En una finca cafetalera de 115 manzanas con una casona de amplios corredores ubicada en las afueras de San Marcos está el origen de los Somoza. En esta hacienda llamada El Porvenir, que sigue viva gracias únicamente a los recuerdos, están las raíces de una humilde familia que luego se convirtió en una de las más poderosas y adineradas en la historia de Nicaragua. De ahí salió el primero de la dinastía que gobernó al país por más de cuarenta años. Anastasio Somoza García
Dora Luz Romero
FOTOS ARCHIVO LA PRENSA/CORTESÍA IHNCA-UCA
Las ramas del árbol de guayacán se mecen como bailarinas de ballet. Al son del viento. De un lado para el otro. Allá, frente al árbol se divisa una casona de madera y horcones rodeada por cuatro corredores, cuyos bordes están decorados con ladrillos negros y detalles rojizos. También se observa una capilla donde se celebran las misas y flores de trinitaria de todos los colores que adornan el lugar. En esta hacienda hay de todo. Hay lapas, loros, gallinas y chanchos que corretean por el lugar.
La dueña de esta finca de 115 manzanas camina de un lado hacia otro. Se llama doña Julia García y muy pocas veces tiene sosiego. Cojea de una pierna, es blanca, alta y lleva un delantal blanco puesto. Los cortadores de café entran y salen. Compran en el comisariato, mientras doña Julia enrolla nacatamales, amasa pan o prepara atol.
Lea también: La fortuna de los Somoza
Esta escena ha permanecido en la memoria de Teresa Carcache durante más de cincuenta años. Y no solo en la de ella, sino en los muchos que visitaron la famosa hacienda El Porvenir en los tiempos que aún vivía doña Julia García de Somoza, madre de Anastasio Somoza García. Carcache era cortadora de café junto con su madre y sus hermanos. Ahora es propietaria de ocho manzanas del lugar.
En esta hacienda, ubicada a menos de un kilómetro de San Marcos, yendo sobre la carretera que va hacia Jinotepe, se observa el verdor de los árboles y a diferencia de la ciudad, se escucha con claridad el silbido del viento. De antaño, gozaba de gran prosperidad. Había comida, bebida y trabajo, recuerdan los trabajadores y visitantes.
Esta podría ser una finca como cualquiera otra, con árboles frutales, cafetales, mozos, gallineros, pilas... pero no. Estas tierras guardan la historia de las raíces de la familia Somoza, esa que gobernó el país por más de cuarenta años y que fue considerada una de las más ricas y poderosas de nuestra historia. De esta finca salió el primero de la dinastía somocista: Anastasio Somoza García.

***
Hace unos cien años, los Somoza no eran una familia de ricos. Pero tampoco eran paupérrimos. Eran una familia acomodada. Un legajo de escrituras añejas, amarillentas y carcomidas por los años muestran la historia y el origen de las propiedades de la familia Somoza.
Era la época de Anastasio Somoza Reyes, senador conservador y hacendado, aquejado por las deudas. Era casado con doña Julia García, sanmarqueña, ama de casa y amante del trabajo y del campo. Para ese entonces, la pareja compró cuatro fincas en Carazo: El Porvenir, de 115 manzanas; El Bosque, de 92 manzanas; El Llano, de 60 manzanas y La Pita, de 121 manzanas. Decidieron quedarse a vivir en El Porvenir y ahí se criaron sus hijos: Anastasio, Julio, Josefina y Amalia.
Describen los documentos firmados por el abogado y notario Modesto Salmerón que El Porvenir tenía "100 mil cafetos cosecheros en buen estado, nueve manzanas de potrero de grama y zacate de guinea, dos casas de horcones forradas con tablas, techo de tejas de zinc, una para habitación y otra para cocina, un baño, caballeriza, pila de calicanto para recoger agua con cercas de alambre de púas con varias divisiones". Esta finca, plasma la escritura, estaba valorada en mil córdobas.
Cuando don Anastasio Somoza Reyes falleció las propiedades pasaron a manos de doña Julia García, a quien su esposo había dejado como "heredera universal". Pero no le dejaba solo fincas, sino también deudas y la hipoteca que caía sobre la hacienda donde vivía: El Porvenir. El 17 de junio de 1929, cuando Anastasio Somoza García, hijo de doña Julia, tenía poco más de treinta años, la familia entera se reunió con el abogado Modesto Salmerón en El Porvenir.
Doña Julia los heredaría. Eran más o menos las diez de la mañana de aquel día cuando la señora que describen como blanca, alta, de ojos claros, explicó que había dividido las tierras en cinco partes. Una quinta parte le correspondía a cada uno de sus hijos: Anastasio, Josefina y Amalia. Una quinta parte a ella y la última parte, reza el documento, se la entregaba a su hijo Anastasio Somoza García en pago de la deuda por 8 mil córdobas que tenía Julio Somoza, hermano de Anastasio. Aunque no se sabe con certeza, hay escritos que señalan que Julio no era hijo de doña Julia, sino únicamente de su esposo, Anastasio Somoza Reyes. El historiador Roberto Sánchez asegura que Julio sí era hermano de padre y madre.
Esa mañana doña Julia les pidió a sus hijos que le pagaran a su nieto Luis Somoza Debayle mil córdobas que don Anastasio Somoza Reyes le debía. También los comprometía a pagar las deudas y la hipoteca que había sobre El Porvenir.
Aquella mañana, en la hacienda materna, los hijos conformaron la sociedad agrícola Somoza y Compañía, que diez años más tarde, en 1940, pertenecería únicamente a Anastasio Somoza García, ya que este compró las acciones de su madre y hermanas.
Para 1929, el capital de los Somoza se estimaba en 2,000 córdobas. Para 1940 supuestamente, al disolver la sociedad se hablaba de 2,600 córdobas. Pero de pronto, siendo Anastasio Somoza García presidente de la República y previamente jefe director de la Guardia Nacional, las arcas familiares crecieron desmedidamente. Los Somoza ya no eran aquellos hacendados con cuatro propiedades y endeudados. Para 1951, de acuerdo con el inventario de propiedades familiares y personales del ya Presidente, se hablaba de más de doscientas propiedades. Julio, su hermano, era el "comprador". Quienes conocieron a Julio Somoza recuerdan a un hombre que no le importaba nada con tal de conseguir su propósito. "Julio abusaba del poder", cuenta Blas Sánchez Guadamuz, quien vivió en El Porvenir por casi diez años. "En San Marcos se le recordaba como un hombre violento", asegura Roberto Sánchez. Y no es una la persona que relata en San Marcos que "Julio dejaba cementerios de gente".
Salomón Vanegas Doña, Alejandro Solórzano, Rosa Rodríguez y José María Mena son apenas algunos de los nombres en la lista de todos aquellos que vendieron forzosamente sus propiedades a Julio Somoza. Y fue así como ocurrió. De cuatro propiedades y siendo Anastasio Somoza García presidente de la República, los Somoza se convirtieron en una de las fortunas más nutridas de Nicaragua de todos los tiempos.

***
En la casahacienda El Porvenir una niñita de unos ocho años, colochona, morena y vestida de huipil blanco impecable bailaba la canción Las Palomitas Blancas. Era la década de los cincuenta y doña Julia, sentada en el corredor de su casa solo la observaba con atención. Doña Julia llevaba un delantal blanco, en el que siempre cargaba maíz y trigo para darle de comer a los pájaros.
Esa niña, la bailarina, hoy tiene 65 años y se llama Ileana Mejía. Esta sanmarqueña recuerda con lucidez cuando su tía Amada Campos de Somoza, casada con Julio Somoza, la llevaba a El Porvenir para bailarle a doña Julia. "La casa quedaba como a dos cuadras de la carretera. En ese lugar había un ambiente acogedor, siempre atendían bien a la gente", dice esta mujer que recuerda el olor a pan recién horneado y el café con leche que le servían cuando llegaba.
Para los visitantes, el ambiente en El Porvenir era como ir a un lugar de vacaciones. No había lujos ni mucho menos, pero aseguran que quien llegaba era bien recibido. María Luisa Alfaro, sobrina-nieta de doña Julia, confiesa que "ahí todo el mundo comía y bebía. Pobres y ricos. Nosotros fuimos felices ahí. Eran tiempos alegres".
La casahacienda era de madera y estaba rodeada de corredores. Se divisaba un jardín hermoso, lleno de trinitarias de todos los colores y por las tardes, cuentan, que hacía frío. "La casa era como media cuadra de largo", calcula Mejía. Cerquita estaba la capilla donde se celebraba la misa y también el comisariato donde compraban productos los trabajadores.
En ese lugar se veían lapas, gallinas y cerdos correteando. También había un apiario que llamaba la atención de todos los niños que llegaban.
Pero ¿cómo era la madre de Anastasio Somoza García? De cariño le llamaban "Mama Julia". Quienes la conocieron aseguran que era una mujer parca, religiosa y devota de San Jerónimo. La recuerdan cariñosa, sencilla y muy trabajadora. Dicen que nunca hizo o dejó de hacer algo por ser la madre del presidente. "Lo único es que cuando su hijo era presidente en la finca siempre había guardias cuidándola", afirma Flérida Noguera, quien visitaba El Porvenir desde muy niña.
El escritor Róger Mendieta Alfaro, de 80 años, rememora a una mujer "blanca, alta y de trenzas". Cuando hace un intento por traer su imagen del pasado la ve amasando pan, enrollando puros, haciendo nacatamales. "Era una mujer de ñeque", afirma Mendieta, quien de niño acompañaba a su abuelo a la hacienda. Flérida Noguera, por su parte, dice con cierta nostalgia que doña Julia "era una mujer simpática, de carácter fuerte y que le encantaba ser campesina". No había un solo día que no se le viera trabajar, reconoce. Y había una cosa más que no dejaba de hacer nunca: jugar cartas por las noches. "¡Es cierto!", sonríe María Luisa Alfaro al recordarlo. "Eso era todas las noches. Llegaba el doctor Alfredo Alemán, otro doctor que no recuerdo su nombre, mi papá (Ursulo Alfaro) y ella. Eso era ley, jugaban de a cinco centavos y si perdía se ponía enojadísima", cuenta entre risas.
Han pasado ya varias décadas, pero la memoria de los sanmarqueños sigue albergando el recuerdo de El Porvenir. "Para nosotros era la casa solariega, era como la Casa Presidencial. Cuando llegaba Somoza aquello se llenaba. El general cuando pasaba por aquí, se bajaba, decía un discurso en el pueblo, saludaba y después siempre se iba para El Porvenir", explica Noguera. Y es que ir a El Porvenir —recalca Ileana Mejía— "era una gran cosa. Era un lugar muy importante. La gente en San Marcos amaba a Tacho".
Álvaro Somoza, de 58 años, hijo de Luis Somoza Debayle, asegura que de niño solía ir a la finca con su padre. "Era un lugar para divertirnos. Mama Julia tenía panales de abejas, árboles frutales... Ella era una señora humilde, muy querida. Íbamos cada dos o tres meses a visitarla", reconoce. Pero lo primero que a Somoza se le viene a la mente cuando se le habla de El Porvenir es un "pan dulce delicioso" que se hacía.

***
Después del triunfo de la revolución sandinista, en julio de 1979, todo aquello que tuviera un destello somocista era destruido. El Porvenir, siendo la célebre finca de los Somoza, era imposible que se salvara. Luego de que la casahacienda fuera destruida, El Porvenir fue intervenido por el Instituto Nicaragüense de Reforma Agraria (INRA) y las tierras, por ser de Somoza y como los decretos lo ordenaban, fueron confiscadas.
En 1980, Teresa Carcache —quien solía cortar café junto con su madre y sus hermanos en los años cincuenta en El Porvenir y que ahora es una de las propietarias de terrenos en esta hacienda— se integró, al igual que cientos de campesinos, a la Comisión Nacional de Renovación del Café (Conarca) creada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN). Luego fue parte de la Asociación de Trabajadores del Campo, también integró la Empresa Agropecuaria Área Propiedad del Pueblo Mauricio Duarte y finalmente de la Empresa Agropecuaria Pikín Guerrero.
Pero, en 1990, explica, luego de que el FSLN perdió las elecciones, la asociación a la que pertenecía "negoció con el gobierno de doña Violeta que nos diera la propiedad en arriendo con opción a compra". Así fue, dice, pero pronto iniciaron los conflictos entre administradores y los trabajadores arrendatarios. "Nosotros no conocíamos el verdadero dominio que el Gobierno nos había dado a nosotros. Cuando descubrimos el verdadero dominio hubo problemas. El Gobierno nos había dado una oportunidad de ser dueños de la propiedad, no regalada, sino con un valor simbólico. Nos dio algunos años para pagar, pero como no pudimos pagar en el tiempo establecido, nos dieron un tiempo más de gracia. Después en ese tiempo se desbarató la empresa Pikín Guerrero y pasó directamente a manos de los trabajadores", explica.
Álvaro Somoza dice que lo único que él supo de la finca de su familia "es que el sandinismo, como hizo con todo, la destruyó. El falso populismo de darle vivienda al pueblo lo que hizo fue quitarle la productividad a una finca muy productiva".
Las escrituras de esas tierras —cuenta esta mujer morena, elocuente y con canas dibujadas en su cabello— el Gobierno las entregó hasta el año pasado. "Hay gente que a nosotros nos dice ladrones. Nos dice que nos robamos las tierras de los Somoza, pero no. Nosotros pagamos en la época de Arnoldo Alemán y yo tengo recibos. Yo tengo mi escritura", dice esta señora que además asegura haber pagado casi cinco mil dólares por las tierras en las que hoy habita.
Teresa Carcache es dueña de ocho manzanas de lo que fue El Porvenir. Su casa la construyó frente al famoso patio de calicanto de los Somoza. El patio, donde hacían sus fiestas y bailes de gala, hoy Teresa lo usa para secar leña. "Este era el lugar de las alegrías", comenta.
Y es que del antiguo El Porvenir queda muy poco. Ya no existe la casahacienda, tampoco los extensos corredores o el horno donde doña Julia hacía pan. De El Porvenir de aquellos años solo quedan los recuerdos, la estructura de lo que fue la capilla y ese árbol de guayacán que no ha dejado de mecerse al vaivén del viento.
Agradecimiento al Instituto de Historia de Nicaragua y Centroamérica de la Universidad Centroamericana (Ihnca-UCA)
