La reina del cobre

Reportaje - 31.10.2010
La reina del cobre

En el siglo XIX hubo una mujer nicaragüense que hizo historia en el estado de Nevada, Estados Unidos. Ferminia Sarras fue una de esas pocas que se metió en ese mundo considerado para hombres: la minería. Se ganó el respeto, hizo una gran fortuna y sus destrezas la llevaron a ganarse el título de “reina”

Dora Luz Romero

1848. La fiebre del oro se había desatado en California, Estados Unidos. Miles de inmigrantes habían llegado a este sitio en busca del metal, con la esperanza de volverse ricos. En un lugar llamado Sutter’s Mill, en ese estado, se había encontrado oro y la noticia corrió como pólvora.

Pronto se hablaba de cientos de miles de inmigrantes en busca del metal precioso. Ocurrió no sólo en California. Después se hablaba de Colorado, Nevada y algunos otros estados del país del norte.

Años más tarde de la fiebre del oro, en 1876, una nicaragüense decidió migrar hacia Estados Unidos con el mismo sueño de miles de inmigrantes: hacer fortuna.

Aunque el trabajo en las minas era considerado exclusivo para los hombres, hubo unas cuantas mujeres que no hicieron caso a las reglas de la época y emprendieron sus travesías hacia los campos mineros.

Una de ésas fue la nicaragüense Ferminia Sarras, quien exploró las montañas de Nevada y tuvo suerte. Ferminia amasó una gran fortuna y fue reconocida como una de las mejores buscadoras de metales. De hecho, por sus destrezas en la minería fue bautizada como “la reina del cobre” y hoy ocupa un espacio privilegiado en la historia del estado de Nevada.

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La vida de Ferminia Sarras bien pudo haberse perdido con el paso de los años, de no ser por la escritora estadounidense Sally Zanjani, quien se ha encargado de reconstruir su historia. En su libro titulado A Mine of her Own: Woman Prospectors in the American West 1850-1950, donde incluye la historia de Ferminia, habla de mujeres emprendedoras que rompieron con los estereotipos establecidos en la época que les tocó vivir.

Zanjani no ha sido la única que ha investigado sobre Ferminia. También lo han hecho los escritores Chris Enss y Jan Cleere, quienes la describen como una “pionera”.

Ferminia Sarras nació en julio de 1840 en Nicaragua. Su apellido –dicen– pudo haber sido Sararis, Seraras o Sararez. Se cree que llegó a Nevada como para 1881, ya que en esa fecha aparecía en los registros de impuestos del condado de Esmeralda. Se leía: Ferminia Sararis. Pero luego se cree que simplificó su apellido por Sarras o Sarrias.

En ese documento –cuenta Zanjani– se describía como una dama española de “sangre real”. Siempre aclaraba que no era mexicana, ni india, tampoco mestiza. Simplemente “española”. Se cree era una Contreras. Que era descendiente del español Rodrigo Contreras, quien fue gobernador de Nicaragua entre 1535 y 1544.

Esta nicaragüense habría llegado a Estados Unidos en 1876. Puede que primero haya llegado a San Francisco o al Valle de la Muerte (Death Valley) y luego se trasladara a Nevada. Llegó al país del norte con sus cuatro hijas: Conchetta, Concepción, Juanita y Emma. Además iba con el padre de sus pequeñas, Pablo Flores, aunque luego no se supo más de él. En 1881 está documentado que Ferminia tuvo a su quinto y único hijo varón a quien llamó Joseph Marshall.

Para esos años, eran pocas las mujeres que se atrevían a trabajar en Candelaria Hills, esa cadena montañosa ubicada en el condado de Mineral, en Nevada, al oeste de Estados Unidos. Según la historia, se cree que para ese tiempo había menos de veinte mujeres que trabajaban en las montañas. Pero para poder dedicarse por completo a la minería, A Ferminia le tocó dejar “temporalmente” a sus dos hijas menores en un orfanato.

Ferminia no era cualquier mujer. Quienes han investigado sobre su vida saben que era una mujer con garbo. Una de ésas que no le tenía miedo a las largas y agotadoras jornadas de trabajo en la montaña. Y no sólo lo hacía, sino que era buena. Una revista de la época la llamó “una de las mejores buscadoras del Estado”.

A sus travesías por la montaña iba sola. Vestía de pantalones, otras veces de leggings, botas y cargaba una mochila al hombro. Ahí llevaba todo lo que pudiera necesitar: herramientas, agua, comida, algo para dormir... Describe Zanjani en su libro, que para ese entonces eran pocos los buscadores que se atrevían a cargar una mochila de más de cuarenta libras. Ni siquiera hombres. Pero Ferminia sí lo hacía y fue conocida precisamente por eso, por su increíble fuerza y valentía.

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El retrato pintado al óleo muestra a una mujer seria. Tiene la mirada fija y las cejas perfectamente delineadas. Es blanca y viste de traje negro con cuello blanco bordado. Lleva puestos unos aretes de oro y sobre su pecho resalta una gran cruz de oro que cuelga de una cadena brillante. La imagen es una de las pocas, sino la única que existe sobre Ferminia.

Pero aunque el retrato muestre a una mujer elegante, en el campo Ferminia era otra. Con pantalón y botas puestas recorría kilómetros en busca de metales. Zanjani la describe como una mujer que enfrentaba el mundo sin toques de fantasía o coquetería. Una dama que se enfrentaba a las dificultades y peligros que se viven en el desierto de Nevada.

En abril de 1883 logró su primera concesión minera a la que llamó “Central America”. Ese año no tuvo suerte. Las lluvias y las tormentas de nieve le afectaron aquel abril. Poco a poco, Ferminia se hizo de varias concesiones en diversos territorios. Pero al finalizar esa década, de 1880, los campos de minería en Candelaria Hills se redujeron, entonces ella tomó la decisión de mover sus operaciones hacia el sur, a un sitio llamado Silver Peak, un pueblo minero y silencioso.

Pero eran tiempos difíciles para la minería. Ferminia pasó varios años sin lograr mayores ganancias. Hay quienes dicen que en esa época trabajó de lavandera. Otros aseguran que se mantenía del dinero que recogía de una carretera de peaje de la que era dueña. Y hay una versión más que asegura que vivía de la renta de una casa que tenía.

Pasaron poco más de diez años y, en 1899, decidió irse a Santa Fe, donde pronto se hizo de concesiones mineras y fue ahí donde se cree que hizo su fortuna. Aunque –según Zanjani– en el Western Nevada Miner en algún momento se contó que la nicaragüense había amasado una buena fortuna en los días gloriosos de Belleville y Candelaria, pero que la había perdido por sus malas inversiones.

Poco a poco, Ferminia se volvió conocida y reconocida en el mundo de la minería. Fue considerada una de las mejores buscadoras de la región.

Magazine octubre 2010
Ferminia Sarras tiene un lugar privilegiado en la historia del estado de Nevada, Estados Unidos.

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Pero además de su talento de minera, ¿qué más se sabe sobre Ferminia Sarras? En las páginas de los libros la describen como una mujer de buen corazón, que siempre estuvo al pendiente de los hambrientos y mendigos. Pero además aseguran que fue una mujer de muchos amantes. Le gustaban los hombres menores que ella, se afirma en sus biografías.

Se habla de que estuvo casada cinco veces, pero hay quienes consideran que fueron más. Archie McCormack, doce años menor que ella, fue uno de sus últimos esposos y se dice que fue asesinado en 1906. Tiempo después de la muerte de su esposo, Ferminia se convirtió en la amante de uno de sus jóvenes empleados llamado Domingo Velasco.

Era fiestera y disfrutaba de su dinero. Cada vez que Ferminia lograba reunir un buen dinero –cuentan los diferentes autores– se iba de fiesta hasta acabarlo.

Uno de sus bisnietos, Albert Bradshaw, dijo en 1988 a Sally Zanjani, que sus ancestros le contaban que Ferminia solía irse a San Francisco o a Los Ángeles a celebrar. Se compraba ropa fina, se hospedaba en los mejores hoteles, contrataba una limusina, un gigoló, cenaba y tomaba vino. Cuando el dinero se acababa –dijo el bisnieto– se regresaba a Nevada donde se adentraba nuevamente en las montañas.

Cuentan sus múltiples biografías que a Ferminia no le gustaba guardar el dinero en el banco, ya que no les tenía confianza. En lugar de ello, enterraba el oro que tenía debajo de un gallinero en su propia casa. Pero luego de la venta de varias concesiones mineras en 1914, Ferminia decidió poner una suma considerable en el banco de Los Ángeles. Para ese entonces, tenía 74 años y era la amante de quien fuera su sirviente, Domingo Velasco. En una ocasión Velasco retiró el dinero del banco y huyó con una muchacha de su edad para América del Sur.

Pero ésa no fue la última aventura de esta nicaragüense. Supuestamente luego se casó con un mexicano 35 años menor que ella, Fermine Arriaga.

Ferminia Sarras murió a los 75 años, el primero de febrero de 1915. A su muerte, Arriaga, su esposo, supo que no había dejado dinero alguno y enfurecido juró que le arrancaría el diente de oro que llevaba puesto.

Posterior a su muerte, Ferminia no recibió más que elogios por haber sido una mujer valiente y pionera.

“Ella es una de las últimas de esos espíritus valientes que desafiaron el feroz desierto en los días primitivos de Nevada y abrió caminos que puede que otros sigan”, decía el Western Nevada Miner.

Han pasado casi cien años de la muerte de Ferminia Sarras. Sin embargo, su historia sigue viva a través de las revistas, diarios, libros de historia y los museos que le han dado un espacio a esta nicaragüense que ha sido inmortalizada como “la reina del cobre”.

Minana, en su honor

En el condado de Mineral, en Nevada, existe una comunidad llamada Mina, la que fue fundada en 1905. Según su historia, este sitio es llamado así en honor a la nicaragüense Ferminia Sarras, ya que era la dueña de valiosas minas de cobre en las montañas aledañas al lugar.

De acuerdo con las estadísticas, en la actualidad Mina tiene menos de 300 habitantes.

Agradecimiento a Nevada Magazine
y al historiador nicaragüense Eddy Kühl,

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