La historia del hombre que mató a Sandino

Reportaje - 06.08.2023
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Carlos Eddy Monterrey fue el primero de los guardias que disparó contra el general Augusto C. Sandino y por eso fue recompensado por Somoza García. Casi 20 años después, cayó en desgracia enfrentado con el hijo del dictador

Por Redacción Magazine

Managua, Campo de Marte. Miércoles, 21 de febrero de 1934, las 8:30 de la noche. El subteniente de la Guardia Nacional, Carlos Eddy Monterrey Luna, se encontraba en su oficina haciendo vigilancia. A esa hora vio pasar corriendo a su jefe, el capitán Lizandro Delgadillo, quien le dijo:

--Seguime.

--¿Qué hago con la guardia?

--Déjala con el oficial que te sigue.

Monterrey, un hombre delgado, de estatura mediana, moreno, diminuto, de voz recia, fogoso y nervioso para hablar, era conocido entre los guardias como “Chichicaste de río” o “Alacrán de huate”, debido a que poseía un carácter fuerte y firme, explicó su compañero de armas Juan Emilio Canales, durante un juicio militar que se le hizo a Monterrey en 1953. Era, como él mismo decía, un soldado obediente a las órdenes militares. Así que inmediatamente cumplió el mandato de su jefe.

Delgadillo se dirigía en ese momento hacia una casa que estaba dentro del Campo de Marte, en donde se encontraba el general Anastasio Somoza García, quien menos de un año antes, en junio de 1933, había sido nombrado como el primer nicaragüense jefe director de la Guardia Nacional, ya que antes eran marines estadounidenses quienes habían dirigido ese cuerpo armado.

Monterrey siguió a Delgadillo hasta la cárcel que llamaban El Hormiguero y, en el centro del patio, vio que estaban detenidos el general Augusto C. Sandino y sus ayudantes, los generales Juan Pablo Umanzor y Francisco Estrada, rodeados de guardias nacionales que les apuntaban con sus ametralladoras.

Sandino había peleado contra la Guardia Nacional desde 1927 en las montañas de Nicaragua, aunque el objetivo de guerra del rebelde guerrillero no eran los soldados nicaragüenses, sino los marines norteamericanos que tenían ocupado el país, a los cuales quería expulsar.

Para el primero de enero de 1933 no quedaba ningún marine en Nicaragua. Un mes después, en febrero de ese año, Sandino había firmado la paz con el presidente Juan Bautista Sacasa. Desde entonces, Sandino trabaja en el norte del país en proyectos agrícolas y mineros, viajaba a Managua cada cierto tiempo y se suponía que todo estaba en orden.

Sin embargo, Sandino realizaba declaraciones a la prensa que no gustaban a Somoza ni al embajador de Estados Unidos, Arthur Bliss Lane. Por ejemplo, criticaba a la Guardia y decía que era inconstitucional porque había sido formada por los marines. Lo consideraban un estorbo para la paz en el país.

El Campo de Marte, donde Monterrey conoció a Sandino. FOTO/ TOMADA DE SANDINO REBELLION

Por eso, aquella noche, Somoza ordenó el arresto de Sandino y sus dos generales para que fueran fusilados inmediatamente

Monterrey había peleado contra Sandino y esa noche lo vio por primera y única vez. “Yo no conocía a Sandino, personalmente, hasta ese día. Se mostraba intranquilo y menos belicoso que sus dos generales”, dijo Monterrey en una entrevista al diario La Prensa, en 1971.

Unas dos horas más tarde, cerca de las 11:00 de la noche, un pelotón de fusilamiento de la Guardia mató a Sandino y a sus dos ayudantes. Fueron varios quienes dispararon, pero Monterrey fue el primero en hacerlo, apuntando a Sandino.

Anastasio Somoza García, padre de la dinastía que gobernó en Nicaragua durante 45 años, junto al general Augusto C. Sandino, poco antes de que se consumara la traición de Somoza y el asesinato de Sandino, perpetrado el 21 de febrero de 1934 por el subteniente Carlos Eddy Monterrey. FOTO/ ARCHIVO

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Según el historiador Nicolás López Maltez, el arma que esa noche usó Monterrey fue un fusil automático Browning, que había sido diseñado en 1917. “Era un arma poderosa”, explica. Otros, como el exguardia Abelardo Cuadra Vega, en un libro que se llama Hombre del Caribe, habla de que utilizó una pistola. El arqueólogo Jorge Espinosa Estrada, quien años después trabajaría con Monterrey en la búsqueda de los restos de Sandino, también dice que Monterrey habría usado una pistola.

Cuadra Vega cuenta que Monterrey le disparó el primer tiro a Sandino media pulgada arriba de la tetilla derecha, según lo que le contó el propio Monterrey. “Sandino se sacudió y emitió un rugido sordo. Al tiempo de sacudirse, otra bala en la sien izquierda, saliéndole exactamente por la derecha. Una tercera bala le entró en la mitad del plexo y el ombligo, saliéndole al lado izquierdo de la columna vertebral. Murió instantáneamente”.

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Monterrey, nacido en Masatepe en 1909, se graduó como subteniente en la Academia Militar de Nicaragua (AMN) en 1932, cuando todavía los marines dirigían a la Guardia. En ese entonces, el director era el capitán Edward J. Trumble.

Por eso, a las tres promociones que produjo esa academia se les conoció como primera, segunda y tercera promoción Trumble. Monterrey se graduó en la segunda. Tras la salida de los marines del país, esa academia fue cerrada.

Nicolás López Maltez, quien escribió un libro sobre la historia de la Guardia, explica a la Revista MAGAZINE que a esa academia se le llamaba como “la de los seis meses”, porque ese es el tiempo que demoraban los cursos aproximadamente, pues los alumnos eran jóvenes que ya tenían experiencia militar por haber peleado en las montañas contra las tropas de Sandino.

Antes de entrar a la academia de Trumble, Monterrey estuvo prestando servicio como guardia en la ciudad de Somoto y con frecuencia participaba en combates contra los sandinistas. Era un soldado bravo, da fe en sus memorias el exoficial Guillermo E. Cuadra G.

En esos días, Monterrey se casó con una joven originaria de San Juan de Limay, Estelí, María Haydée López Rodríguez, nacida en 1916.

Como para todo guardia en esa época, Sandino era un enemigo para Monterrey, pero también lo era porque familiares de su esposa fueron asesinados por las tropas del jefe guerrillero. Un familiar de Monterrey, quien pidió no ser identificado, Una cuenta a la Revista MAGAZINE que los soldados de Sandino mataron al tío Ramón y a unos primos de Haydée López.

El excoronel de la Guardia Nacional, Carlos Eddy Monterrey. FOTO/ CORTESÍA

Unos cuñados de Monterrey, Marcial y Manuel López, también se unieron a la Guardia en contra de Sandino. Marcial llegó a ser piloto de la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN) y Manuel fue director de Migración, afirma el pariente de Monterrey.

La mayoría de los periódicos de la época pintaban a un Sandino bandolero, cuyos hombres mataban y violaban a las mujeres en la zona norte del país. Así lo creía también Monterrey.

“Yo no soy sandinista, nunca lo he sido y no sé cómo los jóvenes de hoy en día quieren ser sandinistas. Le reconocí su valor de soldado, pero su posición política no me simpatizaba. Quería destruir a los yanquis a costa de los nicaragüenses”, expresó Monterrey en 1971, cuando fue entrevistado por el periodista Filadelfo Alemán, de La Prensa.

Cuando la guerra contra Sandino terminó, Monterrey fue asignado al Campo de Marte en Managua. Junto a su esposa se instaló en una casa del barrio Santo Domingo, cerca de la parte trasera de la iglesia del mismo nombre, en los alrededores de una panadería que se llamaba Corazón de Oro.

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Esa noche del 21 de febrero de 1934, Sandino cenó con el presidente Juan Bautista Sacasa en Casa Presidencial, en la loma de Tiscapa, de donde luego bajó en un carro junto a sus dos ayudantes, su padre Gregorio Sandino y el ministro de Agricultura, Sofonías Salvatierra.

Sin embargo, fue apresado en la bajada de la loma junto a sus generales. Los separaron de su padre y de Salvatierra y los llevaron al patio de la cárcel El Hormiguero, que fue donde lo vio Monterrey cuando este último iba siguiendo a Delgadillo.

Delgadillo ordenó a Monterrey que se encargara de los prisioneros, que escogiera a 10 guardias que hubiesen peleado contra las tropas de Sandino y que lo siguiera. Anastasio Somoza García ya le había dado la orden a Delgadillo de que matara a Sandino.

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Según lo que contó Monterrey en 1971, Delgadillo se montó en la cabina del camión al lado del chofer y Monterrey se encargó de subir a Sandino, Umanzor y Estrada en la plataforma protegida de barandas. Sandino se sentó en el fondo de la plataforma, en medio de la ventanilla de la cabina del camión y sus generales a los lados.

“Yo tenía miedo de que los prisioneros hicieran un movimiento raro, pues temía disparar en dirección a la cabina del chofer y herir a los que iban en ella. Sin embargo, los tres prisioneros tenían pocas alternativas pues si querían saltar fuera del vehículo tenían que hacerlo por las barandas que eran altas”, relató Monterrey.

El camión número uno de la Guardia Nacional, esta vez sin barandas, en el que Sandino y sus dos ayudantes fueron llevados al lugar de su asesinato. FOTO/ CORTESÍA/ NICOLÁS LÓPEZ MALTEZ

Durante el recorrido que hizo el camión, hubo pocas palabras y luego de aproximadamente cinco minutos de camino, el capitán Delgadillo ordenó al chofer que se detuviera. “Estábamos en un camino del barrio San Luis, en un lugar que podría corresponder ahora a la siguiente dirección: de la parte trasera de la Iglesia de San Luis varias cuadras al sur”, añadió Monterrey.

Los prisioneros fueron obligados a bajar del vehículo a punto de ametralladoras y luego colocados a cierta distancia del pelotón de fusilamiento. “El capitán Delgadillo, bajó del vehículo también y me dijo: prepárense a ejecutarlos, yo les voy a dar la señal con un disparo”, contó Monterrey.

La mayoría de los historiadores señalan que no era Monterrey quien debió dirigir el fusilamiento, sino Delgadillo, pero este último se acobardó. Así también lo contó después otro de los guardias que participó en el asesinato, Juan Emilio Canales.

“Delgadillo estaba acobardado. Dio la orden de ejecución disparando un tiro al aire, pero a una distancia de una cuadra del lugar de la ejecución”, dijo Canales en otra entrevista a La Prensa, también en 1971.

Monterrey aseguró que Sandino rogó muchas cosas y en ese sentido sus generales se comportaron mejor.

Antes del fusilamiento, Umanzor se sacó un pañuelo de la bolsa de atrás del pantalón y se lo quiso dar a Monterrey, quien le contestó: “Yo no quiero nada de un bandolero”. Umanzor se volvió a meter el pañuelo en el bolsillo. Después, Monterrey supo que en el pañuelo Umanzor había amotetado un montón de joyas, oro y piedras preciosas.

Monterrey les dijo a los demás soldados que dispararan cuando él disparara. Seguidamente, apuntó a Sandino.

Filadelfo Alemán, el periodista que entrevistó a Monterrey en 1971, recuerda que cuando le correspondió narrar cómo le disparó, se emocionó. “Lo decía con mucha satisfacción. Monterrey hablaba recio y lo dijo con mucha emoción, como si estaban ocurriendo los hechos. Era como que si sentía orgulloso. No se arrepentía”, explicó Alemán a la Revista MAGAZINE.

Alemán indicó que le preguntó a Monterrey que a quién había apuntado él, dijo: a Sandino. Pero, se levantó del asiento y lanzó los brazos hacia adelante diciendo. “Es que cualquiera lo hubiera hecho. Sólo los que no saben lo que es una orden militar pueden decir cosas por ahí, criticar, etcétera”, Monterrey.

“Yo fui quien ejecutó a Sandino. Me responsabilizo de ello ante la historia porque no lo puedo negar”, expresó.
En la entrevista, Monterrey no quiso brindar algunos detalles, como dónde quedó el cadáver de Sandino, porque dijo que estaba escribiendo un libro sobre el asesinato. El libro nunca fue publicado.

Un pintor costarricense plasmó, sobre la base de lo que contó el teniente Abelardo Cuadra Vega, cómo fue el asesinato de Sandino y sus ayudantes. Carlos Eddy Monterrey aparece dibujado a la derecha. ARTE/ LUIS GONZÁLEZ

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La mayoría de los guardias que mataron a Sandino y a sus ayudantes recibieron grandes favores de parte de Anastasio Somoza García, como premios, recompensas de todo género, honores, distinciones, cargos de responsabilidad bien remunerados y ascensos rápidos.

Monterrey fue ascendido a teniente y lo nombraron jefe de la 16 Compañía, encargada de la Guardia Presidencial. El 25 de abril de 1937, Somoza García lo recompensó más aún, enviándolo a Nueva York para que estudiara aviación.

Un año después, en junio de 1938, cuando ya había regresado a Nicaragua, fue de los fundadores de la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN), nombrado como jefe de Tropa y ahí pasó de teniente a coronel. En mayo de 1948, el coronel Monterrey fue nombrado comandante jefe de la FAN.

Fueron los mejores años de Monterrey, quien llegó a gozar de importantes recursos económicos. Había mejorado su casa, tenía carro, un Buick Super, color verde tierno, tapicería roja, estilo Dina Flow, de ocho cilindros, en el que asistía a importantes eventos de la alta sociedad nicaragüense acompañado de su esposa Haydée López, especialmente los que se realizaban en el Casino Militar.

El pariente de Monterrey explicó a la Revista MAGAZINE que en la familia siempre se habló de ese tiempo como “los años dorados”.

Sin embargo, a Monterrey no todo mundo lo veía con buenos ojos. El autor del libro La Aviación en Nicaragua, Ricardo Ramón Boza Paiz, habla de él en términos despectivos. “El coronel Monterrey era un hombre de valor desmedido, sin escrúpulos. Cuando se hizo aviador, siempre cumplía las misiones que le encomendaban. Cabe recordar su falta de escrúpulos con el ametrallamiento de Sandino y la muerte por descarga eléctrica de los señores Luis Scott y Rito Jiménez”, escribió Boza Paiz.

Scott y Jiménez fueron dos reconocidos opositores a Somoza García que fueron asesinados en la cárcel La Aviación y se señalaba como responsable de sus muertes a Monterrey. Somoza García nunca tomó medidas contra Monterrey por esos señalamientos.

En el centro, Carlos Eddy Monterrey cuando era jefe de la Fuerza Aérea de Nicaragua (FAN). FOTO/ TOMADA DE INTERNET

Monterrey siguió gozando de los privilegios que le daba Somoza García y comandando la FAN. Volaba bastante e, inclusive, en algunos vuelos llevaba a su esposa. En palabras del historiador Nicolás López Maltez, Monterrey se llegó a sentir “gallo” por haber disparado a Sandino. Estaba crecido.

Todo iba bien hasta que, el primero de enero de 1951, Monterrey fue destituido como comandante de la FAN. Para contentarlo, Somoza García lo nombró comandante del Área Norte, en Ocotal.

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Aunque ser jefe de la Guardia en la frontera norte del país era un cargo muy importante, la destitución como jefe de la FAN molestó a Monterrey, quien desde antes ya estaba inconforme porque Somoza García había nombrado jefe del Estado Mayor de la Guardia a su hijo Anastasio Somoza Debayle, un cargo que Monterrey creía merecer por encima del hijo del dictador.

Somoza Debayle no tenía ningún mérito más que haberse graduado en 1946 como militar en Estados Unidos, en la West Point, y al regresar a Nicaragua fue nombrado mayor inmediatamente, para poco después ser ascendido a coronel y nombrado jefe del Estado Mayor sin tener la experiencia de guardias que, incluso, habían peleado junto a los marines contra Sandino.

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A los oídos de Anastasio Somoza Debayle llegaron los rumores de que Monterrey andaba molesto con él y andaba hablando con otros oficiales para que “voltearan la tortilla”, es decir, para sacar del poder a los Somoza.

El 10 de febrero de 1953, Monterrey se trasladó desde Ocotal a Managua y a las 7:30 de la noche llegó a la oficina de Somoza Debayle, en el Campo de Marte, adonde fue citado previamente.

Somoza Debayle le explicó las razones por las que lo había llamado, consultándole también si era cierto que quería matar a su padre, a él y a su hermano Luis. Monterrey se encolerizó y le dijo que lo de la molestia era cierto, pero lo de matar no. Además, le espetó que él era hombre y que se enfrentaba a cualquier situación, actitud que fue tomada por el hijo del dictador como un acto de insubordinación y de irrespeto, especialmente porque se encontraban dentro de un edificio militar.

Una de las frases que Monterrey habría dicho a Somoza Debayle en ese momento, según dijeron testigos después, fue: “Usted no sabe quién es el coronel Monterrey. Yo soy un hombre de verdad que le digo la verdad a cualquiera cara a cara. Así como a usted, a su padre también”.

A la izquierda, Monterrey en 1953, cuando le estaban haciendo consejo de guerra por hablarle golpeado a Anastasio Somoza Debayle. FOTO/ ARCHIVO

Somoza Debayle, por su parte, trataba de guardar la compostura. “Chale, como viejos amigos y compañeros, arreglemos este asunto. Explicá tu situación”, le decía.

Aunque ambos eran coroneles, Somoza Debayle era el superior de Monterrey y eso le indignaba a este último, quien no toleraba que alguien menor que él le diera órdenes. Somoza Debayle rondaba los 28 años y Monterrey era de 42 en ese momento.

Somoza Debayle recurrió entonces a recordarle los lazos de amistad existentes, a lo que Monterrey respondió que sí era amigo de los Somoza, pero más del general (Somoza García) que del coronel (Somoza Debayle) y se le estaba acusando injustamente porque él había ayudado a los Somoza en momentos difíciles.

Solo cinco años atrás, Monterrey se había portado incondicional con Somoza García cuando este último se enfrentó al presidente Leonardo Argüello, a quien terminó dándole golpe de Estado porque el mandatario quería quitarle la dirección de la Guardia Nacional. Además, era el hombre que mató a Sandino, un dolor de cabeza para Somoza García en su momento.

Monterrey le dijo a Somoza Debayle que si podía mencionarle las veces que había ayudado a los Somoza, y este le respondió que sí. Fue entonces cuando Monterrey se puso más retador: “¿Hablo, hablo, hablo?”, le decía.

Somoza Debayle perdió la paciencia y le dijo que iba a tener la oportunidad de hablar en un consejo de guerra e inmediatamente dio la orden de que lo arrestaran. Monterrey fue encarcelado en un lugar en el Campo de Marte que le llamaban la Casa de Piedra, durmiendo en el suelo.

Tres días después, mediante un telegrama, Somoza Debayle informó a la población sobre la detención de Monterrey, cuya esposa, Haydée López, viajó a Montelimar para hablar con Somoza García, pero no pudo hacer mucho por su esposo, cuenta Mario Alfaro Alvarado, en su libro 43 años de dictadura dinástica.

Monterrey permaneció preso y fue juzgado por un consejo de guerra a partir del 21 de abril de 1953, acusado por los delitos de insubordinación e irrespeto ante su superior jerárquico, así como por preposiciones de conspiración contra el orden constitucional establecido.

Según declararon los testigos en el juicio, Monterrey le dijo a varios oficiales que botaran a Somoza García, porque ellos le habían ayudado a subir al poder a esa familia, pero Somoza García solo ascendía a sus hijos.

Entre los testigos estuvieron tres que participaron en el asesinato de Sandino: Lizandro Delgadillo, Federico Davidson Blanco y Juan Emilio Canales. De los tres, el que testificó más fuerte contra Monterrey fue Canales.

El 19 de mayo, Monterrey fue condenado. Le iban a caer varios años de cárcel, pero Somoza García dispuso que solo fueran dos años y la baja de la Guardia.

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Cuando Monterrey cumplió su condena de dos años de cárcel, recluido en León, se fue a su casa y estaba sin trabajo. La familia comenzó a sufrir los estragos económicos de la situación.

En la Gaceta de septiembre de 1956, en la sección judiciales, se puede leer sobre las deudas contraídas por Haydée López mientras su esposo estuvo preso. A una mujer llamada Cristina Rojas le debía 6,200 córdobas.

Otra mujer, Berta Hamond de Torres Leal, le cobraba otra deuda y para ello tenía en subasta el automóvil Buick Super tan elegante que era de Monterrey.

Como si las cosas no estuvieran ya mal, fue en ese mes que Anastasio Somoza García fue asesinado por Rigoberto López Pérez, en León, cuando el dictador se postulaba para un nuevo periodo presidencial.

Como Monterrey ya estaba mal visto ante los Somoza, la Guardia se lo llevó preso nuevamente. “Creían que estaba metido en el complot”, explica el pariente de Monterrey a la Revista MAGAZINE.

Monterrey fue liberado cuando los hijos de Somoza García determinaron que no estaban involucrado en la muerte de su padre.

En 1960, la familia Monterrey López se fue a vivir al proyecto habitacional de la colonia Centroamérica y fueron de los primeros habitantes de esa colonia.

Poco después, Haydée López se atrevió a hablar con el entonces presidente Luis Somoza Debayle para pedirle trabajo para su esposo, ya que siempre habían sido fieles a los Somoza, salvo el percance que Monterrey tuvo con Anastasio Somoza Debayle en 1953.

Luis Somoza Debayle le dio empleo a Monterrey y lo ubicó como jefe del plantel de Batahola del Distrito Nacional. Ahí, Monterrey vivía en una casa muy modesta.

Fue en el plantel de Batahola donde lo encontró el periodista Filadelfo Alemán cuando lo entrevistó para La Prensa en febrero de 1971.

Alemán dice que fue su editor, Agustín Fuentes, conocido como “Fuentitos”, quien hizo el contacto con Monterrey y lo mandó a él. Fuentitos fue el periodista de La Prensa que cubrió el consejo de guerra que los Somoza le hicieron a Monterrey en 1953.

Fuentitos recuerda que hasta se ganó un premio, el Mergenthaler, por una foto que le tomó a Monterrey durante el juicio. En la imagen, Monterrey aparece cabizbajo, fumando y jugando con un llavero. Además, en el piso se observan dos colillas de cigarros ya consumidos por Monterrey.

La foto que le tomó Fuentitos a Monterrey durante el consejo de guerra. FOTO/ ARCHIVO

Filadelfo Alemán encontró en malas condiciones a Monterrey, pero el excoronel sí quería hablar sobre la muerte de Sandino.

La plática se desarrolló en una oficina del plantel de Batahola. Aprovecharon que el plantel era vigilado por guardias y le tomaron una foto a Monterrey con un fusil. Fue la primera y única vez que Monterrey habló del hecho ante un periodista.

“Lo hice como soldado (matar a Sandino). Como le hubiera tocado a cualquier soldado que recibe órdenes y las ejecuta por disciplina militar”, afirmó.

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Monterrey no se corrió cuando los sandinistas atraparon el poder en julio de 1979, derrocando a Anastasio Somoza Debayle. Pero, sí tenía mucho miedo que lo mataran, le contó después al arqueólogo Jorge Espinosa Estrada, cuando ambos trabajaron juntos buscando los restos de Sandino.

Monterrey era el hombre que había matado a Sandino, el máximo héroe de los hombres que entonces comenzaron a gobernar Nicaragua.

Los sandinistas encontraron a Monterrey en su trabajo, en el plantel de Batahola, y lo llevaron detenido, pero no a una cárcel, sino al hotel Intercontinental Managua, que en aquellos primeros días servía de oficina para los comandantes sandinistas.

El familiar de Monterrey cuenta que Tomás Borge lo estuvo interrogando varios días, pero que lo trató muy bien. “Lo atendieron bien y le daban buena comida”, asevera el descendiente de Monterrey.

A los días, Monterrey fue liberado por Tomás Borge, quien, según el pariente, en un discurso dijo que Monterrey había sido otra víctima de los Somoza y que había sido injusto el trato que le dieron en el consejo de guerra de 1953, por lo que Monterrey era una reliquia.

“Después de que lo tuvieron en el hotel, ya no lo molestaban”, recuerda el con-sanguíneo.

Una imagen de Anastasio Somoza García, en el centro, y a la derecha aparece Monterrey. FOTO/ ARCHIVO

Monterrey se fue a vivir primero donde una hermana en Carretera Sur, donde Lilliam Monterrey Luna. Pero luego, fue a vivir a la colonia Centroamérica con su esposa Haydée López.

En 1981, la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional (JGRN), liderada por Daniel Ortega, encomendó al arqueólogo Jorge Espinoza Estrada la búsqueda de los restos de Sandino.

Espinoza Estrada cuenta a la Revista MAGAZINE que buscó a Abelardo Cuadra Vega, el guardia que supuestamente enterró a Sandino, y a Carlos Eddy Monterrey, el que lo mató.

A Cuadra Vega lo mandó a traer de Miami pagándole todo, pasajes, hospedaje y alimentación, y a Monterrey lo fue a buscar a su casa en la colonia Centroamérica en un jeep acompañado de seis soldados sandinistas.

Monterrey, cuando los vio, pensó que lo llegaban a matar y no quería salir de su casa. Espinoza Estrada logró tranquilizar al exguardia diciéndole que él era hijo del coronel de la Guardia, Espinoza Altamirano, y le expuso que solo quería que le ayudara a encontrar los restos de Sandino, a lo cual Monterrey finalmente accedió.

Juntos fueron a los terrenos de la Ajax Delgado y los alrededores, pero la búsqueda jamás dio frutos.}

Monterrey terminó sus días en la colonia Centroamérica, adonde era frecuente que lo llegaran a entrevistar los medios sandinistas para preguntarle por Sandino.

Murió el 30 de diciembre de 1985, a causa de un trombosis cerebral, a la edad de 76 años. Casi 20 años después, el 17 de julio de 2006, falleció su esposa Haydée López, por un accidente cerebro vascular, a los 89 años de edad. Ambos están sepultados en el cementerio general, pero en diferentes tumbas.

El sobrino sandinista de Monterrey

Carlos Eddy Monterrey fue un hombre que viajó mucho, tanto fuera como dentro de Nicaragua. Tenía la fama de tener mujeres adonde iba. Su esposa Haydée López sufrió mucho eso.

Por eso, cuenta un pariente de Monterrey, la familia creyó en algún momento que el periodista de Bluefields, Carlos Eddy Monterrey, hoy en el exilio por ser perseguido político del régimen Ortega Murillo, podría ser hijo del excoronel de la Guardia.

El periodista Carlos Eddy Monterrey, sobrino del guardia que mató a Sandino. FOTO/ ÓSCAR NAVARRETE

La Revista MAGAZINE conversó con el periodista y negó que sea hijo del exguardia nacional que mató a Sandino. “Soy su sobrino”, dice, aclarando que es hijo de un primo hermano de Monterrey, de nombre Milcíades Monterrey.

Carlos Eddy Monterrey y su primo Milcíades se querían mucho, pero pocas veces se veían porque Milcíades, originario de Boaco, había migrado a Bluefields.

En una ocasión, Milcíades y su hijo Carlos Eddy, a quien puso el nombre de su primo, viajaron a Managua y se encontraron con Monterrey, quien para entonces ya trabajaba en el plantel de Batahola del Distrito Nacional.

En aquel entonces, el periodista tenía 16 años de edad y no había entrado a la universidad aún. Almorzó en un restaurante chino con su papá y su tío, pero no se percató de la importancia histórica de su tío. Ni siquiera hablaron de Sandino, solo de cosas familiares.

Luego, con el triunfo de los sandinistas, el periodista Carlos Eddy Monterrey era militante sandinista y conocía a los comandantes, quienes le preguntaban si era familiar del hombre que mató a Sandino. Lo consultaban especialmente Bayardo Arce y Tomás Borge.

El periodista fue corresponsal de El Nuevo Diario en Bluefields y su editor, Danilo Aguirre Solís le platicaba que su tío Carlos Eddy Monterrey vivía en la colonia Centroamérica, donde también vivía Aguirre, y le estaba vendiendo el manuscrito del libro que estaba escribiendo sobre la muerte de Sandino y donde también revelaba la ubicación de la tumba de Sandino.

Aguirre no tenía el dinero que Monterrey pedía por el manuscrito.

El día que murió Monterrey, La Prensa tituló en portada que había fallecido Carlos Eddy Monterrey y mucha gente pensó que había sido el periodista de Bluefields.

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