Las "fotinskis" de Daniel

Reportaje - 10.04.2016
Revista MAGAZINE de Nicaragua.

Desde 1978, cuando capturó a un ciego y melancólico Jorge Luis Borges, frente al lente de este argentino han pasado cientos de novelistas a quienes ha retratado como nadie. Daniel Mordzinski es “el fotógrafo de los escritores”

Por Tammy Zoad Mendoza M.

Fotografías cortesía de Daniel Mordzinski.

“Soy García Márquez, Plinio me dijo que te llamara para unas fotos”. Era septiembre de 1995 y Daniel Mordzinski había viajado de París a Biarritz, suroeste de Francia, porque Plinio Apuleyo Mendoza, periodista y viejo amigo de Gabo, le había prometido una cita con el escritor.

Era una semana en honor a la literatura colombiana, pero en lugar de fotografiar ferozmente como suele hacer en estos festivales, se había quedado todo el día en el cuarto del hotel esperando esa llamada. Cuando oyó al mismísimo García Márquez, enmudeció. Se repuso de la emoción, lo saludó y le dio las gracias. Fijaron la sesión de fotos para el día siguiente. “Daniel, ¿cómo quieres que me vista?, ¿con o sin corbata?”, le preguntó el escritor. “No sabía ni qué decirle. No quería decirle solo sí o no, quería parecer de alguna manera inteligente, y entonces se me ocurrió: ‘Sabe García Márquez, esta mañana salí a caminar por las playas de Biarritz y me transporté a Cartagena de Indias, una ciudad que quiero tanto’, ¡pero nunca había estado en Colombia!”, admite entre risas. “Nos vamos a caminar por la playa y a pensar que estamos en Cartagena, le dije”, recuerda Mordzinski. Un texto de Gabriel García Márquez y sus fotos caminando por la playa, con un traje a cuadros y sin corbata, aparecen en su primer libro fotográfico La ciudad de las palabras (1996). El 29 de febrero de 2010 estarían ciertamente en Cartagena, en el cuarto de Gabo, captando este retrato que se viralizó tras la muerte del Nobel.

Cartagena estaba agitada por la brisa, los turistas y escritores que pululaban en la ciudad por el Hay Festival. “Gabo te espera a las 12”, le dijo Mercedes Barcha por teléfono, pero él pidió pasarla a las dos de la tarde. A mediodía iba a fotografiar a Mario Vargas Llosa. Sí, el mismo que le conectó un puñetazo en el ojo izquierdo a Gabo, la tarde del 12 de febrero de 1976. Hasta ese día fueron amigos.

“Después del almuerzo García Márquez iba a su siesta, subimos al cuarto, conversamos y se dejó fotografiar. Fue una sesión muy íntima. Y antes de irme, Mercedes me pregunta: “Daniel, ¿yo qué te hice? ¿Por qué no me haces una foto con Gabito?” ¡Todo el mundo sabe que a ella no le gusta posar! , pero ese día se dejaron fotografiar”, cuenta Mordzinski. Esas fotografías son parte del libro Gabo Siempre (2015).

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Daniel se encontró a Mario Vargas Llosa en el desayuno. “Yo lo quería fotografiar y quedamos en que a mediodía haríamos la foto, después de una de sus presentaciones en el Hay Festival de Cartagena”, comenta Mordzinski.Como siempre, no había planeado nada para aquel encuentro. Él es del método de no tener un método, más bien, de escuchar, ver y hacer lo que le nazca en el momento. Por eso, después de escuchar a Mario contar la historia de cuando era niño y convertía en carpa su sábana, encendía una lámpara y leía de noche, escondido para que no lo regañaran por trasnocharse entre libros, Mordzinski supo que ahí estaba su “fotinski”.En el cuarto del hotel Santa Clara, Mario Vargas Llosa se tiró en la cama, unas trabajadoras del lugar sostuvieron las sábanas para recrear aquella carpa de infancia y Mordzinski capturó el momento. Entonces Mario Vargas Llosa, con 74 años, en lugar de leer a escondidas parece escribir, con plumón azul, quién sabe qué novela a la luz de una vela blanca. La imagen es parte de su proyecto Cuartos de Escritura, que muestra a los escritores en esos rincones ajenos que se vuelven propios cuando la inspiración les toca la puerta. Terminando las fotos con Vargas Llosa en el hotel, Daniel Mordzinski debía cruzarse a la casa de Gabriel García Márquez, para fotografiarlo también en su cuarto.

“Como no pude quedarme charlando, porque tenía las fotos con Gabo a las dos, Mario Vargas Llosa me dijo que llegaría a mi presentación esa noche, y yo se lo agradecí emocionado”, comenta. Al terminar la sesión con García Márquez y Mercedes Barcha, ella le prometió que asistirían esa noche a la misma presentación.

“¿Qué hago, le digo o no le digo?, Ese día había retratado a los dos monstruos de la literatura latinoamericana, que dejaron de ser amigos y se encontrarían esa noche en mi presentación”, cuenta Mordzinski. Durante la exposición de su trabajo, leía con un ojo y con el otro miraba a la puerta. Mario Vargas Llosa estaba sentado. Gabriel García Márquez finalmente no llegó.

Fotografía libre de derechos exclusivamente para ilustrar la entrevista de la Revista MAGAZINE de Nicaragua.

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Era un “pibe”, dice, cuando se escondió en la Plaza Alemania para fumar un cigarrillo a escondidas y leer poemas con su amigo Javier Feldman. “Encendimos un pucho, dimos una pitada y escuchamos bocinas y que de lejos nos llamaban por nuestros nombres. Era mi mamá, que de casualidad pasaba por allí y nos descubría in fraganti. ¡Nunca más fumé! Pero desde entonces no me separo de la poesía”, cuenta Daniel Mordzinski, quien ha dedicado casi 40 años, de sus 56, al proyecto personal de retratar poetas y novelistas.

El escritor Víctor Andresco lo bautizó como “el fotógrafo de los escritores”. “Al leerlo me pareció generoso, un poco vanidoso y cursi. Juré no repetirlo, pero al poco tiempo durante una entrevista me di cuenta que el entrevistador no tenía idea si yo era escritor o fotógrafo, entonces le dije ‘hombre, soy el fotógrafo de los escritores’. Y desde entonces me persigue”, reconoce.Fue también un escritor, Enrique de Heriz, quien definió en una palabra su estilo de fotografiar: Fotinski. “Son travesuras visuales, imágenes singulares, divertidas a veces, respetuosas siempre. (...) Para que haya una fotinski tiene que haber intimidad emocional, una suerte de diálogo, aunque sea inaudible, pero no invisible a los ojos del espectador de la fotografía”, explica Mordzinski.Aquí, la escritora española Almudena Grandes posó una vez más para Mordzinski.

Daniel Mordzinski, Fotógrafo de artistas, poetas, músicos y escritores internacionales. Oscar Navarrete/LA PRENSA.
Daniel Mordzinski, retratado por Oscar Navarrete durante el festival Centroamérica Cuenta en 2015.

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Si lo ponen a elegir cinco retratos que atesore, es incapaz de hacerlo. Daniel Mordzinski suelta una lista de sus preferidos, no porque el resto no le gusten, aclara, sino por las historias detrás. “Digamos Borges porque todo comenzó con él, Cortázar porque fue Julio. Ernesto Sábato, Osvaldo Soriano, Eduardo Galeano, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Adolfo Bioy Casares, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Jorge Amado y Roberto Juarroz porque fueron los primeros que retraté”. Ha recorrido el mundo de festivales en festivales, pero asegura que el Centroamérica Cuenta es “uno de los mejores festivales literarios del mundo”. Esta imagen fue tomada en la edición 2015 de ese festival. “Me gustan mucho las fotos de grupo. Estaba en el hotel y empecé a hacer llamadas. Héctor Abad Faciolince, Juan Gabriel Vázquez, José Ovejero, Sergio Ramírez, Patrick Deville, Berna González de Babelia, amigos de hace muchos años. Fuimos al lago e improvisamos. Para eso sirven los años y el cariño, para organizar en 10 minutos algo que en otros casos hubiera sido un rechazo porque siempre andan muy ocupados”, reconoce Mordzinski.

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Conoció al escritor, periodista y cineasta chileno Luis Sepúlveda en 1990. Cuenta que Sepúlveda atravesaba un periodo nefasto, estaba enfermo, con muletas y no quería fotos. Daniel insistió y Luis aceptó. Semanas después de haberle enviado las foto por correo, el escritor le envió una carta pidiéndole que no las utilizara porque eran “radiografías”, no fotografías. A cambio lo invitaba a su casa en Alemania para conversar y hacer nuevas fotos. Desde entonces son amigos.“Juntos recorrimos la Patagonia, cruzamos el estrecho de Magallanes, buscamos al Golem en Praga, visitamos la tumba de Vladímir Mayakovski en el cementerio Novodiévichi de Moscú, hemos visto a nuestros respectivos hijos crecer y juntos también hicimos un libro que me hizo muy feliz: Últimas noticias del Sur”, dice Daniel.

Fotografía libre de derechos exclusivamente para ilustrar la entrevista de la Revista MAGAZINE de Nicaragua.

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Daniel Mordzinski ha fotografiado a un centenar de escritores y todos los días se siente como Sísifo. Cuando cree haber llegado a la cima, regresa al pie de la montaña y empieza de nuevo. No carga la piedra, sino su cámara a cuestas, todo el tiempo. Donde hay festivales internacionales de poesía o encuentros de escritores, seguramente estará él, apuntando y disparando. Siempre está ahí, y cuando encuentra su momento, arma una plática y lo hace posar como se le ocurre. Para él la mejor manera de sacar a un escritor de la pose acartonada de escritor es proponerle una que rompa con los lugares comunes de la literatura, e incluso en poses y situaciones poco convencionales. Son retratos más cercanos, divertidos, extraños, pero hermosos que van sumando páginas a una suerte de Atlas de escritores. Al escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado lo ha fotografiado decenas de veces. Retratos melancólicos, sentado en un parque con hojas otoñales lloviendo y hasta dentro de un escaparate. Se han hecho amigos y Ramírez le acompañó en una de sus aventuras profesionales, el libro Nicaragua, tierra de creadores, publicado por la Universidad Veracruzana, cargado de retratos y textos de escritores, artistas y pensadores nicaragüenses. “Fui muy afortunado y feliz recorriendo Nicaragua en compañía de Sergio Ramírez, motor y alma del proyecto. Mi amor por Nicaragua nace de mi amor por sus libros. Gracias a ellos conocí el país mucho antes de visitarlo. Me siento orgulloso de ser amigo y compañero de ruta de una de las mejores voces de la literatura”, comparte Mordzinski.

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Gioconda Belli en blanco y negro, con su melena corta y oscura, envuelta en un chal negro. Belli a color, en primer plano, sonriendo tras una máscara que la convierte en una versión divertida y coqueta de “batichica”. La célebre escritora nicaragüense Gioconda Belli usando la camiseta del Sporting de Gijón mostrando sus destrezas deportivas, en el estadio El Molinón en Gijón, España.

Fotografía libre de derechos exclusivamente para ilustrar la entrevista de la Revista MAGAZINE de Nicaragua.

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“Llevaba años queriendo escribir y de repente estaba fotografiando al mayor escritor argentino”, confiesa Daniel Mordzinski. Trabajaba como asistente en la producción del documental Borges para millones, y aprovechó la ocasión para retratar a Jorge Luis Borges. “Esa noche, mientras revelaba los rollos que había sacado, escribí unos garabatos en mi diario, un cuaderno marca Rivadavia de tapa dura. Agitaba el tanque de revelado intentando recordar mi charla con el poeta ciego. Lo que entonces escribí fue absurdo. Tampoco quedé contento con mis fotografías, pero al menos estaban nítidas”, reconoce el fotógrafo. Otro personaje que marcó su vida fue Julio Cortázar. Lo leyó desde joven y siguió sus pasos hasta Francia. “Pertenezco a una generación de latinoamericanos que emigró debido a las dictaduras militares de sus países, en mi caso mi sueño siempre fue París. Pienso que nuestra literatura no se puede entender sin París —como doble símbolo: de Europa y del extranjero, del otro—. Y claro, está el mito de París, lleno de escritores venidos de todas partes, de Hemingway a Cortázar, de Vallejo y Ribeyro hasta Fajardo y Gamboa”. Tenía 19 años y recién había llegado a París. Por la insistencia de un amigo se animó finalmente a hacer su primera exposición de fotografía, eran sus trabajos documentales y sociales. Un día antes de la inauguración, bajó a una cabina de teléfono público, y en la guía buscó un número. Cortázar, Julio. Marcó. No le contestó. Colgó. Marcó de nuevo y dejó un mensaje. “Hola Julio, me llamo Daniel. Nunca hice nada en mi vida, pero mañana voy a hacer mi primera exposición y me gustaría que vinieras. Te dejo la dirección Julio...”. Colgó. Al día siguiente el mismísimo Julio Cortázar estaba en su exposición de fotografía. “Julio Cortázar fue, y es, porque en mi imaginario sentimental sigue vivo, un maestro, un fabricante de ilusiones y de sueños, una persona muy normal y generosa, que se preocupaba por sus amigos, que respondía las cartas que recibía. Un día de invierno lo visité y al verme desabrigado pensó que no tenía dinero para un abrigo y me regaló un sobretodo, que por supuesto conservo”, cuenta Daniel Mordzinski.

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