La rebelión de los pintores

Reportaje - 14.07.2013
Grupo Praxis

Praxis apareció —explicaba a un diario el escritor nicaragüense Sergio Ramírez— en el “contexto más crudo de la dictadura somocista y las carencias culturales que la dictadura somocista producía en Nicaragua. La mediocridad cultural de una Managua dominada por la frialdad y de muy pocas actividades culturales en el país. Una cultura oficial además de mediocre bastante cursi, de manera que Praxis surge como una novedad en medio de un gran desierto cultural”.

Este año el Grupo Praxis cumple cincuenta años y sus mejores frutos tienen nombre y apellido: Leoncio Sáenz, Alejandro Aróstegui, Luis Urbina, Arnoldo Guillén, Genaro Lugo, Orlando Sobalvarro, Leonel Vanegas y Róger Pérez de la Rocha.

Bayardo Cuadra, historiador. Managua 18 de mayo 2013. Foto Guillermo Flores Morales/LA PRENSA

“De 1963 a 1966 ha sido una de las épocas más trascendentales en el desarrollo de la pintura en Nicaragua. Fue la época más rica en producción de Praxis ”.
Bayardo Cuadra, historiador.

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Sobre la Avenida Bolívar de la vieja Managua, frente a las Camas Luna, había una casa de tejas y adobe que representaba la creatividad, la innovación, la revolución de la pintura de los años sesenta. La casa número 402. Al entrar, guindadas de las paredes, se veían las pinturas perfectamente iluminadas. Cuadros hechos con arena, piedra, madera, alambres de púas, hojas de repollo, huesos. Cuadros con tendencias a la monocromía.

Era la Galería Praxis, que había sido inaugurada el 23 de agosto de 1963 y que mostraba a Nicaragua y al mundo el arte de los pintores que albergaba el grupo del mismo nombre. “Era otra manera de expresar. No se trataba de seguir las ideas académicas y paisajismo”, dice Aróstegui, quien asegura que las influencias llegaban de Europa.

“La temática de Praxis era básicamente la misma: un mundo deshumanizado representado a través de paisajes orgánicos y naturalezas muertas, donde aglutinan los materiales más diversos —arena, yeso, brea, sacos de bramante—, así como los de desechos de la sociedad de consumo —latas aplastadas, fragmentos de piezas mecánicas y una serie de objetos encontrados— que dan como resultado fuertes collages de superficies muy texturadas y matéricas. A esta temática habría que añadir la presencia de lo prehispánico y el culto a lo telúrico”, explica María Dolores Torres, historiadora de arte.

Procuraban mantenerse lejos de lo convencional. De hecho, para conformarse como Praxis, les tocó cortar el cordón umbilical que los unía a la Escuela de Bellas Artes, entonces dirigida por el pintor Rodrigo Peñalba, quien siempre los apoyó. Pero ellos querían ser independientes, así que la primera idea fue abrir la galería. Para conseguir dinero y ponerla a funcionar les tocó hacer lo que no les gustaba: decoradores, rótulos de carretera, mantas...

La pintura no era un negocio muy rentable para aquellos años, pero ellos, pintores de tiempo completo, lograban vivir de eso. Además —confiesa Aróstegui— “esta pintura era un poco chocante para la gente, pero siempre se vendía porque tenía mucha difusión, venía gente de otros países, nos invitaban a exhibir en Costa Rica, El Salvador, teníamos buena recepción”.

Galería Praxis tuvo reconocimiento internacional. José Gómez Sicre, crítico de arte y jefe de la División de Artes Visuales de la Unión Panamericana, dijo: “Me di cuenta del caudal de este pueblo, superdotado en las generaciones nuevas para la plástica”. Y sus palabras quedaron grabadas en las páginas de la historia de la pintura del país.

Los críticos señalan que fue un grupo de mucha rigurosidad y exigencia, tanto que se les acusó de elitistas, lo que Aróstegui reconoció años más tarde. “Claro que éramos muy elitistas, nos gustaba nada más lo mejor, queríamos a los mejores pintores nicaragüenses que pudieran aportar algo”.

Sin embargo, Praxis no fue solo pintura. Era un movimiento que albergaba poetas, escritores, comprometidos no solo con el arte, sino con la vida misma. Los poetas Michele Najlis, Francisco de Asís Fernández y Fernando Gordillo eran algunos de sus miembros.

“Asumimos el compromiso de luchar como artistas, de hacer nuestro arte un instrumento de lucha”, cuenta el pintor Róger Pérez de la Rocha, parte de la segunda generación de Praxis.

Se reunían seguido, intercambiaban ideas y realizaban actividades para denunciar los problemas sociales y el régimen somocista. Una antología de poesía revolucionaria y una exhibición de pintura mural fueron algunas de las actividades. Sus cuadros mismos eran una viva representación de sus protestas y esa fue una de las razones por las que tuvieron tan buena acogida entre la juventud, porque se unieron al movimiento que se gestaba contra la dictadura de Somoza.

“Adoptaron una posición rupturista, rebelándose contra la pintura tradicional y el academicismo. Asimismo, implementaron como propuesta artística nuevos recursos formales y cuestionaron el régimen dictatorial, asumiendo una actitud contestataria ante la opresión del somocismo y ante la pobreza y desigualdad, imperantes en el país”, dice Torres.

Foto cortesía de Alejandro Aróstegui.
Esta es la Galería Praxis de los años sesenta. En la imagen, aparecen Pablo Antonio Cuadra y Fernando Saravia. Foto cortesía de Alejandro Aróstegui.

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El terremoto de 1972 acabó con Praxis, con el grupo y con la galería. Alejandro Aróstegui, de 78 años, parco y de poco sonreír, recrea la escena que vio. Las tejas cayeron y las paredes también. Se divisaba un esqueleto de madera y algunos cuadros colgados de las vigas que aún quedaron en pie. Para esos años la Galería quedaba en el Callejón Riguero, por el parque Bolívar.

En medio de una ciudad destruida, cada pintor tomó el camino que pudo y siguió su obra individualmente. Algunos perdieron sus casas. Leonel Vanegas se fue a Masachapa, Leoncio Sáenz a Matagalpa, Orlando Sobalvarro a Tipitapa. Y así.

Años más tarde llegó la revolución y ellos nunca más volvieron a unirse como Grupo Praxis. Pero el nombre aún resuena y sus aportes quedaron inmortalizados en sus cuadros y en los libros de la historia de la pintura nicaragüense. “El compromiso social y político contraído por Praxis fue factor fundamental de esclarecimiento ideológico, aporte a la lucha del pueblo contra la dictadura somocista y, sobre todo, contribución a la historia y el desarrollo del arte nacional”, se lee en el libro Pintura contemporánea de Nicaragua.

“Nuestro aporte fundamental fue considerar que el artista es algo más que un decorador bien avenido. Ver al artista como un ser pensante, que medita, que reflexiona, que participa y que aporta para el cambio, para el avance de su entorno. No éramos decoradores de mierda, habíamos nacido para hacer algo más. Para pintar lo nuestro, para encontrar un lenguaje y hacer cosas de calidad. El aporte es ese, estar lejos de estar haciendo lo que está de moda y del arte comercial, superficial y decorativo. Eso es lo que aprendimos y eso es lo que heredamos”, dice Róger Pérez de la Rocha.

Praxis significó una toma de conciencia de la pintura nicaragüense, asegura por su parte Alejandro Aróstegui.

Al fin y al cabo el aporte son ellos mismos, sus obras. “Después que la ola del momento estalla, lo que queda es la obra de cada quien, que se sostiene o no se sostiene. Y de los pintores de Praxis, cada uno tiene un nombre bien ganado, ninguno se parece al otro, y cada uno consumó una obra individual de calidad”, opina Sergio Ramírez.

Eso fue Praxis, un movimiento de vanguardia, que revolucionó la pintura en Nicaragua, y del que ahora solo quedan cuatro de sus pintores: Alejandro Aróstegui, Arnoldo Guillén, Róger Pérez de la Rocha y César Izquierdo.

“Praxis fue en la pintura en los años sesenta lo que el grupo Ventana en la literatura. Vistos de conjunto, y cada uno de ellos, los pintores de Praxis fueron muy talentosos, innovadores y aventados, una generación brillante y aguerrida que desafió el statu quo de aquella época”.

Sergio Ramírez, escritor.

 

ETAPAS

En el Boletín Nicaragüense de Bibliografía y Documentación, en su edición de enero y febrero de 1981, aparecen explicadas las tres etapas del Grupo Praxis:

Primera: Cohesionada por Aróstegui, fue la más dinámica y duró casi cuatro años: de 1963 a 1966, cuando Aróstegui se marchó a Estados Unidos. Durante esta etapa la Galería recibió la consagración de José Gómez Sicre, quien la visitó a inicios de 1964 observando en ella calidad uniforme, un pensamiento rector y autocrítica.

Segunda: Entre 1966 y 1969, estuvo bajo la responsabilidad de César Izquierdo y Arnoldo Guillén, quienes no pudieron mantener el impulso de los primeros años. En otras palabras, Praxis dejó de ser un movimiento para convertirse en una simple galería.

Tercera: Se vio reactivada con la dirección de Genaro Lugo a lo largo de 1970, organizando exposiciones y recitales con regularidad animados por Leoncio Sáenz, hasta que Aróstegui, de regreso en 1971, volvió a organizarla e infundirle el anterior dinamismo reorganizando el grupo, en el que figuraban el escritor Francisco de Asís Fernández y pintores como Róger Pérez de la Rocha y Mario Selva. Surgieron nuevas exposiciones vigorosas, se publicaron dos números de la revista Praxis, se dirigió la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de León y se inauguró un local en noviembre de 1972, destruido por el terremoto el mes siguiente.

 

 

Imágenes cortesía: Archivo IHNCA

Imágenes cortesía: Biblioteca del Banco Central de Nicaragua.

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