolo. Lleva una camiseta negra, unos jeans y un par de tenis.

“Nos fuimos a decisión. Gané unánime”, continúa.

Fueron tres rounds, cada uno de un minuto, más otro de descanso.

“Después de esa primera pelea miraron que tenía potencial. Estaba metido en algo que me gustaba, que me apasionaba mucho”, dice. Si ganaba, lloraba. Si perdía, también lloraba.

Su mamá sufría cada vez que le encajaban un puñetazo en la cara, en el cuerpo, donde fuera.

En el Iván Montenegro un entrenador confió en sus habilidades y lo empujó a boxear. “Él (Manuel Loáisiga) siempre confió en mí, aunque otros entrenadores decían que no tenía, él siempre estaba constante conmigo”, reconoce.

Con el paso de los años y las libras cambió de gimnasio e instructor.

Se mudó al Róger Deshon. Allí empezó a dirigirlo el reconocido exboxeador Gustavo Herrera, su actual “coach”.

Es Herrera con quien “mascotea”. Como flechas al objetivo sus brazos largos se clavan en la almohadilla. Gustavo suda capeando los golpes de su pupilo. Del bigote de brocha que tiene caen un par de gotas que se acomodan a sus anchas en la camiseta gris que lleva puesta, hasta que en el pecho se le forma una pequeña laguna de gotas acomodadas. Herrera escupe un par de sonidos monosílabos para guiar a López que permanece atento a sus indicaciones. Asiente. Escucha. Dispara.

“‘Melo’ es un muchacho de muy buena disciplina, aparte de esto es talentoso, es de guardia contraria (zurdo) esto es una gran cosa, pega fuerte, confía en él mismo principalmente, y tiene dedicación y determinación”, explica Herrera, quien se emociona al recordar que lo entrena desde que era un niño. Que lo ha visto crecer, estirarse, graduarse, tener novia.

“Va a ser un peleador de mucho cuidado —subraya— tiene mucho talento y ha dado mucho brillo en el boxeo amateur nicaragüense. Tomó su decisión de pasar al boxeo rentado y ahí lo único que podemos hacer los entrenadores es dar consejos al atleta”. Confía en que su muchacho tiene una chispa estelar.

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“Desde pequeño ha sido muy duro entrenar y boxear. Ha sido prácticamente un dolor de cabeza muy grande”, reconoce Melvin López. Diario debe levantarse por la madrugada y correr de 12 a 14 kilómetros.

Su recorrido desmaya a cualquiera. Sale por el mercado Iván Montenegro, llega a la pista de Sabana Grande, pasa por el mercado de Mayoreo y La Subasta, baja al puente a desnivel de Portezuelo y regresa a Rubenia. Llega a casa.

Debe desayunar, ir a clases, almorzar e irse al gimnasio. Subirse en dos rutas. Atravesar Managua y sus principales arterias a bordo de los culebrones de metal. Entrenar. Agarrar otras dos rutas. Hacer tareas, cenar, dormir. Y todo empieza de nuevo.

El deporte, ahora, debe combinarse con su recién estrenada vida de universitario.

Está en primer año de Ingeniería en Sistemas. Un nicaragüense que reside en Estados Unidos es su patrocinador desde hace cinco años. Él lo apoya con el pago de sus estudios bajo la promesa de que el púgil no va a desviarse de los caminos rectos.

“Es una carrera que me gusta”, asegura López. Antes quiso ser contador público o administrador de empresas. “Trato de echarla toda porque si no me resulta una cosa, me resulta otra y tratar de ser por lo menos una persona decente, salir adelante”, confiesa.

Desde que el “Melo” entró al pugilismo, su papá anda de arriba abajo con él, siempre. Cuando no puede ir a los entrenamientos, como ahora, llega otra persona en su lugar. En estos días en los que el patriarca está enfermo, una joven de pelo ensortijado, risueña y amable acompaña al boxeador. Le ayuda a secarse el sudor, le pasa agua.

Ambos se quedan por lo menos dos horas en el gimnasio. En ese sitio donde se encapsula la humedad, el ruido, los sueños.

“La verdad mi aspiración es salir de la pobreza, sacar a mis padres adelante y ser una mejor persona. Si un título viene, bienvenido sea, pero mi meta es salir adelante”.

Melvin López, boxeador nicaragüense

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El “Melo” hace un mes solicitó formalmente a la Federación Nicaragüense de Boxeo Aficionado (Feniboxa) pasar al pugilismo profesional. Para el cierre de esta edición seguía esperando una respuesta.

Para el periodista deportivo, Germán García, Melvin López “tiene la juventud, tiene las peleas requeridas, tiene un récord favorable”, por eso, según él, no hay nada que impida su salto al deporte pagado. García incluso señala que se pensó que López podría ser un campeón olímpico.

“Si vos me preguntás después de ‘Chocolatito’ y ‘Chocorrón’, quién es el boxeador que puede rescatar el boxeo, es él”, asegura García, no sin antes recalcar que en esta disciplina no hay “tiro seguro” por eso es prematuro augurar un futuro brillante o sin gloria para él. Falta enfrentarlo a otros rivales, poner a prueba su agilidad y fortaleza, dice.

Melvin López reconoce que este paso es un reto. Quizás el más espinoso en su vida. “Muchos de los que yo conocí antes se han quedado en el camino. Muchos pasaron a la profesional, que eran buenos en amateur pero no dieron resultado en la profesional”, lamenta. Eso sin contar aquellos que debieron retirarse para mantener un hogar.

El tamaño de los guantes, la duración de los asaltos y el número total de estos, pelear con camisa o descamisados, usar caretas o a quijada limpia, y ganar dinero o pelear de gratis son las principales diferencias entre el pugilismo aficionado y el rentado.

Peso paja (105 libras), Minimosca (108) y Mosca (112) son las categorías en las que el “Melo” podría pelear.

“Yo creo que en lo que más se sufre es en el primer rival del boxeador, el peso”, reconoce López quien por ahora trabajará con la promotora NicaBoxing “en asociación con Román ‘Chocolate’. Ellos tienen grandes planes para mí”, dice.

Su debut como boxeador profesional se ha programado para finales de mayo.

Gustavo Herrera ha entrenado a Melvin López durante ocho años
Gustavo Herrera ha entrenado a Melvin López durante ocho años aproximadamente. López tiene más de cien peleas, en Nicaragua el mínimo de enfrentamientos para dar el salto al boxeo rentado son 50. Hay púgiles a quienes se les retrasa el paso cuando son considerados para representar al país en las Olimpiadas.

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No piensa dedicarle su vida al boxeo. “Toda mi vida no. Quiero hacer una carrera corta, no llegar tan viejo y seguir peleando. Eso no me gustaría a mí. Por lo menos llegar a lo máximo 30 años, boxear y ya retirarme”.

¿Cuál sería ese título que te encantaría ganar, alguna aspiración así, algún sueño? “La verdad mi aspiración es salir de la pobreza, sacar a mis padres adelante y ser una mejor persona. Si un título viene bienvenido sea, pero mi meta es salir adelante”.

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El ruido no cesa. Hay parloteo, golpes rebotando en los sacos y cadenas chillando con cada impacto, llantas de camión cayendo en el suelo, cuerdas azotando el piso, boxeadores zumbando... Todos se mueven. Revolotean por el gimnasio frenéticamente. En el Róger Deshon es difícil concentrarse en un solo sonido. En medio del bullicio, mientras observo al “Melo” entrenar, una voz corta el aire y me dice señalándolo: “Este señorita, ¡este es el futuro campeón!”

La oportunidad del millón

El paso del boxeo aficionado al profesional significa para los púgiles el inicio de una carrera remunerada. En Nicaragua las ganancias de los peleadores dependen de su número de victorias y su peso. Los “debutantes” pelean a cuatro asaltos y no ganan más de 2,000 córdobas por enfrentamiento, con más de cuatro victorias reciben entre 2,000 y 2,500 córdobas y así sucesivamente. Si se mantiene invicto y disputa títulos regionales puede aspirar a mayores salarios. Este es un proceso que puede durar de tres a cinco años. Un millón de dólares es lo más que un nicaragüense ha ganado por pelea, este récord, según Gustavo Jarquín, secretario de la Comisión de Boxeo, lo alcanzó Alexis Argüello. Ricardo Mayorga boxeó por cifras similares, en el caso de Román González las bolsas son menores por su peso, pero él puede percibir por pelea hasta 100 mil dólares.

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