Los locos años 60

Reportaje - 22.08.2010
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Los sesentas,una década marcada por el rock, las drogas y el amor libre. Músicos nicaragüenses afirman que fue una era de cambios para la humanidad, pero sobre todo una época de rebeldía contra una sociedad reprimida y mojigata

Tania Sirias

A Carlos Silva le encantaba caminar sobre la Avenida Roosevelt y sentir el alma de los años sesenta. Ése era el punto donde se citaba con sus compañeros luego de salir de clases en el Vocacional. Todos andaban el pelo largo, pantalones acampanados, camisetas sicodélicas, y su compañera fiel al hombro: su guitarra.

Esperaban que salieran las muchachas del colegio República de El Salvador, o las del Primero de Febrero, todas vestidas con sus trajes blancos. Les gustaba ponerles serenatas y todos se creían El extraño del pelo largo.

En una esquina estaban los monjes budistas con sus cabezas rapadas y sus túnicas color azafrán, por el otro lado los hippies regalando flores. Ésa era la época del “pace and love”, del petardo, y de “los viajes”. Ésos eran los maravillosos años 60.

No hay mejor forma de hablar de los años 60 que cantando, dice el músico Manuel Antonio Orozco. Cierra sus ojos por unos segundos y regresa cinco décadas atrás, cuando se usaba el pelo largo, pantalones acampanados y sandalias. Al abrirlos tararea la canción Cuando llegue la noche, de Los Ramblers, y sonríe.

A pesar de los años, aún conserva una voz melodiosa y las letras son el recuerdo de aquel tiempo donde fue tan feliz. Expresa que la mayoría de sus remembranzas lo trasladan hacia un escenario, en algún “mano a mano” con los grupos nacionales de la época.

“La música sirvió para desahogar todas las opresiones internas que uno sentía, pues antes de los años 60, la mayoría de los jóvenes teníamos una educación muy estricta, donde se nos reprimía y de cierta manera la música nos liberó”.

Ésa fue una década de cambios en el mundo, pues por primera vez la juventud se alzaba en contra del sistema bélico y se acuña la famosa frase “paz y amor”.

Para entender esa época –comenta el músico Augusto Gallego, ex integrante de Los In-Light y actual miembro de Llama Viva– hay que ver el contexto político y social en que se desenvolvió esa sociedad.

“En Estados Unidos surgen los hippies en oposición a la guerra de Vietnam; en Inglaterra comienza a sonar la música de Los Beatles, luego se mezclan las drogas, y así comienza la onda psicodélica, los colores del alma”, resume Gallego.

Estos hitos generacionales también se reflejaron en Nicaragua, porque lógicamente los aires que venían de Estados Unidos, Inglaterra, Europa, e incluso Suramérica, influyeron en la conformación de grupos nacionales, los cuales comenzaron a realizar cover de la música de moda, y algunos hasta se atrevieron a escribir sus propias canciones.

Para el vocalista de Llama Viva, la música fue el vehículo que llevó el mensaje de amor y paz a una juventud que estaba exigiendo grandes cambios.

“Desgraciadamente, la mayoría de los grupos nicaragüenses no reflejaron mucho la rebeldía de los grupos de afuera, muchos cayeron en el cliché del romanticismo, de las canciones de amor, de cierto facilismo idealista, sin mucha profundidad, y quizás son muy pocos lo que expresaron esa lucha, para mencionar algunos, Los Rockets, del maestro Ricardo Palma”.

En Nicaragua la onda hippie, más que un movimiento cultural, fue una moda para la juventud, ya que era común ver a los jóvenes de pelo largo, pantalones acampanado y camisas estilo cotona.

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“¡Ahí viene la jurumba! Uno escuchaba ese grito y empezaba a correr”, narra Carlos Silva, un adolescente de los años 60. Su temor era caer en las manos del coronel Alesio Gutiérrez, comandante de la Policía, quien hacía redadas para agarrar a los chavalos que usaban el pelo largo y pantalones con campana, pues era símbolo de rebeldía.

“Primero fue la zaranda, que era un vehículo blanco donde montaban a los borrachitos. Luego apareció la jurumba, que era un jeep donde nos montaban a los chavalos que anduviéramos el pelo largo”.

“Nos llevaban a la Aviación, que quedaba donde ahora es el complejo Ajax Delgado de la Policía. Allí nos cortaban el pelo y nos dejaban chomporocos, entonces los demás compañeros te decían, ‘te agarró la jurumba’”, relata entre risas Carlos Silva, al recordar sus años mozos, en la década de los 60.

El andar el cabello largo, usar pantalones acampanados y vestir con colores psicodélicos era signo de un vago, un hippie, dice el doctor Polidecto Correa, quien en esa época estaba recién llegado de México, graduado de Médico Optometrista.

En esa década sonaba muy de moda el rock and roll, el twist, el soul, pero sobre todo las baladas románticas.

“En el país el ambiente musical estaba dominado por las grandes orquestas, y yo venía con la inquietud por la música desde México. Cuando regresé traje mi guitarra eléctrica, y a un amigo que me escuchó cantar le gustó, así que grabamos Anteojuda, Añoranza, y otros temas que fueron patrocinados por el calzado Regis, el cual era muy famoso en la vieja Managua”, relata el doctor Correa.

El primer grupo se llamó Los Polimusic, el cual estaba compuestos por músicos profesionales que tocaban en la sinfónica. “Los únicos analfabetas por así decirlo era yo, y Chepito Areas que tocaba la batería y quien años después se fue a tocar con Santana”, expresa el optometrista.

Luego nacieron Los Music Master. Correa afirma que con ese grupo se sentía más identificado con la juventud, ya que eran chavalos que estudiaban en la universidad, así que tocaban en los colegios y en las discotecas de moda.

El grupo estaba formado por Adán Torres Molina (El Caballón), quien compuso el tema Almohada, que luego fue inmortalizado en la voz del cantante mexicano José José. Los otros integrantes eran: Lino y Uriel García, Eddy Blanco, Elías Cárcamo, Guillermo Rocha, Miguel Martínez (Maquillaje) y Polidecto Correa.

Casi al mismo tiempo nacen Los Rockets, donde Ricardo Palma introduce la guitarra electrónica en las bandas de rock nacionales.

“La creación de estos grupos fue quitando el tabú de que éramos chavalos vagos, pues la gran mayoría estudiaban, algunos se graduaron de ingenieros, otros economistas, casi todos culminaron su profesión”, dice el doctor Correa.

Agrega que los años setenta fue una época de rebeldía contra las costumbres de una sociedad cerrada, que no le gustaba que uno anduviera con los pantalones campanas, de cuero y con el pelo largo como Los Beatles. “Cuando a uno lo miraban con esa pinta ya lo catalogaban de vago, o peor aún, de marihuanero”, expresa Correa.

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Para el músico Augusto Gallego, las drogas sí influyeron en la música y sobre todo en el fenómeno cultural de esa década. El ex integrante de Los In-Light relata que se introduce en la onda musical por su amigo Germán Ruiz, cuando aún estudiaba el bachillerato en el Instituto Miguel Ramírez Goyena, junto a Julio Cancino y John McDonald.

Asegura que la marihuana, la mescalina y el ácido lisérgico, mejor conocido como (LSD), hicieron su aparición de forma espontánea, pero años después se volvió en un negocio.

“Hay que recordar que la marihuana no se descubre en los años 60 sino que era una planta milenaria, incluso hay culturas que la han elevado a categoría de culto, pues es una hierba sagrada”, dice el rockero.

Explica que cuando se da la rebeldía, los hippies, la marihuana fue el vehículo que estimuló la creatividad en todas las artes. En la escena musical también aparecieron drogas más pesadas como la mescalina, que era un derivado del peyote mexicano. Ésa era una droga alucinógena que alteraba la conciencia y era utilizada por los chamanes para realizar sus rituales.

“La mescalina la usaban los chavalos de 15 años para adelante, nadie les explicaba cuáles eran los efectos de esa droga, simplemente se fundían y se iban en un viaje. Lo malo es que algunos no regresaron, a como decíamos en esa época, se quedaron arriba”, recuerda Gallego.

En cuanto a la música, la influencia que tuvo las drogas fue decisiva. “Por ejemplo, cuando Los Beatles comenzaron a utilizar marihuana, ellos empezaron a reflejar en sus notas lo que veían y sentían. Eso sirvió de ejemplo para que los jóvenes también incursionaran en éstas para poder abrir las puertas de la percepción”.

Lo que no entendían muchos –dice el ex integrante de Los In-Light– es que no sólo consistía en fumarse un churro de marihuana, sino de tener talento y creatividad.

En la opinión del periodista Miguel Bolaños Garay, la entrada de las drogas se da a finales de la década de los 60, cuando la psicodelia penetra más entre los músicos y deja de ser algo que el movimiento hippie había tenido como suyo.

“Había música que se le tildaba de psicodélica o como ‘ácida’, en alusión al ácido lisérgico (LSD). La juventud que admiraba a sus ídolos musicales y sabía que usaban drogas de manera corriente, también comenzó a experimentar con ellas. Un ejemplo claro de éstos fue cuando aparece la imagen de Los Beatles fumando un churro de marihuana”, expresa el periodista.

Fotos German Miranda , Carlos Malespin, Archivo y Colaboración
La música fue el vehículo en el que la juventud de los 60 expresó su rebeldía, comenta Augusto Gallego, ex integrante de Los In-Light, quien se ubica al centro de la fotografía.

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Al hablar de marihuana, Gallego sonríe y se remonta a la famosa Tortuga Morada, pues de ese sitio se salía el “olor a monte” por todos lados.

Recuerda que una vez la Guardia parqueó un bus de antinarcóticos en la entrada de la Tortuga Morada. Estaban sacando a todas las personas que estaban en el local y las montaban al bus. Un hippie descuidado que iba ingresar a la disco dijo:

—¡Ideay! Van al mar y nadie me avisa.

—¡Ah! ¿Con que querés ir al mar? ¡Montate hippie desgraciado! –le respondió el guardia.

Otro episodio que recuerda Gallego fue la noche cuando llegó el general Anastasio Somoza Debayle. “Estaban tocando Los Rockets y le digo a Ricardo Palma que en las primeras mesas estaba sentado Tacho Somoza. Al salir al escenario, el maestro Palma le dedicó la canción Extraños en la noche”.

Quién más visitó esa disco de la familia Somoza fue doña Hope Portocarrero, ya que era amiga de uno de los dueños, Gilberto Lacayo, quien era miembro del comité pro reconstrucción del Teatro Rubén Darío. “Cuando venía al país algún amigo de la familia Somoza y quería ver algo novedoso en la capital, lo llevaba allí”, comenta Miguel Bolaños.

La mejor noche que recuerda Bolaños fue cuando en ese local se presentó el grupo costarricense Los Vikingos, quienes andaban dando a conocer su versión del tema Sooke-Sookie, original de Steppenwolf.

Los Vikingos habían llegado para amenizar una fiesta en Masaya y al día siguiente pidieron conocer la Tortuga Morada. “Cuando llegamos estaban tocando La Dulce Zona Púrpura, con los hermanos Richard y Janet Barnes como vocalistas. Se escuchaba tremendo el sonido. Los ticos pidieron que si podían tocar un par de piezas y al final terminaron tocando más. La gente esa noche disfrutó en grande de la música”.

La Tortuga Morada fue la primera discoteca en ofrecer un ambiente y decoración de colores vistosos, con luces estroboscópicas y música en vivo. Para los jóvenes de esa década la discoteca causó un tremendo impacto, pues era el local de moda donde todos querían asistir.

En la opinión de Gallegos, a la Tortuga Morada la han mitificado, pues sólo era un rincón que quedaba por el lado de San Antonio, buscando el Cine González. “Era incómodo, chiquito y bajito, y desprendía el olor a marihuana por todos lados. Eso sí, en esta disco tocaban todos los grupos de la época, uno llegaba a empaparse de la música de moda”.

Algo interesante de los 60 –relata el vocalista de Los Ramblers, Manuel Antonio Orozco– es que hubo un “florecimiento” de los grupos nacionales. Todo el que tocaba un instrumento podía armar su banda y si conseguía patrocinio podía grabar su disco.

Fue una década de mucha creatividad, pues hasta los grupos de los departamentos comenzaron a escribir su propia música, entre ésos Los Clarks, de León; Los Tupamaros, en San Marcos; estaban también Los MS70, y Los Panzers. En Managua estaban los Bad Boys, Los Hellions y Los Rockets.

Augusto Gallego añade que el grupo de Los Hellions hizo su aporte a la juventud de los 60, “versionando” en español los temas de moda que eran en inglés.

Jimmy Hellions junto a Luis Enrique Delgado (q.d.e.p.) y Roberto Montalván (El Trapito), traducían las canciones con un contenido de rebeldía, entre ésos Soy una roca y Mrs. Robinson, de Simon y Garfunkel. No era el mensaje fácil de te amo y te quiero mi amor, no caían en ese cliché romántico.

Para el periodista Miguel Bolaños, Los Beatles fueron los principales causantes de ese florecimiento de bandas nacionales. El fenómeno de la “beatlemanía” impulsó a que muchos jóvenes tomaran sus instrumentos, se agruparan e hicieran música.

“México también fue un país que nos influenció muchísimo y ellos al mismo tiempo eran influenciados por los gringos. Lo que hacían casi siempre era grabar éxitos en inglés, pero en idioma español. Los 60 y los 70 han sido las décadas más prolíficas en la historia musical”, señala Bolaños.

El doctor Polidecto Correa agrega otro factor que ayudó a la formación de los grupos musicales, fue el apoyo que brindaron las casas disqueras. Comenta que en la vieja Managua había dos distribuidoras de discos, Discosa y Sonido Industrial, S.A. (SISA).

“SISA le brindó la oportunidad a los grupos nacionales para que grabaran sus temas, y de ahí salieron Los Clark, de León; Los Rolling, Los Duros, de Granada, y Los Five Hippies. Recuerdo que esa disquera contaba con un ingeniero muy bueno, Lorenzo Cardenal, quien hacía maravilla con una grabadora de un solo canal. Ahora es más caro alquilar un estudio de grabación y lamentablemente hay poco apoyo en el ámbito musical”.

Ya en el 67, 68 y 69, se comienzan a abrir lugares donde los jóvenes llegaban a escuchar música, entre ésos la Tortuga Morada, El VIP y los clubes sociales.
Veían en Nicaragua un buen mercado, pues grupos de talla internacional alternaban con los grupos nacionales. Los Music Master –recuerda el doctor Correa– alternaron con Pérez Prado, las hermanas Núñez y Memo Neira.

En su opinión, ése fue el mayor apoyo que se le brindó a los muchachos de esa época, la libertad de tocar su música.

Fotos German Miranda , Carlos Malespin, Archivo y Colaboración
Finales de los 60 e inicios de los 70, ése era el estilo del grupo Llama Viva, quien se ha encargado estos últimos años de mantener viva esa época a través del Revival.

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Para los músicos consultados ya no habrá tiempos mejores como los que vivieron en la década de los 60. Esa época donde realizaban los “mano a mano”, cuando se sentían “en su charco” tocando en el Instituto Vocacional, y donde se elegía al mejor grupo al son de los aplausos.

Afirman que los grupos de hoy tienen un mayor nivel de conocimiento y técnica musical, es algo innegable. También se dedican a realizar sus propias creaciones y grabarlas. Antes las disqueras los obligaban a copiar éxitos del extranjero para vender un éxito seguro, lo cual no significa que no hubieran creaciones originales, porque las hubo y muchas.

“Creo que al contrario de los grupos de los 60, hoy en día priva más la parte económica y quizás en el movimiento rockero nacional es donde hay menos espíritu comercial. Al resto lo que le interesa es ganar más dinero y está bien, no es algo criticable”, dice Augusto Gallego, el vocalista de Llama Viva.

Para los músicos de los 60 era más satisfactorio ver a la gente bailando, gozando de su música, y uno que otro hippie lanzándose su petardo, a como le decían a los churros de marihuana.

“Lo único negativo de la juventud de esa época es que agarró una velocidad increíble por las drogas pesadas”, señala Manuel Antonio Orozco, vocalista de Los Ramblers.

La mayoría de estos grupos desaparecieron a finales de los 60, pues la gente tenía el temor de salir a divertirse, ya que comenzaron los enfrentamientos entre la guerrilla y la Guardia somocista. A cualquiera que encontraban vagando en la noche, lo montaban en los BECAT (Brigada Especial contra Asaltos y Terrorismo) y lo arrestaban.

Pero lo que le puso la tapa al pomo fue la guerra civil de los años 80, cuando la mayoría de los grupos emigró hacia Estados Unidos.

En el 30 aniversario de Los Ramblers, realizado en Los Ángeles hace 13 años, se reencontraron músicos que tocaron con Los Bárbaros, Los In Light, Los Music Master, hasta uno que tocó con Mancotal, Edgar Aguilar, “El Gato”, afirma Orozco. “Todos nos reunimos para recordar los inolvidables años 60, una era que nos marcó para siempre y con la que nos sentimos identificados inmediatamente”.

Fotos German Miranda , Carlos Malespin, Archivo y Colaboración
El grupo La Dulce Zona Púrpura, en un concierto en la Tortuga Morada.

 

Fotos German Miranda, Carlos Malespin, Archivo y Colaboración

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