La hora del "Chocolatito" González

Reportaje - 09.10.2016
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El tetracampeón mundial de boxeo y actual mejor libra por libra del planeta fue un niño que solo quería jugar futbol, vendió venenos con su padre, no terminó la primaria y perdió en un mismo año a sus dos principales benefactores. Así ha sido la vida de Román “Chocolatito” González

Por Amalia del Cid y Julián Navarrete

Por cada pelea ganada en la categoría amateur, Román González se llevaba una canasta básica para su casa. Era el premio que el tricampeón mundial Alexis Argüello conseguía a través de sus patrocinadores y entregaba a los nuevos talentos del gimnasio boxístico Róger Deshon, en el barrio San Judas. “Si noqueás, te doy dos canastas”, le prometía Alexis a su discípulo. Y Román, que no sabía perder, se fue llenando de bolsas de frijoles, arroz, azúcar, espaguetis, pollos enteros, jaleas, fósforos, sopas de fideos y hasta servilletas. Cada quince días peleaba tres rounds en el Deshon y cada quince días llegaba a su casa, en La Esperanza, con una o dos nuevas panas. Ganó casi noventa. Eran tantas que su mamá las empezó a vender.

Obtener una gran canasta básica siempre es algo bueno, pero lo era aún más para Román porque él ya había conocido el hambre. Cuando tenía 10 años pasaba solo en casa y a veces consumía nada más agua con azúcar en todo el día. Eso fue antes de que su papá, Luis González, exboxeador amateur, se lanzara a las calles para vender desinfectantes y veneno para ratas y zompopos.

A Luis González le gusta contar lo que él llama, a secas, “la historia”, y al final de cada anécdota sobre las antiguas pobrezas de su familia hace una pausa para recalcar “es real, es real”. A ratos se le ponen los ojos aguados y a media mejilla interrumpe la caída de una lágrima. Le afecta especialmente el tema de su época de alcoholismo. Cuando “Romancito” tenía tres años lo mandaba a buscar botellas de cerveza, después le mostraba las palmas de las manos para que el niño ensayara golpes y antes de llevarlo a la cama, le decía: “Vas a ser campeón, hijo”. “Mi mente nunca me falló de que él iba a hacer historia en este país”, comenta con voz vacilante. “Me siento emocionado cada día más y siempre estoy aquí, esperándolo en el gimnasio para que él esté meneándose”.

Ahora lo ve menos. Entre firmas de contratos, viajes y el tiempo que pasa con su novia, Román es cada vez más inaccesible, incluso para su padre. El niño que quería jugar futbol y el adolescente escuálido que coleccionaba canastas básicas dieron paso al hombre que hoy posee cuatro títulos mundiales de boxeo. Es el primer nicaragüense que logra la hazaña y muchos expertos lo colocan por encima del mismísimo Alexis Argüello en materia de habilidades pugilísticas.

Esta es la historia de Román “Chocolatito” González. El hombre al que se le ha perdonado toda clase de controversias. El boxeador al que se le ha exigido la perfección.

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U na palmera daba sombra donde hoy se encuentra la habitación de Lilliam Luna, madre de Román “Chocolatito” González. Los González Luna fueron de los primeros pobladores que llegaron hace 35 años al barrio capitalino La Esperanza. Recibieron la vivienda en agradecimiento del Gobierno sandinista, por haber realizado “vigilancia revolucionaria” en las calles del barrio Pablo Sexto, cuando vivían en la casa de una tía paterna del boxeador.

Antes de que naciera Román, hace 29 años, la tierra del barrio La Esperanza estaba llena de árboles de guayaba. Luis González demarcó el terreno y construyó la casita bajo la sombra de un palo de coco. Había un aserradero cercano donde el papá del boxeador compró “ripios” de madera, que forrados con plástico negro sirvieron para armar las paredes de su hogar.

De la antigua casa del “Chocolatito” ya no queda nada. Con sus guantes de boxeo ha construido bloque a bloque esta vivienda, a la que desde hace unos meses el visitante ingresa solo después de haber sido anunciado por un policía. “¿Me van a preguntar lo mismo de siempre?”, pregunta la mamá de Román, menuda y afable, cuando recibe a los periodistas.

Luna está sentada en la sala de su casa, decorada con afiches, retratos y trofeos de su hijo. Hay una Biblia gigantesca abierta a la altura del versículo que le recomendó el pastor evangélico esta semana. Debajo de la Biblia hay una réplica del cinturón mundial de las 105 libras, y encima una copia del fajón de las 108. Le faltan los cinturones de las 112 y las 115 libras, los otros dos pesos hasta el momento conquistados por su hijo.

La sala es un homenaje al “tetracampeón” del mundo. Y Román, pese a que tiene cuatro casas en diferentes residenciales, todos los días llega a visitarla. “Hoy vino en la mañana y al mediodía. Me dijo, ‘mamá si necesitás algo, me avisás oíste. Ahí regreso’”, comenta su madre.

Desde el pasado diciembre se fue “Chocolatito” de la casa de su mamá. “Apenas se convirtió en el número uno del mundo, se fue de aquí”, dice ella. “Pero ¿qué le vamos hacer? Él está feliz con su novia”.

A esta misma casa solía venir Alexis Argüello. Cuando entró por primera vez, le dijo a doña Lilliam: “Tu hijo va a ser un gran boxeador. Dentro de poco inauguro un gimnasio y quiero que él lo abra con una pelea”. El muchacho entró a la escuela de boxeo amateur del Róger Deshon en el año 2002 y así nació la relación entre Argüello y González, maestro y discípulo, padrino y heredero, recuerda Luna. “Él fue el que le puso ‘Chocolatito’ por lo negro”, afirma.

El apodo “Chocolate” sí viene de la piel morena de los González, una familia de boxeadores, pero Román lo adquirió por herencia, asegura su papá. Antes de él ya habían sido “Chocolate” su tío Javier González, púgil de la colonia Nicarao, también Rogelio “Chocolate” González y el propio Luis González. Lo que decidió Argüello fue que Román igual usaría el mote, pero en diminutivo. “Vos vas a ser ‘Chocolatito’”, declaró. Y acaparó casi por completo la formación del muchacho. “Ese hombre era celoso”, bromea el padre de Román, refiriéndose a Alexis. “Solo él estaba cerca”.

“Mi papá me impulsó al boxeo, Argüello me enseñó cómo debía entrenar. Me he mantenido como él siempre quiso. Me hizo llorar muchas veces, nunca le contesté nada, sabía que era un bien para mi vida”, relató Román en marzo de 2014, en una larga entrevista concedida al Canal 15 de Nicaragua, cuando se preparaba para disputar un tercer título mundial, saltando de 108 a 112 libras.

Román entrenaba bajo la mirada atenta de Argüello y regresaba llorando a casa luego de correr, golpear el saco y hacer flexiones en el gimnasio, recuerda doña Lilliam. Lejos de ablandarse, el tricampeón le decía: “Si querés llegar lejos me tenés que hacer caso, porque yo ya estoy viejo y sé lo que hablo”.

Ese Alexis alegre y bromista, siempre con la carcajada a flor de labios, que quedó en la memoria popular era absolutamente estricto cuando de boxeo se trataba. En resumen, dice el papá de Román, “El Flaco Explosivo” dejó a su pupilo estas tres contundentes enseñanzas prácticas: “El gimnasio no es una sala de belleza, esta mierda es golpe; no hay que ser llorón en el entrenamiento y no hay que estar de pajista”.

Pero la educación iba más allá del boxeo. Argüello lo regañaba fuerte por impuntual o cuando detectaba agujeros en sus modales. “Una vez en una conferencia en el Hotel Las Mercedes llegué tarde y me regañó delante de todos. Esa vez no sabía de la conferencia, mi papá no me dijo. Otra vez llegué al gimnasio después de una pelea y como pasé sin saludarlo porque estaba en la oficina, también me regañó. Me dijo que el que mandaba era él. Alexis estaba sentado en la oficina, pero yo pasé rápido, me fui a entrenar de una vez. Yo estaba chavalo, me he criado en la calle y no sabía muchas cosas. Hoy he aprendido mucho de mucha gente lo que es el respeto a los mayores”, reconoció Román en entrevista con el diario La Prensa, en marzo de 2011.

En 2005 Román saltó al boxeo profesional y Alexis a la Vicealcaldía de Managua, tras las elecciones municipales de 2004. Desde su nuevo cargo, siguió apoyando la carrera del muchacho. Le daba dinero a “Chocolatito” para que comprara calzonetas, vendas y guantes. “Tomá estos 300 dólares, ahí le preparás una sustancia a Román”, le decía a doña Lilliam.

Argüello no era el único que lo ayudaba. Desde pequeño, cuando hizo sus primeras demostraciones en la subestación III de la Policía, Eduardo Estrada, un vecino que hacía viajes con un tráiler por toda Centroamérica, le dijo: “Si a vos te gusta el boxeo, yo te voy a apoyar”.

Estrada era su principal patrocinador. Además de dinero, le traía ropa, zapatos y vendas especiales, de los viajes que hacía. Sin embargo, el patrocinio terminó dramáticamente en 2009. Ese año Estrada fue asesinado a tiros, y poco tiempo después, el primero de julio, Alexis Argüello se suicidó en circunstancias extrañas y por causas aún desconocidas. “Fue una coincidencia trágica que las dos personas que más apoyaban a Román se murieran”, dice su mamá.

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Hay dos muchachitos flacos en un ring improvisado con mecates al centro de un predio baldío. Uno de ellos se llama Román, tiene 11 años. Es el segundo hijo de Luis y de Lilliam, un exboxeador amateur que vende venenos y detergentes, y un ama de casa que a veces lava ropa ajena. La entrada para ver la pelea cuesta dos córdobas, que se sumarán a los ahorros que la familia González Luna está haciendo para poder comprar los guantes de boxeo del niño. Por ahora Román pelea con lo que su padre llama “guantes de luz”; es decir, guantes de electricista.

Con toda la solemnidad que la ocasión merece, Luis González hace sonar “las notas sagradas de nuestro Himno Nacional” en una vieja grabadora y comienza la batalla. Román la gana sin problemas. Apenas está empezando a tomarle gusto a este deporte primitivo. Él prefería el futbol.

Nació el 17 de junio de 1987 y creció jugando balompié en el barrio La Esperanza. Su papá lo llegaba a sacar de las “perreras” de futbol para llevárselo a las “perreras” de boxeo. “Eran peleas callejeras con ‘guantes de luz’. No teníamos recursos. Yo comencé a moverlo, pero él se iba a jugar futbol. ‘Hijo, vení, vamos a pelear’. Lo sacaba de ahí, ya le ponía los ‘guantes de luz’ y él doblaba a los chavalos. Tenía una pegada natural”, recuerda su padre, a quien en el gimnasio ya no llaman “Chocolate”, sino “Chocolatón”.

Las peleas se organizaban “amarrándolas” con entrenadores de otros barrios y solo se cobraba la entrada cuando se realizaban en el terreno de la abuela paterna de Román. En esas ocasiones incluso se pagaban 20 córdobas al contrincante, quien invariablemente perdía. El resto de las veces nadie ganaba un centavo.

Donde ahora empieza el porche de la casa de los González Luna antes abundaba el monte. Al fondo de la actual construcción estaba el terreno abierto donde “Chocolatón” empezó a entrenar a varios muchachos del barrio La Esperanza, entre ellos sus tres hijos: Luis Alberto, Román y Milton. El primero en retirarse fue Luis Alberto y le siguió Milton, quien según su padre “era buenísimo y combinaba las manos como Román, pero la nariz le sangraba mucho”. “Yo sufría. Ganando una pelea lo apeaba. Luego se retiró y se puso gordo”, cuenta.

El único que quedó con los guantes puestos fue Román, con quien el viejo Luis González pasaba largas horas haciendo fintas con los puños y movimientos de cintura. Tomaban una bolsa plástica de leche industrializada, la rellenaban con arena o tierra y la colgaban en uno de los palos de guayaba. El niño la golpeaba con rapidez. También era rápido para patear la pelota de futbol, pero su papá lo tenía claro: “El futbol no. Vení entrená boxeo, esto es lo que nos va a sacar de la pobreza”.

Poco a poco a Román le fue gustando el boxeo, sobre todo cuando empezó a notar que nadie podía ganarle. Se convirtió en la esperanza de su familia para salir un día de la miseria.
Su padre ocupaba todo su tiempo libre en entrenarlo.

—Lo vas a fundir. Dejalo descansar –protestaba Lilliam.
—Tiene que ser campeón –respondía él.

Los papás de Román se conocieron allá en los años ochenta en una fábrica de salsa de tomate. Por entonces él trabajaba en el área de mantenimiento del Ministerio de Educación y, de vez en cuando llegaba a la empresa para visitar a otra muchacha. La vida da muchas vueltas y la que terminó de novia y pareja de Luis fue Lilliam. Cuando se juntaron, ella empezó a laborar en la Misión Cubana, donde estuvo cuatro años. Luego trabajaría en el bar Playa de los Románticos, un galerón enorme que existió por muchos años en el ahora desaparecido Malecón de Managua.

Como Luis y Lilliam trabajaban todo el día, los niños quedaban solos en casa. Los hermanos González se mantenían sucios, al igual que la vieja casita. Así que su madre decidió abandonar el trabajo como cocinera en el bar para dedicarse a la crianza de sus hijos. Cuando el Frente Sandinista salió del poder y con el nuevo gobierno empezó la “compactación” en las instituciones del Estado, Luis se quedó sin trabajo y la familia pasó un muy mal rato, cuenta. Fue entonces que empezó a vender veneno que él mismo hacía en casa —veneno mata ratas y mata zompopos—, también “pastillas del amor”, detergentes y desinfectantes.

Esa parte de la vida de Luis González es especialmente conocida por una razón: Román lo acompañaba a vender. “Recorrimos todas estas calles de San Judas, por dentro, por fuera, Loma Linda, Monseñor Lezcano, Santa Rosa, Torres Molina”, recuerda. De pie en el patio del Róger Deshon extiende los brazos en todas las direcciones. El gimnasio tiene en un muro la figura de Alexis Argüello y en otro, la del “Chocolatito”.

“Me hacía caso, nunca me negó el cariño de andar caminando bastante. A veces no tenía para las botitas de boxeo y me decía: ‘Papa, vamos a comprar las de 60 córdobas’. ‘No’, le decía yo. ‘De 120 se las va a poner usted’. Y le hacía un arco de pinesol con creolina y lo llevaba a las calles”, prosigue Luis González. “Luego le dije que ya no, que se dedicara al deporte porque yo iba a mantener la casa. Después Alexis me metió en planilla aquí en el gimnasio, ya fui asalariado, siempre vendía pero ya no como antes”.

Román se dedicó al boxeo, pero abandonó la escuela. Doña Lilliam dice que su hijo llegó hasta quinto grado. La primaria es un título que no ha podido conquistar. Fue su papá quien se encargó de su educación. Le daba clases en casa, afirma don Luis. “Yo le enseñé a leer. Él era durito, pero yo le pegaba: ‘Tiene que saber leer!’” Le daba “coscorroncitos” para ver si así le entraban las letras y le recalcaba que a él le había ido peor, que le pegaban con una tajona y lo mandaban a estudiar con una profesora a quien, con justa razón, llamaban “La Bruja”. “Yo era burrito también”, dice el papá del “Chocolatito”. “Pero yo aprendí a leer y me desarrollo y él se desarrolla también. ¿A qué edad aprendió él? Como a los ocho años”.

Tampoco son buenos para los números, confiesa Luis González. Ni el padre ni el hijo.

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Uno de los primeros escándalos en los que se vio envuelto el “Chocolatito” fue la compra de un lujoso carro Mercedes Benz que, se dijo en los medios, le había costado alrededor de 40,000 dólares. Lo adquirió a comienzos de 2009, algunos meses después de coronarse campeón mundial en las 105 libras, tras noquear al japonés Yutaka Niida, en septiembre de 2008. Un mes más tarde lo chocó.

Los medios lo criticaron y Alexis lo regañó por no saber administrar su dinero. “Se me le fregó el aire, después se me gastaron las llantas, después choqué, me costó 20 mil pesos la reparación y lo vendí. Ahorita no pienso tener ni un vehículo de lujo. Eso era en el momento de antes, pero la vida me ha golpeado. Es mejor que te golpee para que sepás lo que tenés que hacer”, explicó Román en entrevista, dos años después.

“Cuando yo agarré mis 18 mil dólares y luego una cantidad de plata de 35 mil dólares, me volví loco. Compré un Mercedes, anduve haciendo chanchadas, gastando aquí y allá. Ahora hago las cosas como las debo hacer. A todo el mundo le pasa, todos los chavalos hacemos caballadas”, agregó en 2014, en el Canal 15.

No obstante, en 2009 la polémica por el carro del “Chocolatito” iba más allá de su mala administración. En esa época el boxeador empezaba a librar una batalla legal con su expareja Martha Anduray por causa de la pensión alimenticia de su hija mayor. Román no estaba cumpliendo con su deber, pero mostraba públicamente que podía comprarse un Mercedes Benz para pasear con su nuevo amor: Raquel Doña, una comerciante del Mercado Oriental.

Martha accedió a hablar con Magazine sobre su antigua relación con el “Chocolatito”, pero finalmente no llegó a la entrevista. Sin embargo, de las numerosas declaraciones que Anduray dio a los medios cuando peleaba por una mensualidad de 10,000 córdobas para su hija (y no los 3,000 que Román pedía pagar), pueden rescatarse retazos de ese primer romance.

Se conocieron cuando Román era un adolescente. El boxeador, que por entonces todavía no era conocido como “Chocolatito”, llegaba a casa de Martha y se ofrecía para hacer los mandados en la pastelería de su mamá, doña Ruth Barberena, relató Anduray en 2010 a La Prensa. “Yo lo veía como un niño. No lo tomaba en serio, pero era muy atento conmigo”, comentó. Aunque es cinco años mayor que Román, se rindió ante las atenciones del muchacho.

Cuando empezó la relación, Román no salía de la casa de su novia. “Veía televisión en la noche, corría por las mañanas y regresaba a dormir durante cuatro horas seguidas en una hamaca”. La niña fruto de esa relación, Litsy, ya tiene 12 años.

El “Chocolatito” también tuvo un hijo con Raquel Doña. Se llama Román, como su papá, y tiene 5 años. En 2014 el boxeador dijo esto sobre el niño: “Mi hijo es como que me esté viendo a mí. Es lindo, guapo, precioso, bien humilde, muy buena gente, igual que yo”.

Las cosas con Doña también terminaron en los Juzgados, a finales de 2011, en un drama que incluyó denuncia por agresión y acusaciones mutuas por infidelidad.

Actualmente la situación con las madres de los hijos del “Chocolatito” se encuentra en paz, dice don Luis González. El boxeador vive desde hace más de dos años su tercera relación seria. Su novia se llama Sofía Munguía y lo acompaña en cada viaje que el púgil hace. Román la ha descrito como “una muchacha muy elegante, una mujer muy humilde”.

Desde que terminaron los líos con Doña, no ha vuelto a vivir escándalos amorosos. Pero nadie olvida el famoso “Talcazo”, que involucró a su hermano menor, Milton. El 22 de febrero de 2014, cuando viajaba en una motocicleta, fue capturado por la Policía mientras portaba un taco rectangular de 1,500 gramos de polvo blanco, una balanza y varios proyectiles calibre 14, según la acusación del Ministerio Público.

La prueba química de campo realizada por los oficiales confirmó que el taco contenía cocaína. Sin embargo, un segundo peritaje practicado por el Laboratorio de Criminalística de la Policía Nacional determinó que la sustancia “era talco para bebé mezclado con otros componentes que no corresponde a la fórmula de este estupefaciente”, indicó el fiscal Douglas Vargas.

Críticos del Gobierno vincularon la sentencia con la relación que el boxeador tiene con el partido gobernante, y calificaron la acción como “vergonzosa” para la Corte Suprema de Justicia. A sus peleas posteriores, Román asistió portando la gorra de la Policía Nacional y la bandera rojinegra del Frente Sandinista.

Sobre este caso, Román no ha querido dar declaraciones. Su papá está convencido de que a Milton “se la querían montar por hacerle el daño a Román” y que “perdiera el apoyo del pueblo”. “Estaban engañando a Milton. Nosotros nunca hemos andado con eso. Él no anda con eso, solo se bebe sus cervecitas”.

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Es imposible contar la historia de Román González sin mencionar a Alexis Argüello. Si se busca en su pasado, ahí está el “Caballero del Ring”. Si se analiza su presente, de nuevo aparece Alexis en los análisis comparativos de los expertos. Si se intenta vislumbrar su futuro, el tricampeón bigotudo se alza como la sombra que posiblemente persiga al “Chocolatito” toda la vida.

Román viene de una familia de boxeadores y trae “el pugilismo en la sangre” pero él “ha sido un punto y aparte” en la historia de este deporte en el país, considera Osman Rosales, periodista deportivo que formó parte del equipo cercano al “Chocolatito” cuando este era manejado por la promotora de Silvio Conrado, Prodesa. “Tenemos un Rubén Darío, un Dennis Martínez, un Alexis Argüello y ahora también un ‘Chocolate’”, sostiene. Para él, en cuestión de técnica, Román ya está por encima de su padrino y es el boxeador “más completo que ha tenido Nicaragua”.

El cronista deportivo Edgar Tijerino también cree que el alumno ya superó al maestro y lo reconoce pese a la amistad que lo unió al tricampeón. “El ‘Chocolate’ es mejor boxeador que Alexis, aunque no posee la contundencia de su predecesor ni la resistencia extraordinaria que a Alexis le permitía absorber mucho castigo”. Mover a Argüello era “cosa seria” y a él “le tenía sin cuidado que le pegaras porque lo que necesitaba era tenerte a su alcance”, analiza Tijerino. En cambio, el “Chocolate” “ha sido un peleador más flexible”.

Para Tijerino, Román le lleva ventaja a Alexis en “movilidad, mejor caminado en el ring, mejor forma de llegar y en la variedad para acosar, la variedad de golpes”. “Con Argüello podías entrar, lo golpeaban, a este muchacho es difícil entrarle, por eso Carlos Cuadras decidió pelear para atrás”. Las observaciones de Osman Rosales son similares. Afirma que Román tiene “mayor técnica, camina mejor en el ring, tiene más variedad de golpes y más movimiento de cintura y pasos laterales”. “Si Argüello ha peleado como pelea el ‘Chocolate’, no le gana nadie. Con el poder que tenía Argüello en los puños y la resistencia, más el boxeo del ‘Chocolate’, uf, no hay manera”, dice Tijerino.

Ambos periodistas están de acuerdo, sin embargo, en que, como leyenda, Alexis le lleva ventaja al “Chocolatito”. “Una ventaja kilométrica”, según Tijerino. “Argüello cultivó una idolatría que tiene mucho de simbolismo. La gente se identificó mucho con él. Veo difícil que el ‘Chocolate’ llegue a ser el ídolo que fue Argüello. Él tenía una vinculación muy fuerte con la gente. La gente lo sentía cercano, el pueblo lo sentía más propio, a pesar de que los dos son de extracción humilde”. Ese carisma no lo ha tenido otro atleta en Nicaragua, apunta el cronista. Y para dimensionar la distancia entre ambos boxeadores, recuerda que cuando Alexis perdió con Ernesto “El Ñato” Marcel, al aeropuerto lo fue a recibir mucha más gente que al “Chocolatito” cuando vino de ganar su cuarto título mundial.

La sombra de Alexis, afirma Tijerino, va a perseguir siempre a Román, sobre todo porque Nicaragua es un país de escasas figuras. “Pero también es un asunto generacional. El ‘Chocolate’ va a ser la referencia más fresca a medida que pase el tiempo”.

El periodista considera que al “Chocolatito” “se le está exigiendo una perfección que ningún boxeador tiene” y hasta cree que sería bueno que perdiera ya el récord invicto. Ahora vienen peleas más difíciles para Román —dice Tijerino—, peleas en las que va a mostrar el corazón y “yo creo que su corazón es lo suficientemente grande”.

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El día que tenía que ir a la báscula, previo a la pelea por la defensa del título de las 108 libras ante el mexicano Ramón García Irales, Román amaneció pesado. “Nos damos cuenta en la mañana cuando lo fue a ver Arnulfo Obando, su entrenador. Empezamos a trabajar con él. Dale, no vas a perder el título en la báscula, no te va a pasar lo mismo que a los demás”, recuerda Osman Rosales. “El ‘Chocolate’ le puso ganas, trabajando fuerte. Me metí dos veces al sauna con él, para darle apoyo moral. Él estaba como una pasa seca, que ya no tenés de dónde sacarle. Aun así logró dar el peso. Después de que dio el peso, a él le dio un poco de hipotermia. Estaba en una sola tembladera. Me quité mi chaqueta, se la puse, traté de darle un poco de calor. Esa vez me dio tanto pesar tanto sacrificio que hace”.

Pese a todo, el “Chocolatito” retuvo la corona noqueando en cuatro asaltos a García Irales. La indisciplina no está dentro de las faltas que se le han criticado.

En un día normal, se levanta a las 3:00 de la mañana para ir a correr, luego resuelve asuntos personales, visita un rato a su mamá y por la tarde va al gimnasio. Al parecer, tener que madrugar y hacer dieta son para él los mayores sacrificios, porque se ha quejado al respecto en muchas entrevistas. Una vez, incluso, dijo con amargura: “Antes no podía comer (porque no tenía) y ahora que tengo, tampoco puedo comer porque tengo que cuidarme”.

A Román le gusta definirse como una persona “humilde” y ha dicho que pese a su ascenso sigue siendo “el mismo indio” de siempre; pero es un hecho que ya no es tan abierto a los medios nacionales como lo fue en los primeros años de su carrera, sobre todo antes del tercer título mundial. Cada vez es más difícil conseguir una entrevista con el boxeador y a veces ni siquiera su padre sabe en qué vueltas anda.

La próxima pelea de Román, valoran los expertos, podría garantizarle una bolsa de aproximadamente un millón de dólares. Lo que sería de gran beneficio para su padre, quien recibe el 5 por ciento, y su hermano Milton, quien trabaja en la promotora; también para su madre y su hermano Luis Alberto, que se mantienen en casa. El “Chocolatito” es el principal motor económico de la familia y don Luis hasta dejó de tomar para ya no darle preocupaciones.

Luisa Obando, vecina de los González Luna, quien llegó unos días después que ellos a los terrenos de La Esperanza, ha visto como la familia ha “recibido una gran bendición” con Román. “Ellos eran bien humildes. Dios los premió porque siempre han sido una familia trabajadora”, dice.

Cada vez que hay peleas, Obando se encierra en su casa y no le abre a nadie. Con su hijo Jorge, amigo de la infancia de Román, mira las peleas, mientras está orando. “A mí nunca me gustó el boxeo. Yo sacaba a mi hijo cada vez que se iba a meter en las peleas que armaba don Luis”, dice la señora. Y revela el consejo que le ha dado a Román: “Si te están pegando fuerte, dejate caer, qué importa la pelea. Lo que importa es tu salud. Mirá como terminó Muhammad Alí”.

Chocolatito” trozo a trozo

Nombre completo: Román Alberto González Luna
Edad: 29 años.
Estatura: 161 centímetros
Alcance de brazos: 163 centímetros
Peso: 115 libras (cuando pelea)
Entrenador: Arnulfo Obando
Promotora: Teiken Promotions
Apoderado: Carlos Blandón
Victorias: 46
Derrotas: 0
Empates: 0
Nocauts: 38
Por decisión: 8
Porcentaje de nocauts: 83%
Rounds: 217
Cinturones: 105, 108, 112 y 115 libras

Momentos de Román

Nacimiento: Román Alberto González Luna nació el 17 de junio de 1987. Creció en el barrio La Esperanza de Managua, Nicaragua.
Primeras peleas: A los 9 años de edad, su papá Luis González le enseñó a boxear junto a los demás niños del barrio.
Debut amateur: En 2002 se unió a la escuela de boxeo amateur Róger Deshon, que fundó Alexis Argüello, del barrio San Judas. Su récord es de 88-1, incluyendo una controversial derrota, la cual fue abucheada por la multitud.
Debut profesional: Debutó el primero de julio de 2005. Acumuló un registro invicto de 20 victorias y 18 nocauts, antes de obtener el primer campeonato mundial.
Campeón mundial: El 15 de septiembre de 2008 gano el campeonato mundial absoluto de las 105 libras de la AMB ante el japonés Yutaka Niida. La pelea se llevó a cabo en Japón.
Casamiento: El 26 de septiembre de 2009 contrajo matrimonio con Raquel Doña. La boda se desarrolló en las calles principales que daban a la iglesia Fe, Esperanza y Alegría, en el barrio Múnich, las cuales fueron cerradas por la Policía Nacional.
Bicampeón mundial: González ascendió a la categoría de las 108 libras y el 24 de octubre de 2010 derrotó a Francisco Rosas por nocaut en el segundo asalto, en Tokio, Japón. De esta manera conquistó el título mundial interino de la AMB.
Denuncia de agresión: El 24 de noviembre de 2011, Raquel Doña acusó a Román González en la Estación 3 de Policía por supuesta agresión. “Chocolatito” negó haberla golpeado.
Tricampeón mundial: En pelea por el título mundial absoluto de las 112 libras del CMB, el 5 de septiembre de 2014 retó al fuerte campeón japonés Akira Yaegashi. González ganó por nocaut técnico en el noveno asalto, convirtiéndose en el segundo nicaragüense tricampeón mundial, igualando a su maestro Alexis Argüello.
Mejor boxeador del mundo: Después del retiro de Floyd Mayweather, Román ha sido considerado “el mejor boxeador libra por libra del mundo” desde septiembre del 2015, según la cadena ESPN.
Tetracampeón mundial: El 10 de septiembre de 2016, en Los Ángeles, California, venció por decisión unánime al mexicano Carlos Cuadras en pelea por el título mundial absoluto de las 115 libras del CMB, convirtiéndose en el primer nicaragüense tetracampeón mundial de boxeo.

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